Las declaraciones provocativas de Trump reconociendo a Jerusalén como capital de Israel desató la justa furia de los palestinos. Aquí una historia que demuestra que Jerusalén no le pertenece a Israel.
Miércoles 13 de diciembre de 2017
El pueblo hebreo en sus comienzos
Las tribus hebreas(1) tras el éxodo de Egipto hacia 1250 ac, aproximadamente, conquistaron lo que hoy es Palestina. Rápidamente llegaron los filisteos(2) (un siglo después) y fueron poco a poco sometiendo a los hebreos, que fueron llamándose a sí mismos como israelitas (Israel: pueblo de dios). Como respuesta a la pretensión conquistadora y hegemónica filistea, los israelitas constituyeron por primera vez un reino unitario, bajo Saúl (1030 a.C.), que tuvo su continuidad en el gran reino judío de David y Salomón (hacia 1000 y 928 a.C.) que incluso incluyó territorios conquistados a los arameos(3) cerca de Damasco.
Como entidad territorial, política y unificada, el reino de Israel existió desde aproximadamente 1030 a.C. hasta 928 a.C. e implicó la unión de todos los territorios habitados por las doce tribus de Israel, en un área que actualmente corresponde al moderno estado de Israel, los territorios palestinos (Franja de Gaza y Cisjordania) y parte del reino de Jordania.
Samaria y Jerusalén: los últimos dos reinos hebreos
Más tarde el reino fue dividido en dos: Reino del Norte (capital Samaria) y Reino del Sur (capital Jerusalén). Pero con la recuperación de las dos potencias de la región: Egipto y Asiria/Babilonia(4) se fue acabando la existencia de estos dos reinos entre 722 y 586 ac. Luego de esta derrota material se produjo una transfiguración y una búsqueda de refugió en lo religioso. Entonces la restauración de un reino judío bajo un nuevo David, como Mesías, se convirtió en la creencia mesiánica y sionista de los antiguos judíos, sobre todo tras la destrucción del templo de Jerusalén por los romanos en el año 70 dc. Se iba consolidando la convicción de que la liberación del pueblo judío tenía que ser consecuencia de la llegada del enviado de dios, quien iba a traer la paz no solo para los judíos sino que para toda la humanidad. Esta forma de libertad iba a terminar contrastando radicalmente con la liberación política que dos milenios y medio más tarde iba a proponer el sionismo europeo.
A la conquista de Israel por los asirios (722) y babilonios (586), le siguió el dominio del imperio persa(5) (539 a.C.), que trajo el fin de la sujeción Babilonia y permitió la autonomía religiosa. La llegada de los persas vino aparejada de un aire de libertad para los hebreos, pues a diferencia de sus antecesores y sucesores, el imperio de Ciro II tenía un política de tolerancia para con los pueblos conquistados.
Luego, el avance de Alejando Magno (332 a.C.) implicó un proceso de helenización con presiones tributarias, saqueos y profanación del templo de Jerusalén. Como en la mayor parte de los territorios conquistados, el imperio heleno intentó imponer la lengua y la religión griega, llegando a prohibirse el culto a Yavé.
El imperio romano y la represión de los judíos
Tras un primer momento de entendimiento con Roma (con la obtención de cierta autonomía), llegó el año 70 d.C. cuando los romanos conquistaron Jerusalén y destruyeron el templo. La intención de Roma era “civilizar” e incorporar de una vez por todas a los judíos a la cultura greco-romana; a modo de ejemplo, la circuncisión era una mutilación intolerable. En ese contexto de romanización se iba a dar, más de medio siglo después, la revuelta de Bar Kojba(6) (132-135), la tercera de los judíos contra Roma, en donde Jerusalén volvió a ser destruida, pero esta vez les iba a ser prohibido a los judíos vivir en ella. El emperador Adriano recuperó el nombre, ya utilizado por historiador griego Heródoto, de Siria de los Filisteos (Siria e Palaistien), de donde procede la actual denominación de Palestina, con la intención de borrar registros históricos del pueblo hebreo con la región. Según el historiador romano Dión Casi, murieron cerca de 580 000 judíos, se destruyeron 50 ciudades y cientos de aldeas fueron arrasadas. Adriano intentó romper de raíz la identidad judía, que había sido la causa de las continuas rebeliones, y para ello prohibió la Torá, el calendario judío y mandó ejecutar a numerosos rabinos y eruditos.
Invasión de los romanos a Judea
La llegada de los árabes
La conquista de los árabes musulmanes a partir de 637/38 trajo aparejada la llegada de nueva población que con el tiempo acabó constituyendo la mayoría y que en conjunto se mantuvo frente a todos los demás conquistadores (frente a las diferentes cruzadas provenientes de Europa 1099/1187/1291, los mamelucos (tribus caucásicas y mongoloides que crearon un sultanato) 1291/1517 y los turcos otomanos 1517/1918).
Los Mamelucos destruyeron buena parte del desarrollo de Palestina (las tierras cultivables) con el objetivo de evitar el regreso de los temidos invasores francos de occidente. Luego, el descubrimiento de América y la vía marítima directa hacia la India fueron sucesos que fueron dejando relegada la región (también por el abandono otomano) convirtiéndola en un terreno desértico con poco desarrollo económico y escasa vida ciudadana.
Antiguo mapa de Palestina
El imperio otomano
Palestina fue parte de la Siria Otomana (las actuales Siria, Líbano, Israel Cisjordania, Franja de Gaza, Jordania y partes de Turquía e Irák) desde principios del siglo XVI hasta la finalización de la Primera Guerra Mundial. Durante la mayor parte del periodo los territorios otomanos gozaron de libertades de culto. Con la dhimmah(7) los judíos y los cristianos vivieron bajo la protección del sultán. La “gente de la dhimmah” estaba exenta del servicio militar y del impuesto religioso, llamado azaque o zakat, pero en su lugar debía pagar un impuesto per cápita, denominado yizia, y un impuesto sobre la tierra denominado jaray.
Árabes y judíos bajo el imperio Otomano
Las religiones monoteístas no islámicas dentro del imperio otomano (judíos y cristianos) eran consideradas naciones leales y se les daba a quienes las profesaran la posibilidad de autogobernarse por medio de los Millet: tribunales independientes que regulaban la vida social. Pero la penetración del capitalismo, desde el siglo XIX, y sobre todo de la ideología nacionalista iba modificar la convivencia religiosa. El panislamismo promovido por el sultán Abdul Hamid II, que tuvo como resultado el primer genocidio armenio a fines del siglo XIX, y más tarde el nacionalismo burgués turco llevado adelante por los jóvenes oficiales(8), ya durante el siglo XX, modificaron la larga tolerancia entre el islam, el cristianismo y el judaísmo. La colonización sionista de Palestina, legitimada y apoyada por la declaración Balfour y el Mandato Británico, no fue más que un avance del imperialismo colonialista en forma de movimiento nacionalista.
El imperialismo hace su aparición
La llegada de los franceses, con Napoleón, a Egipto (1798/99), la Guerra de Crimea (1853-56) y la consecuente penetración económica europea por medio de la creación del Canal de Suez en 1869, fueron circunstancias que modificaron la estabilidad de la región. Es necesario destacar la transformación que supuso para Medio Oriente, pero sobre todo para la vida de la gente común, la paulatina pero firme llegada del capitalismo. A modo de ejemplo, las obras de excavación del Canal de Suez, que se iniciaron oficialmente el 10 de abril de 1859 y finalizaron 10 años más tarde, promovidas por el francés Ferdinand de Lesseps y autorizadas por los gobernantes egipcios de la época, significaron un alto costo humano. En su momento, constituyó una de las más grandes obras de ingeniería del mundo, realizada por decenas de miles de humildes campesinos (fellahs), llevados por la fuerza desde todas las regiones de Egipto. Como al principio no se disponía de maquinaria y todo tenía que hacerse a mano y en un clima hostil, según cifras oficiales, murieron 20.000 trabajadores, pero estimaciones más realistas fijan la cifra en 125.000 fallecidos. Seis años después de su inauguración, en 1875, el Pachá de Egipto, a causa de la deuda externa del país, puso a la venta su parte de las acciones del canal y en una rápida maniobra el primer ministro del Reino Unido, Benjamín Disraeli, convenció a la Reina Victoria de la necesidad de comprarlas para tomar el control sobre la ruta hacia la India Británica, la colonia más rica del Reino Unido. Para dicho fin Londres logró obtener un cuantioso préstamo de parte de la Casa banquera Rothschild, y de esta manera se aseguró el dominio de la vía inter-oceánica. Iban a pasar 80 años hasta que la llegada al poder del militar panarabista y antiimperialista Gamal Abdel Nasser, en Egipto, tuviera como una de sus consecuencias la nacionalización del Canal y con ello la consecuente guerra declarada a Egipto por Gran Bretaña, Francia e Israel.
Inauguración del Canal de Suez
Antes de que de que sucedieran los primeros pogroms, tras el asesinato del zar Nicolás II en 1881, comenzaron a llegar algunos colonos judíos a Palestina. Pero a partir de 1897, luego de la proclamación de Theodor Herzl de lanzarse a la conquista de Eretz Israel, comenzó la consciente y decidida colonización de Palestina. Sucedía que tras un amplio rodeo histórico, que había llevado a los judíos a Europa Central y Oriental, surgía para fines del siglo XIX una ideología secular pero con fundamentos mesiánicos y religiosos que pretendía crear un Estado-Nación étnico-religioso puro. Esto se daba en medio de un contexto en el que eran perseguidos los judíos europeos, por un lado, y en el auge del nacionalismo político que tenía como fin la creación de un Estado-Nación, por el otro.
La Primera Guerra Mundial: Sykes-Picot y la declaración Balfur
En el marco de la Primera Guerra Mundial (PGM) el imperialismo británico había prometido a los nobles árabes(9) de Medio Oriente que sí atacaban y vencían al imperio otomano iba a crearse, luego de la guerra, un gran país árabe en los actuales territorios de Irak, Palestina/Israel, Líbano, Jordania, Siria y la Península Arábiga. Sin embargo, mientras se acordaba la alianza anti-otomana los representantes diplomáticos de Gran Bretaña, Francia y Rusia se reunían de manera secreta con el objetivo de diagramar el reparto de Medio Oriente. Este pacto secreto fue descubierto y denunciado por la revolución rusa, por intermedio del diario Pravda y con ello quedaron en absoluta evidencia cuales eran las verdaderas intenciones del imperialismo en la región.
Además, en 1917, el canciller británico Arthur James Balfour hizo una declaración de simpatía al barón Lionel Walter Rothschild (uno de los representantes más importantes del capital judío-británico) en la que anunciaba el apoyo de su gobierno a la formación de un hogar para el pueblo judío en Palestina. De esta manera, la colonización sionista de Palestina, que había comenzado a finales del siglo XIX, tenía el apoyo de una de las principales potencias mundiales.
El británico Balfour (en el centro de la foto)
La Sociedad de las Naciones y el Mandato Británico de Palestina
La Sociedad de las Naciones otorgó a Gran Bretaña, luego de la PGM, el derecho a gobernar Palestina. Hasta finales de la década de 1930 dejó que la colonización sionista avanzara y se consolidara en el territorio. En este periodo se fue construyendo el proto-Estado de Israel. No solo la compra de tierras sino también la creación y sostenimiento de diversas instituciones hicieron que el proyecto sionista de crear un Estado-nación en “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra” fuera tomando forma. Instituciones como la Keren kayemet le Israel (institución para la compra de tierras) o la Histadrut (central obrera) y organizaciones paramilitares como la Haganá o el Irgún, que terminaron siendo el ensayo general del ejército del Estado de Israel, ponían los cimientos del país que iba a crearse el 15 de mayo de 1948.
La declaración 181, Al Nakba y el Estado de Israel
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) por medio de la resolución 181 instó a la creación de dos Estados en Palestina. Uno árabe (en el 43% del territorio) otro judío (en el 56% del territorio), mientras que Jerusalén y Belén por sus características religiosas iban a ser administradas por la misma ONU debido a que por ser cuna de las tres grandes religiones monoteístas no debía ser potestad de ningún Estado en particular.
La Nakba
Sin embargo, nunca hubo un Estado árabe en Palestina porque el mismo 15 de mayo de 1948 cientos de miles de árabes comenzaron a huir de sus hogares en lo que el pueblo palestino llama Al Nakba (la catástrofe, en árabe). Las violentas agresiones militares cometidas por las organizaciones armadas sionistas Haganá, Irgún y Lojamei Jerut Israel provocaron un éxodo obligado que tenían como fin principal salvar la vidas.
Los países árabes que rodeaban a Israel (Siria, Libia, Egipto y Transjordania) más Irak, Arabia Saudita y Yemen atacaron al Estado recientemente creado al día siguiente de que los sionistas declararon la independencia. El resultado de la guerra fue bastante difuso pues si bien Israel resultó ganador, debido a que aumentó en un 23% el territorio que le había sido otorgado por la resolución 181, Egipto y Transjordania también se vieron beneficiados porque el primero se apropió de Franja de Gaza y el segundo de Cisjordania. Los palestinos, absolutamente perjudicados por la guerra, lejos de obtener una independencia política comenzaron a vivir como extranjeros o refugiados en sus propias tierras o migraron a países vecinos.
La Guerra de los Seis Días y la ocupación de Franja de Gaza y Cisjordania
Como consecuencia de la Guerra de los Seis Días Israel avanzó y conquistó, no solo toda la Palestina otomana sino que también se hizo de la península del Sinaí (territorio egipcio devuelto en 1978 debido a los Acuerdos de Camp David) y de los Altos del Golán (territorio sirio nunca devuelto). Franja de Gaza y Cisjordania, que habían sido ocupadas por Egipto y Jordania luego de la Guerra de 1948, fueron entonces sumadas a Israel por el gobierno de Levi Eshkol. Las ciudades de Jerusalén y Belén, que según la resolución 181 de la ONU debían ser administradas por una organización internacional, también fueron ocupadas y comenzaron a ser gobernadas por Tel Aviv. Allí como en Cisjordania, los Altos del Golán y Franja de Gaza(10) fueron levantados asentamientos de colonos judíos. Solo en Jerusalén Este hay más de 350.000 judíos asentados luego de 1967. En la actualidad el constante avance sobre los pocos enclaves palestinos en Cisjordania es devastador. El médico Mustafa Barguti, secretario general del partido Iniciativa Nacional Palestina, que fundó en 2002 con el intelectual Edward Said señalaba hace un año lo siguiente:
Terriotorios conquistados por Isael en la Guerra de los seis días
“Los hechos sobre el terreno confirman una peligrosa tendencia, corroborada por expertos que monitorizan con imágenes por satélite: Israel cada vez se expande en más áreas palestinas. Lo hace de diferentes formas: declarando áreas palestinas como zonas militares israelíes o reservas naturales y confiscando así la tierra, expandiendo los asentamientos judíos en Cisjordania –ilegales, según la ley internacional-, conectándolos entre sí y prolongando el muro. El muro israelí es tres veces más grande y dos veces más alto que el Muro de Berlín. Separa a palestinos de palestinos. La población de Qalqiliya, por ejemplo, con 40.000 habitantes, está rodeada por todas partes por el muro y a la ciudad sólo se puede acceder por una pequeña puerta. El muro en Cisjordania tiene bajo asedio a 200.000 palestinos, cuyos movimientos dependen de puertas que abren durante 15 minutos tres veces al día"(11).
El fracaso de los Acuerdos de Oslo: el avance sobre los territorios palestinos
Los acuerdos de Oslo de 1993 no contemplaban la creación de un Estado palestino sino más bien un margen de autonomía política que iba a ir creciendo con el tiempo. Además, la posición de Israel con respecto a Jerusalén no había cambiado. Cuando los acuerdos se firmaron el primer ministro Rabin declaraba que "Jerusalén es la antigua y eterna capital del pueblo judío", unida bajo soberanía israelí y con libertad religiosa para todos. Pero ni siquiera ese limitado proyecto de independencia política para el pueblo palestino pudo ser viable. El 4 de noviembre de 1995 en un acto convocado por su gobierno con el slogan “Sí a la paz, no a la violencia” Rabin fue asesinado por Yigal Amir, un religioso judío que se oponía a la entrega de tierras a los palestinos.
Acuerdos de Oslo
Luego de la muerte de Rabín, el Partido de derecha Likud(12) ha hegemonizado el control político hasta la actualidad. Ni en los hechos ni en la retórica sus líderes (Ariel Sharon, Benyamin Netanyahu y Ehud Olmert) han intentado llevar adelante ningún proceso de entendimiento con los palestinos. Más bien su posición se ha opuesto por el vértice a toda posibilidad de pacificación de la región. Las recientes declaraciones de Donald Trump, sobre el reconocimiento de Jerusalén como la capital de Israel, no solo niegan el derecho del pueblo palestino a su autodeterminación política sino que legitiman la barbarie que implica la opresión y explotación llevada adelante por el Estado de Israel.
Colonos judíos ocupan edificios palestinos en Jerusalén
Notas:
1.Según la Biblia, Abraham engendró a Isaac; que a su vez fue padre de Jacob (Israel), quien tuvo diez hijos, más los dos hijos de José el soñador, forman las doce tribus. Ellos fueron todos reconocidos como descendientes de los patriarcas y formaron las doce tribus de Israel entre las que Josué repartió la Tierra Prometida, es decir, la tierra de Canaán, tras el regreso de Egipto.
2. Considerados uno de los “pueblos del mar” de la Edad de Bronce. Tras su enfrentamiento con los egipcios se establecieron en el actual territorio de Israel, mayormente sobre la zona costera. Su origen estaría en Creta o en Asia Menor (Anatolia). Se considera que con el paso del tiempo tendieron a fusionarse con las tribus hebreas.
3. Los arameos (también llamados siríacos) fueron un pueblo semítico nómade. Habitaron la región de las actuales Siria, Irak, Jordania, Líbano y parte de Irán. Los arameos dieron unidad linguística al Oriente Próximo. Su lengua, llamada también arameo, fue las más hablada en toda esa parte del mundo.
4. Durante diferentes periodos históricos Asiria fue un imperio de la antigüedad situado en el suroeste asiático. La historia de Babilonia se divide en dos etapas principales, separadas entre sí por el período de dominación asiria; el imperio paleobabilónico o amorrita (1792 a. C.–1595 a. C.) y el imperio neobabilónico o caldeo (626 a. C.–539 a. C.). El imperio babilónico fue sucedido por el persa tras las conquistas de Ciro II el Grande.
5. Las zonas que se caracterizaron por el apoyo a los persas fueron sobre todo Palestina, ya que los hebreos estaban felices de contar con un gobierno que respetara y apoyara su religión, y también la zona de Siria, especialmente las ciudades fenicias, que además de ser respetadas por los persas, estos les proporcionaron nuevos mercados por tierra y apoyaron su desarrollo naval. También regiones de Asia Central se mostraron adictas al gobierno persa ya que cuando el imperio se desmoronó allí continuaron la resistencia contra Alejandro Magno por varias décadas más.
6. Fue la segunda gran revuelta judía en Judea y última de las grandes Guerras Judeo-Romanas. La intención de Adriano era “civilizar” e incorporar de una vez por todas a los judíos a la cultura greco-romana. Para la cultura griega y romana, la circuncisión era una mutilación intolerable.
7. En árabe, pacto u obligación. Norma que regulaba la relación con los pueblos no islámicos del imperio.
8. Los jóvenes turcos hicieron a un lado al sultán, a principios del siglo XX, e intentaron modernizar el imperio otomano en un sentido burgués. Varios de sus cuadros políticos más importantes fueron responsables de la instrumentación del genocidio armenio.
9. Husayn ibn Ali fue el último jerife de la Meca y descendiente del clan hachemita que durante siglos gobernaron las ciudades santas del islam La Meca y Medina. Durante 1915 y 1916 negoció con los británicos una acción militar conjunta contra las tropas otomanas.
10. Aquí los asentamientos fueron desarmados en el 2005.
11. http://www.elmundo.es/internacional/2016/12/27/58614b6a268e3eb63d8b458a.html
12. Solo durante el periodo 1999-2001 hubo un gobierno Laborista liderado por Ehud Barak. Del 2001 al 2006 Ariel Sharon fue primer ministro por Kadima, pero este partido es un desprendimiento del Likud con una orientación política de derecha.