La administración de Milei entra en meses difíciles para su proyecto, con proyecciones de crecimiento del clima opositor al ritmo de los tarifazos, el ajuste y la recesión. Se viene un nuevo ataque con el intento de aprobar la nueva ley ómnibus y la necesidad de dar una gran respuesta para derrotarlo. Por qué el peronismo no puede ser la alternativa: las conclusiones de los últimos años. La necesidad de construir una fuerza política socialista de los trabajadores que cuestione a los dueños del país y se proponga dar vuelta la historia.
Fernando Scolnik @FernandoScolnik
Martes 9 de abril 21:00
Apenas pronunció la frase, muchos intuyeron que se convertiría de inmediato en una de las polémicas de la semana. Relajado, en una entrevista radial de domingo, dijo sin filtro lo que pensaba. Muy suelto de cuerpo, "Bertie" Benegas Lynch afirmó en FM Milenium que "la libertad es también que si no querés mandar a tu hijo a la escuela para que te ayude en el taller, puedas hacerlo”.
“Trabajo infantil sí, libros no”, podría sintetizarse ese rancio pensamiento de alguien que no es un cualquiera del actual espacio de La Libertad Avanza sino que, además de ser diputado nacional, es portador de un apellido de mucho peso simbólico, venerado por el propio Javier Milei, quien considera al padre de "Bertie" como el máximo prócer de las ideas de la libertad. La definición de liberalismo de Benegas Lynch padre ya es parte de la liturgia liberfacha y se recita de forma cuasi religiosa en cada acto.
Es cierto. Aquella frase terminó en escándalo y hasta Javier Milei tuvo que desmarcarse un poco del diputado que cometió el crimen de decir lo que muchos de ellos piensan. De cualquier modo, el episodio sirve para poner nuevamente en discusión la idea de libertad al cumplirse cuatro meses de gobierno de La Libertad Avanza. Aquel concepto, explotado con habilidad demagógica durante los breves años ascendentes que llevaron a Javier Milei hacia el poder, pasa a ser contrastado con la realidad cuando se pasa de la campaña electoral a la realidad de la gestión presidencial. A la hora de los balances (provisorios), puede constatarse que la libertad que intentan que realmente avance no es aquella que algunos quisieron creer sino la de los mercados, que, en el marco de la intención de llevar a cabo un plan refundacional para la Argentina, buscan ganar terreno para decidir sobre los destinos del país y de sus habitantes, desregular precios para que salten por las nubes (hasta el punto de crearle crisis al propio gobierno que les dio vía libre, como pasa hoy con las prepagas), privatizar, despedir a bajo costo, quitar derechos y achicar el Estado. A la hora de cerrar esta columna, el nuevo intento de ley ómnibus entraba al Congreso Nacional: busca obtener aún más poderes para el Gobierno nacional para profundizar todos estos ataques. También viene avanzando la libertad de Patricia Bullrich y las fuerzas de seguridad para reprimir la protesta social o la de potencias como Estados Unidos para considerar a nuestro país como una colonia más.
Los primeros resultados de ese plan están a la vista. De un lado festejan el capital financiero con subas de acciones y de títulos de la deuda pública y grandes magnates del país como Paolo Rocca de Techint que copa el gobierno poniendo gente propia en cargos claves, mientras que del otro lado no solo se sienten los golpes en el aumento de la pobreza y el deterioro de los ingresos de la clase trabajadora y de las clases medias, sino que también comienza una profunda recesión de la economía real.
Aún así, en la Argentina de las crisis eternas y múltiples fracasos, entre las propias clases dominantes se profundizan hoy las dudas sobre lo que vendrá. Como hemos analizado en otra columna, pasados los cien días clásicos de “luna de miel”, el debate sobre el experimento Milei se ha corrido desde las condiciones de su surgimiento al de su sostenibilidad. En la coyuntura en la que escribimos el gobierno se apresta al “segundo round” para intentar que se vote una nueva versión de la ley ómnibus después de su derrota de febrero, mientras que el mega DNU de diciembre se encuentra en situación precaria luego de su medio rechazo en el Senado y sus cuestionamientos judiciales. En estos días, y como siempre, el Gobierno buscará apoyarse no solo en el PRO sino también en los bloques colaboracionistas como el dirigido por Pichetto y los sectores del radicalismo que se niegan a darle el golpe de gracia al DNU en Diputados y se aprestan a darle los votos para que pase la nueva ley que incluya ataques como la reforma laboral.
Esta nueva temporada de la serie en el Congreso Nacional, sin embargo, aún tiene final abierto y está vinculada a un problema más de fondo que es que desde sectores como el FMI le están exigiendo al gobierno nacional más “calidad” y “sostenibilidad” del plan de ajuste, no solo por los traspiés políticos previos, sino también porque se acumulan las dudas respecto de las propias contradicciones del plan económico que, dispuesto a bajar el déficit fiscal e intentar reducir la inflación, se enfrenta a la caída de la recaudación por la recesión que dificulta el propio plan fiscal, las nubes respecto de cualquier plan de reactivación económica, las incógnitas sobre la política de no devaluar mientras la inflación sigue carcomiendo el salto del dólar de diciembre, los caminos inciertos para salir del cepo o la acumulación de reservas frente a los grandes pagos de deuda e importaciones, entre otros puntos que aparecen como inciertos.
Junto con esto, se abre la hipótesis de un cambio en el humor social para los próximos meses y un crecimiento del clima opositor. A la impaciencia que se puede ir acumulando entre quienes “eligieron creer” y “darle tiempo” después de los fracasos del macrismo y del Frente de Todos si no ven resultados pronto (y no los habrá) se agregará próximamente no solo el peso de la creciente recesión sino también el impacto de los tarifazos con las boletas que comiencen a llegar en mayo, especialmente en el gas. Junto con eso, los cambios en las leyes laborales que se podrían votar en el Congreso y la negativa del Gobierno a homologar paritarias que superen determinados techos (porque el único precio regulado es el salario), pueden alimentar el malhumor social.
Sin embargo, hay una ventaja con la que sigue contando el Gobierno. De acuerdo a un estudio de la consultora Opinaia publicado hace algo más de una semana, al preguntarse quién lidera la oposición a Javier Milei, la respuesta más alta la obtiene la opción “por ahora nadie” con un 43 %. Es un dato que habla de la crisis de la oposición, entre el macrismo, el radicalismo y bloques intermedios “recalculando” frente al fenómeno de La Libertad Avanza al cual apoyan parte de sus votantes, así como del peronismo que viene del profundo fracaso del gobierno de Alberto, Cristina y Massa.
El “tiempo” que algunos le dan a Milei es de alguna manera proporcional al fracaso de los gobiernos anteriores. En el caso del peronismo, llega a la situación actual luego de haber frustrado todas las promesas hechas, al dejar el gobierno del Frente de Todos con un 41,7 % de pobreza tras cuatro años de administrar los planes del FMI sin proponerse cambiar nada de fondo sino aceptando toda la herencia macrista. Pero no se trata de un experimento fallido que hay que corregir la próxima vez sino de una política de fondo y de largo plazo: los últimos tres candidatos presidenciales del peronismo fueron Daniel Scioli -hoy funcionario de Milei-, el amigo de Clarín y otras corporaciones Alberto Fernández y el hombre cercano a la embajada de Estados Unidos, Sergio Massa. Tres ex menemistas, todos ellos elegidos por Cristina Kirchner, y cuya sucesión no se explica por algún error sino que es expresión de un rumbo. Hoy los gobernadores peronistas -más allá de las palabras- aplican el ajuste en sus propias provincias, mientras que la ex presidenta y vicepresidenta, mediante su carta de febrero, propone un cierto “aggiornamiento” a los tiempos aceptando discutir reforma laboral y privatizaciones. Al DNU de Milei desde el peronismo lo rechazan de palabra pero no hacen nada para terminar de voltearlo con las fuerzas de las calles contra las fuerzas del cielo. El cuadro de conjunto lo completan las direcciones sindicales de la CGT y la CTA negándose a convocar a un verdadero plan de lucha para derrotar los planes de Milei. Más aún: una parte de la conducción de la CGT (como Héctor Daer y Andrés Rodríguez) se muestra de acuerdo con negociar una reforma laboral. Incluso, en la variante más crítica del peronismo, Juan Grabois ha largado ya su candidatura para 2025, mientras se ausenta de la mayor parte de las luchas obreras y populares. Lo dejan hacer a Milei mientras las mayorías se hunden en la pobreza.
Con todos estos elementos no se trata- solamente- de hacer denuncias, sino de sacar conclusiones sobre la necesidad de construir otro proyecto político. Las luchas contra Milei serán largas y duras. El PTS en el Frente de Izquierda participa de ellas y las impulsa desde el primer momento, aún contra esos dirigentes que siempre llaman a esperar. En lo inmediato, hay importantes desafíos para apoyar los conflictos contra los despidos, las peleas por las paritarias, por la educación pública o las movilizaciones contra la nueva ley ómnibus, exigiendo a la CGT y CTA paro y movilización los días que se trate, entre muchas otras, alentando a cada paso la autoorganización desde abajo, la coordinación y juntando fuerzas para imponerle a las conducciones sindicales un plan de lucha de fondo, en el camino de la huelga general para derrotar los planes del gobierno.
Pero al calor de todas esas batallas, se impone la urgencia y la necesidad, si queremos no solo resistir sino dar vuelta la historia y construir una salida de fondo para cortar con la decadencia del país y el empobrecimiento infinito, de apostar a construir una gran fuerza política de los trabajadores que cuestione a los dueños del país y levante un programa para que la crisis la paguen los capitalistas como los Rocca, los Galperín, los Bulgheroni, y no los trabajadores, los jubilados y las clases medias. Poner en pie un proyecto para organizar la sociedad en función de las necesidades de las grandes mayorías y no del lucro de un grupo de empresarios que ganan siempre bajo todos los gobiernos, lo cual solo podrá realizarse bajo un gobierno de trabajadores que inicie la transición al socialismo Porque no se trata solamente de resistir, sino de prepararse para vencer. A ese camino te invita el PTS en el Frente de Izquierda.
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Fernando Scolnik
Nacido en Buenos Aires allá por agosto de 1981. Sociólogo - UBA. Militante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001.