Opinión. El racismo de la derecha lo pagamos con nuestras vidas

Estas infames declaraciones de Espert no hacen más que remontarnos a todos los crímenes de Estado que ha sufrido nuestro pueblo: genocidio, campos de concentración, fusilamiento, esclavitud, hasta los asesinatos más recientes por parte de las fuerzas represivas de jóvenes como Rafa, Elías y Santiago. En estos días se celebra el wiñoy xipantv o año nuevo mapuche, que corresponde al solsticio de invierno en el hemisferio sur, el verdadero año nuevo en este hemisferio. En ese marco, gracias a una lucha sostenida en el tiempo, a los abuelos y abuelas que se negaron a agachar la cabeza frente al racismo y el destrato patronal, a la juventud mapuche que hoy sigue su ejemplo, se conquistó el derecho de izar la wenu foye, bandera mapuche, en la Universidad Nacional del Comahue (UNCo). Frente a esto múltiples funcionarios de derecha salieron a exigir que este acto simbólico se declare un atentado contra la soberanía y una amenaza a la patria.

Este reconocimiento no sólo es por demás legal, sino absolutamente legítimo en un país con pueblos que todavía reconocen su origen ancestral pre-existente. Mientras nuestros derechos, sabiduría, cultura y territorio fueron y siguen siendo pisoteados bajo cualquier gobierno, el izamiento de la wenu foye consiste en un acto de reconocimiento tendiente a la reparación del genocidio, de nuestro pueblo y todos los masacrados en este país en nombre del progreso blanco y capitalista. La continuidad de los negociados capitalistas que borran con el codo derechos que los partidos patronales reconocieron con la mano, es la constante que nosotros como pueblo sufrimos. El fracking, la megaminería, la impunidad de los terratenientes extranjeros y las multinacionales, la entrega de la meseta para el hidrógeno verde. ¿Quiénes son los violentos y los que entregan el país?

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Espert, Milei, Pichetto, Martín, Finocchiaro, Bullrich, mientras se pelean por obtener más votos de derecha y así defender un país para un puñado de ricos, acá, lejos de su metrópolis, su incitación al odio la pagamos con la vida, como la pagaron Santiago Maldonado, Rafa y Elías. Como la paga cada pichikeche (niños y niñas) que se encuentra ante un mundo hostil a su identidad, su lengua, sus tradiciones, como la pagan las comunidades con la destrucción ambiental de sus tierras y con el pisoteo constante de sus derechos. ¿Hasta cuándo? Civilización y barbarie, subversivos, enemigo interno, indios buenos e indios malos…para la lógica capitalista nuestros derechos y cultura es un estorbo, pertenecemos a alguna etapa del pasado y por eso merecemos desaparecer. A menos que seamos los “indios buenos”, los que agachan la cabeza, los que soportan los palos, las humillaciones y el despojo.

Pero a todos esos reaccionarios antiderechos y a todos quienes defienden los negociados capitalistas por sobre nuestras vidas, les dejamos bien en claro: tenemos derecho a la restitución de nuestro territorio, a tierras aptas para nuestro desarrollo como pueblo, que abarca tanto el sustento económico como el ejercicio de nuestra cultura ligada íntimamente a la tierra. Tenemos derecho a una bandera en cada escuela, y en cada universidad y a todo tipo de reconocimiento de nuestra identidad nacional en todos los ámbitos públicos urbanos, porque nosotros no invadimos nada, estuvimos siempre acá y aunque no les guste, siempre vamos a estar.