A propósito de El hombre de la cámara y su director, Vértov, han corrido ríos de tinta. Está muy bien. Es un hermoso film del cual solo dejaremos aquí esta mención para despertar el interés de quienes aún no lo conocen. El cineasta polaco, en 1919, creó el “cine-ojo” y en 1931 se despachó con una obra que, compartiendo las preocupaciones formales de la ya señalada, no retrataba un hombre y una ciudad sino las masas y la producción fabril.
En Entusiasmo: sinfonía del Donbass las masas logran dejar atrás el viejo sistema y pasan a ser las creadoras de un mundo nuevo. Mundo nuevo en el cual las calles, el tren, la chimenea de una fábrica y el tractor son sus íconos emblemáticos. En nuestro film recomendado, primer experimento con audio, cada ícono o elemento narrativo tendrá su aporte en la banda de sonido. Banda de sonido de por sí revolucionaria, en ella no escucharemos diálogos entre individuos. Escucharemos una yuxtaposición de silbatos, ruedas en movimiento o cantos de trabajo conformando un sonido único o colectivo que sea capaz de dar cuenta de ese nuevo mundo. Por lo tanto, el sonido del film, que comienza con una mujer oyendo la sinfonía del compositor Timofeev que da título a la película, pronto será una pieza única de sonido que dialoga con cincuenta minutos de imágenes en blanco y negro que conmueven y emocionan. Vértov parece ser el primero en mostrar su entusiasmo. El entusiasmo de quienes son al mismo tiempo creadores y testigos del futuro.
Cabe señalar que la película es hija de su tiempo histórico, al igual que su realizador. En esos años, mientras se hacía gran propaganda con el Plan Quinquenal, se perseguían opositores, se afianzaba la burocracia y ya habían expulsado a Trotsky. Por otro lado se planteaba que con este Plan "ya se estaba construyendo el socialismo", y se difundía la "Teoría del socialismo en un solo país", que justamente iba en la dirección contraria. Más allá del destacado y poético trabajo de montaje y composición visual, este contexto se trasluce en pasajes de la película.
Tres años más tarde, en 1934, el cineasta culminaría su último film antes de quedar definitivamente relegado por el sistema estalinista a la producción de meros noticiarios convencionales.
De todas formas podemos ver sus creaciones y leer su pensamiento. Según el propio Vértov, sus películas eran: "fragmentos de energía real que, mediante el arte del montaje, se van acumulando hasta formar un todo global", permitiendo "ver y mostrar el mundo desde el punto de vista de la revolución proletaria mundial".
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