Parecon (economía participativa) es un sistema económico alternativo desarrollado principalmente por Michael Albert, activista y teórico estadounidense, para reemplazar el capitalismo por un sistema donde exista una democracia económica con autogestión y equidad. En este artículo analizaremos su propuesta considerando tres de sus principales libros Parecon. Vida después del capitalismo, Vida más allá del capitalismo. Materializar la esperanza y No bosses. A new economy or a better world
Parecon
La idea central de parecon es crear organización económica y democrática que supere los problemas del capitalismo. Basada fundamentalmente en la propiedad social de los medios de producción; la planificación participativa y activa de la economía organizada en consejos de trabajadores y consumidores para la toma de decisiones; y una remuneración basada en el esfuerzo utilizando un sistema de trabajo equilibrado que busca que todas las personas realicen una combinación de tareas para evitar jerarquías laborales.
El modelo parecon, con la desaparición de la clases sociales y la explotación, promueve cuatro pilares que son: 1) la equidad vía remuneración basada en esfuerzo, 2) la autogestión como la capacidad de los individuos de tener una influencia proporcional en las decisiones económicas que los afectan, 3) diversidad y 4) solidaridad mediante una economía que promueva la cooperación y el apoyo mutuo que es preferible a una que fomente la competencia y la explotación, como lo hace el capitalismo.
La remuneración basada en esfuerzo podría ser vista como una modificación del "a cada cual según su trabajo" y "a cada cuál según su esfuerzo" con la idea de eliminar no solo la desigualdad producto de las relaciones de propiedad.
El sistema funcionaría bajo la participación activa de todos en la vida económica, distribuyendo equitativamente las cargas y recompensas del trabajo, y alinear los incentivos individuales con el bienestar social.
Planificación participativa
Dice Albert "En una economía participativa, todo centro de trabajo está gobernado por un consejo de trabajadores en el que cada trabajador tiene exactamente las mismas responsabilidades y los mismos derechos globales en el proceso de toma de decisión que cualquier otro" [1].
La idea de la planificación participativa se basa en consejos de trabajadores y consumidores organizados de manera federada, desde el nivel más local hasta el nacional. El objetivo es que tanto trabajadores como consumidores tengan una voz equitativa y que puedan influir en las decisiones que afectan su vida económica.
Los consejos de trabajadores organizan la producción en cada lugar de trabajo y toman decisiones sobre qué y cómo producir. Están compuestos por todos los trabajadores con igual poder de decisión.
Para poder desempeñar sus empleos de modo responsable, los trabajadores deberían tomar en consideración con qué les gustaría a ellos contribuir al producto social, tanto a través de sus propios esfuerzo como en relación a las personas con las que trabajan. Todos ellos deberían abordar el modo de combinar sus esfuerzos con los recursos y las herramientas disponibles para generar resultados valiosos de los que puedan beneficiarse otras personas" [2].
Por su parte, los consejos de consumidores organizan el consumo, desde familias y vecindarios hasta niveles más amplios. Expresan las preferencias y necesidades de consumo.
En cambio, para poder disfrutar de los resultados de modo responsable, los consumidores deberían tomar en consideración qué es lo que les gustaría recibir del producto social, bien de manera individual, o bien de manera colectiva junto a su familia, o junto a sus vecinos o junto a otras personas" [3].
La planificación en una economía participativa se realiza a través de varias iteraciones en las que los trabajadores proponen y ajustan colectivamente sus planes de producción y consumo mediante algunas rondas de aproximaciones, basándose en datos y retroalimentación de años anteriores, proyecciones demográficas y cualitativas, y ajustando los precios indicativos en función de la oferta y la demanda hasta llegar a una planificación que los deje conformes. Estos datos son brindados por consejos de facilitación de iteraciones (IFBs en inglés) que ayuda justamente a tener mayor transparencia y asegurarse que la información sea democratizada para la toma de decisiones. Las iteraciones de la planificación ayudan a ajustar los planes para lograr un mejor resultado.
Adicionalmente y más allá del corto y mediano plazo de la planificación, existen decisiones de inversión a largo plazo. La misma debe priorizar proyectos que mejoren la calidad de vida. Esta planificación también se realiza colectivamente, evaluando el costo y beneficio social de las inversiones propuestas y asegurando que los recursos se utilicen de manera eficiente y equitativa.
Los consejos de facilitación manejan la información necesaria para la planificación económica. Estos consejos aseguran que el proceso de planificación sea transparente y democrático, permitiendo que todos los actores económicos participen en la toma de decisiones.
Las decisiones en los consejos se toman buscando que el poder de decisión sea proporcional al grado en que cada persona es afectada por la decisión. Esto significa que para decidir algo que solo afecta al espacio de trabajo, ese consejo debería definirlo; en cambio, si la decisión es a nivel barrial como la instalación de una piscina comunal, el nivel de decisión sería la comuna.
El objetivo, describe Albert, es lograr una buena asignación de recursos que refleje las preferencias democráticas de la sociedad. Los consejos y la planificación participativa buscan empoderar a todos para participar en las decisiones económicas que afectan sus vidas. Es un sistema de planificación democrática y descentralizada basado en la participación directa de trabajadores y consumidores organizados en consejos federados.
Similar, aunque a la vez diferente, al cibercomuniso de Paul Cokshott, el catálogo general de Daniel Saros o el sistema de planificación de socialismo de medio planeta, este nivel de detalle de abordajes sobre tipos de planificación sirven para imaginar cómo se podría aprovechar la tecnología en la actualidad para ponerla al servicio de las necesidades sociales.
Parecon y los complejos de trabajo equilibrado
Uno de los puntos centrales del autor es que para lograr una verdadera autogestión y equidad en el lugar de trabajo, es necesario que todos los trabajadores participen en una variedad de tareas que incluyan tanto labores manuales como tareas de gestión y toma de decisiones. Según Albert esto evita que unos pocos acumulen poder y conocimiento a expensas de la mayoría.
Albert desarrolla la idea en contra de las jerarquías laborales partiendo de que en el capitalismo existe una división entre un 20% de los trabajos que denomina como propios de la clase coordinadora y otro 80% que realiza la clase subordinada [4] Sobre esta base, fundamenta la importancia de que todos los trabajadores tengan su proporción de trabajo relacionado a la toma de decisiones y así empoderarse para poder permitir una real planificación.
De ahí la propuesta es equilibrar los trabajos de manera que todos realicen una combinación de tareas empoderadoras y no empoderadoras. Esto podría ser realizar algún tipo de tarea de las que categoriza como más desafiante (como ser cirujano o ayudar en la toma de decisiones del hospital) y otras como menos (como limpiar el hospital). Si todos tuviéramos un equilibrio entre tipo de tareas podría ayudar a la participación activa general en la toma de decisiones y no de una minoría coordinadora.
Si mantenemos una división corporativa del trabajo, preservaremos la inequidad, impediremos la solidaridad y destruiremos la autogestión. Si establecemos lo que llamamos complejos de trabajos equilibrados, en los que el trabajo de todos sea comparativamente empoderador, impulsaremos la equidad, la solidaridad y la autogestión [5]
En debate con esta idea, Callinicos le responde a Albert:
Ahora veo más claramente que antes, que los complejos de trabajo equilibrados, al realizar todas estas funciones, están pensados para impedir que se constituya una clase de coordinadores privilegiados que usurpe los consejos de autogobierno. Ahora veo lo atractivo de un dispositivo así, pero pienso que es importante subrayar que (y creo que en esto estarías de acuerdo) por sí sólo no evitaría el triunfo de una nueva clase gobernante. Lo esencial para la estabilización y expansión de una sociedad autogestionada (lo que yo llamo ’socialismo’) serían otros dos factores; (i) hasta qué punto el contexto material - que en última instancia sólo podría ser global - facilita la consolidación de una democracia consejista; y (ii) en qué medida los consejos se desarrollan, desde instrumentos de lucha hasta instituciones de autogobierno. Economía, política, geopolítica - todo esto sería decisivo para determinar si la nueva sociedad echa raíces; estos mismos elementos también fueron decisivos para establecer el destino de las revoluciones anteriores [6].
La idea de equilibrar los trabajos para que toda la población realice tareas empoderadoras es valiosa como punto de partida para reflexionar sobre cómo la división del trabajo podría realizarse sin generar una división social que perpetúe las desigualdades. Para lograr una verdadera autogestión es relevante crear instituciones y una organización social que incentive la participación del conjunto de la población.
Si bien el objetivo detrás de este tipo de división es interesante, la decisión y viabilidad técnica y logística de este tipo de organización de la producción dependerá de las posibilidades concretas de la sociedad sin clases futura.
Parecon y la vida cotidiana
Por último y para resumir algunos de los aspectos destacados de Albert, un mérito relevante es apuntar al imaginario sobre lo que podemos considerar la vida cotidiana en una sociedad más allá del trabajo. No quedarse solo en la importante tarea de la organización de la producción, sino también desarrollar diferentes tópicos sobre qué diferencias tendría con el capitalismo: crianza, sexualidad, comunidad, ciencia y tecnología, educación, arte y periodismo.
Por ejemplo, en el caso de la educación, aborda cómo la educación en una economía capitalista tiende a reforzar las divisiones de clase y preparar a los estudiantes para su futuro rol en una jerarquía económica desigual. Moldear al estudiante para salir a trabajar y hacer dinero. En contraste, en una economía participativa (parecon), la educación estaría orientada a desarrollar las capacidades y potenciales de cada individuo.
Con respecto a la ciencia y tecnología, mientras que bajo el capitalismo, la investigación y el desarrollo tecnológico están orientados hacia la maximización de beneficios, lo que a menudo lleva a un mal uso de los recursos y a decisiones que no benefician a la sociedad en general. En contraste, una economía participativa alinearía el desarrollo científico y tecnológico con los intereses y necesidades de toda la sociedad, promoviendo la investigación que maximiza el bienestar social y la equidad. Por ejemplo, se podrían orientar las investigaciones para eliminar las tareas más ingratas y para mejorar la calidad de vida?
Por un tema de extensión no quedará desarrollado acá cada aspecto, pero en términos sintéticos podemos decir que el autor plantea un método sistemático de abordaje donde aplica los mismos valores Parecon a estos diferentes aspectos para llegar a ciertas ideas sobre cómo podría ser nuestra vida.
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Hasta acá una visión general de Parecon. Los valores que impulsa como el empoderamiento y la autogestión de los trabajadores parecen valiosos. Es muy interesante, también, la idea de una planificación participativa basada en consejos de trabajadores y consumidores. Lejos de una visión tecnocrática como puede verse en otros autores, Albert desarrolla un concepto que tiene puntos de similitudes con la democracia soviética. Por último la idea de pensar constantemente en función del empoderamiento de los trabajadores y evitar cualquier tipo de burocratización o lo que él llama “clase coordinadora” tiene su mérito cuando lo vincula con propuestas concretas como la participación de la planificación con organismos transparentes e informados y la división del trabajo que incentive la autogestión.
Parecon, la (no) estrategia y la ausencia de la transición
Uno de los grandes déficits que tiene la propuesta de Albert es la ausencia de una estrategia clara para lograr llegar hacia una sociedad sin clases. En caso de convencernos del modelo parecon que propone (y veremos críticamente en detalle en el siguiente apartado), no hay casi vinculación entre su correcta crítica del poder que ejerce la clase dominante en el capitalismo y su estrategia para vencer.
En “Vida más allá del capitalismo. Materializar la esperanza” hay un capítulo de Estrategia donde remarca la importancia de construir movimientos que no solo busquen reformas inmediatas [7], sino que también tengan “como objetivo final una transformación revolucionaria hacia un sistema económico basado en parecon y la necesidad de movimientos que eviten caer en estructuras de poder coordinadoras”.
El autor acá separa en 3 las opciones donde además de capitalismo y sociedad sin clases, agrega el coordinardorismo que sería algo así como su visión sobre el socialismo.
"La opción ante la que se encuentran los activistas sociales no es en dos sentidos, entre capitalismo y ausencia de clases, sino que es una opción en tres sentidos, entre capitalismo, ’coordinadorismo’ y ausencia de clases" [8].
Si bien Albert reconoce que la transición a Parecon "no será una cosa inmediata y que tomará tiempo" [9], en ningún momento aclara ni cómo será esa transición ni cómo sería la misma y qué desafíos tendrá. Sin una organización política fuerte y cohesionada, ¿cómo se mantendrá la dirección y el impulso revolucionario durante este período prolongado de transición?
En primer lugar y uno de los problemas centrales de la propuesta de Albert es que Parecon, que plantea en contraposición al marxismo, parte de una visión abstracta y está desconectado de realidades históricas específicas. No aborda cómo las diferentes etapas de desarrollo capitalista, las estructuras de clase existentes o las particularidades nacionales afectarían la implementación de Parecon. No propone una nueva sociedad partiendo del análisis de las leyes del capitalismo. Es un enfoque orientado por valores y por la realización de abstracciones como la justicia y la equidad [10].
Esta falta de análisis material concreto lleva a una propuesta que ignora los desafíos específicos que cada sociedad enfrentaría en la transición hacia una economía participativa. Como señaló Marx, "Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado."
La falta de un análisis detallado sobre la transición en Parecon borra del mapa las complejidades que implica transformar una sociedad capitalista en una economía participativa. Albert reconoce que la transición "no será una cosa inmediata y que tomará tiempo", pero no profundiza en cómo se manejarían los obstáculos específicos durante este período prolongado.
La transición al socialismo no es un proceso simple, requiere una comprensión profunda de las dinámicas económicas, políticas y sociales. La historia ha mostrado que las revoluciones socialistas deben lidiar con la resistencia de estructuras capitalistas arraigadas y la necesidad de construir nuevas formas de organización económica.
Sobre esto Ernest Mandel escribió que la URSS era una sociedad post-capitalista congelada en una etapa transicional entre el capitalismo y el socialismo como resultado del aislamiento internacional de los países más avanzados y por los efectos negativos de la dictadura burocrática [11].
Si bien Albert analiza el proceso de globalización por el cual el capitalismo se ha extendido a nivel mundial y aunque desea que Parecon se extienda globalmente no lo aborda como una necesidad. Más bien el autor se pregunta ante diferentes escenarios cómo interactuaría una parecon con otros países que no compartan su lógica de organización y prácticas económicas? A lo que responde que en caso de coexistir en ambos sistemas, se debería interactuar de manera que "disminuya las brechas de riqueza y poder" que proporcione "una cooperación socialmente responsable a otros países menos favorecidos" y que apoye "movimientos que busquen obtener relaciones económicas participativas en otros lugares". Podría decirse que ve viable el "Parecon en un solo país".
Con toda esta serie de enumeraciones con valores generales, y más allá de decisiones tácticas en el plano económico, otra vez muestra una falta de análisis histórico sobre los problemas que tuvieron las experiencias de los Estados obreros en el comercio con países capitalistas más poderosos. ¿Cuál hubiera sido el destino del socialismo en caso de una revolución triunfante en Alemania en 1923? Más allá de la relación económica, cuál debería ser la vinculación de la parecon para promover la internacionalización de la misma?
Como escribió Trotsky "… el problema histórico de “¿Quién vencerá?”, no puede resolverse dentro de las fronteras nacionales (…) los éxitos o los fracasos del interior no hacen más que preparar las condiciones más o menos favorables para su decisión en la arena mundial" [12].
Quedan múltiples preguntas por contestar: ¿Cómo se llevará adelante la ruptura del orden capitalista existente? ¿Si no es mediante una ruptura revolucionaria, será mediante un proceso de reformas constantes? ¿Será su visión de transición acorde a los modelos que por momentos reivindica como Kerala y Porto Alegre por su planificación participativa aun en el capitalismo? ¿Cuál es el camino propuesto por Albert?
Llama la atención el nivel de detalle sobre determinados problemas específicos de Parecon y a la vez la falta de una visión desarrollada sobre la transición en Parecon que la hace vulnerable a problemas similares que han enfrentado otros proyectos.
Parecon y la clase coordinadora
El autor describe que la planificación centralizada, aunque intentada como un medio para lograr una economía sin clases, en la práctica crea una nueva clase coordinadora de planificadores y gerentes que monopolizan la toma de decisiones y disfrutan de mejores condiciones laborales y de consumo. Esto también resulta en la alienación de los trabajadores y la falta de autogestión, por lo que en las economías planificadas centralmente vemos una clase coordinadora de planificadores y gerentes que inevitablemente se convierte en la clase dominante [13].
Como se mencionó anteriormente, es casi nulo su desarrollo sobre los desafíos que tendrá una transición y si bien analiza críticamente algunas experiencias de planificación centralizada, no arroja ningún indicio de cómo, desde Parecon, se podrían sortear algunos de los problemas propios que una economía en transición de capitalismo a la sociedad sin clases que propone, tendría.
Veamos más en detalle el desarrollo del autor en este su cuestionamiento al socialismo y su definición de clase coordinadora que sería supuestamente el camino inevitable de esta sociedad.
En su apartado de participación política (parpolitics), cita a Stephen Shalom donde propone una articulación en diferentes grados en los consejos para poder llevar adelante la organización general de la sociedad:
Shalom aclara, tal vez en contra de la intuición de la mayoría, que "un consejo de 25 miembros’, con cinco niveles, suponiendo que la mitad de la población sean adultos, abarcaría una sociedad de diez millones de personas; un consejo de 40 miembros, nuevamente en cinco niveles, daría cabida a una sociedad de 200 millones de personas, un consejo de 50 miembros comprendería en su quinto nivel a 625 millones de personas. Con un sexto nivel, aun con consejos de 25 miembros, se podría abarcar una sociedad de cerca de 500 millones de individuos"; demuestra así que sus consejos en niveles son flexibles y están dentro del alcance de las posibilidades prácticas" [14].
La propuesta de una coordinación global plantea una aparente contradicción: ¿no sería esta coordinación similar a la "clase coordinadora" que el autor critica? Sin embargo, la necesidad de articulación y coordinación es fundamental, como por ejemplo en áreas como la planificación ambiental, que trasciende los límites de una sola ciudad.
El autor parece reconocer esto al proponer capas de planificación y enfatizar la importancia de compartir avances tecnológicos para evitar desigualdades productivas entre diferentes regiones.
Este modelo de planificación se parece mucho a un socialismo autogestionado o "desde abajo". No obstante, Albert insiste en reemplazar la palabra socialismo por planificación centralizada burocráticamente como si el camino que tomaron las experiencias como la URSS fueran socialismo (no lo fueron) e inevitables.
Esto no significa que esa articulación convierta a sus delegados en una burocracia que lleve a las masas como rebaño, sino todo lo contrario: que ayude a organizar e impulsar a las masas a la toma del poder.
Esta distinción fue central en las críticas de Trotsky contra la burocracia stalinista, enfatizando la importancia de una democracia proletaria donde el poder resida en los soviets y otros organismos de autoorganización. Como Trotsky señaló: “La democracia soviética no es la demanda de una política abstracta, menos aún una moral abstracta. Se ha convertido en un asunto de vida o muerte para el país” [15]
La necesidad de una planificación democrática y participativa es justamente un aspecto fundamental para evitar la burocratización. Desde este ángulo la constitución de soviets o consejos como el propio autor desarrolla. Estos consejos tienen que representar una forma genuina de democracia, donde los delegados sean elegidos y puedan ser revocados por sus electores. Trotsky, a quien critican por querer impulsar el coordinadorismo donde la voluntad de las masas se subordine a la de uno solo, fue quien intentó dar respuesta a problemas complejos y a las contradicciones a las que se enfrentaría la URSS.
Defender la democracia soviética es, en esencia, oponerse a una clase coordinadora. Implica rechazar la burocratización y la concentración del poder en una casta gobernante, evitando así la subordinación de la clase trabajadora que el autor critica.
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Parecon ofrece una visión interesante sobre la vida después del capitalismo, desarrollando con detalles y ejemplos cómo podría ser una planificación participativa tanto en consejos de trabajadores y consumidores y remarcando la importancia del empoderamiento y la autogestión de la clase trabajadora y a la vez apelado al imaginario sobre cómo podría organizarse la vida cotidiana de una sociedad no capitalista [16], sin embargo su desconexión del análisis materialista histórico la hacen vulnerable a los mismos problemas que han enfrentado otros proyectos utópicos. Su crítica constante al marxismo y la vanguardia organizada caen al vacío por el simple hecho de criticar ciertos riesgos pero no proponer alternativas reales como una estrategia clara para enfrentar al Estado capitalista, y la ausencia de una estrategia de transición desarrollada limita seriamente su aplicabilidad práctica y su capacidad para enfrentar los desafíos reales de la transformación social.
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