Con la filtración de nuevos videos crece el desprestigio de la casta política. Un fuerte interrogante electoral golpea dentro de cada coalición y surge también un problema estratégico de cara a la crisis. Después de las elecciones no viene “la vida que queremos” sino un horizonte cruzado por el FMI. Un debate sobre los planteos del Frente de Izquierda: solo prepararse para la lucha de clases puede hacer realidad nuestro programa, poniendo en movimiento la fuerza colosal de la clase trabajadora.
Fernando Scolnik @FernandoScolnik
Miércoles 18 de agosto de 2021 18:18
Cuando faltaban pocas semanas para las PASO, un nuevo escándalo irrumpió en la escena política argentina.
Las consecuencias de la filtración de la clandestina que hicieron Alberto y Fabiola en Olivos, probablemente deban ser leídas y reflexionadas en dos tiempos.
De forma inmediata y vertiginosa, analistas, encuestadores y políticos intentan descifrar febrilmente cuáles serán las consecuencias del hecho a la hora de pronunciarse en las urnas, el próximo y cercano 12 de septiembre. De momento, se debilitó el albertismo y buscan fortalecerse las alas derechas de la ya de por sí oposición de derecha.
En otro plano, un debate más estructural y profundo tiene que ver con el golpe a la credibilidad de la casta política y el debilitamiento de la autoridad presidencial. Sobre el trasfondo de una gran crisis sanitaria, económica y social, probablemente en el devenir de este combo se jueguen más de fondo los problemas estratégicos de la Argentina.
Comencemos por lo primero.
12 de septiembre, próxima estación
Recalculando. Los manuales de campaña, recomendaciones surgidas de focus groups y técnicas duranbarbistas que se usan cada vez más a un lado y otro de la grieta, debieron acomodarse rápidamente al acontecimiento.
Del lado del oficialismo, a una elección que ya consideraban como incierta se le agregó una nueva adversidad. Cuando ya el revuelo de las “vacunas VIP” había dejado en buena medida de ocupar un rol en la agenda pública, un nuevo escándalo volvió a golpear de lleno en un tema clave de gestión y de campaña: el manejo de la pandemia. El doble discurso y la doble moral del presidente, así como su errático discurso para autojustificarse, lo dejaron en off side de cara al conjunto de la sociedad. Quedó al desnudo una vez más que en Olivos no habitan seres como todos, sino que lo hacen aquellos que son parte de una casta política con privilegios que exige sacrificios mientras ellos viven de fiesta.
En un maquiavélico juego de memoria y olvido, el Frente de Todos intenta ahora con dificultad que en pocas semanas haya vuelta de página, es decir, que el hecho quede disminuido en la conciencia colectiva y que en cambio predominen en las mentes los recuerdos de los duros años de ajuste macristas contra los cuales polarizar. Los nuevos videos difundidos son una nueva piedra en el zapato de este plan.
A falta de buenas noticias económicas, en un marco de alta inflación y precarización laboral a pesar del rebote y los gastos electorales de ocasión, y con golpes a su autoridad ética, apelan a vagas promesas de futuro combinadas con fuertes dosis de recordar que “los otros son peores”. Sus puntos de apoyo con los cuales intentan pilotear la situación son el hecho de que la oposición de derecha sea la principal contendiente electoral, sumado al intento de apelar a la pandemia como argumento para justificar los malos tiempos vividos, tratando de hacer pasar como natural lo que en realidad es consecuencia de las decisiones que tomaron a favor de los poderosos, en un claro rumbo de ajuste. Su punto débil: la combinación de muchas promesas incumplidas y fuerte desilusión, en el marco de una crisis muy grave, con escándalos políticos. Su resultado: incierto, difícil de pronosticar en tiempos de aguas revueltas.
Por el lado de la oposición de derecha, y a la par que buscan explotar el descontento con el Gobierno, dos novedades priman en el escenario. Entre el ya no más de la conducción de Mauricio Macri y el todavía no de un nuevo liderazgo consolidado de cara a 2023, surgen internas en el viejo Juntos por el Cambio y fenómenos aberrantes como Javier Milei o José Luis Espert, con candidatos en sus listas que reivindican a viva voz la dictadura.
La victoria de Horacio Rodríguez Larreta en la disputa interna por el armado de listas, mudando a María Eugenia Vidal a la Ciudad y a Diego Santilli a la provincia, aún no fue convalidada en las urnas. Tras el fracaso de la presidencia de Macri, el Jefe de Gobierno de la CABA no es el único que se mueve. Viendo la ocasión, el viejo partido radical busca renegociar a fuerza de internas su lugar en la coalición, promoviendo a outsiders como Facundo Manes así como a jóvenes y viejas figuras como Martín Lousteau, el gobernador jujeño Gerardo Morales o los mendocinos Alfredo Cornejo y Rodolfo Suárez, pensando en 2023. A su vez, del resultado electoral dependerá la propia interna del PRO, donde los “halcones” como Patricia Bullrich tarde o temprano volverán al acecho.
Por estas horas, especial preocupación hay en los cuarteles amarillos por el resultado que vayan a tener las PASO en la Ciudad de Buenos Aires. Aunque el triunfo de María Eugenia Vidal es casi cantado, el porcentaje con el cual obtenga su victoria es motivo de ceños fruncidos. Una buena performance de Ricardo López Muyphy en las PASO y, por fuera, de Javier Milei, podrían ensombrecer el logro de la otrora ascendente y joven estrella, que luego de su aplastante derrota de 2019 en la provincia de Buenos Aires hoy busca resurgir y postularse como parte de una renovación de la conducción del espacio, de la mano de Horacio Rodríguez Larreta.
Sin embargo, la polarización entre las dos principales coaliciones políticas no funciona de la misma manera que años atrás, sino que tras el fracaso de unos al gobernar y las promesas incumplidas de otros ya cerca de la mitad de su mandato, surgen nuevos interrogantes. Por estas horas, mucho se habla de la “antipolítica” y de la evolución que tendrán terceras fuerzas. ¿Qué expresión electoral tendrá el desencanto con los políticos del macrismo y el peronismo? Son datos que aún es prematuro para saber. La visibilidad mediática de los autodenominados “libertarios”, amplificada con interés por sectores del poder; la abstención y alto voto en blanco en Salta el pasado domingo (12 %); o las buenas elecciones adelantadas de la izquierda en provincias como Jujuy, son datos que abren preguntas en este sentido.
Dentro del campo de los partidos de las clases dominantes, hay quienes buscan aprovechar este escenario para promover otras salidas de derecha, como es el caso de los “libertarios”, que intentan robarse la bandera de la “libertad” y presentarse como algo atractivo y novedoso, cuando son defensores de genocidas y la única “libertad” que promueven es la de explotar a los trabajadores. Detrás de su demagogia que intenta seducir sobre todo al público joven, se esconde una formación política de derecha reaccionaria que es necesario combatir con fuerza. En este dossier de Ideas de Izquierda ya nos hemos ocupado extensamente de desnudar su verso antisistema.
Por último y para completar el panorama, candidatos como Florencio Randazzo en la provincia de Buenos Aires, aunque minoritarios, buscan ser punta de lanza de programas abiertamente patronales como la reforma laboral. Incluso, lleva como candidata destacada a Carolina Castro, de la Unión Industrial Argentina. En la campaña, el debate sobre el tema del trabajo está polarizado entre estas propuestas a favor de los empresarios y quienes planteamos la reducción de la jornada laboral sin rebaja salarial, como proponemos desde la izquierda.
Los problemas estratégicos
El resultado electoral de septiembre configurará el escenario hacia noviembre, cuyo desenlace a su vez delimitará finalmente el terreno en el cual se gestione la crisis después de las elecciones.
En primer lugar, los comicios incidirán en la relación de fuerzas institucional, es decir, en el Congreso Nacional y las legislaturas provinciales.
Más de fondo, sin embargo, su impacto se sentirá en la mayor o menor autoridad que tenga el Gobierno nacional en la gestión de una crisis muy difícil, ya que, luego de la elección no viene “la vida que queremos”, como reza el slogan del Frente de Todos, sino un acuerdo con el FMI.
Aunque el oficialismo busca navegar utilizando brechas en el tablero geopolítico para conseguir el apoyo de Estados Unidos para la renegociación de la deuda, intentando un acuerdo no tan leonino ante la necesidad imperialista de frenar el avance de China o Rusia en la región (cruzada por gran inestabilidad), la realidad es que cualquiera sea el acuerdo que se consiga, implicará largos años más de “disciplina fiscal”, es decir, de ajuste para seguir pagando la deuda a costa del trabajo, la salud, la educación o la vivienda.
En un marco de altísimos índices de pobreza, desocupación y precarización del trabajo, ese escenario de mediano plazo abre interrogantes sobre la estabilidad política y social, en un marco de revueltas populares en los últimos años en países cercanos como Chile, Colombia o Ecuador.
Por esos motivos, e independientemente de sus resultados inmediatos, el impacto más fuerte del escándalo por la clandestina de la Quinta de Olivos quizás haya que buscarlo en la sucesión de hechos como éste y el de las “vacunas VIP”, que en su acumulación van configurando un mayor descrédito de la casta política. La retroalimentación de este desprestigio con la crisis social, encierra en potencia un cóctel explosivo para la “gobernabilidad” burguesa en Argentina.
Desde este ángulo deben leerse los gestos y movimientos de Cristina Kirchner, por ejemplo cuando depone su propuesta de usar los derechos especiales de giro del FMI para gastos sociales y acepta que se utilicen en cambio para pagarle al propio FMI, complaciendo a los “mercados”; o cuando convoca a la oposición de derecha a “articular un acuerdo mínimo frente a cuestiones estructurales como es el endeudamiento externo y la economía bimonetaria” porque “si no va a ser muy difícil gobernar la Argentina”; o cuando “sorprende” cerrando acuerdos electorales con gobernadores como Omar Perotti contra figuras más cercanas a ella como Agustín Rossi, en el camino de intentar mantener unida a la coalición peronista que ella misma impulsó en 2019 y cuya fragmentación al calor de la crisis sería un elemento sumamente disruptivo ya que debilitaría el objetivo de contener la lucha de clases.
Lejos de la pirotecnia electoral y las polarizaciones de campaña, así como de las acusaciones constantes de las corpos mediáticas, en estos hechos se esconde una realidad más profunda, la de la necesidad y preocupación burguesa de gobernar la Argentina capitalista en un presente y futuro signados por la crisis. En sus discursos, Cristina Kirchner lo dice claro al dejar la puerta claramente abierta a un gran pacto social con la oposición de derecha tras las elecciones.
La estrategia del PTS y el Frente de Izquierda
En este marco, el PTS y el Frente de Izquierda - Unidad vienen aprovechando la tribuna de la campaña electoral para plantear un programade salida a la crisis que ofrezca un camino de lucha ante el descontento con la política burguesa.
El planteo incluye desde consignas democrático radicales para cuestionar a la casta política sumergida en escándalos que gobierna para los capitalistas, hasta demandas de fondo como el no pago de la deuda para salir de la decadencia y el empobrecimiento, en la perspectiva de un Gobierno de los trabajadores impuesto con la lucha y movilización de los explotados y los oprimidos.
En particular, un gran eco viene encontrando la propuesta de reducir la jornada laboral a seis horas, cinco días a la semana, con un salario que como mínimo sea igual a la canasta familiar. Esta propuesta, simultáneamente, viene a dar respuesta al problema de los millones que están desocupados y de los millones que están precarizados bajo distintas modalidades, mediante el reparto del trabajo entre todas las manos disponibles.
Genuinamente, muchos compañeros y compañeras nos preguntan cómo este programa podría hacerse realidad. La respuesta es única y de fondo: ante la resistencia encarnizada de los capitalistas, solo un gran movimiento de lucha de toda la clase trabajadora puede conquistar esta demanda profunda, así como todos los puntos básicos del planteo del Frente de Izquierda, como la ruptura con el FMI, la nacionalización de la banca, el monopolio estatal del comercio exterior o la expropiación de los grandes terratenientes.
Como ha sido siempre en la historia, como por ejemplo en la lucha por la jornada de 8 horas (que hoy se podría rebajar dados los grandes avances de la tecnología) y contra toda demagogia que plantee algo distinto, la realidad es que solo la lucha de clases abre las perspectivas de salida para la clase trabajadora y todos los sectores oprimidos, contra un sistema capitalista decadente que solo ofrece más empobrecimiento, destrucción del medio ambiente y el planeta y desastres como las guerras o las enfermedades evitables. Más cerca en el tiempo, anotemos que fueron las jornadas de lucha de diciembre de 2017 las que frenaron la ofensiva macrista que iba hacia una reforma laboral y fue la reciente pelea de los “elefantes” en Neuquén la que causó una crisis provincial al MPN, conquistó demandas y abrió el camino para romper el techo salarial del Gobierno nacional. La clase trabajadora solo tiene destino cuando toma el mismo en sus propias manos.
En este camino, por supuesto, es necesario recuperar los sindicatos y todas las organizaciones de lucha de la clase trabajadora de manos de la burocracia sindical que ya nos entregó durante el macrismo y que hoy sigue apoyando el ajuste. Incluso los que plantean reducir la jornada laboral (aunque sus proyectos son distintos al nuestro) como Sergio Palazzo o Hugo Yasky, nada hacen por llevar esas ideas a la realidad ni para que los trabajadores debatan y se organicen por esa perspectiva. En este marco, el PTS y el Movimiento de Agrupaciones Clasistas vienen participando con todas sus fuerzas de las luchas en curso que aunque han disminuido un poco ante el comienzo de la coyuntura electoral persiste con fuerza en lugares como la salud de Mendoza o las movilizaciones de los movimientos sociales, y es un hecho que con sus flujos y reflujos ha aparecido en la escena nacional desde el año pasado, con fuerte impronta de los “autoconvocados” en distintos lugares del país. Apoyar la organización y la coordinación desde las bases es clave para el triunfo de las luchas, pero también para tener más fuerza para imponerle el Frente Único Obrero a la conducción de los sindicatos, para poner en movimiento la colosal fuerza social de la clase trabajadora que, movilizada y organizada bajo un programa, puede cambiar de raíz el país y el mundo.
La campaña electoral del Frente de Izquierda, entonces, se inscribe dentro de un plan estratégico que excede a los objetivos inmediatos. Estamos frente a una batalla importante y difícil, impulsada con fuerza por miles de trabajadores, mujeres y jóvenes en todo el país, contra los aparatos de los poderosos. Conquistar un buen resultado electoral será importante para construir una referencia política, sembrar ideas de salida a la crisis y obtener nuevos diputados y diputadas. Desde ese ángulo, ese resultado no es un fin en sí mismo, sino un punto de apoyo en la perspectiva de construir un gran movimiento de lucha de la clase trabajadora y un partido revolucionario que se construya bajo estas banderas, única salida realista para evitar el presente y futuro de desastres que tiene para ofrecernos el sistema capitalista.
Fernando Scolnik
Nacido en Buenos Aires allá por agosto de 1981. Sociólogo - UBA. Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001.