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Red Internacional
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Genocidio. Intentaron encubrirlo, pero mi viejo nunca dudó de que vio a Milani en su cautiverio

Ayer Juan Cabandié afirmó que el ex jefe del Ejército está preso gracias al kirchnerismo. La hija de Oscar Schaller, exdetenido y denunciante contra Milani, critica esas declaraciones del dirigente kirchnerista.

Domingo 19 de febrero de 2017 10:49

Era la siesta del viernes cuando leí que Milani había quedado detenido en La Rioja. Inmediatamente pegué un salto y lo llamé a mi viejo, Oscar, oriundo de esos mismos pagos y que lleva décadas viviendo en Buenos Aires, a donde llegó huyendo de las garras de la dictadura cuando tenía mucho menos que mi edad actual. Nos dijimos pocas palabras, las justas para sabernos compartiendo la emoción a la distancia, el regusto a un triunfo que hay que defender y llevar hasta el final. Mi viejo nunca lo dudó: era Milani el que aquel día del año 1976 lo recibió a la salida de la celda donde estuvo en cautiverio en el batallón 141 de La Rioja y hasta le pregunto si estaba bien, como si pudiese estarlo en esas circunstancias. Durante años aquel fue sólo un rostro entre otros, oscurecido y relegado a un segundo plano por otros tantos hechos y verdugos que intervinieron en los secuestros y torturas que sufrieron mi viejo y mi abuelo, Plutarco Schaller, El Chacho, preso durante toda la dictadura militar; y en los sistemáticos hostigamientos que sufrió mi abuela, La Chacha.

Pero un hecho sacó de las sombras ese rostro que había quedado desdibujado en su machacada memoria personal y lo arrojó súbitamente al presente: un día vio como ese genocida era encumbrado a Jefe del Ejército por Cristina Kirchner. Y toda una enorme cinta de vivencias rebobinó hacia atrás, llevó la memoria hasta ese día, y ayudó a ponerle nombre a aquel militar que lo recibió a la salida de la celda: Cesar Milani. El mismo "tenientito Milani", como le decían, que presenció las marcas de las torturas en el cuerpo de mi abuelo, El Chacho, en el hospital Vera Barros donde lo habían trasladado por su estado de salud y en donde intentaron montar el escenario de una supuesta fuga para asesinarlo. Ambos denunciaron a Milani en la Justicia. El Chacho, fallecido el año pasado, no vivió para presenciar este día y ver a Milani preso en el mismo Instituto de Rehabilitación Social donde pasó 13 meses de su largo cautiverio en la dictadura. Mi viejo, Oscar Schaller, representado por el Ceprodh en la querella, pudo festejar. Lo acompañamos en su auténtica alegría todos los que sostenemos la lucha sin cuartel contra la impunidad de los genocidas sobre la que el gobierno actual pretende avanzar con discursos negacionistas como el de Gómez Centurión.

Pero muchos no se alegraron, y no lo digo sólo por quienes históricamente militan para encubrir represores. Fue verdaderamente lamentable ver que un genocida encarcelado lejos de ser motivo de festejo para las organizaciones kirchneristas pareciera haber sido todo lo contrario: una mala noticia, algo a lo que "bajarle el precio" como mera jugada judicial del Gobierno contra el kirchnerismo, como repitieron por miles en las redes sociales.

Como dijo un amigo, tantos años de hacer ideología diciendo que los juicios fueron una concesión de Néstor y Cristina, y no producto de la histórica lucha popular, llevan hoy al kirchnerismo a reproducir la misma lógica: Milani sólo está preso producto de las maniobras macristas. Y me pregunto, ¿cuánta ceguera o cinismo hay que acumular para defender este argumento que la da la espalda al testimonio de todos los familiares de víctimas y ex presos políticos que denuncian a Milani, como mi papá y mi abuelo? ¿Acaso sostienen que hay genocidas "encarcelables" y "no encarcelables" según su propia conveniencia política?

¿Usan políticamente el Gobierno de Macri y sus corporaciones mediáticas afines la detención de Milani contra el kirchnerismo? Categóricamente si, y para hacerlo incluso tienen que desviarse parcialmente del camino trazado por su propia agenda negacionista. Pero esto no niega ni la justeza de su detención, que no se apoya en ningún "carpetazo" macrista sino en los testimonios de las víctimas como Olivera, secuestrado por Milani; ni el avance en la lucha contra la impunidad que la misma representa. Nadie lo expresó para mí mejor que mi papá cuando me dijo: "estoy muy contento, pero desconfío de la Justicia, vos sabés como es". Le tengo un millón de veces más respeto a ese sano instinto de desconfianza hacia la Justicia burguesa de mi viejo -que muestra que la cárcel a los genocidas dependerá de nuestra propia movilización independiente- que a las organizaciones que en forma canallesca pretenden rebajar su causa al porotaje de su disputa electoral con el macrismo.

Luego leí a Martín Fresneda, ex Secretario de Derechos Humanos del Gobierno kirchnerista, pidiendo "no politizar el caso de Milani". ¿Acaso no lo politizó el kirchnerismo, habiéndolo sostenido pese a las denuncias para no admitir las fisuras del discurso de derechos humanos de su gobierno? ¿No es acaso una opción política negarse a reivindicar fervientemente su detención como un avance en la lucha contra la impunidad? El de Milani, como el de todos los genocidas, es un caso directamente político, porque gozó del amparo del Estado.

La ubicación de las organizaciones kirchneristas que callaron frente a un genocida encabezando el Ejército y hoy no reivindican su detención es una triste muestra del derrotero al que conduce la decisión política de subordinarse al estado, el mismo que negándose a abrir los archivos de la dictadura y reciclando su aparato represivo no puede más que escamotear la bandera de memoria, verdad y justicia sostenida consecuentemente por familiares de víctimas, ex presos políticos, organismos de derechos humanos independientes y la izquierda.

Ya superando los límites del asombro leí a Juan Cabandié, legislador kirchnerista, decir que Milani estaba preso "gracias a la política de derechos humanos de Néstor y Cristina". Una afirmación tan contradictoria con la realidad evidente que ni siquiera habría que perder tiempo en decir que el kirchnerismo no sólo no lo juzgó sino que le dio el máximo poder en la inteligencia militar. Pero más allá de lo obvio, los dichos de Cabandié me hicieron pensar en la tragedia de gran parte de esa juventud que lo cuestionó todo en el 2001 y que luego de esos convulsionados años nutrió con su entusiasmo militante a las organizaciones kirchneristas, que sólo propusieron la estatización de ese entusiasmo para volverlo una domesticada máquina de justificar las políticas del gobierno.

Milani fue parte de ese derrotero, que incluyó carapintadas como Berni reprimiendo sistemáticamente obreros en la Panamericana y se consagró con el menemista Scioli, que públicamente defendió la "guerra contra la subversión", como candidato a presidente. Todo justificado en aras del "proyecto", claro. La tragedia de una domesticación que incluyó a históricos organismos entregando sus banderas al Estado y cediendo tristemente a políticas que podían permitir una reconciliación con los genocidas. Así lo mostró el caso Milani.

Esos miles de quienes honestamente creyeron ver reflejadas sus banderas en esas organizaciones vienen procesando una experiencia muy profunda. Muchos ven con nuevos ojos a la izquierda. Ningún compromiso con el empresariado ni su Estado nos ata las manos para llevar hasta el final la lucha contra la impunidad. Nos preparamos, como cada año, para un nuevo 24 de marzo exigiendo, sin excepciones, juicio y castigo a todos los responsables del genocidio. No olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos.


Paula Schaller

Licenciada en Historia, conductora del programa Giro a la Izquierda de Córdoba y miembro del comité de redacción de Ideas de Izquierda.

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