Sábado 22 de noviembre de 2014
La historia que nos enseñan desde la educación básica, pone en el mismo plano a personajes que en la realidad se confrontaron por obedecer a intereses de clase distintos : Zapata, Villa, Carranza, Obregón y Madero. Todos ellos se nos presentan por igual como los “héroes que nos dieron patria”, pero difícilmente se dice a qué clases sociales representaron. La historia la escriben los vencedores y así es también en el caso de la Revolución Mexicana.
Conclusiones sobre una gesta revolucionaria
En las entregas de esta serie, se mostró la potencialidad que tienen las fuerzas de los explotados y oprimidos, quienes derribaron al viejo régimen, mantuvieron como bandera de lucha la demanda de tierra, y lograron poner en pie –en el caso del estado de Morelos– un poder político local, protagonizando la experiencia política más avanzada de las masas campesinas en América Latina.
El ímpetu de las masas campesinas no fue suficiente para evitar el encumbramiento de una burguesía que encontró en el constitucionalismo al defensor de sus intereses (recordemos que la Constitución de 1917 convocada por el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza).
Para adueñarse de la victoria, al Ejército de Libertador del Sur y a la División del Norte les hizo falta un aliado urbano –que no podía ser otro que el movimiento obrero– que luchara hombro con hombro en contra de las facciones y ejércitos que representaban los intereses dueños de los medios de producción.
Un reparto agrario radical no era posible en toda la extensión del país sin una industria tomada bajo control obrero que pudiera subsidiar al campo y abastecerlo de maquinaria para aumentar su producción y satisfacer las necesidades de la población, y para ello era necesario un proyecto nacional alternativo al de la burguesía.
En la experiencia revolucionaria de 1910, se consolidó la Comuna de Morelos con Emiliano Zapata al frente, que si bien tuvo un corto periodo, es uno de los mejores ejemplos de lo que las masas pueden hacer si deciden tomar su destino en sus manos. Los zapatistas, con las armas por delante, expropiaron a los terratenientes de Morelos, hicieron el reparto agrario por la vía de los hechos, echaron a andar los ingenios azucareros de la zona e intentaron cosechar de manera colectiva, lo que hizo que su luchara adoptara un carácter en dinámica anticapitalista.
El encumbramiento de la burguesía
Todo esto mientras las distintas fracciones de la burguesía, incluso aquellas que se opusieron a Porfirio Díaz y le disputaron el poder del Estado, ponían todas sus fuerzas en disolver la insurrección campesina, para estabilizar un país que podía ofrecer mucho a los intereses imperialistas siempre y cuando se aseguraran sus negocios.
Madero, Huerta, Carranza y Obregón hicieron todo lo que estuvo a su alcance para detener el avance de la insurrección campesina y al final Carranza no tuvo otra opción que incorporar concesiones a los trabajadores y a los campesinos, para hacerse de una base social y contener el descontento.
Retomar y concluir la obra de Zapata
Las demandas puestas en juego por la Revolución Mexicana a inicios del siglo XX quedaron sin resolver. Sin embargo, este proceso nos ha dejado la lección de cómo las masas, cuando se deciden a influir en su propio destino, pueden trastocar un Estado y dar todo de sí. Luego de un siglo, las condiciones objetivas para una revolución están dadas en México, donde el capitalismo y el régimen del PRI muestra que sólo puede dar precarización laboral, degradación y descomposición social.
Nuestra tarea ahora es organizarnos políticamente como trabajadores, de la mano de los campesinos, y confiar en nuestras propias fuerzas y métodos de lucha, como es la Huelga General.
El día de hoy la clase obrera es más numerosa en México, pero tiene que sacudirse la herencia del charrismo sindical, que la ha llevado a derrota tras derrota en la lucha de clases.
La perspectiva de la superación del capitalismo es posible siempre y cuando los trabajadores nos organicemos de manera independiente a los partidos burgueses y en alianza con los campesinos pobres y la juventud oprimida, en contra de este régimen de explotación y miseria.
Para ello es fundamental formar un partido de trabajadores revolucionario, para influir a lo mejor de los trabajadores y de la juventud, y para dirigirnos a la victoria en los futuros procesos de la lucha de clases, que marcarán la posibilidad de superar este sistema de explotación y opresión.
Es posible el surgimiento de una sociedad distinta, sin explotadores ni explotados. Luchemos hombro con hombro en nuestros centros de trabajo y de estudio para que cada vez más personas se hagan parte de este proyecto revolucionario.
Hay que retomar y concluir la obra de Emiliano Zapata. Para ello es fundamental formar un partido revolucionario de los trabajadores, que tenga como objetivo la superación del capitalismo por la vía de la revolución socialista.