En 2010 el Círculo de Bellas Artes de Madrid publicó –junto con una edición en castellano de la compilación de fotografías, textos y dibujos del Archivo Walter Benjamin de Alemania–, el Atlas Benjamin Constelaciones.
El libro introducía y detallaba los materiales utilizados en un ensayo audiovisual Constelaciones que lo acompañaba en DVD, mientras la parte del Atlas era una compilación en CD de 1.200 conceptos y 900 fragmentos de la obra del filósofo alemán unidos por hipervínculos para navegar de cita en cita.
El lema que regía el proyecto del Atlas era una frase del mismo Benjamin, “Las citas son como salteadores de caminos que irrumpen armados y despojan de su convicción al ocioso paseante”, adecuado homenaje a quien dejó inacabado su trabajo de más de una década en la monumental red de citas, comentarios y aforismos de más de mil páginas que hoy conocemos como Libro de los pasajes, especie de versión analógica personal de la internet actual. El proyecto era tan importante para Benjamin que fue uno de los argumentos para no dejar París, donde estaban sus fuentes, aun cuando sus amigos lo apremiaban a abandonar una Europa donde la sombra del fascismo se extendía sin pausa. Cuando finalmente decide salir de Francia, en la frontera con España donde no lo dejan pasar, siente que ya es tarde y toma la decisión de acabar con su vida, hace ya 80 años.
El Atlas, prácticamente inaccesible en su formato original porque las computadoras no traen ya lectoras de CD o DVD, está hoy publicado online. Que en tan poco tiempo los soportes originales quedaran obsoletos bien podría haberse agregado a la cadena de reflexiones de quien se propuso desentrañar, a partir de los pasajes de París –esas modernas estructuras de vidrio y hierro, “templos del capital mercantil” que pronto entraron en desuso–, los mecanismos sociales y culturales de la sociedad capitalista que moldeaban la conciencia y las prácticas de quienes la habitaban.
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Aquí una pequeña muestra del recorrido del Atlas, que puede accederse aquí.
ARTE
Devolverle la vida a la obra de arte en la sociedad que la había abandonado en manos del mercado, donde sobrevivía ya apartada tanto de sus productores como de quienes podían comprenderla, degradada a la categoría de mera mercancía.
Eduard Fuchs, coleccionista e historiador
Obras II, 2, p. 107
CAPITALISMO
El poder y el dinero son, en el caso del capitalismo, magnitudes conmensurables mutuamente. Una cantidad dada de dinero siempre puede cambiarse por un cierto poder determinado, y el valor de venta de un poder igualmente se puede calcular. Así es como sucede en general. Sólo se puede hablar de corrupción cuando este proceso se gestiona de una manera demasiado abreviada. El proceso tiene en todo caso, en la interrelación que se produce entre la prensa, las autoridades y los trusts, su sistema de distribución, dentro de cuyos límites está legalizado.
Imágenes que piensan
Obras IV, 1, pp. 278-279.
CULTURA
El botín es arrastrado en medio del desfile del triunfo. Y lo llaman bienes culturales. Éstos han de contar en el materialista histórico con un observador ya distanciado. Pues lo que de bienes culturales puede abarcar con la mirada es para él [...] de una procedencia en la que no puede pensar sin horror. Su existencia la deben no ya sólo al esfuerzo de los grandes genios que los han creado, sino también, sin duda, a la servidumbre anónima de sus contemporáneos. No hay documento de cultura que no lo sea, al tiempo, de barbarie.
Sobre el concepto de historia
Obras I, 2, p. 309
HISTORIA
Articular el pasado históricamente no significa reconocerlo «tal y como ha sido» [en palabras de Ranke]. Significa apoderarse de un recuerdo que relampaguea en el instante de un peligro.
Sobre el concepto de historia
Obras I, 2, p. 307
MATERIALISMO HISTÓRICO
Contemplar como uno de los planteamientos metódicos el que es propio de aquel materialismo histórico que, justamente en sí, ha aniquilado la idea de progreso. Pues justo aquí el materialismo histórico tiene sin duda todos los motivos para diferenciarse estrictamente de la forma burguesa de pensar. Su concepto principal no es el progreso, sino que es la actualización.
Obra de los pasajes
Obra de los pasajes, N 2, 2
PROGRESO
Hay un cuadro de Klee llamado Angelus Novus. En ese cuadro se representa a un ángel que parece a punto de alejarse de algo a lo que está mirando fijamente. Los ojos se le ven desorbitados, la boca abierta y las alas desplegadas. Este aspecto tendrá el ángel de la historia. Él ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde ante nosotros aparece una cadena de datos, él ve una única catástrofe que amontona ruina tras ruina y las va arrojando ante sus pies. Bien le gustaría detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo destrozado. Pero, soplando desde el Paraíso, la tempestad se enreda entre sus alas, y es tan fuerte que el ángel no puede cerrarlas. La tempestad lo empuja, inconteniblemente, hacia el futuro, al cual vuelve la espalda, mientras el cúmulo de ruinas ante él va creciendo hasta el cielo. Lo que llamamos progreso es justamente esta tempestad.
PROLETARIADO
El libre mercado hace crecer sin tregua dichas masas hasta incalculables multitudes, y eso sucede en tanto, en adelante, cada determinada mercancía va a reunir en torno a sí a la masa de sus compradores. Actualmente, los Estados totalitarios han tomado esta masa por modelo. La hoy llamada «comunidad del pueblo» busca extirpar del individuo singular todo cuanto pueda interponerse con su fusión sin resto dentro de la masa de clientes. El único oponente inconciliable respecto del Estado, que en tan ardiente intento representa al capital monopolista, es el proletariado revolucionario. Éste destruye la apariencia de la masa con la realidad que se concreta, socialmente, en su clase.
Obra de los pasajes
Obra de los pasajes, J 81 a, 1
REVOLUCIÓN
La emancipación humana en su forma revolucionaria más sencilla –una que tan sólo puede ser la emancipación humana practicada desde la totalidad de los puntos de vista–, es la única causa a cuyo servicio siempre vale la pena situarse.
El surrealismo
Obras II, 1, p. 313
SUICIDIO
En un momento dado oí en mí de pronto una llamada, una extraña advertencia, y vi esas tres magníficas ciudades [...] como amenazadas de hundimiento, de destrucción por el agua y por el fuego, carnicería y desgaste repentino, como si fueran bosques fulminados en bloque. Luego las veía devoradas como por una grave enfermedad, por algún mal oscuro y subterráneo que hacía de repente derrumbarse monumentos o barrios, o completos muros de mansiones. [...] Desde estos alzados promontorios lo que mejor se nota es la amenaza. Lo aglomerado es amenazante, y el trabajo gigante lo es también; el hombre necesita trabajar, mas también tiene otras necesidades [...]. Necesita aislarse y agruparse, sublevarse y gritar, y apaciguarse y someterse. [...] Finalmente también se encuentra en él la necesidad de suicidarse, y eso en la misma sociedad que forma; necesidad que aún es más intensa que el propio instinto de conservación.
Obra de los pasajes
Léon Daudet. Paris vecu, París, 1930, pp. 220-221. Cit. en Obra de los pasajes, C 9 a, 1
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