El pasado 27 de junio, tuvo lugar la ceremonia de la toma de posesión de Joaquín Goyache Goñi, que renovó como rector de la Universidad Complutense de Madrid. A la ceremonia acudió la presidenta de la comunidad, Isabel Díaz Ayuso, a la que el rector premió en el pasado curso académico como “Alumna Ilustre” y con la que mantiene una relación afín que se vio reflejada en todos los discursos de ambos a lo largo del acto.
Martes 18 de julio de 2023
Nada más comenzar la ceremonia, Goyache afirmó cínicamente “el compromiso de la presidenta con las universidades públicas y su financiación”. Nada más lejos de la realidad. La Comunidad de Madrid, tradicionalmente gobernada por el Partido Popular, es especialista en coleccionar deudas con las universidades públicas desde hace años. Incluso ha sido condenada por el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad de Madrid, por créditos de financiación de 2006-2010 y el Plan de Inversiones 2007-2011. Es decir, no solo le otorga a las universidades públicos unos presupuestos insuficientes en el papel, sino que encima llega muchos menos de lo que oficialmente se firma. Ahí vemos el gran compromiso de la neoliberal de Ayuso con las universidades públicas. Ninguna sorpresa si analizamos cómo trata al resto de servicios públicos esenciales.
Por su parte, el discurso de Ayuso, alabando a Goyache, estaba marcado por el aplauso a la lucha que ha llevado a cabo en su último mandato contra “la politización de las universidades”, que reclama como un “espacio de libertad y pluralidad”. Lo que se traduce en aplaudir que el rector haya actuado como agente represivo del movimiento estudiantil, tratando de reprimir y censurar todo intento de auto-organización y manifestación del estudiantado. En eso no se equivoca la señora Ayuso. Goyache no ha dudado en intentar acabar con la politización de la universidad, pero con la que viene por abajo y por izquierda. Tanto al Rector como a la presidenta, la única politización que les molesta es la que se opone a su política neoliberal, la que cuestiona la casta universitaria y su régimen antidemocrático y la que se organiza contra este sistema capitalista y su encarnación en el régimen del 78 en el Estado Español. Prueba de ello es la invitación oficial de las Nuevas Generaciones del PP al acto de nombramiento de Ayuso como Alumna Ilustre, mientras que se reprimía a les trabajadores y estudiantes que organizaron una manifestación fuera contra ese reconocimiento. Así como su intervención en las elecciones a rector, en las que el PP no dudó en poner todo su aparato en ayudar a Goyache a ganar, con el secretario de NNGG repartiendo sus papeletas.
Goyache en su discurso tampoco le faltó hacer referencia a lo que alababa la presidenta. Se enaltecía de promover los valores de la “convivencia pacífica y respeto a la pluralidad”. Ya sabemos lo que suele significar eso: control político de la casta universitaria sobre toda actividad o manifestación estudiantil. En la mayoría de facultades de la universidad, cualquier actividad realizada por les estudiantes debe estar autorizada por los decanos, en un proceso burocrático que obstaculiza la autoorganización estudiantil y el ocio más allá de las clases oficiales. Para pedir un aula te exigen estar legalizado como asociación y avisar de antemano de qué consiste la actividad. Para colgar una pancarta ahora te piden el sello previo de los altos cargos universitarios.
También hemos visto como, apoyándose en la LCU, aprobada por el “gobierno más progresista de la historia”, la policía y los cuerpos de seguridad de la universidad reprimían en numerosas ocasiones a las movilizaciones y actividades de trabajadores y estudiantes. Como en el mismo nombramiento de Ayuso como alumna ilustre o las protestas contra la visita a la Facultad de Filología de la embajadora del estado genocida de Israel. Algo que tiene que ser permitido de antemano por el Rector de la Universidad, ya que, si no es así, la policía no puede entrar legalmente. De esta manera, Goyache podría ser perfectamente conocido por ser uno de los rectores que más ha llamado a la policía para controlar manifestaciones y actividades pacíficas de la comunidad universitaria. Y la LCU como la ley mordaza universitaria, ya que abre la posibilidad de castigar cualquier acto que “impida el normal desarrollo de la vida universitaria”. La cual se complemente muy bien con la segunda ley aprobada por el gobierno central, la LOSU, que refuerza el modelo de universidad-empresa, permitiendo que las empresas que financian las universidades tengan derecho a voto en los consejos sociales. Además, abre la posibilidad de castigar cualquier acto que “impida el normal desarrollo de la vida universitaria”, una forma de reprimir a estudiantes cuyos efectos ya se han visto en durante el último mandato de Goyache. Las agrupaciones de Contracorriente y Pan y Rosas sufrimos esta represión, cuando quisieron expulsar a una alumna por dar una charla llamada “Maricones y Comunistas”. Cuando quisieron expulsar a una compañera por continuar con la celebración de la charla Maricones y Comunistas, que había sido cancelada con hora de antelación por orden de Decanato sin ninguna explicación.
A pesar de los esfuerzos por hacer ver la universidad como un sitio para el conocimiento libre de ideologías y basado en la meritocracia y el rigor académico, es evidente que la universidad está lejos de ser un lugar apolítico y neutral. Históricamente, todos los rectores de la universidad han sido afines a alguno de los partidos principales, en este caso PSOE o PP. Goyache es, desde luego, un ejemplo del segundo caso. Interesa tener ganados a los altos cargos universitarios puesto que por el funcionamiento completamente anti – democrático del régimen universitario las decisiones importantes las toman ellos siguiendo al pie de la letra las recomendaciones de la casta política y las empresas de los consejos sociales. Mientras los estudiantes, que somos el 80% de la comunidad universitaria, tenemos una representación minúscula en los órganos de decisión y nuestro voto vale mucho menos que el de un catedrático.
Goyache, antes de ser nombrado rector era conocido por su supuesto “carácter moderado”. Incluso, cuando en 2003 se convirtió en decano de la facultad de veterinaria, era más cercano a los sectores “progresistas” de la UCM que a los conservadores. Sin embargo, no tiene problema en cambiar el color de su chaqueta para blanquear las últimas políticas del PP en la Comunidad, a pesar de las protestas de los y las trabajadoras del sector sanitario y el enorme rechazo social. El papel que cumple el rectorado de la universidad es estar al servicio del capital y la casta política. La Complutense es un gran ejemplo, manteniendo acuerdos con empresas y bancos (como el Santander), manteniendo tratados para la investigación militar o teniendo en sus puestos principales directivos del Corte Inglés y Repsol. O la misma toma de posesión, que fue el primer acto de la presidenta tras el inicio de su segundo mandato y lo supo aprovechar muy bien para impulsar su ideología neoliberal y dejar claro qué tipo de universidad quiere.
Como ambos hicieron referencia en sus discursos, ven la universidad como el medio para “duplicar el capital invertido en nuestra formación”. Es decir, un aparato del Estado capitalista para seguir reproduciendo la ideología burguesa, y cuyo papel es formar el perfil de trabajadores y trabajadoras que demanden los capitalistas para explotar, con el fin continuar compitiendo en el mercado y llenando sus bolsillos. De ahí su gran esfuerzo por entrar en las universidades públicas, cada vez más privatizadas en su financiación y funcionamiento y pode decidir el plan de estudios, la financiación de los distintos grados y los proyectos de investigación que se aprueban.
Ante todo ello, es necesario que las estudiantes luchemos por una universidad gratuita y democrática, bajo el control de trabajadores y estudiantes, que asegure el libre acceso para todes. Basta ya de pruebas segregadoras y clasistas que no tienen en cuenta nuestras capacidades reales ni nuestras circunstancias porque están al servicio de la educación capitalista y meritocrática. Basta ya también de las tasas de las matrículas, que cada vez van más en aumento y que dejan fuera a les estudiantes de clase trabajadora que deben compaginar sus estudios con trabajos precarios. Luchamos por la derogación de las leyes LOSU y LCU que profundizan en el modelo de universidad-empresa a disposición del estado capitalista neoliberal y refuerzan la represión ante cualquier signo político que cuestione el sistema y ante cualquier ocio fuera de las aulas. Para conseguir todo esto, debemos expulsar a las grandes empresas, acabar con los cargos de la casta universitaria y su relación con la casta política y democratizar las universidades para que realmente esté al servicio de las necesidades de los sectores populares y la clase trabajadora. Para ello, es necesaria la unión entre los movimientos estudiantiles y las luchas de clase trabajadora, que es la única que puede pararle los pies a los capitalistas. Luchemos por una universidad como un espacio de transmisión de conocimiento y recursos al servicio de las necesidades de la mayoría para resolver los problemas sociales y cuestionar este sistema, y no para que sea un medio más de su reproducción.