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Red Internacional
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Semblanzas de la Revolución Mexicana. La heróica División del Norte: frente a Carranza y Obregón

La narrativa histórica oficial, creada por el priísmo y sostenida ahora por el gobierno de la llamada "Cuarta Transformación", recrea la historia de la revolución mexicana ocultando las irreconciliables diferencias que tuvieron Villa y Zapata, por un lado, con Carranza y Madero, por el otro.

Lunes 1ro de agosto de 2022

Ante el auditorio del Teatro Morelos, Roque González Garza, representante de la División del Norte en la Convención Revolucionaria reunida en Aguascalientes, sentenció: “La División del Norte y Villa hace suyo el Plan de Ayala”.

Obregón, encolerizado, inquirió a González Garza si sus palabras eran respaldadas por toda la División. Éste, confiado y solemne, exclamó a la Convención:

“Voy a satisfacer ampliamente las dudas del general Obregón. Sírvanse los señores generales de la División del Norte, o los representantes de ellos, quedarse sentados los que no comulguen con los principios del Plan de Ayala.” Al unísono, todos los delegados villistas se pusieron de pie.

Era octubre de 1914. Este acto materializaba el cenit de la Revolución. Se encarnaba por fin un frente único campesino al que temían las élites, tanto porfiristas como las que se ubicaban en el campo revolucionario para preservar mejor sus intereses: la alianza entre los ejércitos radicales de los generales Francisco Villa y Emiliano Zapata.

A medida que la revolución avanzaba, la confrontación de los intereses y programas políticos entre los ejércitos de Carranza, por un lado, y la División del Norte de Villa, por el otro, iba saliendo a flote, y la lucha entre ellos se hacía impostergable. Carranza encarnaba el proyecto político de las élites económicas norteñas que habían respaldado a Francisco I. Madero en su lucha contra Díaz. Al ser terratenientes, incluido el propio Carranza, esta fracción sólo buscaba una revolución política, pero no una revolución social que transformara la estructura económica del país a través de una reforma agraria radical, la cual perjudicaría al propio coahuilense.

En el otro extremo, mientras iba cosechando victorias en el campo de batalla, Francisco Villa había emprendido confiscaciones y expropiaciones contra la oligarquía en Chihuahua, al tiempo que otros caudillos de la División del Norte hacían lo propio en Durango.

Villa, a diferencia de Emiliano Zapata, hasta 1914 no tuvo una independencia de las élites revolucionarias norteñas que, aunque enemistadas con la oligarquía porfirista, también eran enemigas de las expropiaciones. Primero con Madero y después con Carranza, Villa estuvo bajo las órdenes de los ejércitos antireeleccionista y constitucionalista, respectivamente.

No obstante, esto no significaba una aceptación incondicional al proyecto político que Madero y Carranza representaban, ni un sometimiento absoluto a las órdenes de los coahuilenses. Por ejemplo, cuando los antirreelecionistas asediaron Ciudad Juárez, Villa se insubordinó al coahuilense mientras éste, como jefe al mando, intentaba detener el avance sobre la ciudad fronteriza en espera de un acuerdo pacífico con Porfirio Díaz. De hecho, gracias a que las fuerzas de Villa, acompañadas de las de Orozco, desobedecieron la orden de alto al fuego, el ejército de Madero pudo tomar Juárez y, con esto, consagrar la renuncia y exilio de Díaz.

Villa se decepciona de Madero

Inmediatamente después de la victoria se firmaron los Tratados de Ciudad Juárez, los cuales contemplaban la renuncia de Díaz y la convocatoria a elecciones. Sin embargo, estos no incluían el tan ansiado reparto agrario, y conservaban en lo esencial la estructura militar y burocrática del porfirismo.

Villa se mostró decepcionado, pues una vez más Madero se revelaba como traidor de la causa agrarista. Al final de cuentas, Madero pertenecía al grupo de familias que se habían enriquecido en el porfirismo. En un banquete celebrado en Ciudad Juárez como festejo del pacto de Ciudad Juárez, al cual habían invitado a Villa y al que asistieron las élites económicas emparentadas con la fracción maderista, el “Centauro” exclamó, cuando Madero le pidió su opinión:

“este montón de perfumados lo han hecho tonto y esto al final nos costará el pellejo”. Cuando Madero le inquirió qué habría qué hacer, Villa contestó: “dejarme colgar a todos los perfumados que hay en este cuarto y luego dejar que la revolución continúe”.

En pocos años, Villa había hecho una experiencia política con su dirección maderista, y su intuición radical en favor de los pobres, en un contexto revolucionario, lo empujaba cada vez más hacia la izquierda. Tras el golpe de Huerta contra Madero, Villa enunció irónicamente en una carta a un hacendado rico de Chihuahua:

“ustedes que son tan inteligentes (…) ni comprendieron tampoco que ese gobierno [el de Madero] no les estorbaba para que hubieran ustedes seguido siendo los amos, porque la familia de Madero y él mismo tenían ligas entre todos los de la alta aristocracia, y todas estas ligas los venían a colocar a ustedes casi en donde estaban”.

Villa contra Carranza

Villa había experimentado un vertiginoso ascenso como dirigente militar gracias a su privilegiada audacia e inigualable osadía en la guerra, ganándose el respeto de los pobres y el miedo de los ricos.

Posterior a la caída de Díaz, tras la figura del Centauro se aglutinaron los numerosos grupos guerrilleros de las montañas de Chihuahua y de Durango, así como los de La Laguna, para enfrentar ahora, como ejército estrictamente disciplinado, a Victoriano Huerta. Así nació la División del Norte, cuyos caudillos nombraron como jefe indiscutible a Francisco Villa.

Si bien la División del Norte pertenecía formalmente al Ejército Constitucionalista, dirigido por Venustiano Carranza, en los hechos la División se comportaba con una relativa autonomía, siendo leales a su autoridad inmediata, Francisco Villa, incluso en contra del propio Carranza.

Luego de la victoria en Torreón, Villa desacató la orden de Carranza de contener su avance sobre Zacatecas y se desplazó con su caballería y sus trenes hacia la ciudad, obteniendo el triunfo más importante de la revolución mexicana contra Huerta, martillando el último clavo del ataúd del ejército porfirista.

Entonces, la enemistad entre Carranza y Villa se puso de relieve. Carranza boicoteó a Villa negando el envío de carbón para sus trenes y municiones, al tiempo que negoció con el gobierno de Estados Unidos el embargo de armas a la División del Norte.

Tal enemistad iba más allá de confrontaciones personales por el poder. En realidad, representaban intereses y principios políticos opuestos por el vértice y, tras la victoria sobre el ejército del antiguo régimen, no había nada que impidiera la colisión entre los antiguos aliados.

El de Villa era un proyecto que significaba una guerra contra los intereses que Carranza representaba. Durante el mes que fue gobernador de Chihuahua, Villa realizó expropiaciones y confiscaciones a las propiedades de la oligarquía chihuahuense.

Al contrario, Carranza era enemigo de las confiscaciones. Cuando éste formuló el Plan de Guadalupe, tratado con el que le declaró la guerra a Huerta, desistió de cualquier llamado a repartir las tierras.

Muy diferente era el Plan de Ayala formulado por el zapatismo. Este plan era una declaración de guerra contra los terratenientes y Madero, a quien consideraba traidor de la causa campesina. En él se demandaba el reparto de tierras de los hacendados y la restitución de los terrenos que fueron despojados durante el porfiriato.

Con la adhesión del villismo al Plan de Ayala, la convención de delegados revolucionarios en Aguascalientes adquirirá un carácter diferente, cambiando la correlación de fuerzas que hasta entonces dejaba al villismo en minoría. Con la entrada del zapatismo, el proyecto de reforma agraria recobraba fuerza transitoria, simbolizado en la foto de Villa y Zapata sentados en la silla presidencial, acelerando también lo que ya no podía ser impostergable: el enfrentamiento militar entre el constitucionalismo y el agrarismo radical que Villa y Zapata abanderaban.

NOTA:

Para una concepción más acabada de lo que aquí se plantea, sugerimos la lectura de México en Llamas (1910-1917). Interpretaciones marxistas de la Revolución coordinado por Pablo Langer Oprinari y editado por Armas de la Crítica. Segunda edición 2021.