La represión de este viernes se convirtió en un hecho nacional. Detrás de las palabras fuertes están los usos políticos.
Viernes 5 de marzo de 2021 22:16
¿Existen límites al cinismo? La pregunta, vista desde la política local, vale la pena. Este viernes vimos una dosis desencajada del mismo, navegando en las pantallas de TV y en las redes sociales. Cinismo de clase, agreguemos. Políticamente orientado según los intereses de las fracciones que responden a los intereses del capital.
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El premio se lo llevó, sin duda, Patricia Bullrich. La ex ministra de Seguridad, responsable política de represiones que terminaron en muertes y desapariciones, se atrevió a tuitear contra aquella que se ejecutaba en Formosa. La mujer que defendió públicamente a la Gendarmería que llevó a la muerte a Santiago y a la Prefectura que asesinó a Rafa, no tuvo pudor a la hora de apretar el teclado para proclamar su rechazo al accionar de la Policía del Gildo Insfrán.
El cinismo, sin embargo, estuvo también en terreno ajeno. La Secretaría de Derechos Humanos de la nación consignó en un comunicado que “el gobierno de Formosa se comprometió a iniciar investigaciones acerca del uso desmedido de la fuerza por efectivos de la policía provincial”.
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La letra no se condecía con la realidad. A las 21 h de este viernes, varias horas después de la publicación del comunicado, casi un centenar de personas seguían detenidas en las comisarías formoseñas. Extraña -e incomprensible- forma de “investigar” la represión policial.
La demagogia política de la derecha cambiemita no sorprende. En año electoral, cualquier mancha al tigre resulta bienvenida. E Insfrán es una mancha gigantesca, que desde hace 25 años se extiende sobre la superficie de la provincia norteña, ahogando la vida democrática, gobernando al servicio de los sojeros que avanzan posiciones a medida que la frontera agrícola se extiende, reprimiendo y asesinando a integrantes de la comunidad qom por el solo “delito” de defender sus comunidades.
Demagogia derechista que olvida las represiones y agravios a las libertades democráticas en territorios gobernados por los suyos. Sino qué decir del silencio atronador que recorre el mundo cambiemita frente a la escandalosa proscripción que se realiza en la Jujuy de Morales contra el Frente de Izquierda.
Insfrán es una mancha que el Frente de Todos aceptó gustoso. A pesar del prontuario. ¿O vamos a olvidar el abrazo encarecido que Alberto Fernández le propinó a mediados de 2020 mientras le reclamaba al país entero distancia social? ¿O las numerosas fotos de CFK junto al gobernador en actos oficiales o del peronismo?
Gildo Insfrán, barón feudal de provincia, es marca registrada del peronismo de las últimas décadas. Del peronismo de Menem, Duhalde y Kirchner. Del peronismo que co-gobernó con Macri, habilitándole el camino para ajustar a millones de jubilados y jubiladas. El “es con todos” lo incluía y lo incluye. No es, mirando sin anteojeras, muy distinto a un Manzur o un Arcioni.
La política capitalista huele a podrido, más allá de qué lado de la famosa grieta se elija olfatear. Huele a miseria y explotación para las grandes mayorías y vacunas de privilegio para los amigos del poder. Huele a empresarios vaciadores y trabajadores despedidos. Huele a jubilados pobres y especuladores internacionales felices.
Pero de ese hedor pestilente surge la bronca, surge la lucha. Surgen, también, los intentos de organización. Los pasos necesarios para empezar a pelear en serio. Para caminar en dirección a enfrentar el poder de los grandes capitalistas y la casta política que les sirve. Esa casta que porta apellidos como Bullrich e Insfrán.
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Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.