La declaración del excomandante Villas-Boas, la reacción del Supremo Tribunal y la detención de un diputado bolsonarista son síntomas de fisuras, de división entre las propias fuerzas golpistas y representan un salto de calidad. Estas divisiones en las alturas podrían allanar el camino para que los sectores de masas luchen.
Viernes 19 de febrero de 2021 21:58
En el Brasil de Bolsonaro, luego de la salida del Donald Trump, queda por ver cómo la fuerza política del bolsonarismo buscará nuevos puntos de apoyo para gobernar. La victoria legislativa de los candidatos respaldados por el gobierno le ha dado aliento, pero no le da al gobierno la estabilidad suficiente y duradera para resolver problemas estructurales como el fin de la administración Trump, la crisis económica y el desgaste por la pandemia Y, en este escenario, las consecuencias del golpe institucional de 2016 siguen más vivas que nunca: en todo el régimen golpista y sus instituciones y en cada uno de los ataques y reformas contra la clase trabajadora y los pobres.
La revelación que hace el ex comandante del Ejército, general Eduardo Villas Boas, en un libro basado en entrevistas donde reconoce entre muchas otras barbaridades golpistas, que los tuits que hizo el día anterior al juicio de hábeas corpus del ex presidente Lula, que trató el Supremo Tribunal Federal (STF) en 2018, estuvieron de acuerdo con el alto mando del Ejército. Ante esta declaración, el ministro del STF, Edson Fachin, "se indignó" diciendo que es un atentado muy grave contra el orden institucional y que le correspondería al Tribunal resguardar la Constitución. Desde el colmo de la hipocresía de la toga, Fachin busca apartarse de Villas Boas como si en los últimos años del golpe institucional, el Supremo Tribunal y la alta dirección de las Fuerzas Armadas no compitieron en la subordinación a la causa Lava Jato, como ya lo hemos señalado varias veces en Esqueda Diario.
El STF no solo aceptó estas declaraciones de manera totalmente subordinada, sino que también actuó en conjunto con el alto mando militar para coordinar todas las operaciones antidemocráticas de Lava Jato. Todos apoyaron y fortalecieron la causa Lava Jato y allanaron el camino para el triunfo de Bolsonaro.
Que este complot golpista resurja ahora, ya sea expresando un conflicto entre el STF y las Fuerzas Armadas, o desarrollándose como una disputa que atraviesa las dos instituciones, es una demostración de que el régimen en el que vivimos mantiene todas las coordenadas del período anterior y precisa ser enfrentado globalmente. Fue en esta lucha que no solo el PT (Partido de los Trabajadores) cedió en innumerables ocasiones, llegando incluso a apoyar al candidato de Bolsonaro a la presidencia del Senado, sino que también el PSOL (Partido Socialismo y Libertad) y otros sectores de la izquierda quieren enfrentar a Bolsonaro aliándose con los golpistas de ayer, que siguen más vivos que nunca en cada ataque y reforma.
Por eso es emblemática, en este momento, la celebración en torno a la detención de Daniel Silveira, el diputado sinvergüenza que rompió la placa de Marielle Franco. No es un individuo suelto, sino producto de este mismo autoritarismo judicial con el apoyo de los militares que construyeron este nuevo régimen para llevar a cabo un duro plan de ajuste contra los trabajadores. El encarcelamiento de este diputado bolsonarista, se hizo bajo las prerrogativas de la Ley de Seguridad Nacional, dispositivo de la dictadura militar, atributo nefasto heredado de los militares para perseguir, encarcelar y asesinar a los trabajadores y la izquierda. Hoy apuntan a Silveira, pero el régimen golpista y su poder judicial al servicio de la burguesía están preparando el terreno para usarlo contra los trabajadores en lucha y la izquierda. No podemos aplaudir estas medidas. Solo los trabajadores y la juventud pueden enfrentar a la extrema derecha y vengar el asesinato de Marielle y lo que hace cada uno de estos golpistas. No podemos confiar esa lucha a ninguna institución de este régimen. Estas medidas autoritarias no se utilizan para hacer justicia sino para aumentar el poder de la Justicia en sus disputas con el propio gobierno. Por esto es necesario una posición independiente y no un aplauso para el STF.
Las declaraciones de Villas Boas, la reacción del STF y la detención al diputado bolsonarista, son síntomas de fisuras y división entre las propias fuerzas golpistas como posible consecuencia de los efectos de la entrada de Joe Biden a la presidencia Estados Unidos y la desestabilización que esto genera en el gobierno de Bolsonaro.
El bolsonarismo ve en la toma del Capitolio, llevada adelante por simpatizantes de Trump en enero, quizás un buen camino hacia el 2022 de cara a una posible derrota en las elecciones. Esta posibilidad de derrota es obviamente mayor si se respeta el derecho más básico y elemental de esta democracia burguesa degradada, que es el sufragio universal, que fue atacado en 2018 con la detención arbitraria de Lula impidiendo que el pueblo decida a quién votar, y transformando una elección abiertamente manipulada. Sectores del régimen quieren restablecer la apariencia de democracia en Brasil, y para eso están incluso dispuestos a restablecer los derechos políticos de Lula ante el desenmascaramiento del autoritarismo del Lava Jato.
Las declaraciones de Villas Boas también se pueden leer como una “autorización” para que el STF vaya por este camino dejando claro un complot golpista, pero al mismo tiempo encierra una fuerte presión para que Lula no sea el candidato del PT en 2022 a lo largo del libro. La necesidad de controlar escenarios de una crisis mayor como un “Capitolio tupiniquim”, esta crisis en relación con Lula y el sufragio universal, manteniendo la agenda de ataques con la reforma administrativa en marcha, determinan el carácter de estas fisuras entre los golpistas.
De cara a todos los ataques, estas divisiones en las alturas podrían allanar el camino para que los sectores de masas luchen. Sería un punto de apoyo para exigir a la dirección de los movimientos de masas que rompan con su pasividad y luchen contra cada uno de los ataques a los derechos. Esto es posible porque estas disputas entre el Supremo Tribunal, el parlamento y las Fuerzas Armadas son un salto de calidad en la división por arriba y eso significa que la política de pasividad de las centrales sindicales que dirige la CUT y la CTB, de la política de "Frente Amplio" con gobernadores golpistas, empresarios y docilidad con el STF como parte de una "oposición responsable" contra Bolsonaro, es aún más criminal.
En las páginas de Esquerda Diário y desde el MRT (Movimiento Revolucionario de Trabajadores) venimos demostrando desde hace años que el juicio político a Dilma en 2016 y la prohibición de Lula en 2018 no fueron meros mecanismos institucionales, sino que se configuraron como un golpe institucional que incluyó al Poder Judicial, los militares y todas las fuerzas de la derecha con el objetivo de realizar ataques aún más duros a los derechos de los trabajadores, de los que ya había estado haciendo el PT. El objetivo siempre ha sido derrotar a la clase trabajadora. En el gobierno golpista de Temer la clase trabajadora luchó a pesar de sus direcciones traidoras pero fue derrotada con la implementación de la reforma laboral y luego la reforma previsional ya bajo el gobierno de Bolsonaro. Cuando comienza esta "disputa de narrativas" en torno de un mensaje de twitter se hace evidente para todos los que quieren ver -menos para sectores de la izquierda que llegaron a apoyar el golpe institucional como el PSTU o el Lava Jato como hizo el MES - que la causa Lava Jato fue una mera excusa para poder explotarnos y oprimirnos mucho mas
Estas conclusiones muestran que la consigna para el juicio político de Bolsonaro es solo una política de sustentación de ese mismo régimen que daría lugar a un gobierno del vicepresidente, el general Mourão, y no arrasaría con las bases que fueron instaladas por todos estos actores. Solo la lucha por una Asamblea Constituyente Libre y Soberana que pudiera destruir todas estas instituciones y poner en manos de la población la decisión sobre el rumbo del país podría dar una respuesta a esta situación, esto requeriría la autoorganización de las masas para defender la soberanía popular ante la represión del estado pero también abriría un espacio para que los trabajadores avancen en un sentido de ruptura con el sistema capitalista.
Por eso, mientras la unidad de las fuerzas golpistas se derrumba, es necesario agitar con fuerza para que PT, las centrales obreras como la CUT y la CTB dejen a un lado la pasividad y su "eterna cuarentena" de la lucha para volver a las bases y organizar la lucha de los trabajadores. Las dolencias que sufre la población ante la pandemia ya comienzan a manifestarse, con miles de muertos por el coronavirus, con la clase obrera que está en la primera línea enfrentando pésimas condiciones laborales, con el fin de las ayudas de emergencia, el desempleo y la precariedad. Se expresa en luchas parciales de resistencia como la de los trabajadores de Ford, los maestros de San Pablo y otros estados, los trabajadores del petróleo, los trabajadores de la salud y los trabajadores subcontratados.
Mientras el PT busca salidas electorales para estas fisuras, los trabajadores y las fuerzas combativas y clasistas necesitan potenciar esta resistencia unificando cada lucha parcial que está en marcha con el necesario enfrentamiento contra las reformas que quieren a los trabajadores estatales, y defender las condiciones de vida, especialmente para la población de Manaus que sufre sin oxígeno. Lucha por justicia para Marielle Franco exigiendo al Estado una investigación independiente y por los derechos de las mujeres, especialmente de las negras, hacia el 8 de marzo, que necesita mostrar la fuerza de las mujeres en las calles y no puede ser solo una fecha simbólica para avalar estas mismas políticas. de parálisis y subordinación al régimen golpista institucional.
Estas batallas urgentes pueden mover fuerzas capaces de imponer la anulación de los ataques realizados desde el golpe institucional, como la reforma laboral y previsional, la prohibición de despidos, que todo político y juez gane como un docente, la liberación de las patentes de vacunas y garantizar la producción para toda la población. Estas luchas deben ser impulsadas y unificadas desde la base de cada lugar de trabajo y es tarea inmediata de los sindicatos y grandes centrales sindicales como la CUT y la CTB organizar e impulsar esta batalla. La lucha contra los ataques a nuestra clase debe chocar con el régimen del golpe institucional, aprovechando las fisuras abiertas por las distintas alas golpistas. En este camino, creemos que las organizaciones de izquierda como el PSOL y sus parlamentarios y figuras públicas, el PSTU, y la central sindical CSP-Conslutas, la Intersindical y todas las organizaciones clasistas y combativas deben asumir la batalla contra la pasividad de las grandes centrales sindicales poniendo en pie un fuerte polo antiburocrático de izquierda que exija medida concretas de lucha a partir de organizar asambleas, reuniones de base y acciones de lucha.
Siguiendo las luchas que venimos dando desde hace años como MRT, pondremos todas nuestras fuerzas al servicio de esa pelea, confiando profundamente en la respuesta de la clase trabajadora frente a esta situación.