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La muerte de la política según Byung-Chul Han

Javier Occhiuzzi

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La muerte de la política según Byung-Chul Han

Javier Occhiuzzi

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“De todo esto es evidente que la ciudad es una de las cosas naturales, y que el hombre es por naturaleza un animal social, y que el insocial por naturaleza y no por azar es o un ser inferior o un ser superior al hombre. Como aquel a quien Homero vitupera: {sin tribu, sin ley, sin hogar}”. Aristóteles, {Política}, Cap. I.

Publicado a mediados de abril de este año en castellano, el filósofo más leído a nivel mundial nos trae su último trabajo en donde anuncia el fin de la democracia. La causa es la muerte de la política, social y partidaria, debido a la mutación de la esfera pública en el mundo digital, una comunicación sin comunidad marcaría el fin de la acción comunicativa que dio origen a la política: nace la Infocracia o el dataísmo político.

¿Qué podemos aportar de nuevo a la última publicación del autor en cuestión? Conocido por títulos como La sociedad del cansancio (2012), La sociedad de la transparencia (2013), En el enjambre (2014); La expulsión de lo distinto (2017) entre otros, se ha ubicado como un referente contemporáneo a la hora de pensar una sociedad atravesada por la tecnología digital.

Famoso por un estilo simple y una lógica argumentativa que bordea el pensamiento binario, al autor, le bastó con alrededor de noventa páginas para hacer un análisis y poder describir la crisis de la democracia contemporánea y las distintas mutaciones que vienen atravesando la esfera pública a causa de la digitalización. Resumidamente podemos sintetizar el diagnóstico bajo el título del libro en cuestión: Infocracia.

Los prisioneros del smartphone

Para Byung-Chul Han el mundo contemporáneo, o más precisamente, el mundo del “capitalismo digital” ya no explota más “cuerpos y energías, sino información y datos” [1]. Esta tesis se basa en una conclusión que sostiene el autor en donde plantea que “El factor decisivo para obtener el poder no es ahora la posesión de medios de producción, son el acceso a la información, que se utiliza para la vigilancia psicopolítica y el control y pronóstico del comportamiento” [2]. Los dispositivos digitales de todo tipo en especial los smartphones es donde el nuevo poder se reproduce ya que los teléfonos inteligentes “transforman todo el hogar en una prisión digital que registra de manera minuciosa nuestra vida cotidiana” [3].

En este marco surge una suerte de nueva cultura en donde “Los influencers, como inductores o motivadores, se muestran como salvadores. Los seguidores, como discípulos, participan de sus vidas al comprar los productos que los influencers dicen consumir en su vida cotidiana escenificada” [4]. Las grandes masas de usuarios digitales forman un enjambre digital “que no siguen a un líder, sino a sus influencers. Para BCH los medios digitales “ponen fin a la era del hombre masa”.

Para el autor, los medios de comunicación electrónicos destruyen el discurso racional determinado por la cultura del libro, nace una mediocracia. Que, a diferencia del público lector, la audiencia televisiva está “expuesta al peligro de recaída en la inmadurez”. En la mediocracia también la política se somete a la lógica de los medios de masas. Para BCH “el infoentretenimiento conduce al declive del juicio humano y sume a la democracia en una crisis. La democracia se convierte en telecracia [5]. Y como consecuencia directa “la distinción entre ficción y realidad se torna difusa”. Al parecer, el autor, sostiene que la red digital creó las condiciones estructurales para las distorsiones de la democracia a partir de las fake news.

En las campañas electorales entendidas como guerras de información, no son ya los mejores argumentos los que prevalecen, sino los algoritmos más inteligentes. En esta infocracia, es esta guerra de información, no hay lugar para el discurso [6].

Para el autor surge una crisis de la verdad. En donde se pierde el mundo común, incluso el lenguaje común. Para BCH la verdad es un regulador social, una idea reguladora de la sociedad. Estaría surgiendo algo así como un nuevo nihilismo fruto de que el “discurso se desintegra en información, lo que conduce a la crisis de la democracia” [7].

La democracia para BCH se hunde en una jungla impenetrable de información. El argumento se basa en la tesis de la incapacidad por parte de los seres humanos contemporáneos de poder organizarse colectivamente (políticamente hablando) debido a que la democracia es una comunidad de oyentes y como la comunicación digital es una “comunicación sin comunidad destruye la política basada en escuchar. Entonces solo nos escuchamos a nosotros mismos. Eso sería el fin de la acción comunicativa” [8].

Es importante destacar que cuando el autor habla de acción comunicativa está haciendo referencia al concepto surgido del intercambio social en la esfera pública un concepto acuñado por Hanna Arendt y más específicamente Jürgen Habermas con su teoría de acción comunicativa en donde según el autor, toda interacción debe estar orientada al consenso. Esto que se señala es muy importante en la argumentación que plantea BCH debido a que según él “La esfera pública que Arendt y Habermas presentan como ideal ni siquiera existe ... ¿Cómo mantener una esfera pública en el mundo virtual de la red descentralizada” [9].

En el antiguo concepto de democracia se “presupone un discurso de la verdad. Sin embargo, la infocracia puede prescindir de la verdad” [10]. Entonces la conclusión al que llega BCH es que “solo la libertad de decir la verdad crea una verdadera democracia. Sin ella, la democracia se aproxima a la infocracia” [11].

Para BCH lo que se está imponiendo es una visión social del tipo dataísta la cual sostiene que son los datos generados digitalmente los que tienen que tener la última palabra a la hora de tomar las decisiones de tipo socio-políticas. “Desde la perspectiva dataísta, la democracia de partidos dejará de existir en un futuro próximo. Dará paso a la infocracia como posdemocracia digital … La política será sustituida por la gestión de sistemas basada en datos [12].

La crítica que plantea BCH a la acción comunicativa sobre la base de que se pierde la acción y la verdad en la comunicación no tiene anclaje en la realidad, la pregunta orientadora en este caso tendría que ser ¿cuándo la democracia burguesa, la democracia capitalista se basó en la búsqueda de la verdad y la comunicación? Cuando hay choque de intereses materiales, lucha de clases la acción comunicativa de Habermas se convierte en una teoría abstracta más que la historia ya refuto.

La propaganda digital

Como ya señalamos más arriba, el autor sostiene que la digitalización del mundo en que vivimos avanza inexorablemente. Somete nuestra percepción, nuestra relación con el mundo. Esto llegó a tal punto que las redes sociales y la información que por ahí circula es para BCH el eje del poder hoy. Sin ir más lejos afirma que “Lo decisivo para obtener el poder es ahora la posesión de la información. No es la propaganda de los medios de masas, sino la información, la que asegura el dominio … soberano es quien manda sobre la información en la red [13].

Byung-Chul Han entiende a la pantalla o telepantalla como un aparato disciplinario del tipo biopolítico. Que al obtener datos personales de los individuos se puede realizar una psicografía de los sujetos para poder influenciar políticamente por medio de la psicopolítica “Con suficientes datos, es posible incluso generar información más allá de lo que creemos saber de nosotros mismos” [14].

Entonces podemos sintetizar que el humano contemporáneo está encerrado en una suerte de callejón sin salida o trampa perfecta, ya que por un lado la acción comunicativa no existe en la comunidad digital y después por otro lado la información y/o noticias que se manejan en las redes son también altamente cuestionables. “La información corre más que la verdad, y no puede ser alcanzada por esta. El intento de combatir la infodemia con la verdad está, pues, condenado al fracaso. Es resistente a la verdad [15].

Sin capacidad de pensar críticamente ni de acceder a la verdad por causa de la distorsión digital en el horizonte se comienza a levantar un nuevo régimen social con rasgos de tipo totalitarios: el régimen de la información, el dataísmo.

¿Si lo dice Internet es cierto?

Gran parte del éxito editorial del autor en cuestión se basa en el hecho de que varios de los asuntos y temas que desarrolla son muy actuales, furiosamente contemporáneos. Desde ese ángulo hay una originalidad en la temática de estudio, pero como todo lo nuevo (sobre todo en lo concerniente a dispositivos tecnológicos digitales) exige un análisis más riguroso de antecedentes que nos den más elementos para poder pensar las contradicciones de los nuevos “avances” de la técnica, ya sea en la materia de organización social y comunicativa.

Los medios masivos de comunicación abrieron la posibilidad de que la información fluya en una forma y un volumen nunca antes visto, primero con la prensa impresa, luego con la radio y la televisión, para finalmente llegar a internet y los smartphones de hoy. En ese contexto BCH sostiene que el control de la información que circula en la red es el parámetro para determinar quién es el que tiene en definitiva el poder, sintetizado en la ya citada frase del autor “soberano es quien manda sobre la información en la red” Pero nos parece pertinente contrastar esta idea con una experiencia “similar” en lo concerniente al monopolio de la información en los medios masivos de comunicación.

Hay un texto que es ya un clásico en el análisis de la propaganda en los medios masivos de comunicación La propaganda política (1950) del autor Jean-Marie Domenach. En dicho libro el autor hace un estudio comparativo entre lo que fue la propaganda de los Bolcheviques durante la revolución de Octubre y la de los Nazis durante su expansión por Europa y llegó a conclusiones muy interesantes que nos pueden aportar claridad sobre el tema que estamos discutiendo actualmente.

Durante la Francia ocupada de Vichy (1940-1944) el régimen de propaganda Nazi dirigido por Joseph Goebbels puso mucha atención a la información generada por los medios. Sin ir más lejos, Domenach, el autor del libro que estamos referenciando, afirma que “En la jerarquía de los poderes del totalitarismo moderno la propaganda política ocupa, innegablemente, el primer puesto, antes que la policía” [16]. El autor en cuestión hizo un profundo análisis de los medios masivos en la Francia ocupada y estudio como estos actuaban y reaccionaban frente a los distintos hechos de la realidad.

En ese mismo sentido Domenach observó un fenómeno muy llamativo en los efectos comunicativos de la información “oficial” de los medios masivos administrados por los nazis:

…el peor enemigo de una propaganda totalitaria es ella misma; la repetición acaba por fatigar y el abuso de las falsas noticias destruye su crédito. La propaganda política organizada, obsesionante y mentirosa ¿no llega a un punto en que se debilita a sí misma y en que, para abatirla, hay que usar armas de otro orden? [17].

A lo largo de la ocupación nazi en Francia los métodos de propaganda (radio, cines, periódicos, afiches callejeros, volantes, agitadores callejeros, etc..) se volvieron una constante que también terminó por erosionar su propia credibilidad, esa omnipresencia generó sus propios sepultureros.

Domenach observó un fenómeno llamativo en la contrapropaganda de la resistencia francesa. Los Maquis o guerrilleros que luchaban contra los nazis utilizando las cadenas montañosas de los Alpes para esconderse y maniobrar, tenían sus propios medios de comunicación, específicamente publicaban un “boletín mimeografiado” o si se quiere una hoja impresa en sus dos caras “que se limitaba a dar, objetivamente, una visión sintética de la situación, basada en las informaciones recogidas en todas las estaciones emisoras extranjeras” [18].

Cuenta en su libro Domenach que “El efecto de este boletín en la "moral" de los combatientes clandestinos fue muy superior al de los pequeños diarios impresos por la Resistencia o lanzados en paracaídas por los aliados” [19]. O sea: más allá de los grandes esfuerzos del totalitarismo nazi por monopolizar los canales de información o del esfuerzo de los aliados extranjeros por llegar a entregar información del mundo exterior, nada podía remplazar el efecto moral de saber que la información contenida en una hoja de papel sucia y arrugada por haber sido pasada de mano en mano era fruto de una lucha por acceder a la verdad y sobrepasar los canales oficiales, una lucha política que convertía al lector en un reproductor de esa información y también en un organizador colectivo.

El caso opuesto que observa Domenach con los medios de comunicación es el caso Bolchevique, concretamente el “Pravda” diario fundado por Lenin 1912 con el objetivo de agrupar a la vanguardia revolucionaria de Izquierda en toda la Rusia Zarista. “Alimentar las revelaciones políticas por un flujo continuo de noticias extraídas de todos los sectores profesionales y sociales. Cada célula funciona como una antena de información y, en los regímenes soviéticos, los diarios poseen una multitud de "corresponsales populares" ubicados en todos los niveles de las actividades del país. Ese trabajo de información es para la propaganda comunista un indiscutible elemento de superioridad; les permite, en particular, reaccionar mucho más rápido que las propagandas adversas, desconcertarlas y, a menudo, adelantárseles” [20].

Es cierto que no se puede trasladar mecánicamente y comparar el concepto de redes sociales y el de prensa escrita o si se quiere prensa escrita de izquierda, ya que hay de diferentes tipos y objetivos. Pero el caso a tomar en cuenta sobre el diario de los Bolcheviques es su función política como un organizador colectivo.

El Pravda de Lenin no era simplemente un diario de izquierda, fue un órgano político cuya clave eran las denuncias de los trabajadores. Para que el diario pueda convertirse en el organizador colectivo de un partido revolucionario, decía Lenin, sus militantes debían romper con cualquier práctica rutinaria y convertirse en los verdaderos “tribunos” del pueblo, es decir, en la voz de los explotados y oprimidos. Los tribunos debían agitar las denuncias al régimen y canalizar las explosiones espontáneas y la bronca generalizada para transformarla en organización colectiva.

En agosto del 17 los bolcheviques ganaron la mayoría en los soviets gracias al paciente trabajo que habían hecho con Pravda y al papel que jugaron sus militantes, los tribunos del pueblo, que cargaron sobre sus espaldas la necesaria centralización del partido y ganaron a miles para la causa revolucionaria a pesar de la represión y la persecución policial.

Los años de preparación fueron fundamentales para que el partido bolchevique dirija el proceso revolucionario dando lugar al primer gobierno obrero de la historia.

Las redes y sus contradicciones

Contrariamente a la tesis central de BCH sobre el fin de la acción colectiva de las masas a partir de la influencia de las redes sociales la realidad nos devuelve una imagen ambigua que presenta contradicciones en su desarrollo.

Por un lado, hay una base real sobre la que operan las teorías del autor en cuestión. El caso más concreto fue el de Cambridge Analytica, una empresa de “campañas electorales” que, valiéndose de la información obtenida de los datos personales de la población vendidos por Facebook, influyó y operó políticamente en las elecciones norteamericanas que dieron por ganador a Trump y, en el caso de Brasil, a Bolsonaro (entre muchos otros países). El psicoperfil, la psicosegmentación y la psicometría a partir de datos personales existe y opera, pero no es una técnica absolutista. Como lo explica Domenach en su obra.

Pero por otro lado se puede ver a lo largo de la última década justamente lo opuesto: las redes sociales dinamizan por medio de la viralización y articulan denuncias de masas. Pero no podemos caer en la idea de que solo con eso nace la acción colectiva.

Los ejemplos más paradigmáticos que podemos traer son los movimientos populares de las últimas décadas dese el 15M en España pasando por el Occupy o el Black Lives Matters en Estados Unidos o los Chalecos Amarillos en Francia. Por solo mencionar algunos. En cada uno de estos movimientos, las redes jugaron un rol, pero nada pudo reemplazar la organización de base. Si esos movimientos tuvieron una continuidad y una orientación fue porque fuerzas sociales vivas intervinieron en su organización y desarrollo, votaron una hoja de ruta.

El caso más ejemplificador de la capacidad de organización política de las redes sociales es Tsunami Democràtic en Cataluña. Una plataforma independista de España impulsada por estudiantes, trabajadores y algunas personalidades locales. Su función fue la de convocar protestas masivas. Pero no había un espacio para poder debatir o votar los objetivos ni los métodos de lucha. Solo un proceso de autoorganización de este tipo puede ofrecer una alternativa a los métodos ya ensayados por las redes para movilizarse. Las redes por sí solas no pueden reemplazar a la política.

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Entonces, pensar en un instrumento técnico como principal referencia para interpretar un fenómeno social es el principal rasgo y defecto de los que se podría denominar determinismo tecnológico. Ninguna herramienta puede ser motor de cambio por sí misma; las redes sociales trabajan sobre un escenario de tensiones sociales reales y a lo sumo pueden catalizar procesos de una manera distinta a las conocidas, con más velocidad y otras escalas, pero no determinarlas. Las fuerzas vivas de la política son corporales, no digitales.

A modo de cierre

Todas las diferentes tesis que sostiene el autor en torno al humano contemporáneo, ya sea en su comunicación o su accionar técnico no hace más que representar una visión individualista y alienada de las personas en donde la construcción colaborativa y el conjunto social no tiene ninguna razón de ser. Si Aristóteles entendió que lo que nos distingue del resto de los seres vivos era nuestra capacidad de colaboración social, el autor en cuestión nos quiere convencer de que la misma sociedad que lo consume y lo edita no puede entenderlo, y si lo hiciese no tendría forma de comunicarlo. O sea: leer este texto según el propio autor no tendría razón de ser.

Contrariamente a lo que afirma BCH como tesis central del mundo digital: en donde hoy no se explotan “cuerpos y energías, sino información y datos” quedó muy claro, tras dos años de pandemia, que nada pudo reemplazar al trabajo humano, millones de trabajadores “esenciales” se volvieron los engranajes claves para que el sistema sanitario y logístico que hace al mundo andar no se detenga.


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NOTAS AL PIE

[1Byung-Chul Han, Infocracia, Buenos Aires, Taurus, 2021, p. 9.

[2Ídem.

[3Ibídem, p. 17.

[4Ibídem, p. 19.

[5Ibídem, p. 28.

[6Ibídem, p.40.

[7Ibídem, p. 73.

[8Ibídem, p. 55.

[9Ibídem, p. 58.

[10Ibídem, p. 86.

[11Ibídem, p. 87.

[12Ibídem, p. 63.

[13Ibídem, p. 24.

[14Ibídem, p. 36.

[15Ibídem, p. 42.

[16Jean-Marie Domenach, La propaganda política, Buenos Aires, Eudeba, 1962, p. 2.

[17Ibídem, p. 39.

[18Ibídem, p. 44.

[19Ídem.

[20Ibídem, p.12.
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Javier Occhiuzzi

Nacido en Bs. As. en 1983. Licenciado en Filosofía. Autor de múltiples artículos que abordan aspectos tanto teóricos como políticos en relación a la Filosofía y la Inteligencia Artificial.