Reproducimos el comentario de Daniel Campione, publicado originalmente Tramas, sobre el libro Debates sobre la burguesía argentina, la liberación nacional y el peronismo (Ediciones IPS, 2023) de Milcíades Peña compilado por Alicia Rojo y Gabriel Piro. Campione es politólogo e historiador, autor de La Guerra Civil española, Argentina y los argentinos, Leer Gramsci, entre otros.
La década de 1960 marcó una ebullición de ensayos e investigaciones animados por una perspectiva de izquierda, buena parte de los cuales se hace acreedora a un rescate necesario para reubicar líneas de análisis que en nuestros días a menudo quedan opacadas por empeños más pegados a la coyuntura y ya no surcados por preocupaciones revolucionarias.
Milcíades Peña. Debates sobre la burguesía argentina, la liberación nacional y el peronismo, compilación de Alicia Rojo y Gabriel Piro, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Ediciones IPS, 2023, 456 páginas.
Los textos aquí compilados proporcionan un buen ejemplo de cómo se investigaba, se reflexionaba y se debatía sobre la historia, el presente y el futuro cercano de la sociedad argentina a mediados de la década de 1960. Una discusión en torno a clases sociales, carácter de la revolución, configuración de las fuerzas productivas fundamentales, política de alianzas contrapuestas. Y que en el plano mundial se proyectaba hacia enfoques renovados acerca de las experiencias del “socialismo real” y el decurso de la “guerra fría”.
Es en ese contexto, nos parece, que debe ser entendida esta reedición: Como forma de acercarse a una época en que se asistía a recientes desarrollos del pensamiento de izquierda, tanto en el plano mundial como local. Eran los años de la revolución cubana y de la proscripción del peronismo, para citar dos elementos de fuerte presencia en el contexto de época.
Peña, en plenitud juvenil, ingresaba de modo potente en una producción intelectual que reflejaba en parte la proliferación de corrientes que dejaban atrás el virtual “monopolio” del marxismo que los afluentes del estalinismo habían mantenido hasta no mucho antes.
Un gran tema que subyace a todo el desarrollo de los textos aquí compilados es la exploración en torno al papel de la clase obrera en el camino hacia la independencia de clase, en función de una concepción sobre el carácter y alcance del proceso revolucionario que podía desplegarse en Argentina. Las referencias analíticas y críticas sobre el peronismo eran acompañante insoslayable de esa búsqueda.
El volumen que nos ocupa reúne trabajos del intelectual trotskista residente en La Plata, correspondientes a la última época de su vida, cuando orientaba la revista Fichas.
Lo reedita Ediciones IPS, en un prolijo trabajo que incluye un breve y ajustado ensayo preliminar a cargo de los compiladores.
Los términos del debate
La compilación comprende dos partes, que en su momento fueron sendos libros de publicación póstuma.
Industria, burguesía industrial y liberación nacional nos trae una polémica con Jorge Abelardo Ramos, a quien el autor acusa de idealizar a la “burguesía nacional” en aras de una política de subordinación de la clase obrera a un supuesto proceso revolucionario encabezado por ese sector social. Al que Ramos le atribuye vocación antiimperialista y de enfrentamiento con los terratenientes. La controversia está plagada de ironías y sarcasmos, con el posterior conductor del FIP presentado como un ignorante con vocación de falsificador. Uno de los parágrafos que le dedica se titula “Un impostor político de frente y de perfil.”
El encono de Peña con Ramos tiene entre sus explicaciones la existencia de una disputa doctrinaria además de política. El “Colorado” argumentaba en nombre de Trotsky y el trotskismo, lo que al autor de Historia del pueblo argentino le parecía la usurpación de una tradición revolucionaria al servicio de un modo de análisis que inducía a la subordinación de la clase obrera a los intereses sociales y políticos de sus patrones, reivindicados como “empresarios nacionales”.
No contento con eso le señala continuos errores de caracterización de los sujetos sociales en juego, tanto en el ámbito urbano como en el campo. Y flagrantes inexactitudes en sus datos y observaciones.
La contraposición abarca algún viso de actualidad. No en vano ambos polemistas son leídos y reeditados hasta nuestros días y no por un mero empeño arqueológico.
Industria creciente, atraso invariable
La segunda parte, “Industrialización y clases sociales en la Argentina” se desenvuelve en un tono de estudio de la estructura económico social argentina, que incluye profusión de datos o estimaciones cuantitativas.
La polémica no está aquí en el centro, pero la discusión no se halla ausente. Ya no es Ramos el sujeto principal de sus críticas, las que se reparten desde la sociología académica asentada en Gino Germani hasta algunos análisis del campo del Partido Comunista.
E incluye a autores como Rodolfo Puiggrós, que invocaba el apoyo al peronismo desde posiciones de izquierda. Un tipo de posicionamiento que despuntaba en la época con fuerza creciente, si bien aún lejos del torrente de radicalización de signo peronista que arrancó unos años después.
Para Peña en Argentina hubo una “pseudoindustrialización”, que no modernizó el agro, no rompió con la dependencia del imperialismo, ni desarrolló las industrias básicas. Y tampoco varió la composición técnica del capital ni alcanzó elevados niveles de productividad.
El estudioso despliega para mejor explicar ese proceso el concepto de “desarrollo combinado”, una articulación entre atraso secular y cierta implantación de empresas capitalistas avanzadas que tenía escenario en nuestro país y que queda condicionada por el estado general de atraso. La burguesía local obtenía ganancias de ese estado de cosas, muy lejos de cualquier propósito de modificarlo a fondo.
De ese “como si” en el que casi nada es lo que parece el autor parte al análisis del peronismo y las razones del amplio sustento que logra en la mayoría de la clase obrera, que indudablemente obtiene mejoras económicas y amplía derechos por su intermedio.
En la mirada de Peña el peronismo inicial, estatalización del movimiento obrero y confianza en la conciliación de clases mediante, produce un resultado de “conservadorismo y quietismo” de la clase obrera. Así el trabajo se cierra con una perspectiva de tonalidades pesimistas, que no hace presagiar las grandes luchas de los trabajadores sobre el final de esa misma década de 1960.
Algunas razones para leer o releer a Peña
A casi 60 años de distancia estos textos de quien fuera compañero de Nahuel Moreno siguen revistiendo interés y actualidad. En particular si se considera que el mapa político e ideológico argentino registra hasta hoy a quienes buscan una “burguesía nacional” que encabece un proyecto de desarrollo nacional autónomo. Y lxs trabajadores y pobres de nuestro país continúan comprendidos en la identificación con el peronismo.
Cabe aclarar que los apuntes de Peña también abarcan inteligentes aportes sobre distintos tipos de contradicciones, no antagónicas pero operantes, entre diversos sectores de las clases dominantes locales y trasnacionales.
Uno de los puntos de interés se encuentra en la explicación de los vínculos de las políticas peronistas con las metrópolis imperialistas, con la resistencia al alineamiento con EE. UU. en ascenso y el sostenimiento de la relación histórica con Gran Bretaña, que luego viran a una reconciliación con los intereses de la potencia del norte.
La mirada desde esa luz de la política de nacionalización de servicios públicos y transporte traía elementos de juicio sobre el verdadero carácter del componente nacionalista del peronismo.
El punto de vista de Milcíades comprende alguna saludable dosis de distanciamiento del “economicismo” más ramplón. Nos referimos a la que se muestra en la mirada “bonapartista” sobre los primeros pasos del liderazgo de Juan Domingo Perón. A la que le faltarían otras dimensiones, pero ilumina rasgos de ese movimiento que se le escapaban a quienes lo erigían en una saga antioligárquica y antiimperialista. Y tampoco comulga con los que lo pintaron como un fascismo criollo de perfiles exclusivamente reaccionarios.
El acercamiento al libro que nos ocupa permite una buena lectura (o relectura) de discusiones de fondo, que se daban con un interés político y no académico. El que no relegaba la preocupación por dar fundamentos rigurosos a las tesis que se exponen.
Peña resulta representativo de un empeño político-intelectual que asume el posicionamiento militante sin descender al panfleto. Y de análisis económicos y sociales surcados por la preocupación de sostener una visión marxista que explique la realidad apuntando a transformarla, sin desconocer los serios condicionamientos que dificultaban el desarrollo de una mirada revolucionaria.
Felizmente contamos en nuestro país con desarrollos editoriales no comerciales que hacen accesible materiales innovadores en su tiempo, que no merecen quedar recluidos en bibliotecas y archivos.
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