El 28 de Agosto de 1994, Independiente recibía a Huracán -el puntero del campeonato a sólo un punto de distancia- y sólo ganando podía arrebatarle el título. El recuerdo de otra gesta roja, esta vez de la mano de Garnero, Rambert, Gustavo López y Usuriaga, entre otros.
Viernes 28 de agosto de 2015
Las efemérides a veces son un poco caprichosas. Para una persona, llegar a los 21 años es cumplir la mayoría de edad. Para una institución, por caso un club, puede ser la excusa para rememorar lo grande que se era en el pasado y buscar las vías para recuperar la memoria y la gloria de antaño. Por eso aquel equipo campeón del Torneo Clausura 1994 es tan importante para el público de Independiente, para quienes vivieron aquella tarde de Domingo y para los que no. Esa conquista inauguró un breve ciclo de triunfos resonantes (le siguieron 2 Supercopas y una Recopa), el último ciclo glorioso del rojo de Avellaneda. Luego hubo dos excepciones (Apertura 2002 y Sudamericana 2010) a un ciclo de frustraciones y torneos olvidables que la hinchada roja anhela revertir.
Hace 21 años no cabía un alfiler en esa tarde soleada y calurosa en la “Doble Visera de cemento”. El día se ofrecía ideal para un buen partido de fútbol y los protagonistas, Independiente que escoltaba al Huracán puntero. Ambos venían desplegando un fútbol efectivo y vistoso en el último tramo de ese campeonato y se veían las caras en el cierre de ese Torneo Clausura ´94. Un guionista de novelas deportivas no podía pensarlo mejor: la gloria a sólo un partido, para ambos. Para el rojo de Miguel Brindisi, la presión era ganar para superar por un punto al rival (en aquel tiempo la victoria sumaba sólo 2). El empate no le servía a los de Avellaneda. Para el Globo de Cúper, la presión era jugar en calidad de visitante y el trauma de 20 años sin campeonatos para el club “quemero”.
Independiente empezó el torneo con una serie de empates que no daban mucha esperanza (Vélez, Gimnasia y Tiro de Salta, Newell´s, Belgrano de Córdoba) aunque en el medio pudo ganar un clásico que siempre se le presenta difícil: 1 a 0 ante River Plate. Brindisi insistía con un delantero que no daba pie con bola: el “Palomo” Usuriaga. Pero una noche de viernes ante Ferrocarril Oeste comenzó algo mágico. El rojo ganó 2 a 0 con goles de Garnero y el cuestionaddo “Palomo”. El de Garnero fue obra de la fortuna y de un arquero rival (el mono Burgos) un poco dormido. El Dani remató de media distancia y a Burgos le picó raro. Era muy fácil pero parece que al arquero lo marearon los cartones de la marca de jugos que auspiciaban a Independiente, que esa noche se regalaron a mansalva y el público rojo lanzó al césped en altas cantidades. Digamos, como para buscarle una explicación a un típico “gol bobo”. Pero la obra maestra fue del colombiano, con un golazo lleno de amagues y gambetas, que terminó tirando al primer palo para asegurar el 2-0. Esa noche algo comenzaba a cambiar.
Más adelante pudo Independiente derrotar a Lanús en su cancha todavía con tablones de madera con una tribuna visitante que daba a la casa de una señora que, desentendida ella, colgaba la ropa en esa tarde de día de semana. Otro triunfo por 2-0.
El gran clásico ante Racing Club fue empate, un 2-2. La Academia pudo mantener una racha de varios empates y algún triunfo desde su regreso a Primera División y aquel campeonato no fue la excepción. Empezó perdiendo (el gol de Racing fue del Piojo López) pero pudo empatar el criterioso volante Diego Cagna. Y luego darlo vuelta con el famoso “avioncito” de Sebastián Pascual Rambert. Pero la Academia se llevó un empate por obra del “Simpson” Allegue que además bajó al rojo de la punta del torneo. La maldición ante Racing se rompería en el campeonato siguiente, en el Cilindro.
Le siguieron un nuevo empate ante Estudiantes y la única derrota sufrida en ese torneo: un vibrante 2-3 frente a San Lorenzo, un partido de ida y vuelta, de los mejores que se recuerden a pesar del resultado adverso.
A partir de ahí, se alternaron algunas victorias ante equipos accesibles como Deportivo Español o Platense y empates insólitos como frente a Mandiyú o Argentinos Jrs. Parecía que se le había terminado la nafta a ese rojo que por momentos jugaba tan bien como su mentor, Miguelito Brindisi…
Pero lo más sabroso llegó en el último tramo. Un triunfo aplastante ante Banfield por 4 a 0 dejó al Rojo embalado para ir a buscar la punta ante Boca en la Bombonera. Y lo estaba consiguiendo con un golazo de Gustavito López. Pero el Mono Navarro Montoya tuvo una tarde genial y el “Manteca” Martínez pinchó la ilusión cuando empató el clásico y dejó a Huracán con ventaja en la tabla. Quedaban dos fechas y la última era ante el Globo de Cúper.
En una visita al Bosque, el Lobo no se pudo comer a Caperucita. Fue todo Rojo, una goleada inolvidable 5 a 1 donde nuevamente se lucieron el Palomo Usuriaga, Perico Pérez y hasta el querido (y querible) Luli Ríos que estrelló un derechazo fenomenal al ángulo para un gol memorable. Fue la tarde en que “Perico” le voló la gorra a un poli de un pelotazo y de la sociedad del gol, Usuriaga-Rambert.
Y así llegó esa final. Huracán tenía las de ganar pero Independiente entendió que tenía una cita con su historia esa tarde. A los 18 minutos del primer tiempo, Gustavito López se disfrazó de “win izquierdo” y mandó un centro bajo luego de un par de amagues para que conecte “Pascualito” Rambert y festeje con su clásico “avioncito”. El sueño de Independiente remontaba vuelo.
Un rato después llegó un lindo tiro libre, aunque un poco lejos del área. Brindisi tenía la opción de los bombazos de Perico o de Serrizuela. Pero Garnero dijo “esta es la mía” y pidió ese tiro libre. Como para decorar con un lujo ese campeonato porque resultó un bochazo con clase que se acomodó en el primer palo de Marcos Gutiérrez para derrumbar a un Huracán que ahí perdió el control. Era ya el 2-0.
Vino otro desborde de Gustavito que Rambert no pudo conectar pero que el pobre Couceiro (zaguero quemero) rozó y envió al gol, y para cerrar un centro de Garnero para que la frutilla del postre la coloque el ya veterano “Tigre” Gareca. Así se gana una final para Independiente, eso es lo que nunca debe olvidar.
El imbatible Islas en el arco, el “morrón” Rotchen y “Tiburón” Serrizuela la dupla central de la defensa, Craviotto y el Luli Ríos por las puntas; en el medio Cagna, Perico Pérez, Gustavito López y el Dani Garnero; arriba otra vez Pascualito Rambert y el Palomo Usuriaga, los protagonistas de ese campeonato y de esa nueva hazaña. Algunos “actores de reparto” también tuvieron sus buenos momentos y colaboraron con esa gesta: el propio Gareca, Walter Parodi, el arquero suplente Maltagliatti, el “tapón” Gordillo, Eber Moas, Hermes Desio, Martín Vilallonga, entre otros.
Aquella generación de jugadores que tanta alegría le regaló al pueblo rojo se dedicó en su mayoría a la dirección técnica. Salvo Cagna, ninguno logró todavía transmitir lo mismo que transmitían en el césped. El “Palomo” tuvo un trágico final (murió asesinado) y Brindisi tuvo sus chances en equipos grandes (Boca, Racing, nuevamente en Independiente para evitar un descenso inevitable) pero nunca se dieron igual las cosas. Tal vez fue tanta la dosis de gloria obtenida en aquel Clausura ´94 que la gastaron toda en esas tardes. El pueblo rojo les agradecerá por siempre.