Ante la crisis, la violencia y la falta de recursos en el IPN y la UNAM, la lucha conjunta de estudiantes, académicos y trabajadores se vuelve necesaria para impulsar y conquistar sus demandas.
Miércoles 5 de octubre de 2022
En las últimas semanas, hemos visto a los estudiantes de las dos instituciones de educación pública más emblemáticas del país, la UNAM y el IPN, levantarse para exigir solución a las problemáticas que enfrentan en sus escuelas. Al día de hoy suman 12 las escuelas de la UNAM en paro y 12 también las del IPN, sin contar las más de 30 escuelas que han tenido asambleas y jornadas de movilización.
El movimiento refleja la inconformidad de una juventud que carga con el peso de la crisis y la pandemia, que enfrenta en sus escuelas los problemas de inseguridad, violencia de género, infraestructura, mantenimiento, falta de docentes, insumos y los crecientes costos de seguir estudiando.
La inseguridad y la violencia, en particular, afectan a toda la comunidad universitaria y politécnica y van más allá de los muros de las escuelas. Los robos en el transporte o de camino a la escuela son problemas sentidos por los estudiantes que alcanzan también a todos los sectores de la comunidad y hacen urgente el acceso a un transporte seguro y gratuito.
Así mismo, no podemos olvidar que la violencia y la inseguridad, junto al incremento del feminicidio, se enmarcan hoy entre el fracaso de la política de seguridad del gobierno y el avance en la militarización, que intentan vender ahora como una solución a pesar del sangriento historial represor del ejército, responsable, entre otras cosas, de la masacre del 2 de octubre del 68 en Tlatelolco y la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, además de ser parte del la estructura de subordinación al imperialismo norteamericano en materia de seguridad y “guerra contra las drogas”.
Por otro lado, problemas como la falta de grupos, salones y profesores, que obligan a los alumnos a tomar clase en aulas abarrotados con 60 o más compañeros impactan también a la comunidad docente, que enfrenta con ello una sobrecarga laboral por la cual, muchas veces, recibe salarios tan bajos que los obligan a tener otros trabajos.
Estas situaciones, por supuesto, repercuten negativamente en la calidad de la enseñanza y se extienden también a los trabajadores de las escuelas, como los administrativos o el personal de mantenimiento y limpieza que ven incrementar sus ritmos de trabajo ante la falta de personal por sueldos tan bajos como $5,000 mensuales.
Por su parte, la falta de una infraestructura adecuada y mantenimiento de las instalaciones se vuelven problemas mayores cuando hay, por ejemplo, laboratorios sin la ventilación adecuada o edificios con posibles daños estructurales tras los sismos. Se trata de verdaderos peligros para la comunidad que deben ser atendidos urgentemente.
Ahora bien, tal y como se pudo comprobar durante el movimiento UNAM no paga, sólo a través de la lucha se pueden arrancar victorias frente a los ataques de las autoridades, incluso a problemas tan sensibles como la retención de pagos o las reducciones salariales, como es el caso de los 855 trabajadores administrativos del IPN afectados por la desaparición del rango D en el tabulador horizontal [1].
Por otro lado, y como la misma lucha hace evidente, existe un problema más al interior de las escuelas que se vincula con todos los anteriores y es la falta de democracia. Y es que no se puede entender ninguno de los problemas mencionados si no se los comprende dentro de una estructura hermética y vertical donde una pequeña cúpula de burócratas, tanto al interior de los sindicatos de maestros y trabajadores como en las direcciones de las escuelas, decide a puerta cerrada la asignación de recursos (beneficiándose a sí misma en primer lugar) y el rumbo a seguir por las escuelas, llegando incluso a abrir carreras sin tener los docentes, instalaciones y recursos suficientes, como denuncian los estudiantes de ingeniería en energía de UPIITA.
En ese mismo sentido, la organización de la comunidad en asambleas democráticas, con libertad de tendencias y mandato de base permitiría potenciar la lucha por establecer controles y seguimiento sobre la manera en que estos burócratas asignan el presupuesto, e impulsar la democratización de las escuelas hacia un gobierno tripartito: de estudiantes, académicos y trabajadores.
Sólo la unidad y la movilización más amplia, democráticamente organizada de manera independiente a las autoridades y los partidos del régimen, podrán otorgar la fuerza que necesitan las comunidades universitaria y politécnica para impulsar y conquistar sus demandas. Así mismo, ambas comunidades no pueden verse separadas entre sí, pues son los mismos motivos los que las impulsan a moverse. Hace falta unidad de estudiantes, académicos y trabajadores, y también unidad entre el politécnico y la UNAM, y las demás escuelas que hoy se ponen de pie para luchar por mejores condiciones de estudio.
Para fortalecer el movimiento en las distintas escuelas, desde la Agrupación Juvenil Anticapitalista nos sumamos a la convocatoria por una asamblea interuniversitaria que permita coordinar la lucha contra la precarización de la educación, contra la violencia machista, por aumento al presupuesto, por la democratización de las universidades y el resto de demandas de estudiantes, docentes y trabajadores. La cita es el próximo domingo 9 de octubre a las 12 horas en la Facultad de Ciencias.
Para defender nuestro derecho a la educación, y por escuelas que le pertenezcan a su comunidad, es hora de dejar atrás las luchas por separado: es necesaria la movilización de los estudiantes, pero también de los docentes y trabajadores de la UNAM y el IPN, una fuerte unidad en la organización y la acción que rompa cualquier intento de las autoridades por contener, dividir y enfrentar a la comunidad.
[1] El tabulador horizontal es el programa de promoción para el Personal de Apoyo y Asistencia a la Educación del IPN que contiene 4 rangos. El Rango "D" fue desconocido por la actual administración del politécnico.