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Red Internacional
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Opinión. El único lugar para un genocida es la cárcel común, perpetua y efectiva

La autora, hija de un represor de la dictadura y desde hace años luchadora por memoria, verdad y justicia, repudia la visita en la cárcel de Ezeiza de diputados de La Libertad Avanza a Astiz, Guglielmietti, Pernías, Donda y otros condenados por crímenes de lesa humanidad. “No los queremos en la calle, como hijxs de genocidas sabemos de lo que son capaces”, reflexiona.

Viernes 19 de julio 11:28

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No son y no fueron hechos aislados. Dentro de los distintos colectivos de familiares de genocidas que bregamos por Memoria, por Verdad y por Justicia de la Argentina y otros países como Chile hay -no pocos- casos de hijxs abusadxs o, directamente, violadxs por sus progenitores genocidas.

Ellos siempre se creyeron impunes. Ellos siempre sintieron superioridad en relación a los demás y, en este sentido, se creen capaces de doblegar, quebrar, avasallar, reducir, someter y aniquilar al Otro, en su subjetividad, en su alma y en su cuerpo. Ellos se creyeron dueños, amos y señores de los demás, aún siendo sus propios hijos.

El caso de Loan viene una vez más a recordarnos esto. Un sujeto que perteneció a las Fuerzas Armadas está vinculado con la pedofilia. Sin ir más lejos, la Base Naval de Puerto Belgrano (Bahía Blanca) fue allanada tres veces por delitos vinculados a producción de pornografia infantil.

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También me parece oportuno pensar que los mecanismos de sustracción de identidades utilizados por los milicos durante la dictadura para el robo de bebés (cuyas identidades continuamos buscando) no fueron desarticulados. La diferencia estribaría en que hoy no se sustrae la identidad de bebés cuyos padres serían sindicados como revolucionarios, sino que son hijos de familias pobres. Pero la complicidad de los distintos estamentos políticos y sociales sigue indemne y con el mecanismo aceitado. Y qué casualidad, en ese entramado encontramos siempre algún efectivo de las fuerzas de seguridad y “el orden”.

Me preocupa que diputados “libertarios” estén visitando a genocidas como Alfredo Astiz, Raúl Guglielminetti, Antonio Pernías, Gerardo Arráez, el “Pájaro” Martínez Ruiz, Agustín Oyarzábal Navarro, el uruguayo Juan Manuel Cordero, Mario “el Cura” Marcote, Miguel Ángel Britos y Adolfo Donda. Me preocupa y es imposible escindir esto de la política apologista (no sólo negacionista) de Victoria Villaruel, líder de una organización de superficie de los militares. Recordemos que su mentor intelectual es el “Gato” González, condenado por genocida y violador y a quien ella visitaba en la cárcel y con quien escribió libros.

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Mientras levantan cabeza diversos sectores reaccionarios y promilicos, como Puentes de la Legalidad con Aníbal Guevara, como los carapintadas que el 9 de Julio se atrevieron a abrir una bandera en Palermo, como Cecilia Pando, como la mismísima Villarruel y todo el reforzamiento simbólico y material del orden represivo que se viene dando; se persigue y criminaliza la protesta social, se encierra en cárceles de máxima seguridad a personas que se manifiestan pacíficamente y se desmantelan las áreas claves para la prosecución de los juicios por delitos de lesa humanidad.

Este gobierno encarcela a quienes piensan distinto: dos compañerxs, Roberto y Daniela, continúan detenidxs en Ezeiza I y IV mientras que la mayoría de los criminales genocidas gozan del beneficio procesal de la prisión domiciliaria.

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Tenemos que estar atentxs al avance silencioso de la concesión de prisiones domiciliarias. El único lugar para un genocida es la cárcel común, perpetua y efectiva. No los queremos en la calle. Como hijxs de genocidas, sabemos de lo que son capaces. No a la impunidad que este gobierno pretende darles. No a los despidos en el Ministerio de Justicia en sus áreas claves para la Memoria, la Verdad y la Justicia. No olvidamos. No perdonamos. No nos reconciliamos. Basta de apología de los genocidios argentino y palestino.