×
×
Red Internacional
lid bot

Gatillo fácil. El pregón de la derecha: policía bonaerense mató a un vecino porque lo “confundió” con un ladrón

Juan Lencina tenía 30 años y una hija pequeña. Era el único hijo de Nora Barrera y vivió toda su vida con ella en un barrio de Burzaco, en Almirante Brown. La mañana del 5 de agosto salió en su moto a llevar a su novia a la estación de trenes. Cuando volvía lo cruzó el oficial Jorge Montero, quien le disparó desde la puerta de su casa. Según dijo el asesino, lo “confundió” con un ladrón. Lencina murió el 10 de agosto en el hospital, producto de las heridas internas. Berni, hasta el momento, no dijo nada.

Daniel Satur

Daniel Satur @saturnetroc

Lunes 4 de septiembre de 2023 11:45

Escuchá esta nota

El sábado 5 de agosto a las 7:30 de la mañana Juan Ignacio Lencina, de 30 años, salió de su casa con su moto para llevar a su novia a la estación de trenes de Burzaco, localidad de Almirante Brown, sur del Gran Buenos Aires. Le dijo a Nora Barrera “mamá, ahora vengo”. Tenía que volver a cuidar a su pequeña hija, con quien iba a pasar todo el fin de semana. Pero no logró entrar a su casa de regreso. Dos disparos lo frenaron y terminó en el hospital. A los cinco días murió producto de las múltiples herida internas que le dejó el ataque artero de un miembro de la Policía Bonaerense. Todo por un supuesto “error”.

El relato que Barrera hizo al sitio Voces Suburbanas es contundente. La madre de Lencina dijo que había salido “a eso de las 7:30 para llevar a su novia a la estación de Burzaco. Tenía que volver para quedarse con su hija, ya que yo debía irme. Cuando salió me dijo ‘Mamá ahora vengo’. Yo le dije ‘volvé rápido porque me tengo que ir a trabajar’. Mi nieta viene los viernes y se iba los domingos. Mi hijo estaba separado desde hace dos años”.

La madre de Juan dice que a los diez minutos de que se fueron escuchó “dos disparos”, luego “el ruido de la moto” y “el grito de mi hijo pidiéndome que le abra la puerta. Le abro la puerta y me dice que le habían disparado. Estaba herido. Atrás venía el policía que vive enfrente de mi casa, Jorge Montero. Un vecino se acercó y se ofreció a llevarlo al hospital. El policía agarra su mochila y se subió a la camioneta también”, dice en referencia a quien a la postre se convertiría en el asesino.

Ella esperó a que un sobrino llegara a la casa para quedarse con su nieta y salió para el Hospital Oñativia. Allí lo derivaron desde el Hospital Lucio Méndez, donde no podían atenderlo porque el nosocomio está con “peligro de derrumbe”.

Nora Barrera cuenta que Omar, el vecino que trasladó a su hijo, volvió a la casa poco después a buscar el DNI de Juan y le comentó que “nadie entendía qué había pasado”. Se ve que el oficial Montero no habló demasiado en el viaje en el que se coló. Luego, el propio padre de Montero se ofreció a llevarla al hospital. Ella aceptó la invitación, sin saber aún que el hijo del vecino “solidario” había sido el causante de semejante tragedia.

“Cuando llegué mi hijo ya había ingresado a la guardia. Viene un médico y me dice que lo tiene que intervenir de urgencia porque tenía una hemorragia interna. Lo ingresan al quirófano. A los diez minutos recibo una llamada de la comisaría preguntándome el estado de Juan, mi hijo, porque había un detenido. Jorge Montero, mi vecino, declaró que le había disparado porque lo había confundido con un ladrón”, relata Barrera aún sin salir de su conmoción. “Me asombré porque era mi vecino, lo conocía de toda la vida, era también de Burzaco”, agrega ante el sitio de informaciones locales.

Los médicos del Oñativia le avisaron a la mujer “que el estado de Juan era muy grave. Hicieron todo lo posible, decían, y habían logrado detener la hemorragia. Pero tenía daños irreversibles. Tenía afectados varios órganos, en especial el páncreas. Su vida pendía de un hilo. Todo ese sábado y el domingo nos llamaron para avisarnos que mi hijo tenía un 10 % de (probabilidades de) vida. Solamente un milagro podía salvarlo”.

Para el lunes 7 los riñones de Lencina ya no respondían. “Debían hacerle diálisis, era un riesgo pero era necesario afrontarlo. Fue afectándose su corazón. El miércoles lo operaron de urgencia. El jueves a las 11:30 nos daban el parte médico. Me llamaron para que me acercara al hospital y me avisaron que había tenido un paro cardiaco y había fallecido”.

Mientras Juan agonizaba, el oficial Montero se entregó en la Comisaría Segunda de Burzaco. Veinte días después lo trasladaron a una alcaldía del Servicio Penitenciario Bonaerense. La causa está radicada en el Juzgado de Garantías 5 de Lomas de Zamora, a cargo del juez Juan José Ruiz, y la investigación quedó en manos de la Fiscalía 8 a cargo de Pablo Rossi.

Este martes el Juzgado deberá definir si dicta la prisión preventiva de Montero o si, por el contrario, lo deja en libertad. Sin dudas, el peligro de fuga y el entorpecimiento de la investigación son causales que ameritan que el oficial quede preso. Los abogados defensores de Montero quieren el beneficio de la prisión domiciliaria. “Tenemos que esperar la resolución del juez, nuestro pedido de prisión fue denegado”, anticipó la madre de Lencina.

Barrera recordó a su hijo como “una persona sensible y honesta” que “vivía para su hija y para mí, era mi único hijo”. A su vez remarcó que su abogado, Martin Novelli, “está trabajando junto con el fiscal recopilando evidencias y testigos”. Cuentan, además, con las cámaras del Municipio. “Por otro lado estamos haciendo marchas, tratando de visibilizar en los medios para mostrar el hecho para que no haya impunidad. Necesitamos que se haga justicia para que mi nieta vea que lo de su padre no quede impune. Lo llora todo el tiempo, tiene ataques de pánico. Ese hombre hizo mucho daño a mi familia. Aquí no hubo error. Mató impunemente a mi hijo y debe pagar”.

La madre de Lencina agrega que Montero “tiene treinta años de servicio y no puede cometer un error tan grave. Para nosotros es un homicidio con alevosía. Por eso no vamos a parar hasta conseguir justicia. No queremos que sea un caso más de tantos de gatillo fácil. El asesino Jorge Montero debe pagar”.

Vale decir que lo que se identifica como “error” es, en rigor, una inconveniente naturalización de un discurso fomentado por las clases dominantes de Argentina, según el cuál está bien la ejecución sumaria, en la calle y “a plena luz del día” de quienes son considerados delincuentes por policías (casi siempre entongados en otros delitos más complejos).

En verdad pareciera que está bien asesinar a ladrones. Desde ese punto de vista, no hay ni errores ni excesos, sino una política consciente de mano dura en las barriadas populares que, como no puede ser de otra manera, desborda de “daños colaterales”.

El caso no cobró por el momento trascendencia pública. La agenda política y mediática corrida conscientemente a la derecha tanto por las corporaciones periodísticas como por los máximos referentes de Unión por la Patria, Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza; silencia casos como el de Lencina.

Por caso, el ministro de Seguridad bonaerense Sergio Berni, jefe en última instancia el asesino Montero, no ha emitido absolutamente ninguna declaración respecto al caso. Fiel a su doctrina, prefiere hablar de generalidades sobre “seguridad”, haciendo campaña por su senaduría provincial dentro del espacio peronista-kirchnerista y encubriendo sistemáticamente a criminales de uniforme.


Daniel Satur

Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).

X