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Red Internacional
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Panorama Político. El nuevo panorama de la lucha de clases en Estados Unidos

Está iniciando un nuevo periodo en la lucha de clases marcado por un giro a la izquierda en la situación, intentos de cooptar el disruptivo movimiento contra el racismo y la policía, y dos actores, el movimiento obrero y la izquierda socialista, que podrían emerger fortalecidos si están a la altura de las circunstancias.

Jueves 18 de junio de 2020 00:00

Paul Merrill

Paul Merrill

Desde el comienzo del 2020 dos terremotos políticos sacudieron a los Estados Unidos. El primero son las consecuencias económicas sociales y políticas de la pandemia del COVID-19. El otro son los levantamientos contra la represión policial racista. La combinación de estos dos eventos están transformando los parámetros de la lucha de clase en los Estados Unidos. Presentamos seis aspectos de la transformaciones en curso.

1. Un giro a la izquierda

El primer elemento a notar es que el levantamiento en curso contra la brutalidad policial y el racismo sistémico representan un giro a izquierda en la situación política. No solo hubo grandes (y en algunos casos masivas) movilizaciones durante tres semanas seguidas en docenas de ciudades a lo largo del país, sino que también, y esta es la clave, el apoyo a aquellos que se movilizan es masivo a pesar del riesgo de la expansión del COVID-19. Las encuestas muestran que la mayoría de la gente reconoce y condena la brutalidad policial racista, y estos porcentajes alcanzan al 80 por ciento entre los jóvenes adultos. Semejante cuestionamiento profundo a la primera línea de defensa del estado capitalista, la policia, marca un cambio en la manera que la gente piensa sobre política y el gobierno.

En el 2016, la elección de Donald Trump marcó un giro a la derecha en la situación política de Estados Unidos. Sin embargo, tal como señalamos en las páginas de Left Voice, la situación general estaba caracterizada más bien por una mayor polarización que por un giro unilateral hacia la derecha. En otras palabras, Donald Trump desplegó políticas más reaccionarias que la verdadera conciencia política de la clase trabajadora y la relación de fuerzas entre las clases.

Ahora vemos un giro a la izquierda marcado por masas de personas condenando a la policía y enfrentadas, una vez más, con la continuidad de un racismo brutal en los Estados Unidos. No llama la atención que Trump haya estado constantemente descolocado desde que las protestas comenzaron. En lugar de llenarse la boca hablando de las ideas liberales de la democracia y la igualdad para descomprimir, Trump le echó leña al fuego con amenazas en Twitter a los manifestantes y su negativa a reconocer la ilegalidad del accionar policial. Por esto, se hunde en las encuestas.

2. Dos patas que se quiebran.

Dos pilares de la democracia capitalista enfrentan un cuestionamiento extendido: el despotismo del capital en los lugares de trabajo, y el respeto por la ley y el orden, en particular el respeto a los agentes de las fuerzas represivas. Mientras la pandemia se extiende en los Estados Unidos cobrándose las vidas de los trabajadores de la salud u otros trabajadores esenciales que carecen de protección, muchos han perdido el miedo a confrontar a sus jefes. La contradicción entre aquellos que deben trabajar todos los días para sostener sus ingresos arriesgando sus vidas y las de sus familias y aquellos que contratan gente para que trabajen, extrayendo ganancias sin tener que arriesgar su cuello, emergió en un claro contraste. Trabajadores de la salud en los hospitales de Nueva York denunciaron a sus CEOs quienes se habían resguardado en Florida. Trabajadores de Amazon denunciaron sus insalubres condiciones laborales mientras Jeff Bezos añade miles de millones a su fortuna.

Unos meses entrados en la pandemia, luego de que se viralizara el video de la ejecución de George Floyd, la opinión pública comenzó a despreciar las políticas de ley y orden. No es que la policía fuera particularmente querida antes del aberrante asesinato de Floyd a manos de la policía de Minneapolis. Pero la combinación de los asesinatos racistas de George Floyd y Breonna Taylor (y también Ahmaud Arbery quien fue asesinado por un ex policía) con la brutal represión de los manifestantes, resultó en una mayor deslegitimación de las fuerzas del orden. Los trabajadores de la salud que eran reivindicados como héroes en el pico de la pandemia ahora están siendo arrestados por la policía de Nueva York. Masas de manifestantes desafiaron los toques de queda, denunciaron la brutalidad policial y la opinión pública giró rápidamente a un fuerte apoyo a las movilizaciones por Black Lives Matter que denuncian la acción policial.

3. La policía no es amiga de los trabajadores.

La lucha dentro de las propias filas trabajadoras para expulsar a la policía de nuestras organizaciones ganó un renovado impulso. Comenzó con el presidente de la sección de Minnesota de la AFL-CIO (la central obrera más grande del país, NdelT) pidiendo la renuncia al presidente del Sindicato Policial de Minnesota, una exigencia replicada por muchos más. Algunos sindicatos fueron más lejos, exigiendo la expulsión de los sindicatos policiales de la AFL-CIO.

Este es un debate necesario dentro de nuestros sindicatos que puede elevar la conciencia de clase de los afiliados. La policía siempre fue y siempre será enemiga de la clase trabajadora, de los organizadores y activistas que traspasan los límites impuestos por las patronales y el gobierno, desplegando acciones legales y ilegales para pelear en favor de los intereses obreros. La policía siempre será enemiga de las minorías de la clase trabajadora, aquellos que sufren una mayor opresión entre los obreros.

Y este aspecto tiene una implicación particular sobre la estrategia y táctica de la izquierda. Algunos socialistas confundidos discuten que los policías son “trabajadores en uniforme”, ignorando el hecho que la policía tiene un rol especial que jugar en la sociedad capitalista: Reprimir trabajadores huelguistas, aterrorizar y disciplinar a los más oprimidos entre nuestras filas y desalentarlos de rebelarse contra un sistema profundamente injusto. Para poder ganar a los más oprimidos de nuestra clase para una perspectiva socialista, accediendo a una fuerza potencialmente revolucionaria, necesitamos demostrarle a toda la clase trabajadora y sus organizaciones que podemos y efectivamente combatiremos para enfrentar el racismo, el sexismo y toda clase de opresión. Mientras los burócratas sindicales se conforman con mantener a su miembros y sus aportes sindicales, incluso si se trata de policías, nosotros, los socialistas, debemos pelear por la hegemonía obrera. Esto significa demostrar que los trabajadores organizados como clase son los únicos que pelean hasta las últimas consecuencias por acabar con toda forma de opresión. Si aprovechamos el actual descontento contra la policía y lo transformamos en una campaña por la expulsión de la policía del movimiento obrero, los sindicatos se encontrarán inmediatamente fortalecidos y en mejores posiciones para enfrentar el sistema capitalista racista.

Este empuje llega en un momento que los sindicatos se encuentran bajo presión para ser transformados, democratizados, y aumentar su combatividad. Durante la pandemia del COVID-19, hubo una oleada de huelgas salvajes, interrupciones laborales y retiradas masivas de trabajadores en las fábricas. En algunos casos, como la huelga de Instacart, estas acciones tuvieron alcance nacional. Con la crisis económica actual, la continua extensión del coronavirus y la radicalización generada por las protestas anti-policiales podemos esperar muchos más casos donde movimientos de base desafíen a sus dirigencias sindicales.

4. Cooptación desde arriba con algunas victorias del movimiento.

Muchos municipios han implementado la prohibición de los estrangulamientos (aunque muchos ya la habían implementado años atrás), impusieron pequeños recortes a los presupuestos policiales, detuvieron la transferencia de equipamiento militar a departamentos policiales locales y, de palabra, se comprometieron a que la policía deberá enfrentar las consecuencias de sus acciones. Estas son todas concesiones principalmente simbólicas, si tenemos en cuenta que un gran sector de los manifestantes exigen que la policía sea abolida. Y no olvidemos que Eric Garner murió ahorcado por un policía en el 2014, 11 años después de que la Ciudad de Nueva York hubiera prohibido los estrangulamientos. Bajo una enorme presión del movimiento contra la brutalidad policial, una mayoría absoluta de la Legislatura de la Ciudad de Minneapolis votó desarmar el Departamento Policial de Minneapolis. Sin embargo, se desconocen los detalles sobre qué será lo que lo reemplace. Es claro, sin embargo, que no puede existir la disolución de las fuerzas policiales bajo el capitalismo. Mientras nuestra sociedad se encuentre dividida en clases, con una de ellas disfrutando del control absoluto de los recursos productivos y la otra, compuesta por la enorme mayoría de nosotros, arrojada al mercado laboral luchando por la supervivencia,o forzada a soportar el desempleo crónico y las privaciones, habrá necesidad de un aparato represivo del estado.

Al mismo tiempo, el cuestionamiento y la posible anulación de la inmunidad calificada (imposibilidad de demandar legalmente a un oficial de policía, NdelT) la detención de la transferencia de equipamiento militar a la policía, si se hace efectiva, y la restricción formal al uso de la fuerza policial, incluyendo las armas de control de muchedumbre, son concesiones que fortalecen al movimiento. Mayor escrutinio, límites más estrictos al comportamiento policial y el fin de la impunidad garantizada a las fuerzas policiales implican una reducción en el poder de fuego del estado. Fija límites al “uso legítimo de la violencia” que el estado puede utilizar contra cualquiera que cuestione al régimen.

5. Radicalización de una nueva generación de socialistas.

Hasta comienzos de este años, una joven generación de socialistas se estuvo cocinando a fuego lento, motivado por el descenso de su calidad de vida en comparación a la de sus padres, movilizados por la llegada a la Casa Blanca de un racista y energizados por campañas electorales, especialmente el intento de Bernie Sanders de alcanzar la nominación demócrata. Ahora existe una intensa lucha de clases. Un nuevo periodo se abrió con la primavera docente de 2018-2019 y la lucha contra las condiciones de trabajo insalubres durante la pandemia añadieron velocidad a la lucha de clases. Sin embargo, las protestas antirracistas que siguieron al asesinato de George Floyd aumentaron la intensidad de la lucha de clase en una magnitud enorme. Esta nueva generación de socialistas se encuentra ahora participando de choques violentos con la policía, atravesando una experiencia con gobernadores y alcaldes Demócratas que no tienen nada para ofrecer en contraposición al bando Republicano. Hay una grieta abierta para que la izquierda socialista intervenga en estas luchas con sus propias banderas, para avanzar en un programa anticapitalista expresado en sus propios candidatos socialistas independientes, y ayudar a formar y coordinar el movimiento nacionalmente. La única organización que podría cumplir este rol hoy en dia es el Democratic Socialists of America (DSA, la organización socialista más grande del país) pero sus esfuerzos se han demostrado insuficientes respecto a lo que exigen las circunstancias. La convergencia del nuevo movimiento socialista y el movimiento contra el racismo y la brutalidad policial tiene el potencial de transformar de manera permanente la política estadounidense.

6. La economía continuará representando un factor disruptivo.

Dos semanas atrás, la baja repentina del desempleo sorprendió a prácticamente a todo el mundo. Aun cuando la Oficina de Estadísticas Laborales admitió que la tasa de desempleo de mayo había sido subestimada debido a un “error de clasificación”, Trump cantó victoria. Cualquier persona que evite engañarse a sí misma sabe que la recuperación económica se encuentra aún muy lejana en el horizonte. Aunque a millones de personas se les negó cualquier tipo de ayuda gubernamental, los cheques de estímulo y el aumento de los beneficios de desempleo están conteniendo el impacto de la crisis entre la clase trabajadora. El dinero del paquete de estímulo se acabo hace rato, y los beneficios de desempleo no durarán lo que dure la crisis. Es probable que veamos mayor descontento a medida que la crisis se extienda y los trabajadores y pequeños comerciantes enfrenten mayores y mayores dificultades para subsistir.

Sumado a esto, la bolsa ha recuperado casi todo lo que perdió en los trágicos días de marzo, pero la inestabilidad no ha desaparecido. La semana pasada, la bolsa cayó de nuevo, demostrando que la volatilidad es la regla. Estas oscilaciones son solo pequeños anuncios de un enorme crack que se avecina en la economía global. Como señala Michael Roberts, la buena performance de los mercados financieros son un resultado directo de la masiva inyección de dinero de los bancos centrales, que para finales del 2020 equivaldría a prácticamente un cuarto del PBI nominal mundial. En otras palabras, las acciones en alza son solo la expresión visible de una burbuja financiera mundial sostenida por los bancos centrales. Las consecuencias políticas de un crack financiero en el futuro cercano, sumado al desempleo extendido, las movilizaciones de masas y el cuestionamiento al estado (al menos a su brazo represivo) son difíciles de vislumbrar.

Traducción: Matías Yer


Juan Cruz Ferre

Editor de Left Voice y columnista en La Izquierda Diario. Médico, actualmente vive en Estados Unidos y cursa Sociología en la City University of New York.