Algunas reflexiones a propósito de un clásico de José Aricó a 30 años de su publicación.
La cola del diablo de José Aricó es un texto sumamente importante para la tradición marxista y en especial gramsciana en Argentina. El libro se basa en una ponencia presentada por el autor en un seminario sobre Gramsci realizado en Ferrara (Italia) en septiembre de 1985 y se publicó por la editorial Puntosur en marzo de 1988 en Buenos Aires. Aricó lo definía como “la historia fragmentaria de un momento de la cultura comunista”, como el “testimonio de una búsqueda inacabada”, que al mismo tiempo intentaba reconstruir el itinerario de Gramsci en América Latina como contribuir a la comprensión de la realidad americana.
La lectura y difusión de Gramsci se había iniciado en nuestro país a través de las traducciones realizadas por intelectuales del PCA y la editorial Lautaro, algunas realizadas por el propio Aricó, como la de las Notas sobre Maquiavelo, la política y el Estado moderno. Dicho sea de paso, esas fueron las primeras traducciones de Gramsci a otro idioma y no la Selection en inglés de los años ‘70, como creen religiosamente algunos marxistas británicos (y argentinos). Siendo este partido uno de los más stalinistas del mundo, Gramsci resultaría un personaje sospechoso. Héctor Agosti, el director de Cuadernos de Cultura, que había utilizado categorías gramscianas para analizar la historia argentina en su libro Echeverría, inspiró inicialmente al grupo de jóvenes gramscianos dentro del PCA, quienes finalmente serían expulsados de ese partido luego de la publicación del primer número de Pasado y Presente en 1963.
De “guevaristas togliattianos” a “todos fuimos Montoneros”, Aricó reconstruye un clima de época signado por el entusiasmo con la revolución cubana, las luchas de liberación y el ascenso de las luchas obreras. Surgían en todo el mundo las llamadas “nuevas izquierdas” que se identificaban con las guerrillas latinoamericanas, el maoísmo u otras corrientes. Aricó fue parte de un largo recorrido de proyectos teóricos, publicísticos y de vinculaciones políticas que dejó dos temporadas de la revista Pasado y Presente (1963-65 y 1973), 98 volúmenes de los “Cuadernos de Pasado y Presente” y la fundación nada menos que de la editorial Siglo XXI, entre otros proyectos.
La traducción en tiempos de crisis del marxismo
La cola del diablo se publicó en un momento de “crisis del marxismo” previo al colapso del mal llamado “socialismo real” y en plena ofensiva neoliberal a nivel internacional. Fueron los años de disolución del PCI en Italia y de la llamada década a luces apagadas en cuanto al interés por Gramsci en su propio país. También fue la década de esperanzas en la vuelta de la democracia constitucional en América Latina.
Una idea destacable en su lectura teórica de Gramsci es la de traducibilidad de los lenguajes en el sentido en que está planteada en los Cuadernos de la cárcel, como posibilidad de hacer operativas categorías teóricas que responden a realidades comparables pero no asimilables, lo cual requiere una comprensión de la realidad específica, así como la construcción de nuevas categorías. Aricó la consideraba central para pensar precisamente la traducción del marxismo a la realidad de América Latina [1].
Trabajos suyos como Mariátegui y los orígenes del marxismo latinoamericano (1978) o Marx y América Latina (1980), plantean problemas importantes en torno a la relación del marxismo con nuestro subcontinente y los límites del “marxismo” que habían defendido los partidos comunistas. La cola del diablo retomaría estas cuestiones, haciendo una mixtura entre problemas teóricos relevantes y posicionamientos políticos muy discutibles.
Estado y hegemonía en América Latina: revolución pasiva y movimientos policlasistas
La reflexión planteada en La cola del diablo buscaba identificar algunos elementos claves de la “traducción” del marxismo a la realidad latinoamericana, que veía como una combinación de Oriente y Occidente. Aricó destacaba entonces las categorías gramscianas de revolución pasiva, hegemonía y nacional-popular. El Estado se había constituido mediante un proceso de “occidentalización” que no había tenido correlato en una revolución democrático-burguesa clásica. De ahí procesos de modernización desde arriba en los que el Estado jugaba un rol central, por sobre las clases, en procesos de “revolución pasiva” es decir modernizaciones desde arriba que introducían cambios sin constituir movimientos revolucionarios clásicos.
Esta centralidad de la revolución pasiva en el proceso latinoamericano, incidía directamente en la conformación de los movimientos populares que habían sido protagonistas de su historia.
En este contexto, Aricó unía en su análisis dos cuestiones: planteaba que si bien no se podía desconocer la influencia de Lenin sobre Gramsci, tampoco se podía reducir el concepto gramsciano de hegemonía al de “alianza de clases” (atribuyendo a Lenin una lectura de la hegemonía reducida a esa idea). A su vez, entendía la hegemonía gramsciana como una concepción que permitía pensar la constitución de sujetos sociales en términos más amplios que los de clase, lo cual había que pensar en relación con su traducción a la realidad latinoamericana [2].
En el mismo sentido que Portantiero en Los usos de Gramsci, Aricó señalaba que la identidad política de la clase obrera en América Latina se había constituido como parte de movimientos nacionalistas y populares. En este marco, destacaba la importancia del Estado que moldeó las sociedades desde arriba, teniendo una preponderancia por sobre las clases, cuestión que no había entendido la izquierda por su “visión societalista” [3]. Este análisis se veía reforzado por la idea de que los años ’80 marcaban el fin de la etapa histórica del proletariado como sujeto revolucionario [4].
¿Revolución conceptual o giro conservador?
Aricó veía las ideas de Gramsci como parte de una “propuesta más general de renovación de la cultura política de la izquierda socialista”. Buscaba construir una “izquierda moderna” que tomara las ideas de Gramsci como “punto de partida para pensar la transformación democrática de la sociedad” [5]. Destacaba la importancia de unir socialismo y democracia (planteada así en tono neutro pero en referencia a la democracia burguesa): “la pretensión de mantener unidos democracia y socialismo supone en la práctica política la lucha por construir un orden social y político en el que la conflictualidad permanente de la sociedad encuentra formas de resolución que favorezcan su democratización sin generar su ingobernabilidad” [6].
Raúl Burgos ha señalado en su exhaustiva investigación sobre Pasado y Presente, que precisamente el redescubrimiento de la democracia constituye una “revolución conceptual” que permitió repensar la estrategia de la izquierda de los ‘80 en adelante [7]. En un artículo publicado en Materialismo Storico [8], Burgos comenta críticamente la introducción a un dossier de la revista Ideas de Izquierda sobre Gramsci, destacando la importancia de retomar la herencia de Aricó para pensar los problemas teóricos y políticos el marxismo en América Latina. Sería un error reducir la productividad de las reflexiones teóricas de Aricó a sus posicionamientos políticos, en particular los de los años ‘80. Sin embargo, éstos estuvieron en abierta contradicción con sus reflexiones teóricas más interesantes. Por otra parte, habría que pensar si el desconocimiento de las elaboraciones teóricas de Trotsky sobre la democracia soviética, no es una de las circunstancias que empujaba a Aricó a considerar como únicas variantes posibles un “marxismo-leninismo” stalinista o un socialismo democrático.
Las amarguras de la realpolitik
En la práctica esta “izquierda moderna” orientada a la “transformación democrática de la sociedad” había implicado en primer lugar para el caso argentino una expectativa en la “transición a la democracia” producto de un acuerdo entre el gobierno de Viola y la multipartidaria, posición expresada por los intelectuales gramscianos y peronistas agrupados en la revista Controversia (1979-1981) publicada en el exilio mexicano y de la que Aricó conformaba el comité de redacción:
... la multipartidaria, en su sentido más inteligente frente a la coyuntura, significa recuperar una salida antes de un probable resquebrajamiento de un modelo de estado democrático de partidos a reinstaurar. Modelo que depende del derrumbe de la estrategia militar, pero modelo que depende también de la intención y la capacidad para efectivizar esa intención democratizante, tanto del poder como de la oposición [9].
Con posterioridad a la caída de la dictadura y el triunfo de Alfonsín, mientras bregaba por crear una “cultura socialista”, Aricó asumiría una serie de posiciones en las que el verso de la teoría chocaría con la prosa aplastante de la “realpolitik”. Al considerar que “las propuestas de renovación que guiaron a lo más vivo del cuerpo social argentino hasta el golpe militar del 76, concluyeron en un camino sin salida, salvo el del genocidio” [10], Aricó sacaría la conclusión de que había que considerar el “terreno democrático como principio fundante de la posibilidad de operar en la política en el sentido de la transformación” [11]. En ese marco plantearía que el problema principal era discutir el origen de la deuda externa más que si había que pagarla o no [12], y aunque criticaría a Alfonsín por haber mentido a las multitudes cuando ya había negociado con los militares en la Semana Santa de 1987 [13], en 1988 la revista La Ciudad Futura aceptaría la necesidad de la Ley de Obediencia debida [14]. Aricó llegaría a sugerir incluso que un gobierno de Angeloz podría ser más transformador que el de Alfonsín [15]. Difícil reconocer en posiciones de este tipo al Aricó que había reflexionado sobre la originalidad de Mariátegui o las razones del desencuentro entre Marx y América Latina, menos que menos al que había tomado notas sobre el sindicalismo clasista del Sitrac-Sitram.
Se puede argumentar que en esos años, con el clima de derrota del movimiento obrero y el movimiento general de redescubrimiento de la democracia por la intelectualidad de izquierda, no había muchas otras opciones. Sin embargo, en Brasil, Florestan Fernandes realizó una crítica durísima y radical de la “transición democrática”, a la que consideraba una transición conservadora, incluso siendo constituyente del PT. Precisamente Fernandes hacía hincapié en lo que Aricó consideraba que podía ser un riesgo para la estabilidad democrática: la acción de masas desde abajo, sin la cual resulta imposible cualquier proceso de transformación más o menos significativo de la realidad (ni hablar si se trata de transformaciones revolucionarias) [16].
La idea de un vínculo entre democracia burguesa y socialismo postulada por Aricó en los años ’80 se demostró como una apuesta fallida. Pero además, expresaba un posicionamiento conservador, al estilo del que Gramsci le había criticado a Benedetto Croce: despedazar la antítesis de las fuerzas en lucha en un proceso de evolución reformista dentro de límites pre-establecidos.
COMENTARIOS