A continuación, publicamos columna de opinión de Javier Molina. Sociólogo. Doctorando en estudios latinoamericanos. Miembro de la Asociación Gramsci Chile.
Lunes 24 de junio
Esperamos que la militancia del odio no se asiente. Esperamos que la infiltración que viene realizando el Partido Republicano en estos territorios no sea suficiente para la re-construcción de ese resentimiento. Esos topos que vienen cavando y destruyendo toda institución en que participan, es cosa de mirar la última propuesta constitucional. Retroceder sin transar, sería su lema. Una retrotopía para recomponer un mundo sin separación teológico-política. En fin, Kast, Meloni, Orbán, Le Pen, Trump, Bolsonaro, Bukele y Milei, no son lo mismo, pero conforman una red transnacional de experimentación de las derechas. Una radicalización de los discursos derechizantes, y con ello, han conseguido también una moderación de las izquierdas, una búsqueda por consensos imposibles. Una receta que no ha dado una respuesta satisfactoria.
En Chile, la Reacción a la revuelta del 2019 demostró que es capaz de cierta movilización de masas, incorporaron mitos políticos antiguos y compusieron una fuerza movilizadora, que se puede visualizar también en el país vecino con el paleolibertario de Milei, con el tradicionalismo de Laje y Batallán, o con la preparación ambiental que realizó Macri, principal responsable de que Argentina esté todavía en crisis. Ese movimiento anti-algo, en este caso del peronismo, deriva en un pensamiento que divide el mundo entre Bien y Mal, teologizando la discusión, donde siempre quedamos del lado del diablo, la herejía, lo diabólico, lo venenoso. Y los mismos de siempre quedan del lado salvífico, del Bien, del Paraíso. En esos términos, que parecen imborrables de la política, entran en juego los afectos. Y si tienen una habilidad estas “Nuevas Derechas” es, precisamente, esta movilización. Capitalizar el odio, creado por las crisis de sus propios gobiernos y proyectos. Vale la pena recordar que el préstamo que se tornó impagable para el Estado argentino fue realizado en el gobierno de Macri y las problemáticas que llevaron a la explosión chilena del 2019 también fue derivada de las políticas neoliberales, es decir, mismo Enemigo.
Sabemos que la Cordillera de Los Andes, por hermosa y gigante que sea, no asegura la protección al odio y la capacidad transformista de las derechas –ni de las izquierdas–. No tuvo una protección biológica con la pandemia, tampoco tiene un hechizo contra las ideas paleolibertarias y negacionistas. De hecho, son invitados personajes como Nicolás Márquez para presentar su libro contra la Unidad Popular. Y son territorios donde se cultivan lecturas revisionistas de las “Nuevas Derechas” chilenas, con apellidos como Mansuy y Ortúzar. O acaso ese populismo derechista que viene componiendo sutilmente el Sr. Kast junto a sus múltiples organizaciones civiles, no tendría una arquitectura ideológica que ha sido probada en otras latitudes. Se viene diseñando, y ese populismo de derechas está ahí, latente. Sea que a veces aparece con un rostro aparentemente novedoso como Parisi, o una señora más reconocida como Matthei, lo que desfila por la pasarela de las derechas chilena es evidente. Estamos en una nueva etapa, en plena renovación ideológica. Y re-aparecen los hermanos Kaiser con un nuevo formato, por ejemplo.
Para conquistar los corazones, como decía Guzmán, hay que disputar en el terreno del Enemigo, la “UDI popular” lo hizo, con condiciones favorables por la dictadura, claro está. Ahora, con las tecnologías y los youtubers fascistas, nacionalistas, tradicionalistas, antifeministas, paleolibertarios y conservadores proliferándose, es fácil presentar un discurso de derecha radical como “moderado”, si los tipos están gritando semana tras semana contra todos los derechos que se pueden imaginar, contra toda comunidad posible, hasta un tipo con motosierra llamando a quemar el Banco Central parece buena opción. Se agrega una chaqueta ondera y un peinado diferente al oficial y parece hasta revolucionario. Tal vez por eso se sentía hasta cierta esperanza.
Sin embargo, cómo crear esa barrera. Un gran bloque de miles de Mafaldas con su cartel “No Pasarán”, puede ser imaginario, pero efectivo. Usar términos que no sean capturables como sucedió con el concepto de “casta”, que pudo pasar de un bando a otro sin mayor dificultad. La casta, la casta, la casta. Usar técnicas inapropiables por el Enemigo. Al otro lado de la Cordillera, el Sr. Kast parece hasta civilizado en comparación a Milei, pero sabemos que la mixtura de las derechas, permite una lucha hegemónica interna que puede resultar cualquier cosa, dependiendo el momento histórico de la disputa. Como el economista y amigo de ambos, Axel Kaiser, quien adora este tipo de proyectos, defiende prácticamente las mismas ideas que el sucesor de Menem, a pesar de que las presenta como un liberalismo clásico. Ese mismo que hoy es capaz de llamar a votar por un candidato que se atreva a “correr bala” y que por eso hay que radicalizar los discursos de las derechas chilenas. En fin, un recetario conocidísimo. Los que en un momento apoyaron Golpes de Estado cívico-militares, hoy apoyan golpes blandos mediante los lawfare. Por eso, hay una continuidad evidente entre las propuestas de la Fundación Para el Progreso (FPP) y la destrucción del Estado argentino propuestas por La Libertad Avanza (LLA). Por eso, las batallas desde bolsonaristas en Brasil hasta republicanos en Chile, están conectadas. Por eso, la reunión de grupos conservadores en Madrid el mes pasado toma sentido. Por eso, algunas veces más liberales otras más conservadores; el bloque del odio se reajusta y va ganando terreno.
Sabemos que vienen por Chile, se viene produciendo ese reacomodo, una renovación en las derechas chilenas. Cabe enfatizar, no darán respuesta a las urgencias sociales, porque no la tienen. Solamente saben capitalizarla en un desmantelamiento de los derechos y de las instituciones democráticas. Como hicieron los mileístas, entre memes y juegos digitales fue posible ganar una elección, sin razonamientos complejos. O con ideas refritas, pintadas de otros colores, exagerando la voz y moviendo bastante las manos, emocionándose. La política es con afectos, es a partir de los afectos, y parece que actualmente lo entendieran sólo nuestros enemigos. Así, y a pesar de ello, el bloque del odio, con personajes a veces outsider y otras más convencionales, van creando una sensación de salvación en la población. Cosa maquillada, porque las fórmulas se mantienen.
Ahora, las derechas también son múltiples, por ello cabe desenmascarar sus facetas. A pesar de que las “Nuevas Derechas” tienen horizontes similares al viejísimo Tradicionalismo católico que logró radicalizar a las derechas latinoamericanas a mediados del siglo pasado, cuyos principios fueron traducidos por Jaime Guzmán para crear el gremialismo, y que hoy encontramos muy bien asentados entre Republicanos y toda la gama a la derecha de ellos, no son todas iguales. Y para enfrentarlas debemos reconocer sus diferentes técnicas y estrategias. Todas ellas, y por mucho que intenten maquillar sus raíces ideológicas, nunca buscarán modificar las bases de nuestro país, y como sabemos: el problema es el modelo de desigualdad, injusticia y precariedad, junto a las subjetividades entristecidas que ahí se construyen. La receta del bloque del odio es siempre de la misma índole: destruir derechos sociales y pisotear los anhelos populares.