Presentamos a modo de adelanto el artículo “¡Atención a la teoría!”, traducido especialmente para la nueva obra escogida de León Trotsky que estamos preparando, una compilación acerca de la cultura en el período de transición, que Ediciones IPS-CEIP publicará este año.
Este artículo es parte de toda una serie dedicada a cuestiones de la cultura, modos de vida y vida cotidiana publicada y revisada por el propio Trotsky en uno de los tomos de sus obras completas rusas. En castellano, se conocía una parte de estos artículos, reunidos mayormente en Problemas de la vida cotidiana y algunos otros dispersos en diferentes publicaciones.
Finalizada la guerra civil, el revolucionario ruso considera que, si no fuera por el aislamiento y por ende indefensión de la Unión Soviética en el terreno internacional, el centro de gravedad de la política bolchevique estaría dada por el trabajo cultural o “culturización” entre las masas. A lo largo de toda esta obra se esfuerza por demostrar la vinculación entre la vida cotidiana en la fábrica, en el hogar o a nivel la ciencia y la educación, en el rol de la prensa, entre otros aspectos de la cultura que aborda, y el avance de la revolución, el Estado obrero y la edificación del socialismo. Centra su atención en el Partido Comunista, pero también en los sectores obreros y juveniles avanzados del joven Estado obrero.
En “¡Atención a la teoría!”, de 1922, Trotsky saluda la salida de la revista Bajo la bandera del marxismo, que tenía como objetivo unir a los que tenían un punto de vista dialéctico materialista sobre los principales temas de la filosofía, las ciencias sociales y las ciencias naturales, buscando lograr una mayor influencia. En el número 3 la revista además se publica un artículo donde Vladimir Lenin subraya que “Además de una alianza con materialistas consecuentes que no pertenecen al Partido Comunista […] no es menos sino más importante la alianza con representantes de las ciencias naturales modernas que se inclinan hacia el materialismo y que no temen defenderlo ni predicarlo contra las divagaciones filosóficas en boga, con tendencia al idealismo y al escepticismo, y que predominan en la llamada ‘sociedad instruida’”. Y pidió a los colaboradores de la revista que organizaran “un estudio sistemático de la dialéctica de Hegel desde un punto de vista materialista, o sea, de la dialéctica que Marx aplicó prácticamente en El capital y en sus trabajos históricos y políticos …” [1].
En este artículo, y a lo largo de los trabajos de esta obra, Trotsky hace hincapié en que el triunfo de la revolución no resuelve por arte de magia las enormes contradicciones que tenía Rusia respecto del atraso material y cultural. Este combinaba distintas fases del desarrollo del capitalismo ruso –entre una cultura clerical propia del feudalismo con las de la burocracia del Estado bajo el zarismo–, a los que se suma las propias tendencias burocráticas del naciente Estado obrero ruso relacionadas al atraso heredado, el aumento de la escasez y particularmente la desaparición de una parte importante de la vanguardia obrera en la guerra civil junto al retroceso de la revolución en países avanzados como Alemania, lo que en poco tiempo dará lugar a la consolidación de una burocracia política en el Estado y en el partido bajo la dirección de Stalin. La reacción en el terreno intelectual que significó este proceso, y la vulgarización del marxismo consolidada luego como dogma con el nombre de DIAMAT, fueron también parte de las preocupaciones y combates de Trotsky. En 1919, en “¿Científicamente o de cualquier modo?” [2], un artículo que también se incluye en la obra rusa, el fundador del Ejército Rojo escribe que “El proletariado y, sobre todo, las masas campesinas, sólo han emergido recientemente, después de todo, de muchos siglos de esclavitud y soportan todas las consecuencias de opresión, ignorancia y oscurantismo. La conquista del poder, en sí misma, no transforma a la clase obrera en absoluto, y no le confiere todos los logros y cualidades que necesita: la conquista del poder apenas abre para ésta la posibilidad de estudiar realmente, desarrollarse y resolver sus falencias históricas”. Considerado el más dialéctico de los marxistas, como lo llamó Hillel Ticktin [3], Trotsky desarrolló a lo largo de su obra numerosos aportes en este terreno [4].
En la historia de la sociedad, la cultura burguesa ha operado en pos de cercenar el pasado de sus lecciones, como una de las vías para naturalizar el capitalismo actual y condenar la visión sobre el futuro a la distopía, beneficiando a su vez la exacerbación de todo tipo de misticismos e idealismos. La situación en la que vivimos es muy distinta a la que enmarca este artículo de Trotsky. El período de restauración burguesa vino acompañado de la proliferación de distintas formas de idealismos y determinismos mecánicos y, por supuesto, de un ataque al marxismo y a la concepción dialéctica materialista en las ciencias sociales o naturales. Aunque el neoliberalismo esté en crisis –por sus propias contradicciones y por una persistente lucha de clases que pone en cuestión sus presupuestos–, la pelea contra las teorías justificadoras del statu quo y los límites que impone el capitalismo a la creatividad cultural, teórica y científica, siguen siendo un frente de batalla.
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¡ATENCIÓN A LA TEORÍA! [5]
Carta al Consejo Editorial de la revista Bajo la Bandera del Marxismo
27 de febrero de 1922
Queridos camaradas:
La idea de publicar una revista para introducir a la juventud proletaria progresista en la concepción materialista del mundo me parece de máxima importancia y utilidad.
La vieja generación de trabajadores y comunistas, que ahora juega un rol dirigente en el partido y en el país, despertó a la vida política consciente hace diez, quince, veinte o más años. Su reflexión comenzó con el desarrollo de una perspectiva crítica sobre la policía, el supervisor y el capataz, se extendió al zarismo y al capitalismo y luego, la mayoría de las veces en la cárcel y en el exilio, se enfocó sobre cuestiones de filosofía de la historia y el conocimiento científico del mundo. Por lo tanto, antes de que el proletariado revolucionario llegara a las cuestiones más importantes de la explicación materialista del desarrollo histórico, ya había logrado acumular una cierta cantidad de generalizaciones cada vez más amplias, de lo particular a lo general, sobre la base de su propia experiencia de vida.
El joven obrero de hoy despierta en el ámbito del Estado soviético, que es en sí mismo una crítica viva del viejo mundo. Las conclusiones generales a las que llegó la vieja generación de trabajadores en la lucha, y que fueron reforzadas en la conciencia con los fuertes clavos de la experiencia personal, son ahora recibidas por los trabajadores de la generación más joven ya elaboradas directamente de las manos del Estado en el que viven, de las manos del partido que gobierna este Estado. Esto significa, por supuesto, un gigantesco paso hacia adelante en el sentido de crear las condiciones para la futura educación política y teórica de los trabajadores. Pero, al mismo tiempo, en este nivel histórico incomparablemente superior, alcanzado por el trabajo de la antigua generación, surgen nuevos problemas y nuevas dificultades para la nueva generación.
El Estado soviético es una contradicción viva del viejo mundo, de su orden social, de sus relaciones personales, de sus puntos de vista y creencias. Pero, al mismo tiempo, el propio Estado soviético sigue estando lleno de contradicciones, de lagunas, de falta de coordinación, una planificación imprecisa; en una palabra, de fenómenos en los que la herencia del pasado se entremezcla con los brotes del futuro. En una época transicional tan profundamente crítica e inestable como la nuestra, la educación de la vanguardia proletaria requiere fundamentos teóricos serios y confiables. Para evitar que los grandes acontecimientos, los poderosos ascensos y reflujos, los rápidos cambios de tareas y métodos del partido y del Estado desorganicen la conciencia del joven obrero y quebranten su voluntad –incluso antes de que este cruce el umbral de su trabajo responsable e independiente–, es necesario armar su pensamiento y su voluntad con una actitud materialista.
Hablamos de armar su voluntad, y no solo su pensamiento ya que, en una época de grandes convulsiones mundiales más que en cualquier otro momento, nuestra voluntad puede no solo derrumbarse, sino también templarse, pero solo con la condición de que se apoye en una comprensión científica de las condiciones y causas del desarrollo histórico.
Por otra parte, precisamente en esta clase de épocas, de grandes cambios como la nuestra –sobre todo si se prolonga, es decir, si el ritmo de los acontecimientos revolucionarios en Occidente resulta ser más lento de lo esperado– es muy probable que diversas escuelas y sectas filosóficas, idealistas y semiidealistas, intenten hacerse con el control de la conciencia de la juventud trabajadora. Tomado de improviso por los acontecimientos –sin una rica experiencia previa de la práctica en la lucha de clases–, el pensamiento de la juventud obrera puede resultar indefenso frente a las diversas doctrinas del idealismo, que son en esencia una traducción de los dogmas religiosos al lenguaje de la falsa filosofía. Todas estas escuelas, con toda la variedad de sus denominaciones idealistas, kantianas, empiriocríticos [6] y otras, equivalen en último término a sostener la idea de que la conciencia, el pensamiento y el conocimiento preceden a la materia, y no al revés.
La tarea de la educación materialista de la juventud trabajadora consiste en revelarle a ella las leyes básicas del desarrollo histórico, y derivar de estas leyes básicas la más elevada e importante, a saber, la ley que dice que la conciencia de los pueblos no es un proceso psicológico libre e independiente, sino una función de la base económica material; que está condicionada por ella y está a su servicio.
La dependencia de la conciencia con respecto a los intereses y relaciones de clase, y de estos con respecto a la organización económica, aparece de manera más clara, más abierta y más dura en una época revolucionaria. Con esta experiencia insustituible debemos ayudar a la juventud trabajadora a reforzar en su conciencia los fundamentos del método marxista.
Pero esto no es todo. La propia sociedad humana, tanto por sus raíces históricas como por su economía contemporánea, se extiende al mundo de la historia natural. Debemos ver al ser humano contemporáneo como un eslabón de todo el desarrollo que parte de la primera célula orgánica minúscula, que procede a su vez del laboratorio de la naturaleza, donde actúan las propiedades físicas y químicas de la materia. La persona que ha aprendido a mirar con ojos claros el pasado de todo el mundo, incluyendo la sociedad humana, los reinos animal y vegetal, el sistema solar y los interminables sistemas que lo rodean, no se pondrá a buscar las claves de los secretos del universo en los antiguos “libros sagrados”, esos cuentos de hadas filosóficos del infantilismo primitivo. Y la persona que no admita la existencia de fuerzas celestiales místicas, capaces a voluntad de inmiscuirse en la vida personal o social y dirigirla hacia uno u otro lado, que no crea que la carencia y el sufrimiento encontrarán algún tipo de recompensa mayor en otros mundos, se mantendrá más firme y estable en nuestra tierra, buscará con más audacia y confianza el apoyo para su trabajo creativo en las condiciones materiales de la sociedad.
La visión materialista del mundo no solo abre una amplia ventana a todo el universo, sino que también fortalece la voluntad. Es lo único que hace que el ser humano contemporáneo sea un ser humano. Este sigue dependiendo, es cierto, de condiciones materiales difíciles, pero sabe cómo superarlas y participa conscientemente en la construcción de una nueva sociedad, basada en la más alta capacidad técnica y en la más alta solidaridad.
Dar a la juventud proletaria una educación materialista es una tarea suprema. Y a su revista, que quiere participar en este trabajo de educación, le deseo éxito de todo corazón.
Saludos comunistas y materialistas
L. Trotsky
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