En un nuevo aniversario de la Revolución que, el 9 de noviembre de 1918, derrocó al káiser e instauró la república en Alemania, brindamos a nuestros lectores el capítulo 9, “Dualidad de poder” del tomo I de Revolución en Alemania (1917-1923), obra escrita por Pierre Broué y traducida por primera vez al castellano por Ediciones IPS.
Sábado 12 de noviembre de 2022 00:00
Ilustración: Ia Ra
¿Por qué la revolución de noviembre en Alemania, parida por la guerra, no triunfó?
En este capítulo, Broué desarrolla la dualidad de poder que se vivió en Alemania en esos días, que arrojó como resultado el triunfo de los socialdemócratas mayoritarios (SPD) y, por ende, de la burguesía. Plantea nuestro autor: “La burguesía alemana en esta fecha, y a pesar de sus reveses, es indiscutiblemente más vigorosa de lo que era, al principio de 1917, la débil burguesía rusa. Dispone de un instrumento de gran calidad, el cuerpo de oficiales, y sobre todo del apoyo total de un aparato ágil y experimentado, la socialdemocracia, que sabrá defender con eficacia lo que llama ‘el orden’ contra ‘el caos’, y la ‘libertad’ contra la ‘dictadura’ (…)”.
Algunos puntos de la estrategia de los socialdemócratas mayoritarios era convertir a los consejos de obreros y soldados en “consejos de ciudadanos”, donde intervinieran profesionales (cuestión muy bien vista y tolerada por la burguesía y sus partidos), de modo de diluir el carácter de clase de los consejos obreros, elegidos en las fábricas en proporción de 1 delegado cada mil, como en Berlín. Además, pretendían transformar la guardia obrera en guardia cívica y llamar a una Asamblea Constituyente. Plantea Broué: “En el terreno de la lucha por la convocatoria rápida de una Asamblea Constituyente, que les quitará el poder que hasta ese momento tienen los consejos y establecerá una Constitución democrática, la socialdemocracia es la punta de lanza de una coaliciónque agrupa a la casi totalidad de las viejas fuerzas políticas y, detrás de ellas, a las clases poseedoras”.
Los consejos de obreros y soldados
Comparando los consejos y los soviets, Broué plantea que a los consejos alemanes les “faltó la acción coordinada de explicación paciente que habían realizado en Rusia los bolcheviques y que les permitió, entre febrero y octubre, consolidar los soviets y su autoridad, con lo que ganaron la mayoría en ellos, para arrastrarlos luego a la lucha por el poder”. Pero también dice que los soviets de febrero de 1917 se parecen a los consejos alemanes, ambos surgidos de una acción en gran parte espontánea. Los consejos obreros estaban divididos por la doble influencia de la socialdemocracia “mayoritaria” (SPD) y los socialdemócratas independientes (USPD). También “los revolucionarios, independientes de izquierda, radicales de izquierda (IKD) o spartakistas, partidarios de la dictadura del proletariado,dirigen algunos de los consejos más importantes: Richard Müller en Berlín, Kurt Eisner en Múnich, Rück en Stuttgart, Heckert en Chemnitz, Lipinskien en Leipzig, Merges en Brunswick, Laufenberg en Hamburgo, todos presiden consejos de obreros y soldados cuya autoridad alcanza regiones enteras”, mientras que los mencheviques y los SR dirigían los soviets rusos en febrero. Por lo que Broué plantea que las posibilidades de un triunfo soviético de la Revolución alemana estaban más fundamentadas que las de Rusia en febrero.
Sin embargo, plantea una “diferencia esencial entre los consejos alemanes de noviembre de 1918 y los soviets de febrero de 1917 (…) el lugar que ocupan en ellos los antiguos partidos y sindicatos. Esto se explica por la tradición diferente de los dos países, que convierte a los soviets en la forma de organización por excelencia en Rusia, mientras que en Alemania los aparatos políticos y sindicales son un factor permanente y determinante de la vida obrera”. Este factor determinante también tendrá un gran peso en la derrota de la revolución.
El programa de acción que se proponen los consejos dirigidos por los elementos revolucionarios es, entre otras medidas, el desarme de la policía, la organización de una fuerza de seguridad, la construcción de una guardia roja, el control de la justicia y del abastecimiento. Estas acciones se realizan en todas las ciudades en las que independientes, revolucionarios y spartakistas detentan la mayoría en los consejos. Incluso en algunos lugares llegan a abolir las instituciones existentes. Por ejemplo, “El consejo de Neukölln, dominado por los spartakistas, prohíbe toda actividad de los antiguos organismos y disuelve las fuerzas de policía, por ello este barrio de Berlín es denunciado en la prensa como un ensayo de la dictadura del proletariado”. Aunque más tarde “El poder de los consejos proclamado en Neukölln el 6 de diciembre es anulado el 11 por el Ejecutivo de los consejos de Berlín”.
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El Consejo Ejecutivo y el Consejo de comisarios del pueblo
Otra expresión del doble poder queda evidenciada entre el Consejo de los comisarios del pueblo, cuyo presidente fue el socialdemócrata Ebert, y el Consejo de obreros y soldados de Berlín, llamado familiarmente el Consejo Ejecutivo.
Los comisarios del pueblo están instalados en los ministerios, e incluso mantienen funcionarios desde el mismo 9 de noviembre. Continúan en funciones los ministros burgueses de Guerra, Hacienda y otros. El poder económico de la burguesía sigue intacto: “(…) la primera proclama de los comisarios del pueblo que establece las bases del nuevo régimen –levantamiento del estado de sitio, libertad de opinión y fin de la censura, amnistía para los condenados políticos, derecho de voto a las mujeres y elegibilidad a partir de los veinte años–, toma un cierto número de medidas importantes: reglamentación y protección del trabajo, promesa de limitación de la jornada de trabajo a ocho horas, extensión del sistema de seguros sociales, creación de fondos para desempleados y programa de construcción de alojamientos obreros. Pero de hecho solo son medidas de preservación social y de protección de lapropiedad, adoptadas por el miedo que inspira el movimiento obrero. Tanto es así que el 15 de noviembre los representantes más autorizados de los patrones, Hugo Stinnes, Vögler, Hugenberg, Rathenau y Siemens, firman un acuerdo con los sindicatos formando en lo sucesivo una ‘comunidad de trabajo’, aceptan todas las reivindicaciones sostenidas con firmeza hasta entonces: jornada de ocho horas sin disminución de salario, determinación de las condiciones de trabajo en el marco de convenios colectivos, reconocimiento de la representatividad de los sindicatos en las empresas y la renuncia de los patrones a sostener ‘sindicatos propios’, la elección en la empresas con más de cincuenta obreros de comités de empresa encargados de supervisarla aplicación de los convenios colectivos, la institución de comisiones paritarias de arbitraje a todos los niveles”.
En cambio, el Consejo Ejecutivo está en el corazón de la revolución, sometido a la presión de la calle y al mismo tiempo refleja la ambición del núcleo de los delegados revolucionarios que quieren hacer de él el “soviet de Petrogrado” de la revolución alemana. Los trabajadores se dirigen a él ya que lo consideran como propio. Sus presidentes son Richard Müller, por los obreros berlineses, y Brutus Molkenbuhr, por los soldados.
Broué relata el conflicto de poderes desarrollado entre estos dos organismos, que podría resumirse en tres puntos: la derrota por parte del Ejecutivo de poder montar una “guardia roja”, la constitución de una república socialista –posición que defendían sobre todo los spartakistas y el IKD– y la discusión y división en torno a la Asamblea Constituyente.
Para concluir e invitar a la lectura de este capítulo, que no se agota con estos comentarios, consideramos como Broué: “El drama, la debilidad histórica de los consejos alemanes se debe, en definitiva, a que no existe un verdadero ‘partido de los consejos’ para impulsarlos y darles vigor luchando por su propio poder, lo que el Partido Bolchevique supo hacer entre febrero y octubre. Sobre el problema decisivo, ‘Constituyente o consejos’, los dirigentes independientes de derecha, Haase, Dittmann y otros, han adoptado, después de algunos matices, la posición de los socialdemócratas mayoritarios. Los independientes de izquierda, organizados separadamente, comparten la concepción de los dirigentes spartakistas. Estos últimos están divididos entre el núcleo dirigente, centrado en la perspectiva de la necesaria conquista de las masas, y los impacientes que renuncian a convencer. Esta confusión, la ausencia de una organización revolucionaria que impulse una lucha consecuente hacia la conquista de la mayoría en los consejos y hacia la del poder mismo de los consejos, deja el campo libre a los adversarios de los consejos en su mismo seno”.
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