Presentamos esta entrevista como adelanto de la revista Ideas de Izquierda Nro.45, que ya se puede conseguir completa a partir esta semana en Riobamba 144 y locales del PTS de todo el país.
La rebelión popular que está conmoviendo a Francia impacta a nivel internacional. Entrevistamos a Daniela Cobet, dirigente de la Corriente Comunista Revolucionaria del Nuevo Partido Anticapitalista de Francia, que edita el periódico digital Révolution Permanente.
IdZ: Sintéticamente, ¿cómo podrías definir la situación que abrió la rebelión de los “chalecos amarillos”?
En primer lugar, me parece importante remarcar que aunque la emergencia explosiva de ese movimiento espontáneo organizado por internet nos sorprendió a todos por su forma, no fue exactamente un rayo en cielo sereno, sino el producto de profundas contradicciones que se venían acumulando en forma latente. Al aumento de las desigualdades sociales, de la desocupación y de la pobreza en Francia; a la degradación de los servicios públicos, sobretodo en el interior del país; la presidencia de Macron añadió una forma de cinismo burgués, un desprecio de clase explícito y una megalomanía “jupiteriana” –para retomar el término utilizado por un miembro del gobierno–, que hizo desbordar el vaso de la bronca popular. Además, el gobierno venía debilitado. Por una parte porque, aunque logró pasar la reforma del sistema ferroviario, eso no significó para nada el aplastamiento “thatcheriano” que esperaba, sino que los ferroviarios dieron tres meses de una lucha dura en la que emergió una vanguardia muy combativa y antiburocrática, pero sobretodo por la crisis política que estalló en el verano alrededor de la existencia de una forma de milicia privada de Macron cuyo jefe, Alexandre Benalla, fue identificado golpeando a manifestantes en la movilización del primero de mayo.
Nosotros ahí definimos que había cambiado la situación, que esta pasaba de no revolucionaria a transitoria, y que se abría una brecha importante para una contraofensiva del movimiento obrero que empujara a una situación pre-revolucionaria [1]. Lo que pasó es que esta brecha no fue aprovechada por el movimiento obrero organizado, centralmente por la política traidora de la burocracia sindical, sino por el movimiento de los “chalecos amarillos”, que nació alrededor del aumento de las tasas sobre los combustibles pero se transformó rápidamente en un movimiento con apoyo de masas contra la carestía de la vida, las desigualdades fiscales, la casta política y en particular contra Macron, como se expresa en que los dos cantos del movimiento son la Marsellesa y “Macron, démission!” (“Macrón, renunciá!”, N. de E.).
Frente a este nuevo escenario, ya no hay ni sombra de Júpiter, y saltan, al revés, todas las debilidades del bonapartismo macronista que nosotros habíamos señalado ya en el momento de su elección, es decir del proyecto de gobernar a Francia apoyándose solamente en un bloque burgués socialmente estrecho, en contra del conjunto de los sectores populares (a diferencia del mismo Sarkozy, por ejemplo, que tenía cierta base popular). Por lo cual nos parece que lo que se está expresando en la radicalización del movimiento de los “chalecos amarillos” son los primeros episodios de un cambio profundo de situación en el cual se van a dar tendencias importantes a la acción en distintos sectores (en parte ya lo estamos viendo en la juventud) y en la que va a ser muy difícil que el gobierno se pueda recomponer al punto de retomar la iniciativa. Eso es lo que para nosotros caracteriza que entramos en una situación pre-revolucionaria.
Es interesante ver que lo intuyen las masas mismas, como se observa en las alusiones frecuentes de los “chalecos amarillos” a la idea de que lo que están haciendo es una “revolución” y en las múltiples referencias a la larga tradición revolucionaria de este país, en particular a la revolución de 1789. Nosotros evidentemente no pensamos que esto ya sea una revolución, pero sí está claro es el espectro de la revolución, que la burguesía pensaba enterrado para siempre, está de vuelta.
IdZ: Después del denominado “IV acto” [2] del sábado 8 de diciembre, Macron anunció una serie de medidas para tratar de frenar el movimiento. ¿Cómo ves que pueden influir estos anuncios en la dinámica del proceso?
En el sentido de lo que decía antes, es importante notar que se trata del primer retroceso de Macron, lo que tiene su importancia, ya que parte de su mito jupiteriano era que, a diferencia de sus predecesores, no iba a cederle nunca nada a la calle. Las medidas no parecen tener mucho impacto sobre los “chalecos amarillos” mismos, que las consideran insuficientes, pero sí un poco sobre la opinión pública. El objetivo del gobierno parece ser, como mínimo, empezar a aislar el movimiento; pero el éxito es relativo, ya que en las encuestas sigue habiendo un alto nivel de simpatía y una mayoría de los encuestados que se dice favorable a la continuidad de las protestas. Frente a eso, lo que está en curso actualmente es una operación para intentar instrumentalizar el atentado terrorista ocurrido en Estrasburgo el martes 11 de diciembre en contra de los “chalecos amarillos”, presentando la continuidad del movimiento y de las manifestaciones como una falta de respeto a las víctimas y a su duelo. En este marco, más que nunca sería decisiva la entrada del movimiento obrero y de la juventud para impedir esta maniobra del gobierno, y sobre todo para avanzar hacia la perspectiva de una huelga general política que derrote definitivamente a Macron.
IdZ: Sobre el hecho de que las direcciones sindicales hayan optado por negociar con el gobierno en lugar de convocar a una huelga general y confluir con los “chalecos amarillos”. ¿Hay críticas en las bases sindicales a las políticas de sus direcciones, en particular de la CGT?
Sí, empieza a haber cada vez más. El movimiento de los “chalecos amarillos”, que organiza a miles de trabajadores, de los cuales muchos no están sindicalizados, expresa desde el principio una fuerte crítica a los sindicatos, a los que ven (con gran parte de razón en lo que hace a sus direcciones) como vendidos y corruptos. El hecho de que ese movimiento haya logrado lo que precisamente no logran los sindicatos desde hace más de 20 años en Francia, pone en cuestionamiento objetivamente a los aparatos sindicales. Pero además, que en este marco la actitud de las direcciones haya sido la de hacer un cerco sanitario alrededor de los “chalecos amarillos”, a los que presentaban como un movimiento reaccionario y ligado a la extrema derecha, para después volver a las negociaciones con el gobierno sobre sus espaldas, cae muy mal, no solo entre los “chalecos amarillos”, lo que profundiza la tendencia a una desafección de los sindicatos, sino en la base de los mismos, y en particular de la CGT.
Desde que la dirección de la central firmó un comunicado intersindical denunciando la violencia de los chalecos amarillos (sin decir palabra sobre la represión, que ya lleva algunos muertos y muchísimos heridos) y proponiendo la apertura de negociaciones con el gobierno a espaldas del movimiento, una serie de estructuras sindicales empezaron a exigir una reunión de todos los sindicatos de rama y secciones regionales, otros decidieron llamar a la huelga el 14 de diciembre (cuando la central llamaba solo a marchas).
En los últimos días salió publicado en el diario Libération un llamado de algunas decenas de sindicalistas que exigen un cambio total de la política de la CGT, el apoyo al movimiento de los “chalecos amarillos” y la preparación de una huelga general. En las redes sociales algunos empiezan a decir que ya no solo Macron tendría que renunciar, sino también Martínez, el secretario general de la CGT.
IdZ: Hay un intenso debate en la intelectualidad francesa y en la opinión pública sobre el carácter del movimiento y sus analogías históricas. Algunos lo comparan con procesos con connotaciones reaccionarias y otros con procesos revolucionarios como el Mayo del 68. ¿Qué opinás de estas analogías? ¿Hasta dónde son útiles para pensar el proceso y sus perspectivas?
El carácter inédito de este movimiento iniciado de forma espontánea en las redes sociales, ha dado y sigue dando lugar a muchos debates, no solo en la intelectualidad, sino en el conjunto de los partidos, tanto de izquierda como de derecha, en los medios, etc. Al principio, cuando el movimiento parecía ser simplemente contra las tasas sobre los combustibles, la izquierda le tuvo mucha desconfianza, mientras que la derecha, la extrema derecha y los medios, lo alentaban. Esto está probablemente ligado a que los movimientos anti-tasas de las últimas décadas en Francia habían tenido más bien un carácter de derecha, liberal, opuesto al Estado benefactor y a los derechos laborales, de defensa corporativa de un sector de la pequeña burguesía. En ese sentido algunos lo comparaban al poujadisme de los años 1950 [3]. También se ha comparado el movimiento de los “chalecos amarillos” con otros movimientos de tipo populista de derecha que han surgido en estos últimos años en Europa, como el movimiento Cinco Estrellas en Italia. Pero cuando el movimiento salió a la calle y empezó a radicalizar sus demandas hacia la izquierda, los mismos editorialistas y políticos que se habían puesto un chaleco amarillo al principio, empezaron a tomar sus distancias.
A partir de ahí se empezó a hablar de una jacquerie –en alusión a las revueltas campesinas de la Edad Media– y hoy en día se habla abiertamente del peligro de una revolución. Más en general, muchos intelectuales y analistas van hoy en el sentido de decir que lo que se expresa en el movimiento de los “chalecos amarillos” es un “retorno de la cuestión social”, de las “clases sociales”, que había sido dejada de lado durante los últimos años en pro de una focalización mayor en cuestiones identitarias.
La comparación con el Mayo de 68 tiene sentido en ese marco general, el de un ascenso espontáneo de las masas luchando por mejorar sus condiciones de vida, pero tiene también muchos límites. En un sentido el movimiento de los “chalecos amarillos” es casi un 68 al revés, ya que no surge de la juventud universitaria y del movimiento obrero industrial como tal, sino de la Francia profunda, a partir de la cual está empezando a impactar a la juventud (hay un movimiento muy fuerte en los colegios populares) y en menor medida al movimiento obrero. También el contexto ideológico es muy distinto: en el 68 había una fuerte radicalización a izquierda en la juventud, y la CGT y el PCF tenían mucho peso en el movimiento obrero. El movimiento actual surge por fuera de esa tradición y es una expresión de las masas tal como son hoy, tras años de derrotas del movimiento obrero, de burocratización de sus organizaciones, de retroceso ideológico. Esto es lo que explica que hay sectores del movimiento que puedan ser influidos por ideas de la extrema derecha aunque las demandas planteadas vayan en otro sentido.
IdZ: ¿Se lo podría definir como un movimiento antipolítico, o hay alguna tendencia política que influya más decisivamente? ¿Qué peso real tienen Rassemblement National, de Marine Le Pen, y La France Insoumise, de Mélenchon?
El movimiento se define como apolítico, pero la paradoja es que en un sentido es un movimiento ultra-político, ya que cada vez más se plantea problemas que no tienen nada que ver con las tasas o incluso con la cuestión del poder adquisitivo, sino que hacen a la persona misma del presidente y al funcionamiento del régimen (renuncia de Macron, supresión del senado, limitación de los sueldos de los políticos). Lo que sí hay es cierto rechazo a los partidos y a los sindicatos, y sobretodo muchísima desconfianza a todo y a cualquier pretendido representante o vocero del movimiento.
Rassemblement National y La France Insoumise fueron los primeros que trataron de intervenir en el movimiento y en ese sentido tienen, por la vía de sus militantes, influencia en algunos sectores, pero nada muy significativo en relación a la amplitud del fenómeno. A la vez, tanto Mélenchon como Le Pen tuvieron que mantener cierta distancia, ya que había mucho rechazo a todo intento de “reabsorción”. Es evidente que no podemos descartar una capitalización electoral posterior, sobretodo de Le Pen, pero eso dependerá del desarrollo del movimiento mismo, de la capacidad de sectores del movimiento obrero y de la juventud de sumarse e influenciar a los “chalecos amarillos”, a través del cual decenas de miles de trabajadores y sectores pauperizados están despertando a la vida política y pasando a la acción.
Lo que sí está claro es que las principales reivindicaciones del movimiento no tienen un contenido de derecha ni xenófobo, sino que son más bien extremamente progresivas, ya que se pide aumento general de salarios y su indexación a la inflación, la restauración del impuesto sobre las grandes fortunas, la limitación del salario de los políticos, la supresión del senado, es decir, todo lo contrario del programa procapitalista y en los marcos del régimen de Rassemblement National.
IdZ: Ustedes tuvieron la iniciativa de que confluyan ferroviarios, estudiantes, secundarios, el Comité Adama [4] con los “chalecos amarillos”. ¿Qué perspectivas ven de profundizar esta política?
El polo que constituimos entre el Colectivo Intergares (Interestaciones, N. de E.) de ferroviarios y el Comité Adama jugó un rol importante en romper la barrera que había entre los militantes de distintos movimientos sociales y los “chalecos amarillos”, en particular en París, que no es donde estos últimos son más fuertes. En las tres últimas jornadas de acción llamadas por los “chalecos amarillos”, organizamos columnas que desde la estación de trenes de Saint-Lazare, marcharon en apoyo al movimiento. El día 8 de diciembre fuimos más de cinco mil personas los que marchamos por París, a pesar del fuerte dispositivo policial (el más importante de toda París) que se había desplegado para que llegáramos a los Campos Elíseos.
También estamos tratando de estructurar democráticamente este polo por la vía de la creación de un Comité de acción, que ya se reunió dos veces con varios centenares de participantes, para coordinar la intervención de trabajadores, estudiantes, secundarios y jóvenes de los barrios populares en ligazón con los chalecos amarillos.
IdZ: ¿La rebelión de los “chalecos amarillos” puede ser el primer acto de un cambio de tendencia de la lucha de clases?
A nosotros nos parece que sí, que estamos frente a los primeros acontecimientos de un período convulsivo, ya que a Macron le quedan todavía tres años y medio a la cabeza de un país en el que la amplia mayoría de la población le es profundamente hostil, y en una situación en la que los “chalecos amarillos” destruyeron a vistas de todos el mito de la invencibilidad del gobierno. Nosotros apostamos a que la clase obrera y la juventud, con sus propios métodos, aprovechen la brecha abierta por este movimiento, sacándose de encima para eso a direcciones que demostraron como nunca ser agentes de la preservación de régimen.
En ese marco, desde la Corriente Comunista Revolucionaria del NPA y de nuestro diario digital Révolution Permanente, que viene teniendo muchísimas entradas–más de 600 000 en los últimos diez días– apostamos a la construcción de un partido revolucionario de combate a la altura de los acontecimientos que se están preparando, ya que por más que el movimiento de los “chalecos amarillos” haya recordado a la burguesía que el espectro de la revolución sigue estando vivo, y a muchos “revolucionarios” que las rebeliones y revoluciones son en gran parte hechos objetivos, espontáneos y no se hacen según su plan preconcebido, la victoria de una revolución en Francia necesitará un gran trabajo estratégico, que solo puede proponerse un partido que se dé la tarea de organizar previamente a amplios sectores de la vanguardia de los trabajadores y de la juventud detrás del programa del socialismo y de una estrategia revolucionaria.
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