Tras el escándalo que surgió al conocerse que la empresa israelí especializada en ciberseguridad NSO vendió su programa Pegasus a varios países para espiar a periodistas, activistas y jefes de Estado, el ministro de Defensa de Israel viajó a Francia para dar explicaciones a Macron, uno de los presuntamente espiados.
Mirta Pacheco @mirtapacheco1
Miércoles 28 de julio de 2021 14:33
Foto: Aristegui Noticias
Si bien la reunión estaba agendada desde antes que surgiera este escándalo político, Benjamín Gantz (que continúa en el actual Gobierno de Bennett como ministro de Defensa) en el encuentro con el presidente de Francia, tendrá que explicar por qué el Estado de Israel permitió que la empresa NSO vendiera este programa ultra sofisticado de ciberespionaje, sin ningún tipo de control.
Luego de que las oganizaciones Forbidden Stories y Amnistía Internacional, obtuvieran un listado de 50.000 números de teléfonos que compradores del programa Pegasus habían seleccionado para que sean potencialmente espiados, y la noticia fuera publicada por un consorcio de medios de comunicación, estalló el escándalo.
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Ese programa les permite a clientes de NSO, servicios de inteligencia de países como Marruecos, México, India, Emiratos Árabes Unidos, Hungría, Arabia Saudita y otros poder acceder a toda la información de los celulares de quienes definan espiar.
Países como Alemania y la misma Francia pusieron el grito en el cielo. No porque estén en contra del espionaje de sus propios servicios de inteligencia en función de sus intereses imperialistas (que de hecho, realizan) sino porque esta vez se trata de que aparentemente los jefes de esos Estados, como el mismo Macron resultaron espiados. Esto constituye un problema para los distintos imperialismos, porque muestra también su propia vulnerabilidad, al menos en relación al ciberespionaje.
Por las propias leyes israelíes, esta empresa dueña del software Pegasus, no puede vender sus productos sin el consentimiento del Gobierno. Si bien esto se dio durante los mandatos de Benjamín Netanyahu, es conocido -y de larga data- cómo Israel posee tecnología de punta, cómo las empresas israelíes colaboran con el ciberespionaje de los propios servicios de inteligencia del Estado sionista, como por ejemplo el Mossad.
Esto para Israel es fundamental, porque precisamente es una de las patas sobre las que se asienta el Estado terrorista, además de que varios de los políticos de ese país, son empresarios con fuertes inversiones en el área tecnológica, como el propio primer ministro Naftalí Bennett.
Tal es la fuerte orientación de Israel en esta rama particular de la industria, que Tel A Viv, por ejemplo, en el mundo tecnológico es llamada la "Silicon Valley de Silicon Valley", dando cuenta que el grado de experimentación y avance tecnológico supera al del gigante de San Francisco (EEUU).
La investigación y los avances para ser uno de los líderes mundiales en I+D (investigación y Desarrollo), cuestión que si bien tiene muchas diversificaciones como por ejemplo la medicina (entre ellas la nuclear), está centrada también en la cibertecnología -y en particular el ciberespionaje-.
Israel invierte casi un 5% de su PBI en investigación y desarrollo, lo cual lógicamente favorece poder luego tener una tecnología de punta en diversas ramas.
Pero la ayuda económica que Estados Unidos brinda a su socio estratégico en Medio Oriente (en 2016 Obama aprobó un paquete de U$S 38.000 millones por diez años. Tanto Trump como Biden lo ratificaron), está destinada fundamentalmente a inversiones en la industria militar, dentro de ese gran rubro también incluyen el ciberespionaje para la inteligencia militar. Es ahí donde entran a jugar las empresas privadas, que tienen al ejército israelí y a sus agencias de inteligencia como clientes.
El escándalo que produjo la noticia del espionaje a través del programa Pegasus de la empresa NSO, es apenas la punta del iceberg de todo ese entramado al servicio de una dominación colonial de Palestina por parte de Israel. Pero también habla de los Estados, que tienen como cimiento las cloacas de los servicios de inteligencia. Que persiguen activistas, periodistas y cuyos gobiernos, esta vez parecen ser "víctimas" circunstanciales de ese espionaje.
Esto último es lo que quiere Macron que Gantz le explique.