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Red Internacional
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Opinion. La misa ricotera y un pastor empresario

Tras el recital del Indio Solari en Olavarría y sus lamentables consecuencias, La Izquierda Diario difunde opiniones del show.

Martes 14 de marzo de 2017

Nos preparábamos para que sea una de las mejores noches de nuestras vidas. Para muchos de los que fuimos pasará efectivamente a nuestra historia, pero como pesadilla.

Suena el teléfono a las 3 AM. Empieza a llegar algo de señal: “Por favor, respondan, necesitamos saber que están bien”. Así nos enterábamos de la otra cara de Olavarría.

Fue una noche difícil. Una vez más nos encontrábamos después de un recital que movió millones de pesos, buscando contra viento y marea a nuestros amigos. Rastreándolos por teléfono, haciendo hipótesis de la última vez que los cruzamos, pero también revisando en el hospital, donde ya anunciaban muertos e internados.

Ansiábamos “la misa” hace meses. Fuimos juntando moneda por moneda para llegar a los $ 800 de la entrada, más el viaje. En un momento donde sobra mes al final del sueldo, ir a ver al Indio Solari es un problema. Pero decidimos que era algo que queríamos hacer. Un gusto que queríamos darnos. Una fiesta que queríamos volver a sentir.

No sé si pueda explicarles una pasión así, que desvela, que se lleva la cabeza. Es como intentar describirle a alguien lo que es enamorarse, cuando nunca sintió el amor. Lo que sí está claro, es que la misa ricotera es una experiencia única en el mundo, que reúne miles de personas por año en los distintos pueblos de Argentina.

Las caravanas empiezan desde la madrugada en micros, combis y autos. Van llegando al punto de encuentro los amigos del barrio, de los laburos, de la facultad con sus remeras de Oktubre y las banderolas flameando. También las familias emprenden viaje. Es que es un amor que traspasa generaciones. Que se va construyendo de boca en boca.

Se arman las jarras de fernet en los cacharros de metal o botellas cortadas a la mitad. Empiezan a girar entre las manos los cigarrillos. Suenan los clásicos de Los Redondos y miles de jóvenes van entonando por las rutas esas estrofas que hablan de los fuegos de de Octubre, esas letras contestatarias a la dictadura militar y que en sus últimos momentos dejan entrever la bronca que se masticaba en los 90.

Las puertas de las casas en Olavarría estaban abiertas. Los vecinos dejaban que esa banda inconsolable pase al baño y tenga agua caliente para llenar los termos. Al costado del arroyo, casi en fila, se pusieron las parrillas. El humo de los asados empezaba a copar la ciudad, mientras la pelota pasaba entre las piernas de los pibes y las zapatillas se iban llenando de barro. Esa era la última marca que dejó la lluvia, que decidió abrirse paso para dar comienzo al pogo más grande del mundo.

Es que nos preparábamos para eso. Para disfrutar, para revivir a Patricio Rey esa noche, o por lo menos, a lo que queda en pie de una de las bandas más grandes de rocanrol de la Argentina.

Nos preparábamos para que sea una de las mejores noches de nuestras vidas. Lamentablemente, para muchos de los que fuimos, se quedará en nuestra historia pero como una pesadilla.

Noticias de ayer, ¡Extra! ¡Extra!

Me cuestan las palabras después de Cromañón y de la reciente Time Warp. Pero me empuja a escribir el circo mediático que intentan hacer entre el intendente del PRO en Olavarría Ezequiel Galli, la productora y el mismísimo Indio Solari. El único “pescado podrido” es el que se están intentando tirar entre ellos, desligándose de todo tipo de responsabilidades.

Vamos por partes. El predio fue alquilado a $ 300 mil por la productora. Es decir, que para cubrirlo necesitaron 1 peso por persona que fue. La entrada salió $ 800. El resto del cálculo, que es la tajada que se llevan estos empresarios (disfrazados de productora, músico y gobernador), les pido por favor que lo hagan ustedes.

La Municipalidad habilitó el lugar para 200 mil personas. Quienes fuimos, quienes vieron las fotos, saben que en el pogo más grande del mundo la cantidad de gente sobrepasó ese número. Pero así estaba planeado que sea. A nadie le pidieron entrada. Las puertas del nuevo cielo estaban abiertas para quien quisiese entrar.

El mismo Galli se comprometió legalmente con la empresa a acondicionar el lugar donde finalizaría la misa. Pero la desidia y la sed de ganancia se deja entrever: la cantidad de baños, de atención sanitaria, no eran suficientes. Y ellos lo sabían. Todos ellos lo sabían. Pero decidieron que el show debía continuar, porque en última instancia, lo que le sale barato a ellos lo pagaríamos caro nosotros.

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Los medios de comunicación y sus bufones mediáticos intentan con el diario del lunes proteger a sus amigotes. Por eso se las ingenian para mostrar la misa ricotera como caótica, culpable. Andrés Calamaro sentenció “la barbarie está en la multitud enardecida”.

La juventud y su diversión están en la mira. La estigmatización cae sobre todos nosotros cuando no hay razones. Es la manera que tienen de tapar la masacre que fue Olavarría, donde todavía no se sabe realmente cuántos muertos hay, cuántos internados y sigue habiendo centenares de personas desaparecidas.

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No me sorprendería tampoco que su relato sirva para una nueva avanzada en la baja de la edad de imputabilidad. En el cierre y clausura de centros culturales que están en regla. En seguir enrejando y militarizando las plazas y parques de la ciudad. Es que así el negocio cierra perfecto, pueden entonces aumentar las entradas del cine, el teatro, los museos, boliches y canchas de fútbol.

Ellos amasan fortunas con nuestras pasiones. Lo que se siente en la piel cuando empieza la misa ricotera, no se encuentra en muchos lados. Pero estoy convencida que podemos sentir eso, podemos divertirnos plenamente, sin dejar nuestras vidas en el camino. La juventud no necesita de ninguna manera a un pastor empresario como el Indio Solari para vibrar al calor del rocanrol.

Ellos están intentando acomodarse para caer lo mejor parados en todo este lío. Los políticos del régimen quieren sacar rédito de la masacre cuando la sangre de los caídos todavía esta tibia. A ellos les deseo, desde lo más profundo del corazón, que pasen al tacho de basura de la historia.

Del otro lado quedamos los millones de argentinos que tenemos una angustia profunda, pero sobre todo mucho pero mucho odio. Porque no vamos a permitir que se enriquezcan con nuestra diversión, porque no queremos más pibes muertos ni por la desidia, ni en manos de las fuerzas policiales como pasó con Walter Bulacio y con Ismael Sosa.

Porque no se soporta más este sistema, que sólo tiene miserias para ofrecernos. “La libertad es fiebre” coreábamos en los pogos. Y es que la temperatura nos está subiendo. Que vuele el andamiaje de los capitalistas por el aire. Que llegue nuestro grito de hastío a los de arriba: la venganza será terrible.