El hábil político alcanzó un acuerdo con su ex rival electoral Benjamín Gantz, dirigente del centro derecha Kahol Lavan. A pesar de las acusaciones que pesan sobre él y en plena pandemia, continuará como Primer Ministro del Estado sionista.
Mirta Pacheco @mirtapacheco1
Martes 21 de abril de 2020 00:31
Si hay algo que reconocerle a Benjamín Netanyahu es su habilidad para maniobrar, usar las ambiciones políticas de sus rivales y ponerlos contra las cuerdas.
Eso fue lo que pasó este lunes por la tarde. Logró firmar un acuerdo para formar un nuevo gobierno (y alejar la posibilidad de ir a unas cuartas elecciones), con su rival electoral, Gantz, que apenas poco más de dos meses atrás afirmaba frente a quien quisiera oírlo que no iba a formar gobierno con Netanyahu por estar acusado de tres delitos relacionados con fraude y corrupción.
Pero la recesión provocada por el parate de la economía debido al coronavirus, que trajo aparejado un crecimiento de la desocupación que ya principios de abril había saltado al 24,1% - poco más de 1 millón de trabajadoras y trabajadores israelíes-, un mes antes ese porcentaje era solo del 4%, pudo más.
Una desocupación que lógicamente afecta tanto a la base del derechista Likud –de Netanyahu- como a la de Gantz.
Lo cierto es que ahora si la Knesset –parlamento- lo aprueba (todo indica que así será), el Estado Nacional Judío de Israel tendrá un gobierno de coalición que va desde la centro derecha hasta al extrema derecha.
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Incluso desoyendo un reclamo realizado el día domingo en una movilización, no muy grande de todos modos (aproximadamente unas 2 mil personas), en la plaza Isaac Rabin de Tel AViv –la ciudad más occidental de Israel- que le pedían al ex jefe de las Fuerzas Armadas que no conforme gobierno con el líder de la derecha secular que viene gobernando en el cargo de Primer Ministro desde hace 13 años, la última década en forma consecutiva, y que el próximo 24 de mayo tendrá que someterse a juicio por las acusaciones que pesan sobre él.
En los diarios internacionales recorrió el mundo la foto de esa manifestación, donde además se oponían a medidas como el control por medio de los celulares que proponía el Gobierno actual, con la excusa de hacer un seguimiento de casos de coronavirus. En la plaza, los israelíes guardaban distancia de metro y medio entre ellos y todos usaban barbijos.
Lo cierto es que el acuerdo firmado por Netanyahu y Gantz este último lunes incluye una cláusula que le da al líder del Likud el poder de veto ante el nombramiento del nuevo fiscal general. Es decir que ya corre con ventaja frente al desarrollo del juicio que deberá afrontar.
Durante los primeros 18 meses el cargo de Primer Ministro lo tendrá el Likud, o sea el actual gobernante, el otro año y medio será para Gantz, que en la primera etapa de ese gobierno de coalición será Vice Primer Ministro y también tendrá a su cargo el ministerio de Defensa.
Entre los dos acordaron ofrecerle el ministerio de Educación al partido de extrema derecha Yamina, como oferta para que integre el futuro gobierno. A la vez lograron el compromiso de los partidos ultra ortodoxos Shas y Judaísmo de la Torá Unida para que en el caso de que esa alianza gubernamental se disuelva durante el mandato de Netanyahu, sea Benjamín Gantz el que asuma.
En el caso de que el Tribunal Superior de Justicia le impida a Netanyahu seguir al frente del gobierno, se deberá llamar nuevamente a elecciones.
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Todo ganancia para el actual primer ministro, cediendo cuotas de poder también a los partidos ultra ortodoxos, aunque esto sea presentado como un equilibrio de poderes entre el Likud y kahol Lavan (Azul y Blanco -por los colores de la bandera israelí-.
Gantz, que se presentaba en las contiendas electorales como una renovación y preocupado por la decencia de los políticos israelíes, con su firma en realidad lo que hizo fue confirmar el corrimiento cada vez más a derecha del curso gubernamental del Estado de Israel.
Todo esto, es claro que no augura nada bueno para el pueblo palestino.
Es más, en el mismo acuerdo figuran cláusulas que estipulan que a partir del 1 de julio de este año podrán enviar a la Knesset proyectos legislativos para anexar parte de Cisjordania, siempre que cuenten con el aval de Estados Unidos. Ya sabemos qué opina Trump al respecto, cuando fue él mismo que como presidente de la potencia imperialista presentó un plan de anexión de territorios.
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Ahora este acuerdo deberá elevarse al presidente Reuben Rivlin, que a su vez lo debe bajar al parlamento para que se constate si cuentan con el aval de 61 legisladores, necesarios para avalar esta alianza.
De esta manera y en medio de la crisis por el coronavirus (esta semana Israel empezará a levantar algunas restricciones), el régimen israelí habrá evitado ir a la cuarta elección en un año y el corrupto halcón sionista habrá logrado permanecer en el poder por un tiempo más.