El presidente participó de un acto por el Día Mundial del Agua y el aniversario de estatización de Aysa. Realidad del avance extractivista y falta de acceso al agua potable matan mapping.
Valeria Foglia @valeriafgl
Martes 23 de marzo de 2021 22:50
Foto: Télam.
Con un despliegue vistoso que incluyó mapping y un encuentro al aire libre, el presidente Alberto Fernández encabezó en la tarde del martes un acto por el Día Mundial del Agua (que en verdad fue este lunes 22) y el 15° aniversario de la reestatización de Aysa. El día anterior hubo protestas en todo el país para denunciar la falta de acceso y el avance del extractivismo sobre este bien natural.
Durante el evento en la planta potabilizadora General San Martín en la Ciudad de Buenos Aires, donde estuvo acompañado por la presidenta de Aysa, Malena Galmarini, el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, y el secretario general del Sindicato de Obras Sanitarias, José Luis Lingeri, Fernández destacó que "el acceso al agua no puede ser entendido como otra cosa que no sea un derecho humano” y que "no tener agua es lo mismo que no tener alimentos".
"Queremos constituir un país distinto al que hubo hasta diciembre de 2019, y quiero hacerlo con todos los argentinos", declaró Fernández en un intento por delimitarse de la gestión macrista, a la que responsabilizó por endeudar al país y postergar “a los argentinos que dejaban de recibir agua y de tener plantas de tratamiento". Entre los presentes podía verse a Juan Cabandié, ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible, a Sergio Massa y a Blanca Cantero, la intendenta de Presidente Perón que alcanzó notoriedad por su trato cruel y represivo con las familias que luchaban por vivienda en Guernica.
Las aguas bajan turbias
Aunque su Gobierno promueve actividades industriales y de carácter extractivo que consumen enormes cantidades de agua cada día, cuando no desechan sustancias tóxicas en ríos y lagunas, el mandatario habló de “sanitarismo” y de la importancia de tratamiento de aguas servidas para “evitar problemas de contaminación y una peor calidad de vida de los que habitan un barrio, un pueblo o una ciudad".
Según datos del último censo, casi seis millones de personas no tienen acceso al agua potable en sus viviendas. En tiempos de coronavirus, los eslóganes que impulsaban a lavarse las manos resultaron ajenos a la realidad de quienes consumen agua en botellones o deben recurrir a canillas colectivas para llenar baldes. Y esto a pocos minutos de la Casa Rosada, como en las villas 21-24 y 31, donde Ramona Medina, quien falleció de covid-19, había denunciado la falta de agua. O en la Villa Azul de Quilmes, militarizada y cercada en plena pandemia.
Pero también hay problemas para quienes tienen agua de red, ya que la calidad no está garantizada: a fines de 2020 aparecieron afloramientos de cianobacterias en el Río de la Plata y el Paraná, que afectaron a usuarios de Tigre, San Fernando, San Isidro y puertos de la Ciudad. El agua tenía un color verde azulado o verde brillante en el delta bonaerense, cuando el tono usual es un pardo translúcido. Como explicó la bióloga Natalia Gomiz, “se trata de un efecto sinérgico entre el uso de fertilizantes, agrotóxicos y efluentes cloacales”.
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En el Chaco de Capitanich, un aliado de Fernández, piensan en megagranjas porcinas (que en promedio consumen un millón y medio de litros de agua por día, según el anteproyecto oficial) antes que en atender los problemas de saneamiento, bombeo y abastecimiento que padece la población. Con cortes de ruta y asambleas, la comunidad qom rechaza la instalación de estos complejos en pleno Impenetrable.
En Mendoza y Chubut rechazan la minería metalífera a cielo abierto que Alberto Fernández quiere imponer. En el primer caso fue derrotado en su alianza con la UCR. En el segundo, los chubutenses resisten la criminalización y los pactos por arriba para convertir a la meseta en “zona de sacrificio” a pedido de Pan American Silver. En Jujuy y Catamarca las mineras extranjeras saquean ríos, salares y vegas para producir litio. En el litoral las comunidades denuncian que los químicos del agronegocio están contaminando ríos y humedales, mientras en Neuquén, donde Fernández promueve Vaca Muerta a todo trapo, los habitantes de poblaciones linderas reciben agua con aceites en sus canillas. Y los ejemplos sobran…
En todo eso hay más continuidades que diferencias entre Macri y Fernández, muy lejos de una sociedad “más justa e igualitaria”. Para la avanzada extractivista contaron, además, con la complicidad de los gobernadores a ambos lados de la “grieta”. “Las feroces disputas entre el peronismo y Cambiemos que tiñen la mayoría de las discusiones de la política nacional no tienen eco en este campo”, dijo Nicolás del Caño esta semana a propósito de la presentación de su proyecto de ley para prohibir el uso de sustancias contaminantes en la minería y la minería metalífera a cielo abierto en todas sus etapas y en todo el territorio nacional. Las multinacionales vienen por el agua, y la movilización popular para defenderla se extiende cada vez más.