En una carta pública la vicepresidenta culpó al presidente por la derrota electoral. El oficialismo sigue dividido. Las palabras fuertes no implican que no se esté negociando.
Jueves 16 de septiembre de 2021 22:22
A diferencia de Leandro Santoro, la crisis política del oficialismo no se toma vacaciones ni ratos libres. Este jueves marcó nuevos momentos álgidos de la misma, donde rumores y desmentidas fueron parte de un cóctel explosivo que se sacude con fuerza en las filas del Frente de Todos.
Apoyándose en los caciques de la CGT, sectores de los llamados movimientos sociales y parte de los gobernadores peronistas, Alberto Fernández intenta resistir el asedio de la otra fracción del oficialismo.
Cerca del mediodía el presidente Alberto Fernández ofició de su propio vocero. En línea de continuidad con lo ocurrido el miércoles, en su cuenta de Twitter escribió que "la gestión de gobierno seguirá del modo que yo estime conveniente, para eso fui elegido".
Apenas más tarde, según publicó el periodista Mario Wainfeld en Página/12, el presidente en dialogo con sus allegados insistió en rechazar cualquier tipo de apriete
y sostuvo “ella me conoce, sabe que por las buenas a mí me sacan cualquier cosa. Con presiones, no me van a obligar”.
Pero las palabras duras no están exentas de gestos que buscan una negociación. Fue el mismo Alberto Fernández el que se encargó de desactivar una movilización que había sido llamada por el Movimiento Evita y otras organizaciones.
Sin embargo, los gestos de distensión parecen haber pesado poco en la balanza del kirchnerismo. Mientras estas palabras surcaban el cielo nacional, la diputada Fernanda Vallejos se ubicaba en el centro de la escena nacional por la difusión de audios en los que cuestionada más que duramente a Alberto Fernández.
La respuesta de la vicepresidenta llegó ya entrada la tarde, por medio de una carta hecha pública en las redes sociales. Allí, lejos del sosiego, Cristina Kirchner culpó directamente a Alberto Fernández por el ajuste que se llevó a cabo durante 2021. Este ajuste fue el responsable, como también lo admite el texto, de la derrota electoral del domingo pasado.
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La carta de Cristina, sin embargo, no está exento de un gesto que podría llegar a leerse como conciliador: propone a Juan Manzur, actual gobernador de Tucumán, como jefe de Gabinete. Pide la cabeza de Santiago Cafiero, pero le propone a Alberto Fernández que sea un hombre cercano a él quien ocupe el cargo.
En el prontuario de Manzur figuran su militancia activa a favor del aborto clandestino; su colaboración con el ajuste en los años de Macri; su más que cercana relación con grandes empresarios como el farmacéutico Hugo Sigman y su paso como ministro de Salud por la gestión de la misma Cristina Kirchner. La vicepresidenta propone salir de esta crisis política con un gabinete aún más a la derecha que el actual.
Al cierre de esta nota la crisis política sigue abierta. Las palabras duras se mezclan con algún que otro gesto negociador. La cúpula del Poder Ejecutivo, nacida de una coalición inestable, ventila sus tensiones ante todo el país. Esto no quita que, aún en el marco de estos choques, todos los sectores -incluido al hoy silencioso Sergio Massa- ratifican la precaria unidad del Frente de Todos.
Sin embargo, como ya fue señalado, esas tensiones no llegan al núcleo de los problemas estructurales. Ni Cristina ni Alberto -ni quienes toman partido por alguno de los bandos- cuestionan la subordinación del país a los dictados del FMI. Su debate acerca de las medidas económicas se limita a un reparto de los recursos escasos que quedan tras poner en primera fila los intereses del gran capital imperialista internacional. Esa atadura es la que hizo imposible y la que -a futuro- hace imposible al peronismo gobernante hacer reales sus promesas de la campaña de 2019.
La sumisión al FMI y las consecuencias sociales y económicas para las mayorías trabajadoras son lo que ha venido cuestionado el Frente de Izquierda Unidad a través de sus principales referentes y mediante una declaración pública. Por el contrario, es imprescindible un programa que empiece por cuestionar esa situación, planteando el desconocimiento soberano de la deuda pública. Este paso, como parte de un conjunto de medidas anticapitalistas puede avanzar en aquel sentido.
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Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.