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Red Internacional
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Asamblea de Pan y Rosas en CABA. Elogio de la desmesura

Reproducimos en La Izquierda Diario la intervención de Andrea D’Atri, legisladora electa de CABA por PTS/Frente de Izquierda, referente del feminismo socialista, en la Asamblea abierta de Pan y Rosas con más de 600 personas, que se realizó en la Ciudad de Buenos Aires, el pasado sábado 14 de setiembre.

Lunes 16 de septiembre 09:40

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Ayer, cuando me puse a pensar qué quería decir hoy acá le dije a Myriam que no sabía por dónde empezar. Durante estos meses escribimos muchos artículos en La Izquierda Diario sobre Milei, la oposición y el feminismo que no quería repetir (aunque seguramente muchas de ustedes no los leyeron, pero es una buena oportunidad para que las que sí los leyeron organicen lecturas colectivas, que son las mejores, para intercambiar, cuestionar, debatir).

Con Bregman y D’Atri estalló la asamblea de Pan y Rosas: "Me pase al lado socialista de la vida"

Y así, me vino a la cabeza una imagen sobre los ataques de Milei y los libertarios contra el feminismo y la diversidad sexual que, como todo lo demás que hace este gobierno, son gestos DESMESURADOS. Es una reacción patriarcal desmesurada que, a esta altura del siglo XXI, nos digan que quieren restaurar los valores tradicionales de la familia y acabar con eso de las identidades de género, que son imaginarias, un invento, como dijo el ministro de Justicia Cúneo Libarona.

¿Qué hubo del otro lado para que la reacción sea tan desmesurada? Después de todo, Alberto Fernández vino a acabar con el patriarcado y resultó ser un machirulo de lo más retrógrado, además de que está en cuestión si no es también un violento.

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Y claro, si nos ponemos a pensar, del otro lado no hubo solo un movimiento que reclamaba una ley. Feministas que insistían en que se legalice el aborto para que dejen de morir mujeres a causa de los abortos clandestinos inseguros. ¡Hubo más que eso! Y empezó antes incluso. Hubo un reclamo porque el matrimonio fuera igualitario, porque las personas trans también tuvieran el mismo derecho a la identidad que el resto.

Y no va que esas pequeñas modificaciones legales tienen tanto impacto social que miles de trabajadores ferroviarios contratados dicen “eso, queremos igualdad” y cortan las vías y desbordan a la burocracia sindical y exigen ser iguales a sus compañeros efectivos. ¡Qué desmesurados! No hay nada natural en los géneros, como tampoco en que unos trabajadores tengan derecho a sindicalizarse, tener vacaciones, aguinaldo y otros no. ¿Qué dios estableció que eso es así y no puede cambiarse? ¿el dios de los contratistas?

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Y hubo NiUnaMenos. Hartazgo de centenares de miles, mujeres y hombres, de todas las edades con la violencia femicida. En un país donde una mujer es asesinada, practicamente, por día por el machismo. No por un error de un disparo al aire, ni por una salidera bancaria, ni por querer robarle el auto. Solo por ser mujer, una por día. Y más de un millón de personas nos movilizamos el 3 de junio de 2015.

Pero enseguida, el impacto fue tan grande que las obreras de Pepsico, cuando la patronal despidió a todos los trabajadores para cerrar la planta, pensaron que dejar a las familias sin trabajo también es una forma de violencia y dijeron NiUnaMenos sin trabajo. ¡Qué desmesuradas! Esa consigna se repitió en muchas otras luchas donde hubo despidos. Y las mujeres de Guernica, que están hoy acá, cuando tomaron los terrenos abandonados para construir sus precarias casillas y reclamaban al gobernador Kicillof decían NiUnaMenos sin vivienda.

La lucha de las feministas contra la violencia machista se desbordó. Se convirtió en una consigna desmesurada.

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Y después vino la marea verde. ¿Miles? ¿Decenas de miles? Hay quienes hablan de millones de pañuelos verdes reclamando que se legalice el aborto porque queríamos conquistar nuestro derecho a decidir. Y entonces muchas mujeres se dieron cuenta que el derecho a decidir era más profundo.

Las pibas en los colegios se rebelaron ante los protocolos de vestimenta que no les imponía ninguna mesura a los varones, pero sí a ellas. Y entonces fueron a los colegios con sus compañeros solidarios vestidos con la ropa de sus compañeras. ¿Se acuerdan? Y hubo grandes transformaciones en pequeñas cosas de la vida cotidiana de millones de mujeres. Que no decidan otros por mí. Asambleas, elegir, votar con la mano alzada, porque a la clandestinidad del aborto, de la violencia aguantada en silencio, del sometimiento a las decisiones de otros, no volvemos más. ¡Desmesurado!

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Entonces, creo que ahí está la razón de tanta reacción desmesurada ahora de los ultraliberales. Porque si la potencialidad de ese movimiento que encabezamos las mujeres, cuando la CGT no hacía ni un paro dominguero, realmente se desmesuraba… ¿Cuántas cosas más podía provocar? ¿Qué resortes íntimos y públicos, individuales y colectivos podía llegar a tocar?

Sin embargo, no es Milei el que le vino a poner límites a eso. Arrancó mucho antes.

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Fue Cristina Kirchner en el Senado, en 2018, cuando los dinosaurios rechazaron el primer intento de legalizar el aborto, que le pidió a la multitud que estaba afuera furiosa “no se enojen con la Iglesia”. Fue Alberto en 2019 diciendo que volvían mujeres y creando un Ministerio para institucionalizar al movimiento. Fue después en 2020, diciendo que le había puesto fin al patriarcado, cooptando a muchas referentes e imponiendo la pasividad del movimiento que lentamente fue abandonando las calles.

Fueron incluso muchas de esas feministas convertidas en funcionarias diciéndonos que había que aceptar que pusieran a Manzur de jefe de gabinete, para darle volumen político al gobierno en crisis, aunque Manzur había sido repudiado por obligar a parir una niña en su provincia. O diciendo que no había que movilizarse y criticar al Ministerio o al gobierno, porque si no le hacíamos el juego a la derecha. Sean mesuradas, compañeras.

Son, hasta el día de hoy, los referentes del peronismo de derecha que repiten que el fracaso electoral del año pasado es por culpa de haber sido muy concesivos con el feminismo. Son los referentes del peronismo que se presentan como progresistas, como el ala izquierda, como Grabois, que tratan a las luchas del feminismo, como si se tratara de un movimiento de chicas de clase media que no entienden que hay pobreza, hambre y que solo piensan en boludeces.

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Y esto no es algo que solo pasa con el feminismo. Milei no tiene límite, es desmesurado en su ataque al pueblo trabajador todo. Si fuera por él y Sturzenegger, podría volver a legalizar la esclavitud.

¿Y la CGT y las CTAs frente a esa desmesura qué hacen? Una movilización, pero sin paro. O un paro pero sin movilización. O un paro con movilización, pero permitiendo que el transporte funcione normalmente y entonces millones de trabajadores precarizados que no están sindicalizados, se ven obligados a ir a trabajar igual. Y mientras tanto, algunos negocian con Milei, otros visitan al Papa y otros se van de paseo a Suiza mientras avanza la motosierra.

Milei ataca a las universidades y hacemos una manifestación enorme, desmesurada que muestra que el protocolo de Bullrich es inutil cuando somos miles en la calle. Pero ahí están los radicales diciendo bueno, es para la UBA no para todas. O es para que funcionen los edificios de las facultades, pero no es para el sueldo de los docentes. Y si hay que sacarle plata a los jubilados para que no le saquen a las facultades, bueno… que sea a los jubilados. Rosca para que salga la Ley Bases, para que no caiga el veto. Rosca para mantener el DNU.

Bullrich es tan desmesurada que no solo arma super operativos represivos de millones de dólares, sino que además mete presos a más de 30 manifestantes y dice la estupidez de que son una asociación ilícita que busca dar un golpe de Estado. O cuando no puede evitar que le cortemos las calles con la movilización, hace lo que hizo el otro día: apalea a mujeres jubiladas y gasea a niñas de 10 años.

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Hoy las jubiladas y los jubilados son un ejemplo y tenemos que bancarlos hasta el final, ¿saben por qué? Porque son desmesurados. Escuché a muchas mujeres diciendo “no tengo miedo, no me importa nada, si total me están matando de hambre, prefiero pelear, yo ya estoy jugada”.

Ellas tienen que vivir con las familias de sus hijas e hijos, para aportar su ingreso y al mismo tiempo socializar los gastos. Terminan cuidando a sus nietos y haciendo el trabajo de cuidados para que sus hijas puedan laburar afuera, muchas veces haciendo lo mismo pero por un magro salario de trabajadoras de casas particulares.

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Miren, el otro día leí a una feminista marxista norteamericana que dice que cuando se conquistaron las 8 horas de trabajo, como un límite a la desmesura de los capitalistas, es evidente que se estaba pensando que el trabajador era un varón que no tenía que hacerse cargo del trabajo de cuidados en su hogar, porque si hubieran pensado eso, 8 horas de trabajo asalariado afuera de la casa es una… ¡desmesura!

Hoy, con la enorme riqueza social que crea el trabajo colectivo de millones de seres humanos, ¿por qué tiene que haber niños que se van a dormir sin comer y mujeres trabajando tantas horas afuera de su casa como adentro, encima sin recibir salario a cambio de su trabajo doméstico y de cuidados de su familia?

Eso es así porque esa riqueza de nuestro trabajo es apropiada solo por unos pocos que se hacen desmesuradamente multimillonarios a costa de que casi la mitad de la población (una cifra desmesurada) viva bajo la línea de pobreza. Eso es el capitalismo.

Frente a eso, CFK dice “el capitalismo es el sistema más eficiente para la producción de bienes y servicios”. Se olvidó decir que, sin embargo, parece bastante deficiente para igualar el consumo, no? Ni qué hablar de la propiedad. Y Grabois dice algo como que en el capitalismo no hay más posibilidades para el trabajo con derechos, porque se impone la precarización, entonces, lo más que podemos hacer es que todos los que se caen del sistema, y se la rebuscan como pueden en la economía informal, se agrupen y tengan algunos derechos mínimos y acceso a la asistencia social del Estado, que igualmente los sigue manteniendo en la pobreza. Pero ¿qué ángel enviado por el Señor le transmitió el mensaje divino de que eso no se puede cambiar?

Con la enorme productividad del trabajo que hay, ¿no se puede pelear para reducir la jornada laboral y que entonces trabajemos menos pero trabajemos todos? Y si se reduce la jornada laboral al mínimo, ¿no podemos también cambiar drásticamente las condiciones de nuestras vidas cotidianas? Y tener más tiempo para el ocio, el descanso y para participar de las decisiones comunitarias y desarrollar la socialización del cuidado de todas y todos.

Claro, habría que tocar las ganancias de los capitalistas. Y los ultraliberales como Milei o las derechas y centroderechas aliadas no lo quieren. Pero tampoco lo quieren ninguna de las alas del peronismo que, a lo sumo, prometen una mejor redistribución de los ingresos. Aunque después, como ya lo vimos con Alberto, se niegan a avanzar sobre Vicentin, le dan enormes beneficios fiscales a Galperín el dueño de Mercado Libre o agachan la cabeza frente al lobby de las mineras y no votan ni la ley de humedales. Pactan con el FMI y todos están de acuerdo en mantener el modelo extractivista para juntar dólares para pagar la deuda.

Al final, contra los desmesurados ataques de Milei y el empresariado a nuestros derechos y nuestras condiciones de vida, la oposición solo se le opone con mesura, un poquito de oposición en el parlamento, alguna movilización de la CGT como para descomprimir de vez en cuando… todo muy mesurado. Su vocación por la mesura no sirvió para derrotar la desmesura violentamente antiobrera y antipopular de Milei, sino para frenar la potencialidad que tendríamos las mujeres, la clase trabajadora, los jubilados si pudiéramos unir todas nuestras luchas, y desarrollar la coordinación, democrática, desde abajo y desmesuradamente.

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Las feministas socialistas queremos impulsar la desmesura. Apoyamos el derecho a decidir, pero no lo limitamos a votar cada cuatro años. Queremos decidirlo todo. Apoyamos el derecho a la igualdad. Pero no lo limitamos a la igualdad ante la ley, queremos acabar con las brutales desigualdades sociales, queremos igualdad ante la vida. Queremos una democracia de otra clase, donde la economía se planifique desde abajo en función de las necesidades sociales y no de la ganancia capitalista. Queremos el pan y también las rosas. Queremos ser desmesuradas. Y por esa perspectiva las invitamos a organizarse con nosotras.