El 16 de abril de 2020 se cumplieron 90 años de la muerte de José Carlos Mariátegui. Este texto es una versión corregida y aumentada de un ensayo aparecido originalmente en la Revista Lucha de Clases Nº 2/3 en el año 2004. Publicamos esta nueva versión a modo de homenaje y reapropiación crítica de su legado.
Introducción
En los debates del marxismo latinoamericano, se ha tornado habitual la búsqueda de afinidades electivas entre José Carlos Mariátegui y Antonio Gramsci. Pero entre los muchos puntos de contacto que mantienen ambos intelectuales marxistas hay uno que es fundamental para todo intento de recuperación del pensamiento del marxista peruano: al igual que Gramsci, Mariátegui ha sido objeto de múltiples “usos”. Fue difamado luego de su muerte por no ser lo suficientemente stalinista por la fracción Ravines y sindicado como “populista” por los historiadores soviéticos, para luego ser transformado durante los años ‘40 en un stalinista furioso. Su obra volvió a ponerse en discusión por el impulso de la revolución cubana y fue reinterpretado en los ‘70 en clave maoísta. También se lo disputaron las corrientes del movimiento indigenista. Fue leído en clave "frente-populista" por José Aricó, quien jugó un importante papel en volver a ponerlo en circulación y difundir su obra en toda América Latina desde fines de los ‘70, junto con otros investigadores como Alberto Flores Galindo, resaltando la originalidad de su pensamiento. En las últimas décadas se mantuvo una constante reflexión y puesta en discusión de su obra a partir de la Cátedra Mariátegui e investigaciones diversas, junto con la formación del Archivo José Carlos Mariátegui que contiene sus cartas y toda clase de documentos. De los usos instrumentales se fue pasando a trabajos más centrados en la comprensión de su obra y su legado, que constituyen los “estudios mariateguianos”. Sin embargo, también en las últimas décadas han vuelto ciertos “usos” u operaciones teóricas tendientes a tomarlo como referencia, pero separándolo del marxismo (o mostrándolo como un límite para su propio pensamiento). Tal es el caso de la corriente “decolonial” que está pasando por un relativo auge en los ámbitos académicos y presenta a Mariátegui como una especie de antecesor inconsecuente. Por eso, dada la compleja historia de sus lecturas, siempre que leemos a Mariátegui tenemos que precisar desde dónde lo hacemos.
Esta explicitación de un lugar desde donde leer es un asunto aparentemente sencillo. Por ejemplo: proponemos una “lectura trotskista" de Mariátegui, que consistiría en comparar las teorías de Trotsky y Mariátegui y analizar las posiciones del segundo conforme las del primero. Pero como Mariátegui hizo su propia búsqueda de un lugar desde donde hablar, cualquier discusión sobre sus posiciones debe intentar comprender esa búsqueda como tal, más allá de los ejercicios comparativos o polémicos. Entonces, el procedimiento de revisión del pensamiento de Mariátegui que nos proponemos consta de dos operaciones: intentar comprender la originalidad de Mariátegui como marxista latinoamericano que reflexiona con su propia cabeza sobre la historia de su país y simultáneamente sobre la política mundial de su tiempo y sobre la cultura de Occidente y al mismo tiempo pensar los puntos fuertes y débiles de su teoría desde otro cuerpo teórico que es el de la teoría de la revolución permanente.
Para poder hacer esta lectura de Mariátegui, es necesario partir de delimitar el sentido de su propio trabajo como marxista. Desde este punto de vista, siguiendo la idea de Gramsci, es que sugerimos considerar a Mariátegui como traductor y recreador del marxismo. Con el concepto de traducibilidad de los lenguajes científicos y filosóficos, Gramsci se remontaba a la equivalencia establecida por Marx en La sagrada familia entre el idealismo alemán y la política revolucionaria francesa. Pero también se puede tomar el paralelismo entre idealismo alemán y economía política inglesa presentada por Marx en Miseria de la filosofía. La traducibilidad supone un cierto nivel de desarrollo histórico desigual pero contemporáneo, análogo pero no idéntico, de modo tal que lenguajes distintos aluden a realidades similares sin ser exactamente iguales.
Esta premisa de la traducibilidad de los lenguajes sirve para pensar las formas concretas en que el marxismo se ha recreado en distintos contextos nacionales. Hay una importante diferencia entre pensar el desarrollo del marxismo en términos de traducción y pensarlo en términos de recepción o aplicación. Mientras en la recepción o la aplicación la posibilidad de realizar modificaciones o aportar contenidos a la doctrina original es más limitada, en el caso de la traducción, el rol del “traductor” (actuando como es el caso de Mariátegui como un individuo que inscribe su traducción en un movimiento social y político) es mucho más activo, produce conocimientos nuevos pero también conceptos y elementos nuevos de teoría.
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