Presentamos aquí, con permiso del autor, un fragmento del ensayo de Nicolás González Varela que forma parte del libro Crónicas marxianas, de próxima aparición.
I
“En 1851 el New York Tribune, bajo el patrocinio y la publicación de Horace Greeley, empleó como corresponsal en Londres a un oscuro periodista llamado Karl Marx. Se nos dice que el corresponsal extranjero Marx, arruinado y con una familia enferma y desnutrida, apeló constantemente a Greeley y al director de la publicación, Charles Dana, para que le aumentaran su munificente salario de 5 dólares por artículo, un salario que él y Engels calificaron ingratamente como el ‘más pésimo engaño pequeñoburgués’. Pero cuando todos sus llamamientos financieros fueron rechazados, Marx buscó otros medios de subsistencia y fama, terminando finalmente su relación con el Tribune y dedicando todo su tiempo a la causa que legaría al mundo las semillas del leninismo, el stalinismo, la revolución y la Guerra Fría. Si este periódico capitalista de Nueva York le hubiera tratado con más amabilidad, si Marx hubiera seguido siendo corresponsal en el extranjero, la historia podría haber sido diferente” (John F. Kennedy, 1961 [1]).
Existen pocos episodios más insólitos en la historia del periodismo político moderno que la alianza entre un filósofo alemán socialista, exiliado en el Soho londinense, y un autodidacta yankee, de cara pálida y ojos saltones, fourierista y whig de Vermont, llamado Horace Greeley, conocido cariñosamente por legiones de lectores progresistas en el Norte y el Oeste de los EE. UU. como “Tío Horace” [2]. Cuando Greeley fundó el Tribune ya era un fourierista convencido [3]. En el plazo de un año, junto a Albert Brisbane y los fourieristas neoyorquinos, se pusieron de acuerdo para publicar una versión “americanizada” de las ideas de Fourier en el periódico de Greeley. Brisbane pensó que eso le daría acceso a su potencial público principal: las clases trabajadoras, agrícolas e industriales, y la visionary class de intelectuales y reformistas. Una columna regular, que comenzó en la primavera de 1842, se titulaba “Asociación o Principios de una verdadera organización de la sociedad”. Presentaba, a instancias de Greeley, una versión popular y reducida de Fourier que evitaba “los términos científicos y técnicos” y se adaptaba “a la comprensión popular en el mayor grado posible”. La mañana del sábado 25 de octubre de 1851 el diario New York Daily Tribune de Greeley, afianzado después de una década de existencia como el principal diario whig y uno de los de mayor tirada en Occidente, apareció con doce páginas en lugar de las ocho habituales. La ocasión fue demasiado digna de mención para ser pasada por alto sin comentarios por parte del propio periódico. Apareció un editorial especial, seguramente producto de la pluma del joven editor gerente de Greeley, un tal Charles A. Dana, tribuno enérgico de bigotes dorados. El texto anunciaba que en esta nueva edición ampliada aparecían “artículos de algunos colaboradores extranjeros que son especialmente dignos de atención”, en especial –subrayaba Dana– “uno sobre Alemania por uno de los escritores más claros y vigorosos que ese país ha producido nunca, sin importar cuál pueda ser el juicio de los críticos sobre sus opiniones públicas en el ámbito de la Filosofía política y social”. ¿Quién podría ser este enigmático escritor alemán “clearest and most vigorous”? Pasando algunas páginas el lector llegaba a un artículo encabezado por el impactante titular “Revolution and Counter-Revolution”, debajo de él la firma de un tal Charles Marx. El íncipit rezaba así: “El primer acto del drama revolucionario desplegado en el continente europeo se ha cerrado”, y continuaba con tono sombrío: “Los ‘poderes que fueron’ antes del huracán de 1848, son de nuevo los ‘poderes que son’”. Y subrayaba una definición madura de situación revolucionaria: “en nuestros días todo el mundo sabe que, dondequiera que hay una conmoción revolucionaria, tiene que estar motivada por alguna demanda social que las instituciones caducas impiden satisfacer”. Y era solo el comienzo. El lector norteamericano podía leer, atónito, categorías críticas y conceptos nuevos, como “burguesía” o “proletariado”, análisis de la composición de clase del pueblo alemán (“base de toda organización política”), concentración del capital, rol ambivalente de las nuevas y viejas clases medias, el fin de la historia moderna como la abolición de la condición proletaria, análisis de la forma estado de Prusia, la izquierda hegeliana… Contenidos de peso, palabras nuevas y extrañas para un público fervorosamente jacksoniano, asimilado en este momento con la retórica whig, el Jeffersonism y pizcas de fourierismo autóctono. Una conmoción literaria. “El hombre va profundo, muy profundo para mí” –comentaba uno de los amigos más cercanos de Greeley, el editor Brockway, y preguntaba enigmáticamente: “¿De quién se trata?”. Pero todo esto comenzaba mucho antes, con una carta de Marx a Engels del 8 de agosto de 1851: “El New York Daily Tribune nos ha invitado a mí y a Freiligrath [4] a trabajar como uno de los 18 corresponsales en el exterior remunerados. Es el periódico de mayor circulación en América del Norte. Si pudieras tener un artículo en inglés sobre las condiciones en Alemania antes del viernes por la mañana (15 de agosto), sería un comienzo espléndido”. No resulta extraño: Marx consideraba que la cooperación con los periódicos burgueses democráticos y progresistas burgueses era bastante admisible para un revolucionario proletario –ya lo había hecho en la Rheinische Zeitung, ese extraño laboratorio de jóvenes hegelianos con liberales de izquierda– y a veces muy valiosa, porque los trabajadores también leen periódicos burgueses. Hay que señalar aquí el poco interés de la Marxología en el carácter crítico-materialista del trabajo periodístico de Engels y Marx, en esa década fundamental en que escribieron obras claves del Comunismo crítico, como los Grundrisse y Das Kapital [5]. Existe la sensación que en el trabajo enciclopédico y periodístico de los 1850’s y 1860’s de Engels y Marx se abandona la Kritik en los umbrales, que era principalmente una fuente de ingresos muy necesaria, en un período financiero difícil, pero de ninguna manera un medio para difundir su programa mínimo y la eficacia de la nueva Kritik materialista [6]. La mayoría de biógrafos y hagiógrafos han restado importancia al trabajo periodístico y enciclopedístico de Engels y Marx, considerándolo un mal necesario, sólo importante en la medida en que le dio independencia financiera necesaria para continuar su estudio de la Kritik de la economía política. En el mejor de los casos, el trabajo enciclopédico-periodísitico pagaba el alquiler, en el peor de los casos era una molesta distracción al trabajo de profundis nocturno. Como veremos, por el contrario, es imposible destejer de la trama de estos trabajos publicistas precisamente el método crítico-materialista. La publicación en el formato periodístico era, sin dudas, la praxis de la Kritik, su re-traducción, en el pleno sentido gramsciano, a lo concreto de la coyuntura. En 1847, en su polémica contra Heinzen, Engels se preguntaba: “¿qué tiene que hacer la prensa de un partido? […] Demostrar la necesidad de la Democracia a partir de la inutilidad del gobierno existente, que representa más o menos a la aristocracia, de la insuficiencia del sistema constitucional que pone a la burguesía al frente, de la imposibilidad de que el pueblo se ayude a sí mismo mientras no tenga poder político. Por lo tanto, tiene [...] que explicar cómo ha surgido la opresión no sólo política, sino sobre todo social, y con qué medios se puede eliminar [...]. También debe examinar hasta qué punto se puede esperar que la Democracia se aplique en un futuro próximo qué medios disponen el partido y a qué otros partidos debe unirse, siempre que sea demasiado débil para actuar solo” [7]. La tarea revolucionaria de zu diskutieren, zu begründen, zu entwickeln, zu verteidigen, discutir, fundamentar, desarrollar y defender a través del formato periodístico los principios del Comunismo crítico, la nueva Aufassung materialista, implica la imbricación de la Kritik materialista y el método dialéctico. La visión totalizadora de este trabajo minucioso publicista y tribuno, una Teoría crítica en desarrollo, unabgeschlossenen, en de más de una década, salvo análisis individuales y puntuales, quedó marginado o ignorado. Tenemos que recordar a Marx como eficaz y proactivo Chefredakteur de la Neue Rheinische Zeitung entre 1848 y 1849, en el momento en que le conocería Dana. En ese corto período de tiempo escribió una cantidad impresionante de sustanciales ensayos y artículos, aplicando la Kritik materialista al análisis del acontecimiento, analizando la correlación entre institución y lógica del Capital (por ejemplo en sus artículos sobre Bélgica), que le hicieron alcanzar una fama temporal como figura señera del movimiento y la escritura más potente del izquierda democrática. No será más que una nueva evolución y reajuste de esta perspectiva de la Kritik la tarea que Engels y Marx intentarán desplegar tanto en el trabajo del NYDT como en los artículos enciclopédicos de la NAC. Ya en el exilio londinense, enero de 1850, Engels y Marx se proponen editar una publicación semanal, la Politisch-ökonomische Revue [8]; entre los objetivos programáticos se subraya el de Rückblick, Besinnung und Aufklärung, o sea: revisión, reflexión e ilustración sobre el “período revolucionario que acabamos de vivir”, lo que permitiría “un examen detallado y científico de las condiciones económicas que constituyen la base de todo movimiento político”. La Kritik debía exponer en una nueva fenomenología histórica el Symptome de la crisis del capital, al mismo tiempo que deducir, a través de la Überblick expresada en formato periodístico o ensayístico, el reale Grundlage, el fundamento y base real en el que se mueven las oleadas superficiales en “la región de las nubes políticas”. La Kritik atacaba no solo a los dogmas conservadores, liberales o chauvinistas y a los intelectuales provincianos orgánicos de la alta burguesía, sino además a los “teóricos revolucionarios” que decía representar el progresismo del nuevo proletariado con fantasías morales o formas distorsionadas de nacionalismo burgués. Marx era fiel a aquel irónico motto de Voltaire: “No hay solidaridad con la estupidez, ¡y menos en la izquierda!”. La nueva materialistische Auffassung no solo combate por la derecha, no solo embate necesariamente contra los representantes de la burguesía sino, como dirá Engels, “también contra la masa de socialistas franceses que quieren desquiciar el Mundo con la fórmula mágica liberté, egalité, fraternité. Pero también despertó una gran ira entre los gritones alemanes de la Democracia vulgar”.
En una decisiva y sintomática reseña de Engels, en agosto de 1859 al libro Zur Kritik der politischen Ökonomie de Marx [9], o sea: en plena actividad literaria con el NYDT y la NAC, aquel afirma que Marx ha establecido una nueva Economía política alemana científica, crítica e independiente, cuya existencia teórica (theoretisches Dasein) brota de una nueva concepción materialista de la Historia, der materialistischen Auffassung der Geschichte. Engels afirma que “no se puede hacer nada con meras frases y sólo masas de material histórico críticamente tamizado y completamente dominado” pueden permitir la solución de la tarea de la nueva Economía política; es obvio que esta visión básica, la Grundanschauung materialista de Marx, “corre como un hilo rojo a través de todas las producciones literarias del partido. En todas ellos se demuestra, en cada caso individual, cómo la acción surgió cada vez de impulsos materiales directos (direkten materiellen Anstößen), pero no de las frases que los acompañan, cómo, por el contrario, las frases políticas y jurídicas surgieron tanto de los impulsos materiales como de la propia acción política y sus resultados”. Es decir, confiesa abiertamente Engels, toda nuestras producciones literarias están embebidas conscientemente de esta nueva y revolucionaria Grundanschauung, este compendio sistemático histórico-crítico, que “sintetiza todo el complejo de la Ciencia económica, hacia un desarrollo coherente de las leyes de la producción burguesa y el cambio burgués”. A partir de abril de 1851, Engels y Marx escribirán, de manera no-oficial y sin cobrar, en el diario del ala izquierda cartista, Notes to the People, editado por Ernst Jones; el mismo Jones editará, a partir de mayo de 1852, un nuevo semanario cartista, The People’s Paper, donde colaborará de nuevo el tándem pero además con trabajo extra como editores pero sin salario alguno [10]. Sin embargo, su cooperación con la prensa burguesa e incluso revolucionaria, a diferencia de la dilatada carrera periodística de Engels desde muy joven [11], había sido esporádica hasta principios de la década de 1850. Pero en los años de reacción que siguieron a la derrota de las revoluciones burguesas de 1848-1849 casi no existía prensa de clase europea, a vece ni republicana, debido a la censura sistemática y a la represión abierta. La mayoría de los periódicos burgueses ingleses y continentales, monárquicos o conservadores, tenían las puertas cerradas al diabólico Marx y sus asociados partidarios. En tales condiciones, la oferta de NYDT proporcionó la única oportunidad para que Marx llevara sus puntos de vista a un gran número de lectores y, al mismo, tiempo paliar su frágil sistema económico doméstico. Mientras tanto Marx, que había aceptado el encargo sin esperar la respuesta de Engels y los plazos de entrega de Dana, se encontraba inmerso de pleno en el trabajo de “Crítica de la Economía Política” (que desembocaría en la publicación de su apresurada Einleitung de 1857 y su decepcionante Kritik de 1859), sumado al factor de su pobre inglés escrito, todo ello le indujo a utilizar el talento del “General” Engels como négre literario. Marx seguramente pensó: ¿Por qué no permitir que Engels escriba toda la serie y así dejarle libre para seguir sin ser molestado con sus decisivos estudios para Das Kapital? Así que le escribió imperiosamente: “Debes, en este momento en que estoy completamente absorto en la Economía política, acudir en mi ayuda. Escribe una serie de artículos sobre Alemania desde 1848. Enérgicos y con total franqueza. Estos señores [los editores de NYDT] son muy liberales y tolerantes cuando se trata de asuntos exteriores”. La biógrafa Stepanova afirma que “el diario progresista norteamericano New York Daily Tribune hizo a Marx una propuesta de colaboración. Este se dirigió a Engels solicitando su ayuda. De la enorme cantidad de artículos que Marx envió… no menos de la tercera parte fueron escritos por Engels” [12]. En la biografía colectiva sobre Engels, dirigida por Gemkow, se dice que “en agosto de 1851 el redactor del New York Daily Tribune, Charles Dana, preguntó a Marx si podía escribir regularmente para el periódico. Marx aceptó porque esto, por fin, le daba una posibilidad de asegurar a su familia un ingreso regular aunque modesto. Además, quería aprovechar la oportunidad para contribuir, con sus artículos, desde ese periódico de orientación progresista burguesa, entonces muy difundido, a fortalecer el movimiento democrático. Esto iba en interés del proletariado norteamericano. Durante casi diez años, exactamente hasta 1861, Engels escribió a ruego de su amigo, otros ciento veinte artículos o más para el periódico norteamericano. Además, a muchos de los artículos de Marx él les agregaba partes enteras y casi sin excepción se ocupó en los dos primeros años de colaboración… de la traducción de los manuscritos de Marx. El nombre de Engels jamás apareció” [13].
II
Pronto el acólito Engels obedeció inmediatamente, enviando su primer borrador para la firma de Marx. “Mes remerciements pour ton artículo”, reconoció Marx, en esa mezcla babélica de idiomas, especie de lingua franca del exilio que usaban ambos en sus cartas; y continuaba: “mi agradecimiento por tu artículo. Él [artículo] ya zarpó sin cambios hacia Nueva York. Precisamente has dado con el tono del Tribune”. “Tal vez le dé placer saber” –le escribió a Marx el editor gerente Dana mientras aparecían sus artículos sobre los últimos acontecimientos en Alemania– que son leídos con satisfacción por un número considerable de personas y se reproducen ampliamente”. Desde su miserable altillo en Dean Street Nº 28, Soho londinense [14], Marx hacía surgir de su escritorio, al principio en alemán, informes de cancillerías, resúmenes de prensa extranjera, polémicas y profecías en un flujo continuo y entremezclado, a veces semanalmente, a menudo dos veces por semana, a veces con demoras inexplicables, para que Engels las tradujera y poder atrapar el siguiente buque vapor rápido a Nueva York (siempre martes y viernes) y así ganar los cinco dólares por pieza escrita. El equivalente al cambio, según el biógrafo Mehring, eran dos libras, por lo que habría sumado una renta anual (160-200£ de la época) con la cual habría podido mantener a su familia en el caro Londres [15]. En la reciente biografía sobre Engels de Hunt, se establece que en la Inglaterra victoriana de 1850 pertenecer a la clase media “era ganar por encima del umbral imponible de £100, junto a párrocos, oficiales del ejército, médicos, funcionarios y abogados que generalmente operaban en el rango salarial de £ 250-350. Por ejemplo, un gran escritor victoriano, el pobre Anthony Trollope, tenía que sobrevivir con £140 libras año en su trabajo diario como empleado de la oficina de correos” [16]. Según el biógrafo Sperber, la corresponsalía europea del NYDT no era tan rentable como sugeriría nominalmente el salario. El sistema de pagos entre dos lados del Atlántico era una tarea tediosa y cara. Marx necesitaba emitir una factura o letra de cambio contra Dana y entregarla a un banquero en Londres (tarea que se la facilitaba su amigo el poeta Freiligrath, quien trabajaba en un sucursal de la banca suiza). Este último enviaba el documento al banco asociado en Nueva York, para que lo recogiera del NYDT, después de lo cual el pago se permitía, y finalmente el dinero regresaba a las manos de Marx, después de deducir gastos sustanciales por la transacción. En la primera experiencia con este sistema todo el proceso tomó más de dos meses, después de lo cual descubrió que los banqueros no realizaban transacciones pequeñas y, por lo tanto, acumulaban los cheques pequeños hasta que alcanzaban un cierto volumen, y luego los enviaban a New York [17]. El Soho no solo fue una pequeña patria, su Heimat, también fue un secreto Gólgota familiar. Tres de los hijos de Marx murieron miserablemente en Dean Street: Henry, Franziska y Edgar (Mouche), muerto en brazos del propio Marx. Allí también Marx vio nacer a su hija preferida, Jenny (todas las hijas de Marx llevaban el nombre de su madre) Julia Eleanor, aka “Tussy”, y a un hijo ilegítimo con la fiel sirvienta Helene Demuth (Linchen), nacido en 1851 y bautizado como Henry Frederick Demuth, el único hijo varón que le sobrevivió, del cual Engels se hizo cargo, sin reconocer su paternidad en la partida de nacimiento. Irónicamente sus empleadores estadounidenses nunca sospecharon que gran parte de lo que compraron como por “Charles Marx” era material de subcontrata, outsourcing, escrito en realidad fantasmagóricamente por un amigo y amanuense, muy culto, autodidacta como Greeley, vástago de una próspera familia textil alemana, que estaba ocupado dirigiendo la fábrica de la sucursal de su padre en Mánchester. Así comienza la aventura periodística y luego enciclopédica norteamericana de Engels y Marx [18].
Por la época que lanzaba el NYDT, 1841, Greeley era el apóstol norteamericano de Charles Fourier, y se definía a sí mismo como un raro animal político, conservative-radical, que combatía el consumo de alcohol y carne, el divorcio, la institución de la Esclavitud sureña (levantando una consigna del propio Fourier para Brasil y Haití), la guerra imperialista contra México, el creciente atomismo social y el individualismo posesivo que imperaba en los EE. UU. Pero también era un abanderado del proteccionismo económico, combatiente a favor de la protective tariff [19]. Greeley era bien conocido en Inglaterra, fue uno de los comisionados extranjeros en la famosa Exposición de todas las Naciones de 1851, y muchos radicales ingleses lo consideraban un defensor de una prensa popular y barata para los trabajadores y el pueblo en general. Riazanov, el trágico editor de las primeras obras completas de Engels y Marx, explicaba esta contradicción en el alma del periódico: “En la supresión de la esclavitud, el New York Daily Tribune estaba a la extrema izquierda, quería la supresión del esclavismo. En el de la libertad de comercio, Free Trade, opinaba como los proteccionistas. Marx, evidentemente, estaba de acuerdo con el primer punto de vista, pero en absoluto con el segundo” [20]. Recordemos que en todo Occidente, durante la primera mitad del siglo XIX, los conservadores (Carlyle, por ejemplo) y los radicales coincidían sombríamente en que el capitalismo industrial solo ofrecía dos alternativas, la desigualdad o la revolución. Los fourieristas ofrecían una tercera vía, y para los miles que lo abrazaron era una alternativa viable y una forma poderosa de disidencia. La idea era la del Associationism [21], que fue largamente difundida por Brisbane, Dana y Greeley, tanto que en EE. UU. se llegaron a contar hacia 184o con 26 falansterios Fourierist style (el más famoso Brook Farm), decenas de clubs y miles de adherentes [22]. Pero finalmente las comunas fracasaron en la práctica, aunque la crítica teórica del fourierismo a la sociedad individualista competitiva, y su “círculo vicioso con la manía de producir confusamente” según Fourier, seguía resultando productiva y atractiva políticamente [23]. Se comenzó a combinar con formas más maduras y recientes del llamado socialismo romántico y republicano de cuño francés. En 1848 se desata el ciclo de revoluciones en Europa, que aceleró este proceso ideológico de maduración y superación dialéctica. El NYDT saludó esta ola revolucionaria de febrero y la naturaleza “socialista” de estas revoluciones (especialmente en Francia), adhiriendo al slogan de “Derecho al Trabajo”; motto que ridiculizaría desde la nueva crítica reaccionaria Nietzsche, así como al programa de la burguesía revolucionaria: abolición de la esclavitud en las colonias, creación de un banco nacional para dar crédito a la industria autóctona, regulación del pago de los salarios, presentando el modelo como el futuro paradigma de una nueva república para todo Occidente. El diario era una esfinge de tres caras: trascendentalista en lo filosófico, fourierista en lo social y proteccionista en su economía política.
En la década de 1840, y posteriormente Greeley, como fiel fourierista, se oponía en general a toda violencia de clase, e incluso a huelgas con acción directa; sin embargo, Francia había demostrado que, en ciertas circunstancias excepcionales, podía ser legítima la “violencia revolucionaria desde abajo” como una necesidad indispensable, aunque lamentable. El NYDT era uno de los medios favoritos de los intelectuales estadounidenses y pronto se ganó una amplia reputación en Europa, especialmente en círculos jacobinos, republicanos y socialistas. El NYDT se imprimía y distribuía en varias ediciones como diario y en dos ediciones semanales, y a partir de 1853 hubo una edición especial para California y una para Europa. A fines de la década de 1850’s, la circulación total de todas las ediciones combinadas había convertido al NYDT en el periódico de masas con mayor número de lectores en los Estados Unidos y en Occidente [24]. La historiografía stalinista del Dia-Mat le califica de “diario burgués norteamericano que se editó de 1841 a 1924. Hasta comienzos de la década de 1860 reflejaba las opiniones de los círculos democráticos de la burguesía de los EE. UU., que se pronunciaban contra la oligarquía de los esclavistas dueños de las plantaciones. Desde fines de la década de 1860 comenzó a perder su carácter democrático, para convertirse poco después en tribuna de la burguesía reaccionaria y agresiva” [25].
En el siglo XIX, los periódicos dependían de sus corresponsalías sobre todo de viajeros, aventureros, exiliados o refugiados políticos y emigrantes que, como Börne con sus “Briefen aus Paris”, Engels desde Bremen, Belín y Mánchester, Marx, Heinrich Heine, Theodor Fontane, el “rabino rojo” Moses Hess, Wilhelm Liebknecht o, para el mundo francófono, Louis Blanc (sus "Lettres sur l’Angleterre"), informaban como corresponsales desde las principales urbes de Occidente. Fueron cronistas de su tiempo y contribuyeron significativamente a la transferencia cultural crítica-revolucionaria. Heine, que se había hecho famoso de joven con sus Reisebilder y escribía desde París para el Augsburger Allgemeine Zeitung en la década de 1830, el mismo periódico en el que un joven Engels colaboraba como corresponsal [26], introduciendo su serie de artículos, Französische Zustände, "Condiciones francesas”, en la cual con notable deseo esperaba que “la gran multitud comprenda el presente, y entonces los pueblos ya no serán incitados al odio y a la guerra por los pagadores de la aristocracia, se producirá la gran alianza de los pueblos, la santa alianza de las naciones, ya no necesitaremos alimentar ejércitos permanentes de muchos cientos de miles de asesinos por desconfianza mutua, utilizaremos las espadas y las rosas para el arado, y podremos aprovechar al máximo el poder del pueblo, y alcanzaremos la paz y la prosperidad y la libertad". En consonancia con estilo de reclutamiento periodístico en la época, el primer corresponsal del NYDT sobre el terreno francés fue Heinrich Börnstein, un émigré alemán, clasista radicalizado y nexo posterior del Tribune con Marx, un personaje un poco olvidado en la historia de la izquierda europea [27]. Börnstein era el producto del mismo entorno radical parisino expatriado de los straubinger, cuya ideología estaba guiada por el sastre Weitling, quien había criticado Marx en su estadía antes de su expulsión a Bruselas [28]. “Straubinger”, los así llamados artesanos alemanes, estaban influenciados por ideas jacobinistas, owenistas, fourieristas, charbonnieres, saintsimonianas y por la actividad de Weitling, futuro líder de la “Liga de los Justos” y autor de la primera profesión de fe comunista. Cornu, biógrafo exhaustivo de Marx, califica a Börnstein de “hombre de negocios emprendedor, quien había abierto una oficina de traducciones donde hacía editar las obras francesas de éxito de acuerdo con el gusto del público alemán. Le agregó, en septiembre de 1843, una ‘Oficina central de comisiones, publicidad y relaciones comerciales entre Francia y Alemania’, que contaba entre sus clientes en Alemania a príncipes, diplomáticos y miembros de la nobleza; creó, asimismo, una organización de ayuda y socorro a los alemanes necesitados de París” [29]. En la biografía de Marx de Nikolaevskiï y de Maenchen-Helfen se afirma que Börnstein pactó con las autoridades francesas convertirse en un informante del Ministerio del Interior, por lo que Marx siempre desconfió de él [30]. A partir de 1832 los trabajadores alemanes contaban con su propias organizaciones de apoyo mutuo y capacitación política en París: la “Deutsche Vaterlandsverein”, la “Deutsche Volksverein” y a partir de 1834 la “Bund der Geächteten” (Liga de los Proscriptos). Muchos de los emigrantes alemanes acompañaron a sus camaradas franceses en las barricadas de sus rebeliones (en 1830 por ejemplo) y sufrieron represión, muerte o exilio. Será el mismo ambiente que encontrará Marx en 1844 durante su primer exilio [31].
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