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Chile

Debate. La estrategia del programa mínimo: un callejón sin salida para el movimiento estudiantil

La educación gratuita es una demanda que lleva consigo la posibilidad de movilizar y organizar tras de sí a todo un movimiento permitiendo cuestionar el conjunto de la educación de mercado y, con ello, la sociedad que rige el actual modelo educativo.

Sábado 26 de agosto de 2017

Este segundo semestre ha estado signado por la movilización de las universidades estatales desarrollada en un año político, preponderantemente electoral, y con un movimiento estudiantil arrojado al desgaste luego de años de movilización. La Nueva Mayoría ha tomado parcialmente nuestras demandas para desviarlas y culminar de una u otra forma fortaleciendo aún más el negocio educativo. Es así como se ampliaron mínimamente las becas para los estudiantes, y le llamaron gratuidad; y ahora quieren realizar una reforma a las universidades estatales a través de la cual prometen su fortalecimiento, pero la verdad es que sólo reafirma el carácter neoliberal de la educación en sus distintos aspectos.

Esto lo vemos todos y por ello el rechazo a la reforma del gobierno es una posición generalizada entre estudiantes, funcionarios y académicos. Sin embargo, se abre el debate sobre qué estrategia tomar para darle continuidad a la movilización en curso y poder conquistar nuestras demandas.

La importante discusión programática del movimiento estudiantil

Estos últimos días de mayor auge de la movilización ante la posibilidad de que se votara en el parlamento la idea de legislar, se ha desarrollado un debate al interior del pleno de federación (y que desde Vencer y la Vicepresidencia FECh hemos buscado llevar a la base, a través de asambleas y volantes) respecto a los límites o alcances de la movilización, sobre todo en términos programáticos.

La posición del Frente Amplio y particularmente de la UNE (Nueva Democracia), ha sido dejar la lucha por la gratuidad de la educación para un futuro incierto bajo el argumento de que ésta no tiene nada que ver con la reforma actual sumado a que habrían sido las consignas “maximalistas” las que habrían llevado al desgaste del movimiento estudiantil. La pelea entonces tendría que centrarse en modificaciones parciales a la reforma actual.

Pero estos argumentos están muy lejos de la realidad. Respecto al primero, desde el 2011 que entendemos que no existe fortalecimiento de la educación pública sin gratuidad en la educación. Esta demanda no funciona como una consigna “en sí misma” que pueda ser fácilmente categorizada, desplazada o separada de la lucha por una mejor educación pública. Por el contrario, su contenido y primacía dentro de nuestro programa está estrictamente relacionado con los 3 puntos que plantea la actual reforma: sin gratuidad no se pueden mejorar las condiciones laborales de las y los funcionarios, sin gratuidad no se puede elaborar un plan de infraestructura que haga viable la política de la expansión de matrículas, así como tampoco fortalecer el desarrollo académico.

El segundo argumento, más complejo, requiere no sólo de elementos de balance de lo que ha sido la lucha estudiantil hasta ahora, sino también de un debate estratégico y programático que dilucide cuál es la fuerza que contiene la demanda de la gratuidad, si es o no una consigna maximalista y, luego, si se requiere separar el programa mínimo de las perspectivas de transformación social.

La repetida estrategia de la incidencia y del lobby parlamentario ha llevado al movimiento estudiantil a un callejón sin salida

Seis años lleva el movimiento estudiantil luchando en las calles por la gratuidad de la educación, por mejores condiciones de estudio, por una educación de calidad y a la cual puedan acceder las familias obreras y más pobres de Chile. De estos seis años primó una estrategia de presión parlamentaria donde las movilizaciones se transformaron en hitos y el movimiento estudiantil dejó de tener una agenda propia y de tomar la iniciativa. El lobby parlamentario y la negociación ministerial se transformó en la vía para conquistar demandas para lo cual requirieron rebajar en dichas instancias nuestro programa. Las Juventudes Comunistas llamaron gratuidad a becas y el Frente Amplio decidió dejar la gratuidad universal para un futuro incierto volviendo a la política del arancel diferenciado y comulgando con el viejo programa de los rectores del “nuevo trato con el estado” que consiste en el financiamiento del 50% a las universidades del estado a través de aportes basales directos.

Efectivamente en todos estos años sobre todo el 2011, las expectativas del movimiento estudiantil superaron la política de las direcciones imponiendo una lucha que fue más allá que las demandas parciales que levantan hasta el día de hoy, pero, a diferencia de lo que afirma la Unión Nacional Estudiantil (UNE), el desgaste que hoy se vive en el movimiento estudiantil no pasa tanto por las expectativas generadas como por la conducción errática que no ha respondido a dichas expectativas y se ha dedicado a limitar una y otra vez el programa confiando en los mismo políticos corruptos que defienden los intereses de los empresarios de la educación en vez de confiar en las propias fuerzas del movimiento estudiantil, confiando en la unidad con los rectores en vez de apostar por la unidad con los trabajadores, levantando organismos alejados del movimiento estudiantil en vez de fortalecer organismos desde la base y transformarlos en herramientas de lucha contra el gobierno de turno.

La educación gratuita es una demanda mínima

Ahora, este balance se sostiene también sobre la compresión de que la gratuidad de la educación no es una demanda máxima o imposible de lograr en los márgenes de este modelo social capitalista, lo demuestra su existencia en otros países como modelo que norma las universidades públicas del Estado. Esta demanda no es una consigna revolucionaria, tampoco en sí misma apunta a transformar la sociedad en su conjunto, por eso mismo y a diferencia del Frente Amplio, para nosotros la educación gratuita es una demanda mínima con fuerza vital, es decir, una demanda que lleva consigo la posibilidad de movilizar y organizar tras de sí a todo un movimiento permitiendo pasar, a su vez, y acompañada de otras reivindicaciones, al cuestionamiento del conjunto de la educación de mercado y, con ello, al cuestionamiento de la sociedad que rige el actual modelo educativo.

No hay educación gratuita sin enfrentar a los empresarios, negándonos a que el Estado entregue plata a los privados para que lucren con nuestra educación. No hay educación gratuita sin afectar sus ganancias, proponiéndonos la renacionalización del cobre bajo control obrero o el impuesto progresivo a las grandes fortunas.

La devaluación de la lucha por la gratuidad es un golpe de muerte para el movimiento estudiantil que no podemos permitir. Durante años las direcciones nos han llevado a la política de la miseria de lo posible, que hoy esté a la cabeza de la dirección del movimiento estudiantil la UNE no cambia el resultado. Migajas ya hemos obtenido y seguramente seguiremos obteniendo también en esta pasada.

La pregunta es ¿para qué luchamos? Y si la respuesta es para fortalecer la educación pública y para acabar con el mercado educativo ¿cómo hacer que cada esfuerzo no se ahogue tras el primer respiro? ¿cómo darle perspectivas a nuestra movilización? La lucha por la gratuidad ha causado simpatías en cientos de familias obreras y pobres y, por ello, tenemos la posibilidad de, desde ahí, avanzar hacia el cuestionamiento del conjunto del modelo educativo. Nuestra posición no sólo es no desecharla, sino integrarla necesariamente a nuestras reivindicaciones actuales como mecanismo para ampliar nuestra movilización, para no quedarnos en la lucha gremial de la educación y que hoy corremos el peligro de quedarnos en los pequeños marcos cuantitativos de las universidades del Estado. Se puede comenzar por plantear una gratuidad completa para las universidades públicas.

Un debate de estrategias

Para quienes nos proponemos transformar la sociedad de conjunto la tarea fundamental, lejos de ser la conquista de tal o cual demanda parcial, consiste en responder al problema de cómo avanzar desde las demandas más cotidianas, cercanas y sentidas por los trabajadores y el pueblo hacia el programa de la revolución socialista.

¿Cómo tender ese puente entre las condiciones actuales y conciencia actual de las masas hacia perspectivas socialistas y revolucionarias?

Para la socialdemocracia más clásica no existía puente alguno entre las condiciones subjetivas actuales de las masas y la revolución obrera y socialista, por el contrario, existía una división entre el programa mínimo (reformas parciales enmarcadas en las posibilidades existentes) y el programa máximo, dejando para un futuro incierto el reemplazo del capitalismo por el socialismo.

Para nosotros, que nuestra tarea no es embellecer, humanizar o reformar el capitalismo, sino derribarlo, creemos que necesitamos una federación que se proponga levantar un movimiento estudiantil anticapitalista. Con este objetivo nos proponemos una concatenación y unidad mayor entre el programa mínimo y el programa máximo a través de una serie de reivindicaciones transitorias que, lejos de menospreciar las demandas más mínimas, las relaciones con una perspectiva revolucionaria.

La gratuidad de la educación como demanda mínima (con fuerza vital), se configura como la base, como un punto de partida para pensar un programa mayor que cuestione más profundamente el modelo educativo de mercado y, con ello, la sociedad en la que vivimos y se proponga transformarla revolucionariamente.