Los jóvenes son un sector privilegiado que el macrismo elige para descargar el ajuste y reducir costos a las patronales. El trabajo en negro, la precarización y flexibilización son moneda corriente.
Jueves 14 de julio de 2016
Hace más de dos meses Macri anunciaba el proyecto “primer empleo” como una medida que generaría puestos de trabajo en los sectores juveniles. Pero el mismo, aunque no fue votado todavía, se ha develado como una nueva forma de precarizar a la juventud.
Un ejemplo modelo de cómo se precariza a la juventud es el aval de Macri para que miles de jóvenes entren a trabajar a McDonald’s con salarios de $ 4.500 por mes, y como si esto fuera poco, el Estado nacional subsidiaría a estos salarios, otorgándole beneficios millonarios a la multinacional.
Este tipo de proyectos que son presentados por Cambiemos como una solución mágica a la problemática del empleo en la juventud, no son más que beneficios que se les entrega a los empresarios para que estos elijan de qué forma precarizada contratar a los jóvenes.
Las patronales tienen distintas formas de precariedad laboral entre las cuales pueden optar. Por ejemplo, la inexistencia de contrato laboral (trabajo en “negro”); la firma de contrato por tiempo determinado; la ausencia de aportes a la seguridad social y de otros componentes remunerativos establecidos por ley (vacaciones, aguinaldo, asignaciones familiares) o por convenio; la existencia de múltiples empleadores; la no afiliación sindical.
Una verdadera canasta de mecanismos que está al alcance del empresariado para reducir el costo laboral utilizando a la fuerza laboral juvenil como variable de ajuste y siendo el propio Estado el empleador que avala y extiende estas modalidades.
La vulnerabilidad de la juventud trabajadora y estudiantil
La problemática de la precarización no es algo aislado, ya que en Argentina los jóvenes son los que tienen mayores dificultades para conseguir un puesto de trabajo. Esto se puede ver cuando analizamos los datos de la EPH (Encuesta Permanente de Hogares) del tercer trimestre de 2015.
La tasa de empleo para las mujeres menores de 29 años es de 31,2 % y para los hombres de 48,7 % y si lo comparamos con respecto a los adultos mayores de 30 años vemos que dichas tasas aumentan a 60,7 % y 89,4 %, respectivamente. Lo que demuestra que no solo las tasas de empleo en los jóvenes son más bajas, sino que también hay una clara diferenciación en el género.
Si analizamos las tasas de desocupación juveniles no es muy distinto el panorama. Las mismas son más que el doble de la media (5,9 %) y llegan a 14,1 % para las mujeres y 10,8 % para los hombres.
Pero además, en 2013 para los jóvenes el empleo no registrado llega a nada menos que el 58,7 %. Casi 6 de cada 10 jóvenes, un total de 701.000 asalariados entre 18 y 24 años, tienen un empleo informal. El 54,8 % de los jóvenes con empleo recibía, además, retribuciones inferiores al salario mínimo.
El sector de jóvenes que estudian también se ven afectados en las políticas que fueron tomando los distintos gobiernos bajo la impronta neoliberal.
Miles de jóvenes necesitan contraer empleos precarizados para poder mantener sus estudios y las universidades los promueven ofreciendo a los jóvenes trabajos bajo modalidades de “asistencia técnica” o “pasantías”. Incluso, durante los gobiernos kirchneristas, estas formas de contratación se extendieron enormemente en la Administración Pública Nacional, siendo el propio Estado el que realiza fraude encubriendo la relación laboral a través de un tercero (las universidades).
Las tasas de empleo para los jóvenes estudiantes demuestran que tampoco es tan sencillo tener un trabajo. Según la Encuesta Nacional de Jóvenes realizada en 2014 solo el 49 % de los jóvenes (entre 20 y 25 años) asisten a algun establecimiento educativo. De esta franja etaria los jovenes que trabajan y estudian representan el 27 %. De esta manera la dificultad a la entrada al mercado laboral es lo que permite a las patronales ofrecer trabajos precarios a los jóvenes para que “finalicen” sus estudios.
Inestabilidad laboral a la orden del día
Según un informe elaborado el año pasado, por la el sitio de búsqueda Bumeran.com, en Argentina la rotación laboral promedio es de 2,2 años. Pero para la juventud la situación es peor, los menores de 25 años cambian de trabajo cada año en promedio.
Durante la década “ganada” se extendieron las distintas modalidades de precarización: contratos “basura” por un plazo determinado de tiempo que implican una situación de alta inestabilidad laboral o contratos eventuales garantizados por empresas como Adecco o Manpower que desligan a las empresas de toda relación formal.
En un informe publicado por el Ministerio de Educación correspondiente al año 2013, se ve que los niveles de desocupación de la juventud, durante la década kirchnerista, siempre estuvieron por encima de la media y se mantuvo la misma relación tendencial que en los años ‘90. El informe marca que “En 2012, los niveles de informalidad juvenil duplicaban a los del total poblacional: de los jóvenes que trabajaban, casi 3 de cada 5 lo hacían en empleos informales, mientras que a nivel general esta cifra se reducía a 1,5 de cada 5.” Gracias a la herencia del gobierno anterior, que mantuvo la precarización laboral en la juventud durante la “década ganada”, es que hoy el macrismo puede avanzar en políticas de mayor flexibilización laboral.
La ley del “primer empleo” no es más que una continuidad en la profundización de dicho modelo. Por lo tanto, en tiempos de ajuste macrista, los jóvenes están entre los más perjudicados por los despidos, a la par que muchos salen a buscar empleo para compensar los bajos ingresos familiares.
Estas medidas están lejos de que miles de jóvenes puedan acceder a un trabajo estable y con salarios que cubran la canasta básica, donde tengan un horario que les permita estudiar o dedicar un tiempo para la recreación y el ocio.