El último número de la revista Archivos [1], publicación del Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas (CEHTI), dirigida por Hernán Camarero, dedica, entre otros temas, un dossier especial sobre los “Trabajadores y trabajadoras en el siglo XIX. Relaciones laborales, experiencias intelectuales, trayectorias de lucha y organización”, compuesto de cinco artículos originales, organizado por los historiadores Gabriela Mitidieri y Lucas Poy. El desafío que proponen es doble. Por un lado revitalizan la importancia del siglo XIX, dotado de cierta desventaja frente al moderno siglo XX cargado de excepcionalidad por la variedad de sucesos de la lucha de clases que evoca. En segundo término, a esta primera recuperación histórica general, se suma la elección del objeto de estudio: ampliar el marco temporal del proceso de formación de la clase obrera argentina, superando el recorte limitado a las últimas décadas del siglo XIX que, aunque claves en la generalización de las relaciones asalariadas y el afianzamiento del capitalismo nacional, no agotan la reconstrucción de la compleja historia del mundo del trabajo de nuestro país.
El dossier recoge diferentes análisis respecto a lo que los compiladores definen como “experiencias y conflictos de las personas que vivían de su trabajo antes de la consolidación de ese movimiento obrero ‘moderno’”. Los artículos aunque introductorios son suficientes para dar una idea cabal de algunas de las cuestiones, sin duda esenciales, de la discusión que generan. El primero, “¿Huelgas antes de los sindicatos? Notas para una historia larga de las luchas de los trabajadores en Argentina y Uruguay” escrito por Gabriel Di Meglio, Raúl Fradkin y Florencia Thul, arremete directo en la problemática en los términos del marxismo británico thompsoniano, en el que la “experiencia” es clave en la definición del concepto de clase. Explora en qué medida las disputas laborales de finales del siglo XVIII y mediados del siglo XIX, en el litoral rioplatense, pueden considerarse antecedentes en el proceso de formación de la clase obrera en Argentina y Uruguay. Los autores eligen dos ejes principales: el análisis de las formas coactivas y no solo mercantiles del trabajo y las acciones y organización colectiva de los trabajadores, especialmente referidas a las disputas laborales encuadradas en el ámbito militar en las filas de los ejércitos de reclutas. Retoman, en algún sentido, la tesis ya clásica respecto a la capacidad negociadora de los peones y trabajadores rurales frente a la voluntad gubernamental disciplinadora de la oligarquía terrateniente, al menos hasta finales de la década de 1870. Plantean la hipótesis del surgimiento de huelgas anteriores a 1878 –aunque en la época se les llamara sublevaciones o levantamientos–, dando cuenta de la heterogeneidad y de las tradiciones de lucha que portaban los trabajadores nativos e inmigrantes desde 1860, que lograban erosionar las jerarquías existentes. Por último, a partir del reclutamiento para los ejércitos, sugieren que la transformación de los trabajadores en soldados les permitió ganar en experiencia y saberes que “nutrieron su capacidad de protesta, acción colectiva e intervención política”. Sin duda el artículo aporta, de conjunto, elementos para una aproximación a la formación de la clase obrera en términos de larga duración.
El segundo artículo, “Un fantasma recorre los Andes colombianos: socialismo y comunismo en el siglo XIX”, de Miguel Ángel Urrego rescata, a partir de la existencia de un lenguaje político radicalizado por el proceso de Independencia, la traducción conceptual y puesta en contacto con el primer socialismo europeo de los artesanos (organizados en Sociedades Democráticas) y de un sector radical del liberalismo colombiano, en función de proyectos de reforma social, la circulación del imaginario socialista y comunista tradicionalmente asociado al siglo XX en la historiografía de ese país.
El tercer artículo “Mercados de abasto y trabajadores. Negociaciones, disputas y formas de ganarse la vida en Buenos Aires, 1850-1870” de la historiadora Valeria Silvina Pita, a partir del análisis de los mercados urbanos porteños, replantea las construcciones simbólicas asociadas a sus trabajadores, catalogados como “vagos y mal entretenidos” –categoría que incluía a quienes no contaban con una ocupación estable, no poseían papeles que acreditaran dependencia laboral o dirección, desertores del ejército o de las fronteras–, en el marco de los conflictos y tensiones que enfrentaban a los agentes municipales y a los hombres y mujeres en negociaciones cotidianas. Además de incluir la presencia de las mujeres en el espacio público, el artículo rescata un ámbito poco explorado de lo urbano poscolonial, caracterizado por la precariedad y las tensiones pero también por el intercambio político y cultural.
El artículo de Pablo Volkind, “¿Actores de reparto? Los obreros agrícolas pampeanos en los inicios de la etapa agroexportadora: afluentes, tareas, organización y conflictos (1880-1904)”, indaga los orígenes del proletariado agrícola bonaerense durante las últimas décadas del siglo XIX, momento clave en la consolidación del modelo agroexportador. La originalidad del texto reside en la mirada historiográfica que propone de un período que ha sido pródigamente abordado desde el punto de vista de la elite gobernante y el modelo económico que impuso. En palabras de Volkind, contra las reconstrucciones historiográficas que “con una visión apologética de la etapa agroexportadora, presuponen la existencia de un crecimiento económico excepcional que habría permitido el ‘derrame’ de la riqueza sobre el conjunto de la sociedad. Bordean, así, una lectura fisiocrática que asocia unilateralmente la riqueza nacional a la ‘productividad natural’ y a las ‘ventajas comparativas’ derivadas de la fertilidad del suelo argentino [...] Pretenden difuminar la relación social de explotación de la cual emanaba dicha riqueza”. El artículo, en cambio, explora el papel y las características centrales que los trabajadores rurales tuvieron como fuerza de trabajo, no solo como un sector obrero productor de mercancías sino también de la conflictividad social que desplegó.
Finalmente, en “Nociones de trabajo y desocupación en la prensa socialista de fines del siglo XIX” Sabina Dimarco analiza las publicaciones El Obrero (1890-1892) y La Vanguardia (1894-1900), ambas vinculadas al mundo del trabajo, en un momento de crisis económica en el que la burguesía alentaba la estigmatización de lo que llamaba vagancia o la distinción entre “buenos y malos” pobres, afín a la lógica de beneficencia que el Estado promovía como contención. Estas publicaciones políticas obreras, de doctrina socialista, intentaron, en ese momento crítico del país, de forma pionera reformular el tratamiento de la pobreza y la desocupación. El aspecto disruptivo se concentra en la conceptualización que realizan de estos problemas como parte de la “cuestión obrera” y no un mero asunto de carácter individual, como lo presentaba lo que llamaban el discurso burgués (vagos, atorrantes), asociado a la idea de un país “con oportunidades laborales para todo aquel dispuesto a trabajar”. A tono con la tradición del marxismo y la socialdemocracia europea en la que los sistemas de publicaciones funcionaron como articulación teórica, ideológica y organizativa de las corrientes políticas obreras, estas experiencias se transformaron también en intentos precursores de organización de los “sin trabajo” y de los desocupados.
El dossier aporta un capital de información empírica imprescindible, una base de datos y conocimiento historiográfico que permite comprender esta etapa menos explorada desde el punto de vista de los intereses de la clase trabajadora. Si bien cada uno de los artículos posee su propia impronta, consiguen una aproximación al estudio de la formación de las clases sociales en la antípodas de reduccionismos de tipo económico, intentando dar cuenta de su completa vida material, apelando a los espacios de socialización, referencias culturales y simbólicas y conflictos antagónicos cuya raíz excede las motivaciones inmediatas.
El dossier deja al mismo tiempo una serie de preguntas respecto a cuáles son las características fundamentales de la estructura capitalista del período, cuáles las relaciones entre esas experiencias y el grado de desarrollo de las relaciones de producción que permitan esclarecer cómo esos colectivos de trabajadores fueron reducidos a la condición de asalariados subsumidos en el capitalismo nacional y establecer qué líneas de continuidad y discontinuidad pueden trazarse entre los grupos obreros heterogéneos de ese período y la conformación del mercado nacional de fuerza de trabajo asalariado décadas después. Un campo de debates abiertos para profundizar y enriquecer la historia de la clase obrera argentina, sus experiencias y tradiciones de lucha para transformarlas en fundamentos sólidos y lecciones estratégicas que aseguren, como escribiera Engels, que el socialismo sea algo más que una invención de soñadores.
COMENTARIOS