Desde la masacre del 7 de enero, la oleada político-mediática de la “unión nacional republicana contra la barbarie” no ha hecho más que avanzar. Reforzada por el apoyo de jefes de Estado de todo el mundo, desde Obama hasta Putin, pasando por líderes europeos, esta oleada permitió canalizar metódicamente, muy rápidamente, la gran conmoción popular provocada por este seísmo.
Sábado 10 de enero de 2015
Fotografía: EFE/Etienne Laurent
Las dos tomas de rehenes del viernes 9, en Dammartin y en un supermercado Kosher en Porte de Vincennes (París), terminaron con la muerte de siete personas, entre las cuales están los tres principales sospechosos, contribuyen al republicanismo.
Hollande pudo saludar el viernes por la noche en “prime time” el profesionalismo y el coraje de sus policías e insistir en que la unidad es la única vía a seguir. Se permitió inclusive el lujo de rechazar las “amalgamas” racistas y no invitar a Marine Le Pen a la marcha de domingo -después de haberla recibido en los asientos del Palacio presidencial-.
Hollande desfilara en buena compañía, rodeado de Cameron, Merkel, Rajoy, Renzi y del nuevo presidente de Europa, el polonés Donald Tusk. Es momento de hacer el duelo, pero esta “unión sagrada” a escala internacional es un mal augurio de aquello que pensábamos reservado al mundo de George Bush: un plan antiterrorista reforzado al nivel el país, la “civilización frente a la barbarie”… ¿se viene un “Patriot act” europeo?
Hubo pocas notas discordantes en la gran sinfonía de la república antiterrorista que empezó hace tres días. Del lado de las direcciones de las organizaciones políticas y sindicales del movimiento obrero, desde la izquierda reformista a la izquierda radical, se nos hace difícil encontrar un mínimo de otra política que la oficial.
Prima en ellas el silencio. Sin embargo, en un primer momento, al conocerse el atentado contra Charlie Hebdo, el sindicato CGT SNJ de periodistas, llamaba a una manifestación. Desde entonces, nada. O tal vez sí. Todos detrás del régimen. ¿Será con Hollande y Sarkozy que el movimiento obrero, sus organizaciones sindicales y políticas, podrán defender las libertades democráticas y dar un cuadro de expresión a la conmoción suscitada por los atentados?
Que “todo el mundo encuentre su lugar y pueda manifestar su fervor republicano”, declaró Jean-Luc Mélenchon, eurodiputado y co-presidente del “Partido de Izquierda”, que se prepara a una manifestación donde marchara detrás del partido al que perteneció tantos años, el Partido Socialista de Hollande. El día siguiente, lunes 12, estará en el Teatro Dejazet, en Paris, para declamar sobre la “laicidad y la paz civil”.
¿Y el PCF? “Que en todo el país se exprese la unidad nacional de todas las fuerzas republicanas frente a la barbarie”. He ahí la aberración que se puede leer en el sitio web de su secretario general, Pierre Laurent.
Del lado de la CGT, el homenaje pronunciado por un Leapaon (su secretario general) sobre la cuerda floja, es emblemático del mismo vacío sideral, o tal vez de la misma complicidad. Del dialogo social a la concordia republicana. Como si la indignación y el duelo, perfectamente legítimos, prohibieran la discordancia misma.
Pretenden mantener la ilusión que la defensa de las libertades democráticas, la lucha contra el racismo, la xenofobia, el oscurantismo reaccionario, puede hacerse con los mismos que los orquestan metódicamente, atacando a los trabajadores, persiguiendo a los Romaníes, estigmatizando a los jóvenes y a los inmigrantes cotidianamente.
La ausencia del xenófobo Frente Nacional en la marcha del domingo es perfecta para todas esas burocracias para darse un baño de buena conciencia con muy poco. Pero no hace falta que Marine Le Pen esté en la marcha para recolectar los frutos de esta epopeya securitaria.
La ausencia de toda respuesta unitaria en el plano nacional frente al asesinato de Rémi Fraisse en Sivens por la gendarmería, y la criminalización represiva de movimientos sociales desde el verano pasado, había sido un síntoma inquietante de la descomposición y de la pérdida de reflejos elementales de supervivencia de los reformistas. Su seguidismo republicanófilo hoy en día no hace más que confirmarlo un poco más.
Se oyen por ahí algunas quejas, marginales, sobre la “recuperación” nacional-republicana de la emoción popular, democrática y antirracista, por el gobierno. Pero para evitar esta instrumentalización, no hay mil soluciones: hace falta que los partidos y los sindicatos que continúan representando una parte importante de los trabajadores organizados y de la juventud, llame en todo el país a manifestaciones alternativas sobre la base de independencia política y de clase para defender las libertades democráticas.
Pero este no fue el camino tomado. Es emblemático el comunicado del 8 de enero de la Intersindical conformada CGT, CFDT, y las principales centrales sindicales junto con los sindicatos agrupados en Solidaires, intitulado “El mundo del trabajo, juntos, por las libertades y la democracia”. Pero uno puede cansarse de buscar en este comunicado este “mundo del trabajo”, así como “las libertades”, que están ausentes.
Las direcciones del movimiento obrero tomaron otra decisión, la de aliarse a un gobierno que ataca la democracia, las libertades religiosas individuales de millones de musulmanes, en las escuelas, en los lugares públicos, en la prensa. Habla de “valores” frente a los “bárbaros” para exigir la “unión”. Pero la única manera de luchar contra el oscurantismo y las ideas reaccionarias es combatir por el fortalecimiento de las libertades democráticas y sociales, por el fin de la persecución a los inmigrantes, a los Romaníes y a los musulmanes. Son los efectos de las políticas de Sarkozy, continuadas por Hollande, que están en el origen del clima nauseabundo de los últimos días. Es lo que permitió a Marine Le Pen decir que “la palabra tenía que liberarse”, una manera de llamar a pogroms anti-musulmanes, mientras su padre llama a votar por el FN.
La izquierda todavía está a tiempo de proponer una plataforma hacia el movimiento obrero y la juventud. Habría que empezar por los equipos sindicales combativos, quienes, además, son el blanco de la represión del gobierno y de los patrones. Hay que decir, alto y fuerte, que defender las libertades democráticas es, en primer lugar, decirle no al “Vigipirate” (el plan antiterrorista que es utilizado en forma racista), al conjunto de los textos liberticidas y a las leyes antiinmigrantes.
Debemos prepararnos para la onda de choque reaccionaria que seguramente van a orquestar desde el estado y de la cual sacarán provecho los perros rabiosos de la extrema derecha, multiplicando los actos racistas e islamófobos si no se lo impedimos. Debemos defender nuestro derecho a manifestarnos, en todo el país, con total independencia política del gobierno y de la derecha, con una política de independencia de clase. Todavía estamos a tiempo. Es urgente.
Traducción del francés: Martin Noda.