Algunas historias y anécdotas del mundo del espionaje en el pasado argentino. Columna de Historia de El Círculo Rojo, el programa de La Izquierda Diario en Radio con Vos.
Claudia Ferri @clau.ferriok
Martes 8 de octubre de 2019 21:32
El mundo de los espías es un tema que tuvo y sigue teniendo muchísima tela para cortar. Fernando Rosso, planteó en alguna nota de La Izquierda Diario que los espías son el “agujero negro del poder real” y esto realmente es así: quién controla más información es quien tiene más poder.
Escuchá la columna completa de Claudia Ferri en El Círculo Rojo acá:
Desde que surgió, el Estado argentino espío siempre a opositores. Y aunque hay investigaciones que demuestran que la Policía de Buenos Aires ya hacía tareas de espionaje desde 1880 sobre las primeras organizaciones obreras. Se vuelve una actividad sistemática a comienzos de siglo XX, durante la Segunda presidencia de Julio Argentino Roca, cuando se modernizó y profesionalizó al Ejército creando una sección especialmente dedicada a tareas de investigación.
Hay un libro muy interesante que habla un poco de este período, se llama Espionaje y revolución en el Río de la Plata editado por el CEHTI (Centro de Estudios de Historia de los Trabajadores y la Izquierda). Es una investigación a partir de una serie de documentos que encontró Hernán Díaz que es el coordinador del trabajo, en Nantes, Francia, que permitieron reconstruir una red diplomática de espías que funcionó en Buenos Aires y Uruguay, sostenida por las embajadas de Francia, Estados Unidos, Inglaterra e Italia entre los años 1918 y 1919.
Surgió porque supuestamente tenían información de que militantes anarquistas del Río de la Plata estaban organizando un atentado en Europa contra los presidentes aliados que estaban en ese momento negociando la paz por la primera guerra mundial. Una teoría un tanto paranoica que se abandonó rápido y el peligró pasó a ser otro: el avance de revolución en el mundo después de que triunfara en Rusia en el año 17.
Todos los simpatizantes de la revolución fueron catalogados como “maximalistas” (que así se llamaba a los bolcheviques en ese momento) y esta red de espionaje internacional obtenía información infiltrándose en las organizaciones de trabajadores o usando la tecnología más novedosa del momento que era la instalación de antenas de radio comunicación en distintos puntos. Así lograron armar una lista negra con 400 “maximalistas peligrosos”.
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Otra historia de espionaje argentino que es muy importante para entender cómo funcionan hoy los servicios es el surgimiento de la SIDE como órgano de inteligencia del Estado. La creó Perón por decreto en 1946 para poder centralizar la información considerada “sensible” para el gobierno y su primer nombre fue Coordinación de Informaciones de la Presidencia de la Nación (CIPN). Comenzó espiando opositores y también actuaba para frenar el avance de la izquierda en los sindicatos.
El entrenamiento estaba a cargo de hombres de confianza del presidente y se pretendía que en su mayoría sean civiles y que comiencen su carrera digamos… desde muy jóvenes.
Lo que pasaba en Argentina era un poco síntoma del clima de pos guerra. En 1944 surgió la dirección de inteligencia francesa –DST-, en 1947 se creó la agencia de inteligencia más famosa del mundo- la CIA- en 1951 nació la MOSSAD, muy poco después de la creación del Estado de Israel.
LA SIDE en distintos momentos de su historia recibió influencia de los tres, sobre todo de la CIA que a mediados de los 50 empezó a meterse en los asuntos internos de los países de América Latina y se convirtió en el modelo a seguir para todos los organismos locales que diseñaron un claro perfil anticomunista. A los agentes de la SIDE, les enseñaron a operar por ejemplo con microfilms que era tecnología estadounidense usada para espionaje en la II guerra.
A partir de ese momento los espías comenzaron a ser conocidos como los mejores garantes de los secretos de Estado, en general estaban/y continúan estando bajo las órdenes del presidente de turno pero sabemos que también actuaron por intereses propios.
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En los años 60 y 70 es conocido además el rol de los informantes y de los organismos de Inteligencia en la persecución y la represión de los movimientos populares. Por eso quería terminar contando una historia de espionaje distinta, de las menos conocidas y que es la historia de Rodolfo Walsh, periodista que hacia espiaba pero con fines distintos, no para informar a los poderosos sino para mantener alerta a los sectores explotados y perseguidos por la dictadura.
Pocos saben que Walsh fue quien, durante su estadía en Cuba en 1961, logró avisar a tiempo al gobierno cubano de la invasión a Bahía de los Cochinos, adelantándose a los planes de la propia CIA, gracias a que decodificó los mensajes encriptados que informaban a Washington sobre el ataque. La anécdota la cuenta Gabriel García Márquez en 1977, dice que logró hacerlo sin haberse entrenado, sino leyendo –y por hobbie- manuales de criptología que había conseguido en las librerías de La Habana.
Años más tarde en Argentina, después de alejarse políticamente de Montoneros donde fue oficial de inteligencia, se instaló en 1975 en su casa de Tigre y creó la Agencia de Noticias Clandestina –ANCLA- desde donde denunciaba los asesinatos del aparato represivo estatal, gracias a que en los años previos había aprendido a intervenir las trasmisiones policiales con una radio. Así logró reconstruir parte de la historia de la Triple A e informó lo que pasaba en su famosa carta a las Junta Militar de 1977, antes de que fuera secuestrado.
La de Rodolfo Walsh es una historia más bien a contracorriente de las anteriores y de las que en general se conocen, por es bueno recordarla. Logró sacar a la luz muchos secretos de Estado, aunque la mayoría como sabemos siguen guardados y ocultos bajo siete llaves.
Claudia Ferri
Historiadora, UBA. Columnista de la sección Historia de La Izquierda diario.