El docente y autor de “Caballito de Troya” (Editorial Marat) conversó con La Izquierda Diario sobre el lanzamiento del libro. El ajedrez, la niñez, la juventud en contextos de encierro y precariedad. El rol docente y la potencialidad del juego para intervenir en estas realidades.
Miércoles 4 de agosto de 2021 19:29
Entrevista a Agustín Teglia -docente y autor del libro "Caballito de Troya" (Editorial Marat) - YouTube
Agustín Teglia es docente de ajedrez. A lo largo de su carrera dio clases en diferentes espacios socioeducativos como en el programa Club de Jóvenes que se desarrolla en las escuelas públicas de la Ciudad de Buenos Aires, en la Villa Zavaleta, en centros cerrados de adolescentes y en centros psiquiátricos con adultos. Partiendo de estas experiencias escribió “Caballito de Troya”, una obra en la que refleja lo acontecido en cada encuentro a través del ajedrez. “Es una propuesta para el educador, para aquel que busque organizar espacios educativos sumando una herramienta más”, señala Teglia.
El autor señala que su práctica como docente ha sido determinante para escribir “Caballito de Troya”: “La experiencia misma me llevó a repensar, rediscutir, profundizar y pelearme con toda la tradición del ajedrez. En algún punto es un libro irruptivo desde lo filosófico”, afirma.
Veo que el marco teórico que construiste en el libro va tomando diferentes tradiciones, desde el marxismo, pasando por cuestiones de la psicología y otras tradiciones que enriquecen y complementan una mirada particular sobre la educación, el ajedrez, la guerra, si nos podes re-ordenar un poco este camino teórico y político, social, que fuiste construyendo para este libro.
El marco conceptual de la tradición ajedrecística se entiende desde la razón, por eso se puede pensar desde los elementos y las categorías kantianas de tiempo y espacio que fundamentalmente luego Emanuel Lasquer, campeón de ajedrez de principio de Siglo XX, los incluye en su libro “Manual de ajedrez” y hace una introducción pensando estas categorías marcando un poco la tradición de todo el Siglo XX, es decir, que se piensa puramente desde la razón. Un ensayista sociólogo argentino, Ezequiel Martínez Estrada, trae la categoría de fuerza y la incorpora en sus ensayos, luego recopilados por un libro editado por la Biblioteca Nacional, “Filosofía del ajedrez”. Él trae la idea de pensar tiempo y espacio pero también empieza a notar que hay algo alrededor de la fuerza que se pone en juego: las fuerzas interiores, “pulsiones”, las llama él,y empieza a incorporar un elemento nuevo para pensar las categorías.
“Caballito de Troya” propone pensar estas tres categorías y suma la del deseo, pensando el juego antiguamente como el juego de ciencia porque es el juego de la racionalidad, la hipotetización, como el juego de las ciencias sociales porque en el deseo hay un motor de la subjetividad. Cuando se apaga el deseo del niño, se apaga el deseo del adolescente, del adulto en general, se pierde la condición de existencia de estar en este mundo. Se apunta en el taller como dispositivo a generar estímulo, deseo, ponerlo en juego. Entonces, el juego de la ciencia se transforma en el juego de las ciencias sociales.
Me pareció totalmente una novedad hacer una especie de comparación entre situaciones sociales, personales, familiares de los chicos y chicas y sus estrategias en el ajedrez. Pero lo que más me llamó la atención es la relación entre ataque, defensa y enroque, que, como mencionás en el libro, no es una jugada “de maricones”, como te dijo un estudiante.
Creo que el juego tiene un componente, una posibilidad de observar cierta proyección de las personas. En contextos de encierro me he encontrado con un un juego de inmolación, un reflejo de la vida misma de los adolescentes en privación de la libertad, de judicialización de su paso por la adolescencia. Entonces me he encontrado con un juego muy aguerrido, del ataque. Un juego de ataque a toda costa y a cualquier precio. Un juego fragmentado, riesgoso, inestable, muy representativo de la situación que les toca vivir. Muchas veces, un juego que es el que la sociedad misma les propone. Hay un concepto alemán que no es más ni menos que al que le toca posición pierde. Si le toca un bando pierde. A ellos les toca estar ahí, a los adolescentes en contextos de marginalidad y que luego ingresan al área penal juvenil porque lo que se observa es la reincidencia: así como entran a un centro, luego vuelven a sus lugares de origen y como nada ha cambiado, su situación social sigue siendo injusta y sin posibilidades, el camino de reingreso es muy común y el camino hacia el penal es un camino que va hacia la misma dirección.
Al proponerles un juego más equilibrado, organizado, ordenado me he encontrado con mucha resistencia, sobre todo a jugadas como el enroque porque la consideran como una pérdida de tiempo. En libro, como vos señalas, describo una situación en la que un joven me dice que “es una jugada de maricones”, perdiéndose la posibilidad de atacar, ya que cada turno lo piensan como un ataque. Cosa que trato de desandar rápidamente porque para atacar hay que defender, de hecho el contraataque muchas veces es definitorio para la partida. También hay que tener en cuenta que el enroque no sólo es de defensa: se pone en juego una pieza que se incorpora al ataque en la vida de la partida. Por otro lado, esa frase creo que también tiene que ver con una manera cómo mostrarse y defenderse del mundo. Más aún en un contexto de encierro entre adolescentes, lo que se plantea en el juego, en el tablero, es el conflicto social. A través del ajedrez puede poner sobre él la agresividad, re-convirtiendo la energía representada en este tipo de expresiones, con todos los prejuicios que eso encierra, de forma positiva para intervenir en el mundo.
Así es como el ajedrez genera toda una instancia de representación: los jóvenes se proyectan en el juego. En el libro cuento otra situación de un joven en contexto de encierro que estaba imputado por un robo a mano armada agravado por la violencia que se ejerció, ya que él y su hermanito fueron llevados por su madre a asaltar un almacén. Cuando el comerciante se resiste este chico lo golpea con su arma y lo deja inconsciente. Su madre va a un penal de Ezeiza y él va a un centro socioeducativo, donde nos conocemos. Se engancha mucho con el ajedrez, se entusiasma, se incorpora a la vida del taller y me entero de su historia mucho tiempo después. Cuando estaba aprendiendo a jugar, no quería perder la dama. Incluso aunque pudiera hacer cambio de dama, teniendo ventaja, no lo hacía. Estaba muy atemorizado que lo ataquen, no quería perder aquello que en algún punto había perdido en la vida real. Había una representación de lo que le había pasado a través de las piezas.
Otra historia es la de un joven al momento que iba a egresar del centro socioeducativo cerrado donde se encontraba. Yo le preguntaba qué tenía pensado hacer cuando saliera y él me decía con pieza en mano que él iba a “defender a su rey”. Para él, decía, su hijo era el rey. Entonces, en una partida en la cual yo le iba haciendo movidas para defender a sus ataques por todo el tablero, le propuse hacer un enroque y defender a su rey: la conversación terminó con una sonrisa. Lo que rescato de todo esto es su valor proyectivo que se ve constantemente en diversas situaciones y permite una llegada con un sentido compartido con el participante.
Teniendo en cuenta estas situaciones que narras, para vos ¿Cuál es el poder de incidencia de un taller de ajedrez?
El taller busca generar lazos sociales, poner en juego la subjetividad en la grupalidad, interpelar en un mundo subjetivo que tiene que ver con el deseo frente a una subjetividad fuerte que se impone en este mundo desigual. Implica un juego desde las posibilidades que uno tiene, depende de lo que uno hace y eso el participante lo toma, interpela al jugador, porque se pierde aquello azaroso que la sociedad impone. Generando así una instancia de responsabilidad e igualdad de condiciones en tanto ensayo en una partida.
Por eso cuando se discute contra la filosofía racionalista del imperativo kantiano, traducida en la inteligencia emocional, tiene que ver con eso: ¿Qué se genera en un taller? ¿personas más inteligentes? ¿capacidad lectora? conceptos que tienen que ver con otro marco conceptual. Trabajar desde el deseo es otra cosa, es implicar a la persona, trabajar con subjetividades que han perdido ciertas ganas de estar en el mundo, frustración, sentimientos. Trabajar el conflicto interno y externo a través del juego posibilita pensar, elaborar e interactuar con el otro, implica un espacio colectivo que tiene que ver con desplegar aquello vinculado con capacidades del orden de la interacción con el otro. Aquí es donde se reactiva una parte dormida de lo que se entiende como uno de los motores de la subjetividad: ser personas deseadas.
Federico Puy
Docente | Secretario de Prensa Ademys