Publicamos a continuación un extracto de las actas del Plenario ampliado del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, que tuvo lugar en Moscú en febrero de 1922. Este extracto fue publicado originalmente en inglés el 5 de mayo pasado en la página personal de John Riddell. Riddell tradujo al inglés estos textos desde los documentos originales, que están publicados en forma íntegra en el libro editado por Mike Taber, The Communist Movement at a Crossroads. Plenums of the Communist International’s Executive Committee, 1922-1923, publicado por Brill Publishers en 2018 y pronto a aparecer en una edición económica por Haymarket Books. Es la continuidad de la serie de documentos originales que ya lleva nueve volúmenes dedicada a la Internacional Comunista en tiempos de Lenin, comenzada por John Riddell en 1983, sobre la cual ya hemos publicado en anteriores ocasiones acá y acá también.
El Comité Ejecutivo era la dirección cotidiana de la Internacional Comunista entre los congresos, formada por un número reducido de sus principales dirigentes de distintos partidos, establecidos en Moscú. Ante temas de gran importancia, llevaba a cabo sesiones plenarias donde participaban representaciones ampliadas de distintos partidos comunistas, por lo cual también se transformaban en “pequeños congresos”. La sesión de febrero de 1922, parte de la cual reproducimos aquí, tuvo lugar entre el Tercer y el Cuarto Congresos Mundiales (junio-julio de 1921 y noviembre de 1922, respectivamente).
En ella se discutió el problema de la táctica del “frente único”. El origen de esta se remonta a la “Carta Abierta” publicada por el Partido Comunista alemán (KPD) en enero de 1921, en la cual se hacía un llamado en forma pública a todas las organizaciones sindicales y políticas de la clase obrera, precedida, a su vez, por una iniciativa similar a nivel local en Stuttgart, sur de Alemania. La Carta Abierta estaba dirigida a todas las federaciones sindicales de distintas orientaciones políticas, así como a los otros grandes partidos de masas de la clase obrera: el Socialdemócrata, Socialdemócrata Independiente y Comunista Obrero (escisión muy grande del KPD de pocos meses antes), para pelear contra la ofensiva capitalista por una serie de puntos en común, manteniendo la independencia política y organizativa de cada partido. Esta orientación fue dejada de lado por el KPD dos meses después con su desastrosa política ultraizquierdista en el centro del país conocida como la “Acción de Marzo”.
El Tercer Congreso de la IC estuvo dividido en torno al balance de esta acción. Aunque finalmente se resolvió condenar los métodos ultraizquierdistas, tanto en los principales partidos comunistas de Europa Occidental así como (en menor medida) en el PC ruso (principalmente alrededor de Bujarin) y dentro del mismo Comité Ejecutivo de la IC, seguían existiendo fuertes tendencias ultraizquierdistas, que se venían expresando desde la fundación de la IC con la llamada “teoría de la ofensiva”, según la cual la supuesta traducción teórica de las lecciones de la Revolución rusa en la oleada revolucionaria de la Primera Guerra Mundial debía ser una política de avance permanente contra el capitalismo, sin retrocesos y sin compromisos. Esta misma lógica es la que se expresó en la Acción de Marzo de 1921 y en la defensa que los ultraizquierdistas hicieron de ella, así como en el rechazo a la política de la Carta Abierta.
En diciembre de 1921, a instancias de Lenin y Trotsky, el Comité Ejecutivo de la IC, basándose en la lógica de la Carta Abierta, propone dar un paso más allá y sistematizarla mediante la táctica del “frente único”. Las discusiones de febrero de 1922 son en torno a esta propuesta. Como se podrá ver en los extractos que reproducimos, el bolchevique Zinóviev comienza dando el informe sobre esta táctica por parte de la mayoría del Comité Ejecutivo, el cual es apoyado luego, en la discusión, por Karl Radek y León Trotsky. Siguiendo la tradición democrática de la IC, la minoría del plenario ampliado, contraria al frente único, da un contrainforme, a cargo de Daniel Renoult, dirigente del PC francés, el cual es apoyado por los comunistas italianos Riccardo Roberto y Umberto Terracini.
Los comunistas franceses se oponían al frente único a partir de considerarlo innecesario por verse como la corriente mayoritaria del movimiento obrero francés según su cantidad de militantes y la mayor circulación de su prensa, proponiendo, por el contrario, un “bloque revolucionario” con sectores anarquistas y sindicalistas revolucionarios, negándose por principio a todo llamado a los dirigentes traidores socialistas y sindicalistas de derecha. Para Trotsky, esto era peligroso porque no tenía en cuenta las “reservas estratégicas” de una gran parte de la clase obrera que seguía minoritariamente a los socialistas o que no se encuadraba en ninguna organización, que, a pesar de las apariencias, podría entrar a tallar en la política en una situación revolucionaria como una gran fuerza conservadora. En el caso de los comunistas italianos, minoría en el movimiento obrero, también consideraban una cuestión de principios no realizar ningún llamado a una acción conjunta a los dirigentes socialistas por considerarlos traidores, proponiendo, por el contrario un “frente único por abajo”, es decir, un llamado a las bases del Partido Socialista a unirse a luchar con los comunistas en contra de sus propios dirigentes, y solo en el trabajo dentro de los sindicatos. La persistencia de esta orientación sectaria en el fatídico año de 1922 los llevó a boicotear las organizaciones comunes de autodefensa de las masas contra la escalada fascista, que terminaría triunfando. La votación sobre la cuestión del frente único en el plenario del CE terminó aprobada por mayoría, con los votos en contra de los representantes de los PC de Francia, Italia y España.
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Extractos del debate original, 1922 INFORME SOBRE EL FRENTE ÚNICO
Grígori Zinóviev
[...] En 1919 todos teníamos la esperanza de vencer a la burguesía en muy pocos años. Eso no ocurrió, sobre todo porque faltaba el factor subjetivo. Las condiciones estaban maduras o, como dijo la camarada [Clara] Zetkin, más que maduras, pero la clase obrera carecía de la organización necesaria. La socialdemocracia fue un factor negativo, porque en el momento decisivo luchó del lado de la burguesía. Esto no lo vimos inmediatamente, y continuamos hablando y escribiendo durante todo el año siguiente como si la meta estuviera muy cerca.
En la etapa actual de construcción de los partidos comunistas, se vislumbran desarrollos totalmente nuevos e interesantes en las profundidades de la clase obrera. Las masas anhelan un respiro y el pan. Para nosotros, como revolucionarios conscientes, no siempre es agradable que las masas trabajadoras, a las que a menudo glorificamos e idealizamos, no estén siempre en las barricadas. Sin embargo, después de cuatro años de hambre y colapso, la clase obrera necesita un respiro y no quiere lanzarse a nuevos peligros. Ese era el estado de ánimo de las masas, y hasta cierto punto lo sigue siendo. Como comunistas, previmos la guerra, el colapso económico y la crisis. Pero no podíamos prever este estado de ánimo.
Dada esta situación, el reformismo ha comenzado a florecer, hasta cierto punto, entre las amplias masas de la clase obrera. Este no es el reformismo de un Bernstein, no es un movimiento claro y decidido, sino un estado de ánimo que abre nuevos caminos para el reformismo. Este fenómeno fue perceptible en 1920 y durante casi todo el año 1921. Es la fuente de un sordo descontento contra los comunistas, que llamaron a luchar y no entendieron la necesidad de un respiro. Estas son las consecuencias de la guerra mundial imperialista y de cómo terminó.
Este desarrollo podría haber sido muy peligroso, si el capitalismo fuera otra cosa que el capitalismo. A medida que el capitalismo observaba esta necesidad en la clase obrera y veía que el reformismo estaba ganando de nuevo a una porción atrasada de los trabajadores, comenzó su ofensiva. También había factores económicos subyacentes en juego. La ofensiva capitalista comenzó en todas partes extendiendo la jornada laboral, reduciendo los salarios reales, etc. Esto trajo consigo un nuevo giro en el movimiento obrero, un nuevo estado de ánimo en la clase obrera: inicialmente como una acallada desconfianza hacia los reformistas. El trabajador común y corriente ve ahora de nuevo que no logrará ningún respiro a menos que luche. Todas las promesas de las Internacionales Segunda y Dos y Media [1] siguen sin cumplirse, y las condiciones de vida de la clase obrera se están deteriorando.
Las masas trabajadoras que antes luchaban por un respiro ahora empiezan a comprender que no hay manera de avanzar sin lucha. Pero para ganar en esta lucha, deben actuar en unidad. Cuando los trabajadores de base tratan de explicarse la traición durante la guerra, llegan a una simple conclusión: Porque la clase obrera no estaba unida, porque la socialdemocracia dividió a la clase obrera. Y ahora quieren unidad.
Los camaradas que ahora se oponen a nuestro curso de acción no pueden negar esta realidad. Los trabajadores buscan la unidad; quieren luchar juntos contra la burguesía. Si los comunistas no tienen en cuenta este estado de ánimo, se convertirán en sectarios, es decir, estarán al servicio de los intereses de la socialdemocracia.
Durante el Tercer Congreso no lo entendimos del todo. En general, el Tercer Congreso fue consciente de que se había producido un cambio de rumbo, pero aún no estábamos totalmente atentos al fuerte impulso espontáneo de unidad. Ahora es necesario dar un paso más. Debemos decir que los partidos comunistas tienen el papel de unificar a la clase obrera y dirigirla hacia adelante. El partido no es la clase; es la cabeza de la clase. Nunca formaremos un partido unificado con los socialdemócratas. Eso sería equivalente a traición. No debemos olvidar que el papel del partido consiste en señalarle a la clase el camino a seguir.
Nunca debemos ceder ante este estado de ánimo entre las masas. En la medida en que este estado de ánimo surge de la confusa idea de unirse con todo el mundo e ir hacia un solo partido, en esa medida es incorrecto y reaccionario. Pero en este estado de ánimo hay algo más, que es esencialmente saludable, y es la lucha por avanzar juntos contra la burguesía. Este factor puede ser decisivo para todo el curso futuro de la revolución. Si conseguimos ahora utilizar este estado de ánimo de forma correcta, lograremos no solo claridad en el Partido Comunista, sino también un gran movimiento de masas.
Solo ahora hemos llegado a cumplir con las dos grandes condiciones previas para la lucha. En 1920 el movimiento de masas era quizás más grande, pero faltaba el partido. Entonces empezamos a construir el partido, pero la presión de las masas era escasa. Ahora estamos entrando en un período en el que ambos factores están presentes y en el que debemos lograr combinarlos. De esto se desprende que debemos mantener nuestro eje en el frente único no solo con los socialdemócratas, los partidos de la Segunda Internacional y la Internacional Dos y Media, sino también con los anarquistas, sindicalistas, trabajadores sin partido y trabajadores cristianos […].
Nosotros decimos: únanse a nosotros ahora mismo en la huelga de los trabajadores ferroviarios. No traicionen a los mineros británicos. Únanse a nosotros en las pequeñas luchas cotidianas. No necesitamos sus resoluciones sobre la huelga general. Más bien, le proponemos que se unan a nosotros en la lucha codo con codo por las demandas diarias inmediatas.
Eso es lo nuevo, lo que no teníamos hasta ahora. Los camaradas que se resisten a la política del frente único no se dan cuenta de que hasta cierto punto ya hemos ganado la pelea en lo cotidiano. Ya no es posible presentar a los comunistas como rupturistas profesionales, lo que supone una enorme ganancia inicial. Solían describirnos como rupturistas profesionales, y las condiciones objetivas le facilitaban a esta gente que pudieran decir eso. Entre 1914 y 1921 realizamos cerca de una docena de escisiones, lo que generó una cierta molestia en la clase obrera. Pero tuvimos que dividir a la vieja socialdemocracia traidora para salvaguardar los intereses de los trabajadores. Teníamos que crear un Partido Comunista y tener algún margen de maniobra. Así fue como ocurrió que, gracias a la socialdemocracia, nos presentaron como rupturistas profesionales. El capitalismo trató durante estos años de crear malestar contra las escisiones y de transformar esto en un factor que operara contra el comunismo. Ahora debemos lograr superar este malestar de una manera apropiada, mostrando que dividimos a la clase obrera para unirla contra la burguesía.
La irritación de la clase obrera con respecto a las divisiones es comprensible. La aspiración a la unidad es muy a menudo –de hecho, casi siempre– un factor revolucionario. El poder de la clase obrera consiste en el hecho de que abarca a millones. Es un poder que surge de los números. Su oposición a las escisiones es un sentimiento totalmente comprensible y justificado. Pero no siempre podemos dar cabida a este sentimiento, porque la socialdemocracia lo ha utilizado en interés de la burguesía. Tuvimos que separarnos. Pero ahora tenemos que invertir los papeles: ahora son la Segunda Internacional y la Internacional Dos y Media –no nosotros– los que se presentarán ante la clase obrera como rupturistas.
Ahora nos acercamos a un nuevo ascenso de la clase obrera. Muchos camaradas malinterpretan la consigna del frente único, pensando que surge de la desesperación por el fracaso de la Revolución rusa. Todo lo contrario. Sin este nuevo surgimiento del movimiento obrero, todo el frente único carecería de fundamento. Como escribimos en nuestras tesis, incluso en Alemania nuestros mejores camaradas dijeron que este nuevo ascenso, por el momento, solo es perceptible en Moscú y no en otros lugares. Pero tengamos en cuenta la ola de huelgas que vemos en todas partes. Ahora nos hemos acostumbrado a huelgas que abarcan a un millón y medio de trabajadores. El frente único no es una política de desesperación; al contrario, es una política para un nuevo ascenso, que comienza en torno a cuestiones económicas pero que se desplazará hacia el terreno político.
Indiscutiblemente, esta política tiene sus peligros. Nos referimos a eso en nuestras tesis iniciales. Nuestras políticas a menudo conllevan peligros. ¿Creen ustedes que no hay peligros en la participación parlamentaria? Sin embargo, los aceptamos. La política de frente único conlleva peligros considerables, y solo los partidos comunistas serios pueden enfrentarlos. Pero nadie podrá demostrar que esta política es puramente un invento surgido de la nada, o que el sentimiento que predomina entre las masas es otro […].
No se trata solo del frente único. Lo que está en juego es la unidad de las propias masas trabajadoras, y por eso puede que tengamos que luchar durante meses, quizás años. Y cuando esto se haga realidad, entonces habrá comenzado la revolución social. No lo lograremos en un mes, pero es el único camino correcto para llegar a nuestra meta. Nuestra conferencia debe adoptar una posición clara sobre esta cuestión. Y si unos pocos compañeros del partido no han logrado sobreponerse todavía a sus enfermedades infantiles [2], volverán a estar sanos dentro de unos meses. Debemos dejar claro a las masas por qué nos dividimos: para lograr la libertad de propaganda y agitación. Pero ahora les pedimos que nos unamos contra la burguesía. Y al tomar este camino, la victoria se vuelve absolutamente segura.
Informes por la oposición
Daniel Renoult (Francia): […] Nos acaban de decir que la aplicación de las decisiones del Tercer Congreso significa convocar a las masas a acciones definidas con precisión, hacer avanzar las demandas inmediatas y explicar hasta a los trabajadores más desinformados cuál es su deber para con la clase. Y luego se nos dice que en algún momento en el futuro estaremos concluyendo acuerdos parciales y temporales con los desacreditados líderes de la socialdemocracia o los sindicalistas reformistas. El camarada Zinóviev dice que hacer esta distinción entre los llamamientos a las masas y los acuerdos con los dirigentes socialdemócratas y sindicalistas reformistas no constituye un argumento de peso contra lo que proponen. Por nuestra parte, consideramos que este acuerdo es el aspecto más difícil del problema. No estoy expresando aquí mi opinión personal, sino la de los comunistas franceses; es la posibilidad de un acuerdo de este tipo lo que ha generado tanto alboroto.
Esto resume en pocas palabras la posición del Partido Comunista de Francia. El partido está presentando tesis como minoría en relación al frente único, tesis que rechazan las propuestas del Comité Ejecutivo […].
Si la política de frente único significa exigir la jornada laboral de ocho horas y luchar contra la retención de impuestos sobre los salarios, entonces estamos totalmente de acuerdo con el frente único y reconocemos que el Partido Comunista francés lo exigió hace ya mucho tiempo. En este sentido, apoyamos decididamente el frente único y lo hemos estado aplicando durante mucho tiempo. En Francia lo llamamos “bloque revolucionario”. Siempre que surgen circunstancias favorables, nos esforzamos por lograr este bloque revolucionario con los anarquistas, los sindicalistas revolucionarios y los trabajadores no partidarios, en la medida en que estén abiertos a nuestros llamados. Por ejemplo, cuando el peligro de guerra era apremiante, cuando la ocupación del Ruhr estaba en la agenda [3] formamos comités de acción con los sindicalistas revolucionarios y los anarquistas y pudimos llevar a cabo una agitación de masas que seguramente no dejó de influir en la decisión tomada por el gobierno […].
Creemos que la aplicación del frente único, que implica en todas partes un acercamiento y un acuerdo con los dirigentes reformistas, entraña peligros no solo para Francia sino, en un sentido general, para todos los sectores de la Internacional y para la propia Internacional […].
Riccardo Roberto (Italia): […] El camarada Zinóviev dice que necesitamos la política de frente único para ir con las masas y no para desenmascarar a los dirigentes. Pero eso por sí solo no es suficiente. En mi opinión, debemos añadir algo que el camarada Zinóviev no menciona. Debemos hacer más que solo luchar por desenmascarar a los dirigentes; también debemos prestar ayuda a las masas. Debemos ayudar al proletariado, que hoy no ve otra cosa que las cuestiones económicas.
Aquí debo hacer una pregunta: ¿acaso pensamos que los dirigentes socialdemócratas son una banda de tontos de remate? ¿Pensamos que los dirigentes socialdemócratas nos mirarán tranquilamente mientras los desenmascaramos? Por supuesto que no. Estamos tratando con gente que está en alerta y sabe cómo defenderse. Es demasiado fácil anunciarlo de antemano y luego luchar con los medios propuestos por el camarada Zinóviev […].
Los comunistas italianos decimos que esta unidad existe en nuestro país, que se fortalece día a día, y que el frente único puede establecerse sin acercarse a los dirigentes, a los que acusamos de traición y a los que combatimos cada día. ¿Cómo se hace esto? A través de las organizaciones. Tenemos estas organizaciones. Los grupos y células comunistas están alzando su voz tanto en los sindicatos como en los lugares de trabajo, exigiendo el frente único y obligando a los socialdemócratas a desenmascararse. Debemos decir en voz alta que todo Partido Comunista tiene el deber de establecer un frente único, no con los dirigentes, sino con las masas organizadas en sindicatos, que llevarán a los socialdemócratas y a los dirigentes con ellos y los desenmascararán. Esa es nuestra posición.
Umberto Terracini (Italia): El problema que tenemos ante nosotros es el siguiente: ¿debemos, para ganar a las masas, abandonar precisamente los principios que nos han permitido adquirir fuerza? En nuestra opinión, los métodos que nos propone el Comité Ejecutivo pueden en efecto permitirnos ganar a las masas, pero entonces ya no seremos partidos comunistas, sino la viva imagen de los partidos socialdemócratas [...].
El camarada Zinóviev habló de un acuerdo entre partidos y explicó que era necesario hacer tales acuerdos con los dirigentes y simultáneamente combatirlos. Añadió que debemos negociar con los dirigentes mientras hablamos directamente con las masas. En una reunión como esta, no solo le estamos hablando, en general, a los partidos afiliados a la Internacional Comunista. Debemos decir con franqueza lo que hay que hacer. Además, hay que establecer dentro de qué límites específicos se llevarán a cabo las negociaciones.
En nuestras tesis planteamos el siguiente principio rector: cada partido debe establecer una serie de cuestiones adecuadas que busquen abarcar a todos los trabajadores, cuestiones relativas a la situación económica y a la reacción política y militar. Esta propuesta tiene que ir dirigida únicamente a los sindicatos nacionales y no a los partidos políticos. Además, cuando sea posible, no debería enviarla el Partido Comunista, sino la dirección de cada organización sindical. También debe enviársela a un comité establecido por los sindicatos en una asamblea especial. El partido se compromete a involucrar todas sus fuerzas organizadas para llevar a cabo la acción dirigida por este comité. Los otros partidos deberían hacer lo mismo.
Cuando planteamos este problema por primera vez, los sindicatos no respondieron. Sin embargo, lo hicieron después de que las células comunistas de los sindicatos se pusieran a trabajar y obtuvieran la mayoría en todas las asambleas. Esto será mucho más fácil cuando los grupos comunistas planteen el mismo problema día tras día en todas las asambleas sindicales. Esto conducirá lenta pero muy seguramente a desenmascarar a los dirigentes.
Cuando hablamos de “dirigentes”, no nos referimos solo a los Serrati, Levi, Renaudel y Scheidemann [4]. Los partidos en su conjunto son responsables de las derrotas de los trabajadores y, por lo tanto, no siempre es justo contraponer a los dirigentes de los partidos socialdemócratas a sus adherentes. Los líderes socialdemócratas son fuertes solo porque miles de personas se han quedado en estos partidos. Con respecto a Alemania, en concreto, se supone que los comunistas se unan a los socialdemócratas para formar un gobierno común con el fin de resolver la cuestión de las reparaciones de una manera aceptable para la clase obrera.
¿Están seguros de que los líderes socialdemócratas aceptarán su propuesta? No hay ningún país en el que los socialdemócratas puedan llegar a un acuerdo de este tipo, porque saben muy bien que nunca estarán en condiciones de cumplir sus disposiciones. Tienen la experiencia suficiente como para saber que no es apropiado diplomáticamente aceptar algo en público hoy para luego ser tener que rechazarlo mañana.
Por muy clara y precisa que fuera la cuestión del frente único formulada en el Comité Ejecutivo, desató una gran confusión en las secciones locales. Tuvimos que ir a las secciones y explicarles que no proponemos hacer acuerdos con nuestros enemigos de ayer y abandonar nuestra postura irreconciliable. Más bien, el objetivo es crear una base para el trabajo futuro. A menudo se ha observado, por ejemplo en las elecciones municipales, que en el momento en que los comunistas y socialdemócratas concluyen un acuerdo electoral, las capas pequeñoburguesas retiran su apoyo a este bloque. Lo mismo sucede en los sindicatos. Cuando los socialdemócratas y comunistas proponen una lista conjunta, los trabajadores no partidarios proponen inmediatamente a sus propios candidatos. El resultado de una política de acuerdos a nivel político-parlamentario es que muchos partidarios se alejan de la acción unificada. El acuerdo puede hacernos ganar cien mil trabajadores, pero en el proceso perderemos al menos mil comunistas. Preferiría que estos mil se quedaran con nosotros […].
Vayamos con las masas, a través de una acción general unificada, y no con los partidos de los traidores, a través de una unidad formal e infructuosa. Solo pedimos que el problema se plantee de forma clara y precisa, sin demagogia y sin esfuerzos por causar una buena impresión.
Del debate
Karl Radek: […] ¿Cuál es la diferencia entre la situación actual y la de 1919? En ese entonces las masas se rebelaron, en Austria, en Hungría, en Alemania. Llevábamos a cabo una lucha por el poder; la cuestión era la dictadura [proletaria] o la llamada democracia. Este período inicial de lucha directa ha terminado, por ahora. El hecho es que el ataque inicial fue derrotado por los capitalistas, y los trabajadores de todos los países están luchando por reivindicaciones parciales. Esto es lo que está en juego hoy en estas luchas: la jornada de ocho horas, ¿sí o no?, salarios más altos –¿sí o no? Así que nosotros, como Internacional Comunista, tenemos la tarea de mostrar a las masas que en estas luchas prácticas somos diferentes de todas las demás fuerzas. Queremos luchar y los demás no quieren hacerlo, ni siquiera por reformas. Nuestros amigos temen que este curso de acción conduzca a un acercamiento con los socialdemócratas. Permítanme recordarles cómo reaccionaron el SPD y el USPD cuando aplicamos esta política en Alemania en 1921 [5]. Pegaron un alarido, porque sabían que los desenmascararíamos ante las masas.
Algunos camaradas lo plantean de esta manera: el frente único solo puede crearse por medio de la lucha. Ese es su primer argumento. El segundo es que queremos unir a las masas y ahuyentar a los dirigentes. Terracini quiere unirse con las masas y Zinóviev quiere unirse con Scheidemann y Renaudel. Es cierto que es una contradicción si hoy me uno a Scheidemann y mañana escribo en la prensa que Scheidemann es un traidor. Pues bien, resolveremos esta contradicción a expensas de la gente de Scheidemann mediante acciones en las que su traición también quede clara para las masas.
Terracini dice que desde el principio hay que unirse sin los dirigentes. Pero, en ese caso, los partidarios de Serrati entre los trabajadores le darán la espalda. Sin embargo, si durante las conversaciones con Serrati queda claro que él no quiere luchar junto con nosotros, Terracini podrá decirles a los trabajadores: "Vengan y únanse a nosotros contra vuestros dirigentes". Luego está el argumento de que el frente único solo puede surgir de la lucha. Bueno, es obvio. Pero la pregunta es qué promueve esta lucha y qué la obstruye.
Camaradas, las problemas son muy sencillos como para complicarlos como una gallina dentro de un círculo que no se atreve a salir de él. La diferencia es simplemente que la gallina no dibujó el círculo que la rodea; Terracini, sin embargo, contribuyó a crear una fórmula que no les permite superar el escollo. Los camaradas italianos están en contra del frente único porque son una minoría; los franceses, porque son mayoría.
Los camaradas franceses sufren de una ilusión óptica. Confunden al proletariado con el antiguo Partido Socialista francés, del que ahora somos mayoría [6]. Pero el Partido Socialista no es el proletariado francés. En 1919 no hubo un impulso hacia la unidad entre las masas. En ese momento, las masas estaban divididas sobre la cuestión de la dictadura o la democracia. Ahora la ofensiva capitalista está creando el impulso para la unidad entre las masas. Cualquiera que carezca de sensibilidad para eso no tiene sensibilidad para lo que está sucediendo en la clase obrera […].
León Trotsky: [...] El camarada Terracini dice: “Por supuesto que estamos a favor de la acción de masas y de ganar a las masas”. Seguro, pero ahora estamos en una fase más avanzada. Ahora estamos discutiendo los métodos que usaremos para ganarlas y pasar a la acción. En el Tercer Congreso tuvimos que resistir tendencias que podrían llegar a resultar en acciones prematuras. Hoy vemos las mismas tendencias, pero se expresan de una forma diferente, es decir, en el peligro de una postura negativa. En el Tercer Congreso determinamos que estamos en el inicio de una nueva etapa. La burguesía no ha recuperado su equilibrio y estabilidad, pero ha logrado una especie de pretensión de estabilidad. Después de los años 1919-20, el medio revolucionario de las amplias masas se transformó en un ambiente de expectativa. Ahora debemos preocuparnos sobre todo de cómo podemos ganar a las masas. Desde este punto de vista, los partidos se dividen en tres grupos.
El primer grupo incluye partidos de países donde los comunistas todavía deben luchar para ganarse un lugar en el frente proletario, a saber, Gran Bretaña y Bélgica. En el segundo grupo está Bulgaria donde, por el contrario, el Partido Comunista ya tiene el dominio absoluto. Es evidente que en esta situación la cuestión del frente único es casi inexistente. En tercer lugar, entre estos dos extremos, nos encontramos con la gran mayoría de los partidos. Y es precisamente en los países donde el Partido Comunista es un ala de la vanguardia organizada del proletariado donde surge la cuestión del frente único.
No sabemos cuándo llegará el momento de la conquista del poder. Tal vez en seis meses, tal vez en seis años. Le pregunto a los camaradas Terracini y Renoult: ¿se supone que la lucha del proletariado debe detenerse hasta el momento en que el Partido Comunista esté en condiciones de tomar el poder? No, la lucha sigue adelante. Los trabajadores que están por fuera de nuestro partido no entienden por qué nos separamos de los socialistas. Piensan: “Estos grupos o sectas deben darnos la oportunidad de luchar por nuestras necesidades diarias”. No podemos simplemente decirles: “Nos separamos para prepararnos para ese gran día que llegará no mañana, sino más adelante”.
No obstante, el Partido Comunista se acerca a ellos y les dice: “Amigos, los comunistas, los sindicalistas, los reformistas y los sindicalistas revolucionarios tienen sus propias organizaciones, pero nosotros, los comunistas, proponemos una acción inmediata para pelear por el pan de cada día”. Eso va totalmente en el sentido de la psicología de las masas. Comprendo perfectamente que para un periodista que quizás haya trabajado con (el líder del Partido Socialista francés, Jean) Longuet en L’Humanité, la perspectiva de tener que volver a dirigirse a Longuet sea una tortura psicológica y moral. Pero los trabajadores franceses son realmente indiferentes a tales consideraciones […].
En este momento, dice el camarada Terracini, no hay grandes acontecimientos, y no tenemos motivos para un frente único. Y los camaradas franceses dicen que si no llegan grandes acontecimientos, entonces debemos iniciarlos con nuestras propias acciones. Debo decirles que una de las barreras más importantes para el desarrollo de estos acontecimientos es que las distintas organizaciones políticas y sindicales conviven una al lado de la otra, y las masas no entienden las diferencias entre ellas. Proponemos una acción específica a las organizaciones de este tipo. Sostengo que los trabajadores no organizados, los más abatidos y perezosos, serán arrastrados al torrente en un momento de aguda crisis revolucionaria […].
Traducción: Guillermo Iturbide
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