En 1941, los trabajadores de animación de la compañía de Walt Disney estallaron en huelga por las condiciones laborales tan deplorables que les había impuesto la patronal. Su experiencia fue un hito en la historia del movimiento obrero en una lucha contra la compañía más famosa del mundo de la animación.
Óscar Fernández @OscarFdz94
Sábado 2 de diciembre de 2017 15:46
Hacia 1941, Disney había conseguido varios éxitos: había pasado de la animación tradicional, silenciosa en blanco y negro en cortos de unos cuantos minutos a haber estrenado ya varios largometrajes que a la fecha siguen marcando infancias y se han convertido en recuerdos inmemorables de muchos. De las Silly Simphonies de la década del 30 siguieron Blanca Nieves (1937), Pinocho y Fantasía (ambas estrenadas en 1940), donde se expandieron los límites de la creatividad y la animación.
Sin embargo, una de las caras menos conocidas de esta industria es la condición en que laboraban los animadores que hacían posible que los dibujos cobraran vida como por arte de magia (la magia de su talento y su destreza de diseño). Con salarios disímiles que rondaban desde unos extraordinarios 300 dólares de aquel entonces a unos simples 12 dólares (lo que hoy equivale a un rango de entre 209.82 y 5. 24 dólares. Con un bono extra de 3.50 dólares si al animador se le ocurría un chiste para el corto que dibujaba.
Eran trabajos extenuantes donde el cuerpo se desgastaba en líneas de ensamblaje industrial donde trabajaban más de 800 animadores.
Una táctica común de los capitalistas es que para evitar el descontento fomentan la división y la competencia dentro de las filas de los trabajadores. Así, un animador podía tener un salario más alto que otro por hacer el mismo trabajo, no se les daba el crédito adecuado de su trabajo, algunos animadores “experimentados” tenían lugares exclusivos en el estacionamiento y otros carecían de descansos para siquiera comer, lo que provocaba desmayos por desnutrición.
El padre de Mickey Mouse creó para este fin un sindicato blanco: la Federación de Caricaturistas de Animación de Disney (Disney Federation of Screen Cartoonists).
En aquel entonces, la animación, a pesar de llevarse a cabo en un proceso más industrial como lo describimos arriba, seguía siendo una profesión en la que llevaba tiempo terminar el producto. Por lo mismo es que Blanca Nieves, Pinocho y Fantasía fueron largometrajes en los que se hacía trabajo de manera simultánea (contemple, pues, el lector la diferencia de estrenos entre las películas para darse una idea de la magnitud de lo que describimos).
Cuando los trabajadores empezaron a organizarse por mejores condiciones laborales, Roy Disney (el hermano de Walt) lanzó amenazas a los dirigentes del movimiento diciendo que si no detenían sus intenciones, “les cortaría las narices”. Los animadores se afiliaron al gremio de caricaturistas del Sindicato de Pintores y Decoradores para hacer frente a las tácticas gansteriles de la Federación Disney.
El padre de Mickey Mouse decidió dar un discurso con un fuerte tinte antisindical para calmar los ánimos, diciéndoles que si se afiliaban “no les dejaría nadar en su alberca”, a lo que los trabajadores respondieron: “nadar en su alberca no alimentaba a nuestras familias”.
El Sindicato de Pintores decidió emplazar la huelga para el 26 de mayo de 1941. Una vez iniciada, Disney empleó tácticas de espionaje para acosar a los huelguistas, despidiendo a algunos y amenazando con despedir a más. Los trabajadores hacían piquetes, distribuían volantes afuera de los cines, detenían camiones que entraban a los estudios y presionaban a que otras secciones del movimiento obrero estadounidense se sumaran en solidaridad.
Disney por su parte usó rompehuelgas para compensar el trabajo que había perdido, a la vez que otros animadores regresaban al trabajo dando declaraciones de prensa de que “la manera estadounidense (the American way)” era ser antisindical. A partir de este momento es que Disney mismo usó como excusa el Buró de Actividades Antiestadounidenses (House of Un-american Activities) dirigido por el conocido anticomunista Joseph McCarthy para delatar a los viejos huelguistas y lograr que estuvieran en las listas negras por ser “comunistas”, ”tener vínculos con la Unión Soviética” y que en consecuencia no pudieran obtener trabajo.
El mundo mágico de Disney se basaba en relaciones de explotación donde los trabajadores estaban sujetos a la voluntad de su jefe. El lugar más feliz de la Tierra tenía una sonrisa forzada como la del mundo de Ned Flanders.
Hoy en día, los trabajadores de Disney siguen siendo uno de los sectores más precarizados de EE.UU., con trabajos extenuantes en una empresa que va más allá de la animación, sino que ya tiene estudios de televisión, radio, cine, teatro, parques temáticos y un complejo arsenal de equipos técnicos en el que miles trabajan durante días enteros. El día que este ejército de obreros decida poner fin al legado antisindical de su empresa y gestione verdaderamente este imperio mediático será el día en que por fin se convierta de verdad en el lugar más feliz de la Tierra.
Con información de la revista Jacobin.
Óscar Fernández
Politólogo - Universidad Iberoamericana