Mientras el corto plazo está dominado por lo que ocurra con el FMI, ante un Banco Central con reservas netas inexistentes, sectores del gran capital sueñan con un boom exportador de la mano del gas, el petróleo, el litio, la megaminería y la recuperación del agronegocio.
–¿Sabés como le viene esta lluvia al campo?
–¿Vos tenés campo?
–No, pero está el país, la cosecha viejo… con una buena cosecha nos salvamos todos. ¡Cómo llueve! No hay nada que hacerle, Dios es Argentino.
(diálogo del film Plata Dulce)
No es la primera vez que se observa en la historia reciente del país una brecha formidable entre el panorama económico de la coyuntura y las perspectivas que abrigan los jugadores más poderosos del empresariado para un futuro no muy lejano. El día a día de este 2023 transcurre al filo de la navaja. A los efectos crónicos del fetichismo bimonetario y el desbarajuste de los mecanismos con los que esta administración buscó sobrellevarlo desde el primer día en el contexto del megaendeudamiento que dejó Macri y que incluye al FMI, se sumó este año la sequía. Por efecto de esta última, los ingresos de divisas por exportaciones de granos cayeron alrededor de USD 20.000 millones, es decir, casi un cuarto del total ingresado en 2022. Como a pesar del freno a las compras al exterior que el gobierno viene intentando por vías indirectas, estas no disminuyen a un ritmo comparable, el país entró en zona de déficit comercial. Es decir, que el saldo comercial excedente no puede cumplir la función que habitualmente tuvo en las últimas dos décadas: solventar los pagos de deuda externa, las remesas de utilidades de empresas extranjeras a sus casas matrices y la lisa y llana fuga de capitales. El Banco Central administra la escasez de dólares apelando a cada vez más artilugios que patean el problema hacia adelante, como ocurre con los pasivos que está generando el financiamiento de importaciones utilizando el canje de divisas (swap) con China, que deberá ser saldado en los próximos años, abonando además los intereses con una tasa que no es desdeñable.
El verdugo en el umbral
En 2019, el peronismo en distintas variantes aglutinado en el Frente de Todos, hoy reciclado como Unión por la Patria, ganó planteando que era posible lograr la cuadratura del círculo: poner fin al ajuste que estaba llevando adelante el gobierno de Macri sin repudiar el acuerdo de Macri con el Fondo sino, simplemente renegociando “con firmeza”. En ese entonces se desempolvaron supuestos ejemplos como el del acuerdo que tuvo Portugal con el FMI y las instituciones de la UE, que eran leídos de manera muy tergiversada para entender que había un camino que unía el acuerdo con el auditor de los acreedores con una política que no fuera de ajuste. Bajo este leitmotiv, el gobierno de Alberto Fernández convalidó la hipoteca de Macri y profundizó las capacidades de chantaje del staff del FMI sobre el país. Gracias al acuerdo firmado por el exministro de Economía Martín Guzmán en 2022, el FMI tiene contra las cuerdas al gobierno cada tres meses, dado que debe aprobar el cumplimiento de metas para entregar Fondos frescos que permitan a la Argentina pagar la hipoteca de Macri, a cambio de un nuevo embargo que se deberá afrontar en los próximos años. Los vencimientos de la deuda con el FMI se sumarán a los de la deuda privada en los próximos años generando una carga virtualmente imposible de afrontar.
Recordemos de paso que el pacto con el FMI es una responsabilidad compartida de todo el oficialismo, ya que en el trámite legislativo del mismo (requisito que estableció este gobierno en 2020 para los acuerdos con el organismo internacional de crédito) incluso los sectores que se oponían aportaron su granito de arena para que salga. Es el caso de sectores de la Cámpora y de diputados referenciados en el espacio del precandidato Juan Grabois, que se apuraron a renunciar a sus puestos en las Comisiones legislativas para evitar suscribir el acuerdo, pero facilitando así que salieran dictámenes favorables en vez de trabarlos. Detalles como estos pintan de cuerpo entero el supuesto carácter “opositor” de “Juan 23” en la interna oficialista, que en los hechos contribuye a juntar votos para la coalición que con toda seguridad tendrá a Massa como ganador en agosto.
Las advertencias contra el carácter ruinoso de cualquier acuerdo con el FMI, realizadas en soledad por el FIT-U en 2019 y nuevamente cuando en 2022 se produjo el ya mencionado trámite exprés en el Congreso (y donde la única denuncia y rechazo unánime corrió por parte del bloque de diputados de esta coalición) se confirmaron desde que se firmó el acuerdo. Pero se manifiestan de manera agravada en este año donde la sequía puso los precarios (des)equilibrios macroeconómicos en tensión extrema.
Massa viene haciendo malabares para cumplir las metas de acuerdo con el FMI, aplicando un recorte del gasto fiscal en términos reales. El gasto acumula 12 meses evolucionando en términos nominales por debajo de la inflación, y en los primeros seis meses del año arroja una reducción de casi 10 % respecto de igual período de 2022, según estimaciones de la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC). El ministro también viene tratando de poner límites a la sangría de divisas con artilugios como las tres rondas de “dólar soja” y el uso del swap con China para financiar importaciones. A pesar de estos esfuerzos, los funcionarios del FMI a cargo de la Argentina se mostraron reticentes hasta el momento a tener consideraciones con el equipo que lidera Sergio Massa. A pesar de la sequía que tiene consecuencias no solo en la disponibilidad de dólares sino también en materia fiscal (caen las retenciones y otros gravámenes ligados a las actividades económicas que se resintieron por el frenazo de la cadena agroalimentaria), se negaron a cualquier revisión profunda de los compromisos suscriptos. Mucho menos se mostraron permeables a considerar un préstamo especial, por fuera del programa en curso, contemplando la situación extraordinaria de la sequía, algo que muchos economistas de la ortodoxia más tradicional llegaron a considerar, en los primeros meses de este año, que podía estar planteado ya que es algo que el propio FMI hizo para financiar a países que atravesaron situaciones imprevistas. El directorio del organismo apenas se avino a aprobar, en abril, una reducción de USD 1.800 millones en la meta de reservas totales que el país debería juntar este año (que deberán alcanzar los USD 8.000 millones en total hacia fines de 2023). Poco y nada en el contexto actual.
El poder del verdugo se hizo más evidente en el último mes, cuando los auditores del Fondo se negaron a los pedidos del ministro Massa, que volvió a la carga con la exigencia de giros de dólares adicionales, que podían surgir de un adelanto de los giros del año próximo, con el objetivo de adelantar el poder de fuego del Banco Central ante el drenaje persistente de divisas y la escalada de los dólares paralelos, que como era previsible se irá acentuando a medida que se acerquen las elecciones. A pesar de cabildear con funcionarios de alta jerarquía de EE. UU., que sigue siendo quien tuerce la balanza en el directorio del FMI, y apelar también a la benevolencia de otros países de peso como Japón, Alemania, China y también buscar apoyo de aliados como Brasil, Massa debió moderar sus expectativas. Apenas podrá esperar que el FMI siga girando la plata que cubra los vencimientos actuales, ni un solo dólar más, y deberá hacerlo a cambio de realizar nuevos compromisos, como mantener la meta fiscal y buscar formas de cumplir con la exigencia del FMI de hacer alguna devaluación del peso frente al dólar, aunque sea de manera indirecta, medidas que tendrán efectos sobre los precios y la actividad económica.
Aunque Massa prometió en numerosas oportunidades la inminencia de un acuerdo revisado de metas, que hasta ahora no se concretó, la demora en el mismo llevó a que el ministro y hoy precandidato para la presidencia tuviera que echar mano a los yuanes del swap con el Banco de China para hacer frente a los vencimientos que el país tuvo semanas atrás con el Fondo. Es que, en el medio de las tratativas, caían vencimientos del préstamo otorgado a Macri que, al no estar precedidos por un nuevo giro del FMI, debieron ser cubiertos con los escasos fondos propios. El equipo económico renunció así a acogerse a la posibilidad, contemplada en las propias reglamentaciones del FMI, de entrar en mora con el organismo hasta tanto se alcance una fumata blanca. Aunque desde una lectura geopolítica se puede interpretar este pago con moneda China a un organismo que tiene toda la impronta del imperialismo estadounidense como un recordatorio de que las instituciones de Bretton Woods como el FMI y el Banco Mundial han perdido su rol de actores excluyentes por el ascenso de China, el uso de los recursos escasísimos deja al equipo económico cada vez más a merced de las decisiones que tome el FMI. Aumenta, en vez de reducir, su capacidad de verdugo sobre la economía. Una muestra patente de que no hay caminos intermedios entre continuar la sumisión a los dictados del Fondo o proponerse crear la fuerza política y social para encarar un camino de ruptura con el imperialismo y sus socios locales para cortar con el círculo vicioso. Según trascendidos, están próximos a concretarse los anuncios de medidas como un nuevo impuesto a las importaciones y otra ronda de dólar agro, que vendrían de la mano esta vez sí de giros del FMI para los próximos vencimientos. Este mismo domingo podrían conocerse estas novedades. De ser así, será una muestra de que el verdugo tal vez en lo inmediato no ahorca, pero sigue apretando. Más inflación y freno de la economía son resultados garantizados.
Litio y gas, y la ideología del desarrollo exportador recauchutada
Mientras de acá a fin de año mandan estas urgencias, cuyo desenvolvimiento está rodeado de imprevisibles según cómo se desarrollen las dos o tres vueltas electorales que impone el calendario, los grandes capitalistas miran un poco más allá y se ilusionan con las perspectivas que tiene el país por negocios clave en el tablero mundial y que ya se están desarrollando. La extracción de petróleo y gas en Vaca Muerta y el litio hacen que todo el gran capital que opera en el país se frote las manos, empezando desde ya por quienes pusieron un pie en estos jugosos negocios. En el caso del litio, la operación en el país es todavía varias veces menor que en Chile, a pesar de que las reservas del “oro blanco” serían mucho más elevadas del lado argentino. Las proyecciones del gobierno nacional y provinciales apuntan a multiplicar por diez o más la producción y exportación actual de litio, aunque en Jujuy llegó una advertencia de que las comunidades amenazadas por los métodos de extracción de este mineral en los salares, que implican enormes gastos de agua, no están dispuestas a mirar pasivamente esta destrucción de sus condiciones de existencia. La dinámica desatada por la reforma constitucional en Jujuy muestra que la “zanahoria” del desarrollo “sustentable” vinculado a la explotación del litio, en algunos casos acompañado de planteos entusiastas de industrializar localmente el metal produciendo baterías, vendrá acompañada del palo hacia quienes osen cuestionar esta nueva avanzada del consenso extractivista.
En el sur, la cuenca neuquina ya hace años viene mostrando resultados palpables en materia de extracción de petróleo y gas con el desarrollo del fracking. Desde 2013 hasta hoy, los costos de cada excavación se desplomaron de manera formidable gracias a la “curva de aprendizaje”, volviendo a la producción local competitiva a nivel internacional. Los salarios irrisorios en dólares para un sector caracterizado por sueldos relativamente altos, contribuyeron a mejorar la ecuación, ayudada además durante años por los generosos subsidios del Plan Gas. Favorecido por regímenes tributarios y de manejo de divisas excepcionalmente favorables, el sector hidrocarburífero y gasífero no convencional tuvo un despliegue extraordinario durante la última década, compensando el deterioro de las reservas y producción convencionales. Aún así, por la carencia de un gasoducto que conectara la extracción neuquina con las redes de distribución y consumo nacionales, el país debió importar gas para cubrir su demanda invernal. El gasoducto Néstor Kirchner, inaugurado semanas atrás, promete poner fin a parte de esa sangría en 2024. Eso de por sí será un aporte al saldo comercial del país, reduciendo la demanda de importaciones. Pero las ilusiones van mucho más allá. Conectar la red con Brasil para venderle gas, llegar a Bolivia revirtiendo el gasoducto que hoy provee de gas al NOA desde el país vecino, e instalar una planta para convertir el gas en líquido y exportarlo a Europa, están entre los planes que circulan para los últimos años. También oleoductos para exportar petróleo entran en los cálculos. El sector espera nuevamente generosos aportes del Estado, que deberá hacerse cargo de la infraestructura y realizar aportes –como mínimo en materia de desgravaciones fiscales y otros estímulos semejantes– para que se concreten las inversiones que permitan la exportación de gas licuado.
Está fuera de duda que el litio, el petróleo y el gas ofrecen la perspectiva de mantener grandes negocios para algunos “cuatro vivos” (CFK dixit), como los que supieron ganar mucho durante el gobierno de Alberto Fernández. En Neuquén eso es visible hace rato, aunque de eso el Estado provincial recauda una parte irrisoria. Más aún si introdujéramos en la ecuación el impacto ambiental, completamente ausente en la discusión sobre las “oportunidades” exportadoras que hay que aprovechar sí o sí cueste lo que cueste.
También es muy probable que el saldo de divisas del país se incrementará como resultado de estos desarrollos, y el superávit será aún más holgado si se concreta en los próximos años la exportación de granos que se desplomó este año.
Haciendo hincapié en todos los beneficios que puede traer esta “oportunidad” de Vaca Muerta y el litio, en la que las diferencias dentro del consenso extractivista surgen solo en si debe buscarse alguna variante de aprovechar estos “recursos” para favorecer a la industria local o si solo debe mandar la exportación, oficialismo y oposición buscan sembrar la idea de que lo que viene no es solo ajuste, sino que habrá, esta vez sí, algún derrame de todo lo que se embolsen las grandes empresas que se frotan las manos con la profundización de estos negocios.
Pero algunos números ponen sombra a este sueño de la argentina exportadora de litio, petróleo y gas. Por empezar, los vencimientos de capital e intereses de deuda soberana que tendrá el país con organismos internacionales de crédito y acreedores privados (es decir, sin contar la deuda intra sector público) rondarán los USD 18.000 millones de dólares de promedio anual entre 2024 y 2032. Considerando que el superávit comercial de 2020-2022, hasta que hizo estragos la última sequía, fue de alrededor de USD 10.000 millones de dólares en promedio, estamos hablando de que las exportaciones adicionales de litio, gas, petróleo y otras fuentes deberían agregar al comercio exterior un saldo superavitario de más de USD 8.000 millones por año. Considerando que todas estas producciones requieren inversiones, y que la mayor parte de estas involucran la importación de maquinarias y otros medios de producción, las exportaciones deberían crecer mucho más para que el saldo neto arroje este resultado. Además, como los protagonistas en estos sectores son firmas extranjeras, que ingresan con amplias concesiones que les permiten libre disponibilidad de divisas y giro irrestricto de utilidades, una porción nada desdeñable de su “aporte” exportador no entrará al Banco Central, sino que será compensado por giros de utilidades que se llevarán parte de las divisas generadas fuera del país. Es decir, que aún suponiendo la improbable hipótesis de que más exportaciones no vengan de la mano de un incremento en las importaciones en otros rubros –por regla general en la Argentina reciente, cuando crece la economía las importaciones aumentan todavía más en proporción– y de una mayor búsqueda por parte sectores de la clase capitalista por acceder a divisas para continuar la crónica fuga de capitales, los aportes que puedan venir de estos rubros al comercio exterior seguirán siendo insuficientes para afrontar la hipoteca de la deuda. Y todo esto implica realizar las estimaciones más favorables en lo que hace a la firmeza de la demanda internacional para los bienes cuyos volúmenes exportables se espera que crezca, y por los precios que se pueden obtener. Entre otras cosas, incluye suponer que habrá un mercado creciente para el gas licuado en el que podrá entrar junto a jugadores de peso como EE. UU., lo que implica entre otras cosas considerar que la Unión Europea se resignará a abandonar permanentemente el gas más barato que podía obtener desde los gasoductos provenientes de Rusia hasta que estos fueron saboteados el año pasado. Como la realidad difícilmente se acerque a los cálculos más afiebrados sobre lo que pueda dar el boom exportador, y ante el peso de la hipoteca que pesa en el país, podemos concluir que nuevas crisis externas siguen en el horizonte cercano, además de la crítica coyuntura actual.
No hay “boom” extractivista que vaya a sacar a la Argentina del círculo vicioso del endeudamiento y del ajuste. Y considerando que ya un Acuerdo Stand By suscripto por el gobierno de Macri fue reemplazado por otro Acuerdo de Facilidades Extendidas bajo Alberto Fernández que va camino a ser renegociado, podemos decir con toda seguridad que cuando despertemos del sueño exportador el FMI todavía estará ahí.
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