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Red Internacional
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Tribuna Abierta. Fútbol: cuando el que gana, pierde

Coautor del libro "Fútbol y política", exfutbolista y DT, exiliado durante la última dictadura militar en Argentina. En esta columna Cappa habla de los jugadores de elite que se rodean de millonarios y políticos y terminan asumiendo las ideas de la clase dominante.

Lunes 11 de noviembre

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“El oprimido odia al opresor, pero al mismo tiempo quiere imitarlo” (Franz Fanon)

En “Los condenados de la Tierra”, Fanon se refiere al colonizado y su compleja relación con el colonizador.

Es que el colonizado, el oprimido, no puede reprimir su odio al opresor causante de su situación humillante, pero a la vez lo tiene como modelo a seguir, a imitar. Quiere ser como él en definitiva.

Tal vez pueda encontrarse una explicación en un concepto revelador de Karl Marx: “Las ideas de la clase dominante, son las ideas dominantes”.

Esto ocurre en todos los aspectos de la vida en las sociedades capitalistas donde vivimos. También en el fútbol.

Quiero referirme, particularmente, al fútbol profesional y sobre todo a algunos jugadores de la élite que ganan fortunas y están rodeados de todos los privilegios que no se encuentran en otras actividades propias de su clase social. En general esos jugadores provienen de la clase trabajadora, de los empobrecidos por el sistema.

Por eso llama la atención que algunos cracks como Agüero, Ramón Díaz, Tevez, o el Dibu Martínez, apoyen explícitamente a gobernantes que condenan al hambre y la miseria a gente de su barrio, de su familia, de su entorno.

Trataré de aportar algunos razonamientos, que hago después de más de 30 años de estar vinculado al fútbol profesional de élite.

Si juego, no pienso

Es tan absorbente, tan excitante, tan intensa la vida del futbolista profesional que, literalmente, no le queda tiempo para otra cosa que no sea el entrenamiento de mañana y el partido que viene. Tiene asimismo tantas presiones de distinta índole, que vive protegiéndose, encerrado en un individualismo del que sale, a veces, solo para integrarse en el equipo en el que juega.

La realidad social y política que lo rodea le queda cada vez más lejos. La fama y el dinero le quitan el suelo que pisa y lo depositan en una nube ilusoria de poder. Es decir, lo desclasan, le quitan sus raíces y le hacen suponer que pertenece a la clase dominante. Se esfuerza por aprender el uso adecuado de los cubiertos de mesa, se pone los perfumes y bebe el vino al alcance de muy pocos, se empareja con mujeres que aparecen en las revistas de moda y que ayer mismo ni lo miraban o lo hacían con desprecio, se viste con ropa de las marcas más caras y hasta cambia el modo de hablar.

Lo llaman y lo invitan presidentes de gobierno, ministros, gente famosa y lo tratan como si fuera un dios.

Es muy difícil en ese panorama no creerse un elegido de los dioses. ¿Dónde quedó su barrio, su gente? En el recuerdo de un pasado que superó “gracias a su esfuerzo”. De tanto en tanto no queda mal decir que no se olvida de donde viene, para que vean qué humilde que es.

Se siente un triunfador, un ganador. Alguien que llegó a la cúspide, de donde no se quiere bajar. Y ya que copia el modo de vida de la élite dominante, también repite sus opiniones políticas y cierra el círculo de una lamentable derrota en manos de sus opresores que lo incorporaron a sus filas sin que se diera cuenta.

Cree que es uno de ellos y no sospecha que ellos no lo consideran así ni lo considerarán nunca. Solo lo utilizarán mientras sea utilizable.

Tal cual dice el sociólogo Marcos Roitman, “el mundo burgués constituye una propuesta cultural. Ser rico no es condición de pertenencia a la clase dominante. Se puede ser explotado y ser millonario. Baste con mirar a los deportistas cuyos sueldos son estratosféricos y no por ello pertenecen a la burguesía. Siguen siendo trabajadores por cuenta ajena. Acceder a un nivel de consumo no les convierte en burguesía. Ni convertirse en empresarios les habilita. La burguesía tiene reservado el derecho de admisión como clase social. Otra cosa es que los inviten a cenar a su casa, los paseen por sus dependencias y les hagan creer que están entre iguales. La burguesía se burla de ellos y los tiene como tontos útiles. No es lo mismo Cristiano Ronaldo que Florentino Pérez”.

¿Quién dijo que todo está perdido?

Aun así, con todo en contra, sabiendo que sus opiniones a favor de las clases populares, les traerá muchos problemas y más presiones todavía, algunos futbolistas de élite (entrenadores y preparadores físicos también) no cayeron ni caen en las tentaciones del poder y siguen fieles a sus raíces, a su gente y aportan su influencia para la construcción de un fútbol mejor en una sociedad más justa.

Cito algunos ejemplos: Maradona, Cantoná, el Negro Enrique, Sócrates, Menotti, Mbappe, Jules Koundé, Claudio Morresi, Rivada, de Bahía Blanca, asesinado por la dictadura cívico-militar, Rubén Rossi, Mauro Navas, Fernando Signorini, Tony Kroos, Luque, Villa, Caszely y muchos otros.

También conozco a varios jugadores de los equipos que entrené, respetuosos de sus orígenes, con una ideología ajena a la clase dominante, que no menciono por respeto a su intimidad.

Todavía no terminó el partido

Estamos viviendo una etapa muy dura en Argentina y en casi todo el mundo para las clases populares y cada golpe duele más.

El fútbol no es una excepción. En Argentina los grupos económicos más poderosos quieren apoderarse de los clubes, arrebatárselos a los dueños auténticos que son los socios, para convertirlos en empresas que les de ganancias. Ya sabemos que el capitalismo convierte todo en un negocio.

Sin embargo, como dice una canción de David Lebon, “el sol siempre saldrá mientras que a alguien le queden ganas de amar”. Y yo diría, también de luchar para vencer la injusticia, que es un modo de amar.