El herbicida glifosato fue finalmente reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como sustancia probablemente cancerígena para humanos.
Sábado 28 de marzo de 2015
El pasado 20 de marzo la Agencia Internacional para la Investigación de Cáncer (IARC por sus siglas en inglés) dependiente de la OMS presento un informe donde agrega al glifosato junto a otros cuatro herbicidas e insecticidas organofosforados, ampliamente utilizados en la industria al Grupo A2, categoría de sustancias probablemente cancerígenas para humanos.
Este grupo reúne a las sustancias que tienen pruebas limitadas de carcinogenicidad en los seres humanos, pero a su vez existen datos sólidos sobre cómo esos agentes pueden causar cáncer o directamente está demostrado que lo generen en animales. Así el informe señala acerca del glifosato que “hubo evidencia limitada de carcinogenicidad en humanos para Linfoma no Hodgkin”, citando estudios publicado desde 2001 sobre la exposición (en su mayoría agrícola) en los EE.UU., Canadá y Suecia. Pero afirma que “hay pruebas convincentes de que el glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio”. Por su parte, en ensayos in vitro, se “demostró que el glifosato causó injuria en el ADN de células humanas”.
El glifosato es el principio activo del producto comercial Roundup, uno de los herbicidas más vendidos en el mundo. Solo en la Argentina se usan unos 300 millones de litros en 28 millones de hectáreas, principalmente en las que se cultiva soja. El producto fue creado en 1970 por la multinacional bioquímica Monsanto, corporación responsable de la producción del Policloruro de Bifenilo o PCB, un intercambiador de calor y fluidos dieléctricos para transformadores y el herbicida y defoliante Agente Naranja, utilizado por EE.UU. en la guerra de Vietnam. Ambos químicos generaron verdaderos estragos ambientales y sanitarios, quedando finalmente prohibidos.
Durante estos años el glifosato fue enérgicamente cuestionado por organizaciones y trabajadores de las aéreas rurales que notaron de forma empírica efectos adversos considerables. Tanto las corporaciones del agronegocio como el gobierno reprimen estas denuncias de manera constante.
Incluso desde el ámbito científico ya existían antecedentes en el país que aseveraban la toxicidad de este herbicida. En el 2010 el doctor Andrés Carrasco publicó el artículo "Glyphosate-based herbicides produce teratogenic effects on vertebrates by impairing retinoic acid signaling", en la revista Chemical Research in Toxicology, donde demostraba efectos teratogénicos en vertebrados por Glifosato. El artículo fue bien recibido y tuvo alto impacto dentro de los círculos académicos pero fue denostado por los medios de comunicación y el gobierno nacional como un trabajo mediocre y tendencioso. Incluso el presidente del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONICET) y el Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Baraño, lanzaron una campaña en su contra. Carrasco respondió “creen que pueden ensuciar fácilmente treinta años de carrera. Son hipócritas, cipayos de las corporaciones, pero tienen miedo. Saben que no pueden tapar el sol con la mano. Hay pruebas científicas y, sobre todo, hay centenares de pueblos que son la prueba viva de la emergencia sanitaria”.
Al igual que Carrasco hubo muchos científicos que impulsaron investigaciones independientes para establecer la toxicidad de éste herbicida, todas fueron bastardeadas, pero hoy la evidencia es tan incontenible que incluso la OMS tiene que comenzar reconocerla. Sin embargo, a pesar de ser una organización de peso indudable, Monsanto emitió tres días después la publicación de la IARC un comunicado, donde califico al informe ni más ni menos como el resultado de la “ciencia basura”, acusando a los autores de una selección no objetiva de los datos y de contener conclusiones sesgadas.
La ciencia también es un campo de batalla en la lucha de clases. Es evidente que tanto Monsanto como todas las empresas del agronegocio y el gobierno que las proteja seguirán difamando y reprimiendo a los que expongan esta realidad, no importa ni el medio ambiente, ni la salud humana, sino proteger los intereses capitalistas.