Desde el inicio del fenómeno de movilizaciones en el país contra el presidente Bouteflika y su régimen político, el movimiento obrero organizado y los sindicatos parecen seguir siendo el actor ausente de la situación, debido al peso de la burocracia de la UGTA parte de la FLN (Unión General de los Trabajadores Argelinos). Sin embargo, ciertos elementos de resistencia se siguen desarrollando, incluso en sectores claves de la economía. Por su parte el movimiento, con las mujeres y los jóvenes al frente, movilizó mas de 15 millones de personas el pasado 15 de marzo.
Miércoles 20 de marzo de 2019 11:05
Los trabajadores de la petrolera Sonatrach, principal productora de petroleo bruto en África y numero 12 a escala internacional, una verdadera locomotora económica del país, no están ajenos a la situación de cuestionamiento generalizado al régimen de Bouteflika y del FLN (Frente de Liberación Nacional). Los sitios de Hassi Messouad y Hassi R’mel, en pleno desierto, pararon contra el aviso de los dirigentes de la UGTA y a pesar de las amenazas del gobierno.
Con un recurso que representa el 95% de los valores de bienes exportados del país, la parálisis de este sector económico preocupa particularmente tanto al gobierno argelino como al francés. La dirección de la empresa llamó a la “responsabilidad” ciudadana, recordando la prohibición del derecho a la huelga.
A pesar de las amenazas de sanciones duras hacia trabajadores de la rama y del rol que cumple la dirección de la UGT, que sigue impidiendo la participación masiva de trabajadores como movimiento organizado en las manifestaciones nacionales, los petroleros de Sonatrach decidieron parar con la consigna “Somos una República, no una monarquía” en referencia a los 20 años de poder que ya acumula Bouteflika.
Mientras se ve en fotos y vídeos imágenes de las movilizaciones los medio destacan mínimamente cómo se expresa la bronca contra el gobierno entre los trabajadores que tienen un potencial rol de cuestionamiento. En las imágenes publicadas en las redes sociales, los trabajadores no llevaban banderas de la UGTA. El rol de la burocracia sindical como sosten del gobierno es claramente visto por sectores amplios de la población, especialmente después de que un dirigente nacional llamó directamente a votar para Bouteflika y financiar su campaña.
Con más de 15 millones de personas en las calles, la crisis Argelina cobro una importancia sin precedentes, a pesar de las concesiones "democratizantes" prometidas por Bouteflika que no logran apaciguar la situación.
Las concesiones abiertas por el gobierno solo muestran que las marchas y su masividad van por más. En las manifestaciones frente al apoyo abierto que dio el presidente Macron a Bouteflika, lo que es visto por varios editorialistas franceses como un error diplomático importante, las consignas de rechazo al imperialismo y a la complicidad entre el presidente francés y el argelino, se multiplicaron. Se pudieron leer por ejemplo “Macron, Boutef, misma lucha. Los argelinos apoyan a los chalecos amarillos” al mismo tiempo que se ven las banderas verdes en los actos de los sábados en París.
Por el rechazo al régimen y por el peso que tuvieron las corrientes islamistas en las ultimas movilizaciones de la región en 2011, y la influencia histórica en el país, varias figuras islamistas fueron echadas de las marchas del 8 y del 15 de marzo. El pasado 8 de marzo, Abderrazak Makri, presidente del Movimiento de la Sociedad por la Paz y participante del gobierno de Bouteflika, fue rechazado y sacado de las columnas de la movilización, al igual que Abdallah Djaballah. El candidato presidencial y ex-militar Ali-Ghediri apoyado por sectores de la burguesía nacional ya había sido echado de las primeras marchas. Muchos elementos paralelos pueden acercar la situación actual a la de Túnez de 2011, donde Ben Ali dirigía desde 1987.
Las movilizaciones contra el gobierno y el régimen enfrentan la diyuntiva de continuar avanzando hacía un cuestionamiento profundo de la situación social en el país o perder fuerza y culminar como otros procesos en la región similares que se dieron durante la primavera árabe del 2011, como Túnez o Egipto. A pesar del rol de pasivización de las direcciones sindicales, la aparación de sectores de los trabajadores organizados, con sus métodos de lucha y sus organizaciones, podría ser un cambio determinante, para conquistar las demandas actuales de los manifestantes y avanzar hacía una agenda social favorable a los intereses de las grandes mayorías.