Si la noche del 15 de noviembre parecía el comienzo de la Tercera Guerra Mundial, la mañana del 16 de noviembre se parecía más a la primera crisis de la pareja Zelensky-OTAN. ¿Utilizará Occidente este incidente para impulsar las negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania?
Viernes 18 de noviembre de 2022 20:54
Las fuerzas ucranianas reconquistaron Kherson tras una retirada forzada pero ordenada del ejército ruso del margen derecho del río Dniéper. Rusia admite su debilidad: su ejército es incapaz de avanzar hacia el suroeste, hacia Odessa, y privar así a Ucrania del acceso al Mar Negro. Pero, ¿puede el ejército ucraniano ir más allá? Sus aliados occidentales, al parecer, piensan que no. El Jefe del Estado Mayor norteamericano, Mark Milley, dijo el miércoles pasado que las posibilidades de que Ucrania expulsara a Rusia de su territorio eran muy bajas. También dijo que Rusia no podía derrotar militarmente a Ucrania. En otras palabras, para él era el momento de iniciar las negociaciones. El misil que cayó en Polonia, matando a dos civiles el miércoles por la noche, aumenta la presión para que Kiev entable negociaciones. De hecho, posiblemente haya sido lanzado por la defensa antiaérea ucraniana en un intento de interceptar un misil ruso.
La guerra en Ucrania ya ha debilitado mucho a Rusia desde el punto de vista económico, militar y geopolítico. Este resultado es muy positivo para los intereses del imperialismo norteamericano, que ha hecho de Rusia y China las principales amenazas para el orden mundial. De hecho, Washington está utilizando la guerra en Ucrania como una especie de guerra proxy o por delegación contra Moscú y, por extensión, contra Beijing. Sin embargo, ningún dirigente serio de las potencias imperialistas quiere arriesgarse a un enfrentamiento directo con Rusia, que además amenazaría con desencadenar una guerra nuclear. A estas consideraciones hay que añadir que la guerra está empeorando la situación económica internacional, empezando por la de la Unión Europea.
Por lo tanto, es en este contexto en el que funcionarios de varias potencias imperialistas, y especialmente de Estados Unidos, han comenzado a sugerir públicamente que Ucrania considere seriamente las negociaciones de paz con Rusia, y que se reúna con los propios dirigentes rusos. El 14 de noviembre, el director de la CIA, William Burns, se reunió con su homólogo ruso, Sergei Naryshkin, en Estambul. No es casualidad que esta reunión haya tenido lugar en Turquía: Recep Tayyip Erdogan, el presidente turco, estuvo en el centro del acuerdo que permite la exportación de semillas ucranianas a través de un corredor humanitario en el Mar Negro, y más generalmente se ofrece a jugar un papel de mediador entre los dos países (lo que ilustra la importancia geopolítica que está tomando Turquía).
El incidente del misil de fabricación rusa que cayó en Polonia, país miembro de la OTAN, marca la tónica de la situación. El miércoles por la noche, el mundo parecía estar al borde de un posible enfrentamiento directo entre la OTAN y Rusia, ya que a la incertidumbre de si Moscú fue directamente responsable del lanzamiento del misil se sumaron los llamamientos irresponsables de los comentaristas más belicosos y los líderes prooccidentales a favor de una intervención contra Rusia. Esto fue antes de que se aclarara la situación. Cuando bajó la espuma, todo indicaba que el misil había sido lanzado por el sistema de defensa aérea ucraniano. Sin embargo, a pesar de que varios líderes occidentales, e incluso funcionarios polacos, hicieron declaraciones en este sentido, el presidente ucraniano Volodymyr Zelensky decidió mantener su posición denunciando un ataque deliberado de Rusia.
La actitud de Zelensky causó molestia a varios líderes occidentales. Un diplomático de la OTAN comentó en el Financial Times su descontento con la actitud ucraniana: "Esto se está volviendo ridículo. Los ucranianos están destruyendo [nuestra] confianza en ellos. Nadie le echa la culpa a Ucrania y mienten abiertamente. Esto es más destructivo que el misil”. El Wall Street Journal también informa que nadie está culpando a Ucrania y, por tanto, no hay necesidad de mentir. Dice: "Ucrania se defendió, lo cual es obvio y comprensible, disparando misiles cuya tarea era derribar misiles rusos", dijo el miércoles el presidente polaco Andrzej Duda. (...) Duda habló a última hora del martes con el presidente Biden y el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, sobre el incidente. El G7 emitió una declaración en la que ofrecía su apoyo a Polonia y condenaba los ataques de Rusia contra objetivos civiles en Ucrania.
No se trata simplemente de que Zelensky haya forzado demasiado la situación para aumentar la presión sobre Rusia. Se puede deducir que el objetivo de Zelensky es enfatizar la amenaza rusa a los estados miembros de la OTAN con el fin de obtener más armas y apoyo para continuar la actual ofensiva de su ejército y posponer el momento de la negociación. Pues aunque Zelensky habla con dureza, está abierto a las negociaciones de paz con Rusia, pero solo cuando llegue el momento. Sin embargo, el resultado podría ser el contrario: irritados por la actitud de Zelensky, Occidente podría presionarlo para que entable algún tipo de diálogo con Moscú.
Sin embargo, en el campo occidental siguen existiendo diferentes posturas respecto a una solución diplomática. Así, en un artículo bastante belicoso, el semanario inglés The Economist, que no descarta la perspectiva de las negociaciones, explica que "hay que dejar abierta la puerta a un futuro acuerdo diplomático, cuando Ucrania y Rusia estén preparadas para ello". Pero un alto el fuego ahora sería profundamente desventajoso para Ucrania, deteniendo su impulso y dando a Rusia un respiro para reponer su arsenal y preparar un nuevo ejército. No es el momento de relajarse. Una editorial del sitio demócrata Project Syndicate también señala las divisiones en Occidente sobre la cuestión de un acuerdo de paz. Dice: "A largo plazo, los debates sobre cómo definir una victoria ucraniana podrían crear nuevas tensiones. Mientras que la administración Biden, Francia y Alemania señalan que las negociaciones de paz serán necesarias en algún momento, Polonia y los países bálticos han dejado claro que quieren ver a Rusia humillada. Mientras tanto, Trump se ha designado a sí mismo para negociar un acuerdo entre Rusia y Ucrania.
Aunque para muchos de estos halcones un acuerdo diplomático en este momento significaría un respiro para Rusia, que utilizaría para preparar una nueva ofensiva, a Ucrania también le serviría una pausa en el conflicto, entre otras cosas para reorganizarse militar y económicamente. De hecho, la situación económica del país es más que delicada. El analista Uwe Parpart escribe en Asia Times que "Ucrania dice que su producción económica ha caído un 35% de año en año. Esto está muy lejos de la verdad. El país no tiene ni la mano de obra ni el capital para mantenerse en ningún nivel. Depende totalmente de las donaciones extranjeras para pelearla guerra actual y alimentar y vestir a su menguada población. Por su parte, Europa Occidental ha llegado al límite de su capacidad para hacer frente a la afluencia de refugiados ucranianos.
En otras palabras, la Ucrania que salga de la guerra será un país totalmente dependiente y a merced de los designios geopolíticos y militares de las potencias occidentales, empezando por Estados Unidos. Además, esta nueva Ucrania sería un país ultramilitarizado, armado hasta los dientes por las potencias imperialistas occidentales, y la región se convertiría en una zona altamente peligrosa. Pero esta financiación estaría cada vez más condicionada a una mayor sumisión política, económica, militar y geopolítica. Es decir, una vasallización total de Ucrania por los imperialistas occidentales.
Otro elemento que preocupa cada vez más a los aliados occidentales de Ucrania es el suministro de armas. Los expertos en defensa Jack Detsch y Amy Mackinnon escriben un artículo en Foreign Policy que "en una guerra de artillería sin cuartel con los rusos que se prolonga prácticamente desde que el Kremlin declaró una ofensiva en la región de Donbass en abril, Ucrania prácticamente ha agotado su artillería de tipo soviético, que representa alrededor del 60 por ciento de su arsenal, lo que obliga a Kiev a depender más de la artillería estándar de la OTAN, que no puede producirse con la suficiente rapidez para mantener la lucha. (...) Ucrania también se ha visto desafiada por la escala de la ofensiva, que ha extendido las líneas del frente, dijeron los funcionarios. Aunque el país devastado por la guerra tiene suficiente munición y equipo para apoyar los combates en la región oriental de Donbass y la región meridional de Mykolaiv, otro ataque ruso en el norte podría estirar las líneas de suministro.”
En términos más generales, ya sea con una victoria de Ucrania o con la caída del régimen de Putin, el problema ruso" no desaparecera para el imperialismo norteamericano. Para Washington se trata de evitar la aparición de una potencia euroasiática capaz de competir realmente con el dominio del imperialismo norteamericano en el orden mundial. Es decir, para evitar que Rusia explote todo su potencial en alianza con una potencia imperialista europea y/o con China, sería necesario asegurar que Rusia se debilite a largo plazo, o incluso que se desmantele el Estado ruso tal y como lo conocemos. Y esto sólo podría hacerse mediante la confrontación directa, con los enormes riesgos que ello implica. Ni Estados Unidos, y mucho menos los europeos, parecen estar preparados para un escenario tan catastrófico.
De ahí que gran parte del establishment imperialista mundial, aun con diferencias entre ellos, y la propia Rusia parezcan empezar a aceptar la perspectiva, antes o después, de una solución diplomática al conflicto. Sin embargo, no podemos descartar la posibilidad de una nueva escalada, de un "accidente" que embarque a la humanidad en una situación dramática. Hoy más que nunca, los trabajadores, la juventud y los sectores oprimidos de la sociedad no deben depositar ninguna confianza en las potencias imperialistas occidentales que hipócritamente dicen luchar por el derecho a la autodeterminación de Ucrania; tampoco se puede confiar en la Rusia de Putin que no defiende un proyecto progresista o "antiimperialista". Todo lo contrario. La lucha independiente de la clase obrera para poner fin a esta guerra es la única opción realista y la única que puede garantizar el derecho a la autodeterminación de Ucrania, que hoy, en la era imperialista, sólo puede lograrse mediante el derrocamiento socialista de la sociedad capitalista.