En las próximas semanas saldrá en Brasil la versión en portugués del libro El marxismo de Gramsci. Notas de lectura sobre los Cuadernos de la cárcel, de Juan Dal Maso, publicado por Iskra Editora y con prólogo del reconocido investigador italiano Fabio Frosini. En esta entrevista conversamos con Juan sobre los contenidos del libro, algunas novedades de la versión en portugués y la actualidad del debate para la realidad latinoamericana.
¿De qué se trata El marxismo de Gramsci?
El marxismo de Gramsci es un libro que propone volver a leer a Gramsci sin el prisma de ciertas lecturas socialdemócratas o reformistas que han sido muy fuertes durante las últimas décadas en América Latina y otras partes del mundo.
Para el público que se está iniciando en la lectura de Gramsci se exponen algunos conceptos fundamentales de los Cuadernos de la cárcel, como Estado integral, hegemonía, revolución pasiva, crisis orgánica, guerra de posición y guerra de movimiento, el moderno Príncipe, la voluntad colectiva nacional-popular, las distintas acepciones del término Occidente, su concepción del Estado obrero y el socialismo y un pequeño repaso del itinerario de Gramsci en América Latina.
Para quienes están más familiarizados con el pensamiento de Gramsci, el texto propone una lectura “metodológica” que se basa en la idea de que los conceptos de “traducibilidad de los lenguajes científicos y filosóficos” y el “nuevo concepto de inmanencia” son inherentes a la construcción de los propios argumentos gramscianos. Gramsci utilizaba estas categorías para pensar la relación del marxismo con la cultura de Occidente pero también para proponer un abordaje sobre la coherencia interna del marxismo. La "traducibilidad de los lenguajes" servía para retomar desde el marxismo problemas o conceptos planteados por otras filosofías estableciendo ciertas equivalencias (por ejemplo entre el marxismo y la filosofía de Benedetto Croce) así como para analizar ciertos procesos históricos y su relación con la constitución de cuerpos teóricos (la Revolución francesa y el idealismo alemán) o para establecer paralelos entre corrientes revolucionarias de distintas épocas (jacobinismo y bolchevismo). A su vez, Gramsci traslada esta idea de la traducibilidad a la propia coherencia interna del marxismo, estableciendo una relación estrecha entre la categoría de praxis en el plano filosófico, la teoría del valor en la crítica de la economía política y la concepción del Estado en la teoría política. Con el concepto de nueva inmanencia realiza una operación parecida, pero más enfocada a la idea de una "síntesis" que la teoría de Marx había realizado entre las corrientes más importantes de su época (idealismo alemán, socialismo francés y economía política inglesa), que Lenin había presentado como tres fuentes y tres partes integrantes y que para Gramsci no había que tomar por separado. Según su mirada, en la economía, la política y la filosofía del marxismo, la síntesis de estas tres corrientes estaba presente, constituyendo un pensamiento teórico que iba más allá de los alcances de cada una de estas "fuentes" por separado y permitía entender la teoría marxista en términos de una unidad inseparable entre filosofía, economía, historia y política. La propuesta del libro es utilizar estas mismas categorías que Gramsci utiliza para pensar la coherencia interna del marxismo para comprender el modo en que él intenta desarrollar conceptos “unitarios” o “integrales” a partir de una relación permanente entre filosofía, política, economía e historia. Esto permite a su vez poner límites a las lecturas excesivamente “politicistas” de su pensamiento, que separan la política de las condiciones y los procesos económicos y sociales.
En América Latina ha habido una importante recepción y utilización de las ideas de Gramsci. ¿La discusión sobre los llamados "usos" de Gramsci te parece que sigue siendo vigente?
Por las condiciones en que produjo los textos de los Cuadernos de la cárcel, por la forma en que luego el Partido Comunista Italiano (PCI) lo hizo su referencia para justificar su política de "vía italiana al socialismo" (y otras), por ciertos posicionamientos "híbridos" que hacen de Gramsci una figura difícil de clasificar, su legado ha estado desde hace mucho tiempo en disputa. Por estos motivos, los "usos" son inevitables y no necesariamente negativos.
Para mí, los “usos” que asimilan a Gramsci a perspectivas políticas que le eran básicamente ajenas, son los más discutibles, sobre todo si no se hace la aclaración de que de alguna forma se lo está distorsionando.
Pienso en las instrumentalizaciones de su pensamiento que hizo el Partido Comunista Italiano durante la segunda posguerra o la que hicieron los intelectuales latinoamericanos cuando a principios de los ‘80 presentaron a Gramsci para justificar la reivindicación de la democracia burguesa como único horizonte posible.
De todos modos, incluso en esos casos hubo desarrollos que fueron productivos. Fueron los propios intelectuales del PCI en un equipo dirigido por Valentino Gerratana quienes publicaron la edición crítica de los Cuadernos de la cárcel en 1975, superando las “ediciones temáticas" que habían sido publicadas por Togliatti y Felice Platone entre 1948 y 1951 y abriendo nuevas posibilidades para el conocimiento e interpretación de la obra de Gramsci.
En el caso de América Latina, muchas reflexiones, sobre todo de Aricó y Portantiero, aunque se hicieran desde una matriz más o menos reformista (me refiero a una matriz frentepopulista o socialdemócrata según el momento) echaron luz sobre problemas de la realidad latinoamericana, por lo que merecen ser rescatadas, aunque no compartamos las motivaciones políticas de los autores. También un autor como René Zavaleta Mercado, que en muchos aspectos se inspiró en Gramsci y utilizó algunas de sus categorías ha escrito una obra que merece ser tenida en cuenta para pensar la realidad de nuestro subcontinente y también problemas varios de teoría política.
En el público angloparlante (y público universitario en general) es muy popular el texto de Anderson Las antinomias de Antonio Gramsci, que sintetiza varias de las críticas que se pueden hacer “por izquierda” a la interpretación eurocomunista de Gramsci. En este trabajo ofrecimos una lectura alternativa a la de Anderson, ya que aunque compartimos en gran parte las motivaciones políticas de su trabajo, tiene importantes problemas teóricos y filológicos (que abordamos más en profundidad en un libro posterior a este, que se titula Hegemonía y lucha de clases. Tres ensayos sobre Trotsky, Gramsci y el marxismo).
Después está todo el trabajo de tipo filológico que se realiza en los marcos de la International Gramsci Society, que si bien en muchos casos mantiene ciertos núcleos compartidos con aspectos de la lectura “togliattiana” de Gramsci, contiene muchos aportes, podríamos decir, científicos para la comprensión de su obra. Actualmente hay un equipo de investigadores dirigidos por Gianni Francioni que está preparando una nueva edición crítica de los Cuadernos de la cárcel. Fabio Frosini, que es uno de los investigadores que trabaja en esta nueva edición crítica, ha tenido la gentileza de prologar esta versión en portugués de El marxismo de Gramsci, por lo que le estoy muy agradecido. Además me parece un hecho que expresa un diálogo teórico que para mí es muy significativo.
Un eje de reflexión del libro es el de la relación entre la hegemonía y la revolución permanente...
Sí. Proponemos una interpretación de la problemática de la hegemonía que cuestiona la oposición total de esta categoría con la de revolución permanente. Este es muchas veces un lugar común compartido por tanto por gramscianos antitrotskistas como por trotskistas antigramscianos.
En este contexto, abordamos otros problemas relacionados, como la propuesta de una comprensión “integral” de la hegemonía contra la idea que contrapone este concepto a la centralidad de la clase obrera. Aquí es importante destacar que esto no se plantea desde un punto de vista “moral” o por defecto (“Gramsci luchaba por la revolución” o “Gramsci nunca renegó de la centralidad de la clase obrera”, cuestiones ciertas pero relativamente estériles teóricamente) sino estableciendo un nexo metodológico entre el “nuevo concepto de inmanencia” y el de hegemonía, que podemos sintetizar en la idea de que el rol fundamental en la actividad económica es parte constitutiva de la hegemonía y esa cuestión es planteada claramente por el propio Gramsci. A propósito de estos temas, dialogamos también con las elaboraciones de autores como Fabio Frosini, Álvaro Bianchi, Peter Thomas, Massimo Modonesi y otros.
¿En ese sentido, qué contrapuntos y confluencias podés rescatar entre Gramsci, Lenin y Trotsky?
Lenin es para Gramsci la referencia principal para pensar el problema de la hegemonía, por lo que considero infundadas las interpretaciones que dicen que en los Cuadernos de la cárcel Gramsci rompió con el marco teórico y estratégico de Lenin (que no es lo mismo que los que después hicieron bandera con su figura).
Con Trotsky la relación es más problemática. Me parece que hay una confluencia clara en el análisis de la reconfiguración de las formas estatales durante el período de entreguerras, que Gramsci relaciona con la cuestión del Estado integral y Trotsky con la de la estatización de los sindicatos. A su vez, la reflexión gramsciana sobre la lucha por la hegemonía contra las alternativas burguesas que denomina de “revolución pasiva”, es decir, procesos en los que se refuerza la autoridad estatal asumiendo algunas demandas que vienen desde abajo pero vaciando su potencial revolucionario, tiene notables puntos de contacto con lo que sería la “mecánica” de la revolución permanente en Occidente.
Hay un punto de confluencia también en la importancia de las relaciones de fuerzas militares, pero con diferencias de énfasis no menores. Ambos coincidirían en líneas generales en distinguir la lucha de clases “legal”, la guerra civil y la insurrección. Pero Gramsci de algún modo subsume la cuestión insurreccional en un proceso de más largo aliento, centrado en la preparación política primero y en la guerra civil después. Trotsky, por su parte, hace mucho más hincapié en la insurrección como momento específico clave de toda revolución. Por último, en la cuestión del “socialismo en un solo país” hay un punto de divergencia fundamental. Todos estos temas están abordados en el libro, aunque está centrado en los planteos de Gramsci y los puntos de vista de Trotsky se exponen sólo en la medida en que no se puede darlos por supuestos. Sobre algunos de estos temas he seguido trabajando en mi segundo libro.
En el libro hay un debate con la tradición "eurocomunista", y en la versión brasileña se agregó un anexo que debate con las interpretaciones de Carlos Nelson Coutinho. ¿Podrías contarnos un poco sobre este debate?
La obra de Coutinho es amplia y tiene distintos momentos, tanto teóricos como políticos. En este caso no intenté hacer un análisis exhaustivo sino abordar un texto que trascendió al autor y que fundó un modo de leer a Gramsci en América Latina desde los años ’80. Este texto es el ensayo "La democracia como valor universal" (1979) que es como una adaptación de los debates del eurocomunismo para Brasil. En ese trabajo, Coutinho proponía una idea de de democracia socialista que partía de reivindicar como indisoluble el vínculo entre socialismo y democracia. Para Coutinho, la democracia podía y debía ser separada conceptualmente de la dominación burguesa y por este motivo proponía como tarea inmediata el establecimiento de un frente que permitiera restaurar la democracia en Brasil como antesala del socialismo. De paso, ligaba esta perspectiva con una idea de revolución por etapas, que para Brasil significaba una primera etapa democrática, antimonopolista y antimperialista. Esta parte de la revolución por etapas fue abandonada por la mayoría de la intelectualidad, no tanto por el rechazo al etapismo, sino porque se pasó a considerar que la revolución no era posible en ninguna de sus variantes. Y lo que perduró fue la idea de la democracia como antesala del socialismo (después como objetivo en sí mismo). En toda América Latina se dieron este tipo de debates y Coutinho fue uno de los que sintetizó sus principales argumentos, aunque después desarrolló otras posiciones más críticas. Siendo históricamente uno de los principales animadores del debate sobre Gramsci en Brasil, me parecía necesario incluir este debate aunque fuera como un anexo y aclarando que no pretende ser un análisis del conjunto de su obra, sino una crítica de cómo leyó en ese momento la teoría marxista y el pensamiento de Gramsci.
¿Cuál te parece que es la actualidad de estos debates, frente al escenario turbulento en América Latina?
Me parece que la concepción de tipo "socialdemócrata" de la hegemonía (como podría ser la del PT, Partido de los Trabajadores) está en crisis. La idea abonada por el PT desde casi toda su trayectoria (quizás con excepción de algunos sectores más críticos que participaron de su fundación), sobre que la política comienza donde termina la lucha de clases, se demostró totalmente impotente frente al golpe institucional contra Dilma Rousseff, los ataque de Temer, el encarcelamiento de Lula y el ascenso de Bolsonaro. Ahora Lula fue liberado, lo cual es un logro de todos quienes denunciamos su prisión arbitraria, pero por decirlo de alguna forma, sigue siendo Lula. Anuncia caravanas pero los sindicatos que dirige el PT no convocan a medidas del gobierno ni el PT llama a movilizar tampoco. Toda la expectativa está puesta en las próximas elecciones, primero legislativas y después presidenciales. En el caso de Bolivia, frente al golpe de la derecha fascista y racista, la resistencia la hizo el pueblo pero no los dirigentes, que negociaron la transición con los golpistas. En síntesis, sea en su variantes "socialdemócrata" o "populista" las concepciones políticas y teóricas que buscaron algún tipo de "articulación" hegemónica a través del Estado dentro de los marcos del capitalismo, se mostraron impotentes ante los avances impetuosos de una derecha que no tiene problema en apelar a la relación de fuerzas en bruto y con métodos violentos. En el caso de Chile, donde el gobierno de Piñera está acorralado por la movilización obrera, juvenil y popular, la izquierda reformista propone algún tipo de canalización institucional, en lugar de apoyar la máxima expansión de la movilización para derrotar a Piñera y conquistar una auténtica Asamblea Constituyente Libre y Soberana, que discuta todos los problemas de fondo y no solamente algunas reformas limitadas.
Es un escenario que plantea a su vez muchos desafíos para la izquierda que pretende desarrollar un práctica revolucionaria, que vuelve a poner en primer plano los problemas de la relación entre la lucha de clases en sus expresiones más directas, las relaciones entre los distintos componentes de la clase trabajadora, la juventud y los sectores populares, así como las formas en que estos sectores pueden articularse para ofrecer una alternativa frente a las derechas autoritarias y la impotencia de las variantes reformistas. Esto implica una política que pueda poner en juego el potencial de los sectores de la clase obrera que ocupan posiciones estratégicas como los transportes, los puertos, el petróleo y las comunicaciones, con acciones decididas que golpeen el funcionamiento “normal” del capitalismo, confluyendo con la juventud, los movimientos de mujeres y todos los sectores oprimidos de la sociedad, articulando sus demandas hacia una salida anticapitalista y socialista.
En síntesis, una nueva exigencia de pensar de manera rigurosa tanto política como teóricamente las relaciones entre hegemonía y revolución permanente.
COMENTARIOS