Ariel Henry, el primer ministro de Haití puesto a dedo por Estado Unidos y otros países, no logra contener la profunda crisis política, social y económica que azota a la isla. Ha pedido la intervención militar de la ONU, entiéndase Estados Unidos, para enfrentar con la excusa de la existencia de pandillas mafiosas, las huelgas y protestas masivas el pueblo haitiano que piden su renuncia.
Santiago Montag @salvadorsoler10
Lunes 10 de octubre de 2022 12:33
Haití fue protagonista de la primer revolución de esclavos en América Latina en 1804. Aquella insurrección que impactó sobre el pensamiento geopolítico e intelectual europeos (entre ellos Hegel). Los imperios europeos no podían permitir que exista una Constitución escrita con la sangre y sobre la piel del "hombre blanco", donde todos los hombres y mujeres son considerados "negros" en aquel país libre, algo que podría extenderse por todo el continente (recordemos que la población de esclavos africanos era superior a la europea). Por esto, la isla fue castigada con intervenciones, bloqueos y obligaciones de pago como indemnizaciones por Francia durante el siglo XIX, y a partir de 1915 Estados Unidos se coronó como nuevo amo con su primer intervención directa hasta 1934 (durante ese período controló las finanzas y soberanía de la isla), provocando la destrucción interna del país.
Luego de golpes de Estado, varios orquestados por Estados Unidos y Francia, como el de 2004 y las sucesivas intervenciones con rostro humanitarios como la MINUSTAH (acusa de abuso sexual hacia mujeres y niñxs), el país continua inmersa en la extrema pobreza y la crisis. ¿Qué propone la llamada "comunidad internacional"? Analizar una nueva internvención.
El secretario general de la ONU, António Guterres, presentó el domingo una carta al Consejo de Seguridad en la que propone la activación inmediata de una fuerza de acción rápida luego de una petición de ayuda del presidente de Haití, Ariel Henry, puesto a dedo por el Core Group, una coalición de paises encabezada por Estados Unidos luego del magnicidio de Jovenel Moïse en un ataque poco claro. Con la excuza de que las pandillas bloquean los surtidores de combustible en medio de la crisis de desabastecimiento, el primer ministro busca controlar a los manifestantes contra su gobierno que lo consideran ilegítimo.
No existe ninguna solución a la crisis en Haití que provenga de las intervenciones militares dirigidas por el imperialismo norteamericano. Estas han profundizado por décadas los problemas internos del país hundiendo aún más en la miseria al pueblo haitiano que atraviesa una situación de dependencia de la ayuda económica externa, el 50% vive pobreza extrema, una economía agraria de subsistencia, una inflación del 29%, poco acceso al agua, baja reciliencia para enfrentar catástrofes ambientales (como el terremoto del 2010) y hoy el cierre de hospitales en medio de un brote de cólera.
¿Qué dice la Carta al Consejo de Seguridad de la ONU?
La carta, según las agencias internacionales, dice que uno o varios estados miembros desplegarán la fuerza de acción rápida para ayudar a la Policía Nacional de Haití. Esa fuerza “eliminaría la amenaza que representan las bandas armadas y brindaría protección inmediata a la infraestructura y los servicios críticos”, además de asegurar el “libre movimiento de agua, combustible, alimentos y suministros médicos desde los principales puertos y aeropuertos hacia las comunidades y los centros de atención médica”.
La carta también establece que el secretario general puede desplegar “capacidades adicionales de la ONU para apoyar un alto el fuego o arreglos humanitarios”.
Sin embargo, la carta señala que “el retorno a un compromiso más sólido de las Naciones Unidas en la forma de mantenimiento de la paz sigue siendo el último recurso si la comunidad internacional no toma medidas decisivas con urgencia de acuerdo con las opciones descritas y la capacidad nacional de aplicación de la ley no puede hacerlo para revertir el deterioro de la situación de seguridad”.
La carta sugiere que la fuerza de acción rápida se elimine gradualmente a medida que la policía haitiana recupere el control de la infraestructura, y que podrían seguir dos opciones: los estados miembros establecen un grupo de trabajo policial internacional para ayudar y asesorar a los oficiales locales o crear una fuerza especial para ayudar a combatir las pandillas, incluso a través de operaciones conjuntas de ataque, aislamiento y contención en todo el país”.
La carta también dice que el Consejo de Seguridad podría decidir fortalecer el componente policial de la actual Oficina Integrada de las Naciones Unidas en Haití conocida como BINUH, y pedir a los estados miembros que proporcionen equipo y capacitación adicional a la policía local, que no cuenta con suficiente personal ni recursos. Solo alrededor de un tercio de unos 13.000 están operativos en un país de más de 11 millones de personas.
El secretario general agregó como justificación que el tema es urgente y señaló que Haití “enfrenta un brote de cólera en medio de un deterioro dramático de la seguridad que ha paralizado al país”.
¿Qué pasa en Haití?
El gobierno, considerado ilegítimo, de Haití publicó el viernes un documento oficial firmado por el primer ministro Ariel Henry y 18 funcionarios de alto rango solicitando a los socios internacionales “el despliegue inmediato de una fuerza armada especializada, en cantidad suficiente” para detener las “acciones criminales” de las bandas armadas en el país.
La solicitud se produce casi un mes después de que una de las bandas más poderosas de Haití rodeara una terminal de combustible clave en la capital de Puerto Príncipe, impidiendo la distribución de unos 10 millones de galones de diésel y gasolina y más de 800.000 galones de querosene almacenados en el lugar.
Decenas de miles de manifestantes también han bloqueado calles en Port-au-Prince y otras ciudades importantes en las últimas semanas, impidiendo el flujo de tráfico, incluidos camiones de agua y ambulancias, como parte de una protesta en curso contra el aumento anuncio del gobierno de los precios de la gasolina, diesel y querosene el 11 de septiembre.
Las estaciones de servicio y las escuelas están cerradas, mientras que los bancos y las tiendas de comestibles operan con un horario limitado.
Los manifestantes exigen la renuncia de Henry, quien anunció a principios de septiembre que su administración ya no podía subsidiar el combustible.
La parálisis cada vez más profunda ha provocado que los suministros de combustible, agua y otros bienes básicos disminuyan en medio de un brote de cólera que ha matado a varias personas y enfermado a docenas más, y los funcionarios de salud advierten que la situación podría empeorar debido a la falta de agua potable y las condiciones de vida precarias. Se han informado más de 150 casos sospechosos, y la ONU advirtió que el brote se está extendiendo más allá de Port-au-Prince.
Tanto e Primer Ministro como la ONU, apuntan hacia "pandillas" como las organizaciones sindicales y los manifestantes como los responsables de la situación de desabastecimiento como si estuvieran al mismo nivel. Por supuesto existen mafias y pandillas en Haití que controlan territorio y negocios ilícitos (como el narcotráfico) dentro de la isla (algo que no pueden hacer sin vínculos con los distintos partidos políticos), pero son producto de los años de miseria y hambre ocasionadas por el saqueo a la isla e intervenciones militares con máscara "humanitaria".
Lo que no dicen la ONU ni Ariel Henry es que estos grupos crecieron y se fortalecieron bajo el amparo de la relación con las fuerzas represivas, los empresarios, la casta política y la propia ocupación militar internacional. Estos negocios seguirán bajo cualquier nueva intervención, el objetivo es desactivar los años de protestas en la isla.
No a la intervención militar
La ONU enviaría un equipo para evaluación, y luego el Consejo de Seguridad decidiría si hay dinero disponible y qué países estarían disponibles para el voluntariado. Señaló que una misión militar puede costar entre 600 y 800 millones de dólares y contaría con 7.000 militares, más personal policial y civil.
No existe intervención militar “de paz” que cumpla ese objetivo. Esto está demostrado no solo a lo largo del planeta, sino dentro del mismo Haití que se hunde años tras año en crisis políticas y económicas en un marco de descomposición del tejido social que dio lugar a grupos paramilitares y "pandillas" que controlan su propio territorio, y donde los partidos locales disputan entre sí su vínculo con Estados Unidos (principal socio comercial de la isla, 80% de las exportaciones).
Las intervenciones imperialistas sobre la isla (que tiene raíces desde el ahogamiento de la Revolución haitiana en 1804) han sido sucesivas en las últimas décadas. La última de ellas sin dudas es la Misión de la ONU para la Estabilización de Haití (MINUSTAH) que duró 13 años, entre 2004 y 2017, y en la que diversos países de America Latina (incluidos el Brasil de Lula, la Argentina de los Kirchner y la Bolivia de Evo Morales), participaron o dirigieron junto a tropas de otros países una ocupación militar a pedido de Estados Unidos, degradando la soberanía del pueblo haitiano, y siendo acusada de todo tipo de aberraciones, abusos y asesinatos.
Algunos de los miembros del Core Group, como el representante de Canadá, hablaban de una transición amañada pero sin tocar al actual primer ministro Ariel Henry para que sea parte de esa transición que evite que sean las protestas en la calle las que lo terminen tirando abajo. Un plan que busca una estabilización de la isla para desarrollar los negocios entre el capital estadounidense y la débil burguesía haitiana, pero la cura empeore la enfermadad.
La radicalización de la dinámica actual están dando muestras de que parece muy tarde para una salida de este tipo, las movilizaciones en la calle ya piden su cabeza y no cuentan con ninguna legitimidad para ser parte de un plan de transición. Como ha quedado demostrado a lo largo de los años ninguna solución que venga de la mano del imperialismo y organizaciones como la ONU o la OEA pueden ser beneficiosas para el pueblo haitiano.
Sin embargo, a pesar de la profunda catástrofe social y económica en la que vive Haití, la inexistencia de fuertes organizaciones que respondan a sus intereses, el pueblo haitiano no ha dejado de hacerse sentir en todos los años de gobierno del asesinado Jovenel Moïse y ahora por Ariel Henry, enfrentando al conjunto de las medidas antipopulares y resistiendo a una fuerte represión coordinada entre fuerzas extranjeras y locales desde el 2018.
De la misma manera han demostrando una enorme desconfianza hacia los líderes políticos opositores, muchos de ellos cuestionados por corrupción y ligados también a sectores la burguesía. La política de esta propia oposición, en su momento Jovenel Moïse, y ahora Ariel Henry, podría caer por las grandes movilizaciones contra el hambre y la miseria que estremece al país. Cualquier intervención tiene como objetivo sostener los negocios
Los próximos días serán claves para el futuro de Haití, pero no solo acerca de lo que pase por arriba y la intervención militar, sino por abajo y con respecto al movimiento de masas que viene sosteniendo huelgas en distintos sectores de la economía. Nada está dicho para todo un pueblo que hace años inunda las calles de las principales ciudades de Haití con fuertes movilizaciones.
Con información de Associated Press y BBC.
Santiago Montag
Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.