A continuación presentamos un artículo de colaboración para Ideas de Izquierda de Allen Cordero Ulate, sociólogo costarricense, exdirector de la Escuela de Sociología de la Universidad de Costa Rica. En el mismo realiza un amplio recorrido por la obra del general prusiano Carl von Clausewitz para enfocarse en el análisis de sus reflexiones sobre los factores morales y las guerras populares.
Carl von Clausewitz es un referente prácticamente insoslayable cuando se habla o investiga sobre temas de guerra, teórico de la guerra y al mismo tiempo militar, prusiano; 1780-1831. Su vida fue de corta, pero prolífica. Es prácticamente un lugar común hacer referencia a la breve fórmula clausewitziana de entender la guerra como la continuación de la política por otros medios, o sea, que la guerra se articula con finalidades políticas específicas. Es la política la que manda sobre la guerra, no al revés [1].
No obstante, es muy poco lo que se conoce respecto a otras facetas del pensamiento de este autor, salvo en textos muy especializados. Téngase en cuenta que Clausewitz sigue siendo estudiado en diversas academias militares, teniéndosele como el filósofo de la guerra debido al alto grado de abstracción de algunos de sus conceptos centrales, formulados a partir del estudio y vivencia de múltiples guerras.
En este artículo busco explorar dos conceptos que, a mi parecer, para lo que tiene que ver con los intereses revolucionarios, revisten interés, estos son: fuerzas morales y guerras populares. El tema de las fuerzas morales ayuda a contrarrestar la idea de que la guerra es fundamentalmente un asunto de fuerza física que tiene que ver con el número de efectivos, la tecnología y el armamento. En contraposición con esta idea, me propongo estudiar sobre el papel de las fuerzas morales en el desarrollo de las guerras. Y, en lo que respecta a las guerras populares, muy en articulación con el de las fuerzas morales, es muy relevante reflexionar sobre el papel de estas guerras en procesos de transformación social y política. Es decir, busco esbozar algunos alcances que pudieran tener estos conceptos en guerras populares del presente.
Podría cuestionarse que traer este tema a la discusión es trasnochado, pero no es así. Es evidente, que el centro de la política mundial durante los últimos años gira en torno a guerras. Las grandes potencias imperialistas desarrollan guerras en puntos estratégicos del planeta buscando expandir sus esferas de influencia, o bien, al menos conservarlas. Así, Rusia, con el apoyo solapado de China, desarrolla una guerra de invasión sobre Ucrania, con amplio impacto en los alineamientos globales y hasta en la izquierda. Esta última si estuviera en el teatro bélico de Ucrania estaría colocada en los dos ejércitos enfrentados, como de hecho ocurre. En el caso del genocidio de Israel-Estados Unidos sobre Palestina, viene generando un reanimamiento muy importante de los movimientos anti-guerra y antimperialistas. Las repercusiones de la guerra imperialista contra Gaza, en la política interna estadounidense, es muy fuerte. El movimiento estudiantil estadounidense se ha puesto en movimiento recordando las jornadas contra la guerra en Vietnam. Esta situación es clave en la política electoral actual en Estados Unidos. Trump ha prometido que de ganar las elecciones pondría fin a la guerra de inmediato. Esta promesa de Trump pone en dificultades la política del Partido Demócrata, pues es la gestión de ese partido la que aparece como directamente responsable del apoyo al genocida estado de Israel. Así, siguiendo a Clausewitz, las guerras actuales son continuación por otros medios de la política imperialista por la disputa de la hegemonía mundial y por ende de los mercados. Algo así como lo fueron las I y II guerras mundiales. Igualmente, debe considerarse que, desde la guerra de invasión contra Ucrania, el mundo se encuentra en una situación prebélica. Una muestra de esta situación permanentemente tensa en el plano militar la constituye los recientes ejercicios militares comandados por Estados denominados RIMPAC (Rim of the Pacific), con la participación de cerca de 29 países, incluyendo algunos países latinoamericanos como Brasil, México y Perú. Estos ejercicios se les considera los más grandes del mundo. La información pública de esta estructura militar puede consultarse en: https://www.cpf.navy.mil/RIMPAC/.
Ubicación biográfica e histórica
Carl von Clausewitz nació el 1 de julio de 1780, o sea, apenas nueve años antes de la revolución francesa. Por tanto, la vida de este militar se desarrolló en un contexto de formación de los estados nacionales y al mismo tiempo de guerras muy sangrientas por la hegemonía mundial capitalista. Se está frente a la presencia de fuertes imperios adscritos a formaciones monárquicas como lo fueron el imperio austro húngaro, el imperio ruso, el reino de Prusia, el Reino de España y el Reino de Portugal. Alrededor de 1806, el imperio francés tiene la importante particularidad de ser el heredero de la revolución de 1789, es decir abanderado de la revolución burguesa antimonárquica. Se podría establecer que Napoleón Bonaparte, si bien, se había declarado emperador, lo es de un imperio “progresista” en tanto, representaba la consolidación del dominio burgués en contra de las monarquías. En Clausewitz, Bonaparte es expuesto como un auténtico representante político-militar de la revolución burguesa, está “representación” es ejercida por Bonaparte, de acuerdo con Clausewitz, prácticamente sin fisuras, pero como más adelante se verá, este retrato de Napoleón será parcial puesto que la revolución francesa en su desarrollo presenta varias fases.
A Clausewitz se le tiene como teórico de la guerra desde una perspectiva burguesa, por ende, napoleónica. Contradictoriamente Clausewitz, en el terreno práctico de las guerras, peleó en contra de Napoleón; Clausewitz estuvo en los ejércitos prusiano y ruso. Aunque Clausewitz peleó contra Napoleón, fue un admirador del genio militar napoleónico.
Lo primero que hay que resaltar de este llamado filósofo de la guerra es su formación profundamente práctica. A los 12 años entró al ejército prusiano. A sus 21 años, en 1801, ingresó a la Academia de Oficiales de Berlín. Cayó prisionero en la batalla de Jena del 14 de octubre de 1806. En esta batalla el ejército de Napoleón tuvo un triunfo aplastante sobre el ejército prusiano (Cardona Gabriel, 2004).
En 1812 pidió la baja en el ejército prusiano y se incorporó al ejército ruso. En la batalla de Waterloo, Clausewitz fue jefe del estado mayor de Thielmann, un teniente-general también prusiano.
En 1818 fue nombrado mayor general y director de la Escuela General de Guerra donde enseñó por 12 años. En el marco de este puesto elaboró su obra. Clausewitz, escribió varios libros, en notas, esto en el período que va de 1816 a 1831, pero que era preciso ordenarlas. De ello se encargó su viuda, la condesa Brühl, que publicó De la guerra, su obra más importante, y otros siete libros sobre campañas.
Es evidente, desde un punto de vista histórico, que la revolución francesa constituye el contexto fundamental de Clausewitz. Como se sabe, el período radical de esta revolución se extendió hasta 1799 que concluye con la instalación de Napoleón Bonaparte como primer cónsul. Entonces el período que va de 1789 a 1799, es el profundamente revolucionario.
La primera fase del poder napoleónico se extiende de 1799 a 1804. Seguidamente, Napoleón fue declarado emperador desde 1804 hasta 1814, y otra vez en 1815. En su conjunto, la gestión napoleónica es contradictoria, pues es heredero de la revolución de 1789, al tiempo que busca expandir a Francia como nación imperialista, lo cual constituye el objeto de sus campañas bélicas. Las guerras napoleónicas son respondidas por guerras nacionales, que cuentan incluso con apoyo popular-ciudadano.
Napoleón, inicialmente, antes de constituirse como poder absoluto, se caracterizó por la aplicación de una técnica militar basada en la movilización de unidades pequeñas muy veloces, obteniendo grandes éxitos pues derrotó a ejércitos grandes de las monarquías. Tomado el poder, el emperador se orientó a movimientos militares de masa dando lugar a ataques colosales [2].
El trabajo teórico más importante de Clausewitz es De la guerra, compuesto de ocho libros, aunque su autor consideró que solamente el capítulo primero del primer libro estaba completamente terminado. En cuanto al resto del libro primero, así como los siete libros restantes, él los consideró válidos solamente en líneas generales. Parece que el apegarse demasiado a la letra del texto de esta obra ha conducido a severos errores. Estos son los casos de las nociones de concentración de fuerzas, calibración del centro de gravedad socio territorial que puede permitir elaborar una estrategia de guerra dirigida a la batalla principal. A decir de Cardona G. los militares europeos aplicaron de manera muy doctrinaria estos conceptos generales durante cerca de un siglo. Consideraron esos militares que la guerra debía concluirse con una gran batalla principal de modo que esta debía ser concluida con masivos combates de bayoneta contra bayoneta. La búsqueda de la “gran batalla” los llevó a desaprovechar oportunidades más ventajosas. En la práctica, la búsqueda sistemática de esta batalla decisiva, concentrando el mayor número de hombres contra el punto central, convirtió las batallas en matanzas de magnitud desconocida (Cardona Gabriel, 2004).
Desde un punto de vista revolucionario moderno, es decir, marxista, debe destacarse el concepto de guerra absoluta, ya que con esta formulación se quiere denotar el involucramiento del pueblo en la guerra. La guerra no sería solo un asunto del ejército profesional, sino de involucramiento popular. En el capítulo tercero del libro octavo, Clausewitz subraya de manera contundente que con la revolución francesa la guerra de nuevo pasó a ser un asunto del pueblo. La guerra considerada en abstracto es la guerra absoluta [3]. La guerra alcanzó su máximo desarrollo con la revolución francesa que desencadenó la participación ciudadana. Al mismo tiempo, las monarquías reaccionarias debieron responder con guerra a la expansión de la revolución francesa dirigida por Napoleón. Las guerras impulsadas por los estados pro monárquicos también se convirtieron en guerras absolutas pues movilizaron grandes masas de pueblos y soldados para combatir el peligro napoleónico, o sea, el peligro democrático. Esta época es la de la violencia absoluta, pues tanto el bando progresista como el reaccionario movilizaron al pueblo. Pero para Clausewitz la guerra absoluta se inaugura con Napoleón. De esto podríamos desprender dos tipos de guerras absolutas: las progresistas y las reaccionarias.
En conexión con el concepto de guerra absoluta se debe remarcar que para Clausewitz la forma más fuerte de desarrollar una guerra es en la defensa. Pero no se trataría de una defensa estática, sino en conexión dialéctica con la ofensiva. Para este autor la forma superior de guerra es la guerra defensiva, más aún cuando esa guerra denota la participación ciudadana que se levanta en defensa de ese territorio. El territorio se expande cuando la guerra defensiva se troca en guerra ofensiva, en persecución y aniquilamiento del enemigo, lo que implica traspasar las fronteras, lo que naturalmente significa, si la ofensiva es exitosa, la anexión de otros territorios.
De acuerdo con Clemente Ancona aproximadamente a partir de 1853, Marx y Engels, pero especialmente este último, estudiaron la obra de Clausewitz, esto en virtud de las necesidades de la lucha de clases, en este caso la revolución de 1848 en Francia, que ya evidenciaba enfrentamientos callejeros en forma de barricadas y choques violentos [4]. Pero no se puede decir categóricamente que, Marx y Engels, utilizaran a Clausewitz para interpretar los hechos político-militares sino que sus apreciaciones eran derivadas del desarrollo de su propio pensamiento, aunque pudiera ser que esas apreciaciones fueran coincidentes con una perspectiva clausewitziana (Ancona Clemente, 1979).
Otro estudioso de la obra de Clausewitz, en el campo del marxismo revolucionario, fue nada menos que Vladimir Ilich Lenin. Hay un texto donde este dirigente plasma observaciones críticas sobre De la guerra, se trata de: La obra de Clausewitz De la guerra. Extractos y acotaciones. Igualmente, hay varios textos de Lenin relacionados directamente con el análisis y la política frente a la guerra, esto en el contexto de la irrupción de la I Guerra Mundial. De acuerdo con Albamonte y Maiello, la apropiación de Lenin de la obra clausewitziana no será puramente de aplicación de sus conceptos sino también creativa en un contexto bastante diferente, o sea, cerca de un siglo después de que Clausewitz escribiera su obra. El capitalismo ya no representaba una etapa progresiva de la humanidad, ni estaba en la etapa de la formación de los estados nacionales, antes bien, había llegado a su fase imperialista lo que conllevó a la lucha por la apropiación violenta del mercado mundial mediante una guerra. La continuación de la política por otros medios, de acuerdo con la actualización leninista, será la continuación de la política de apropiación mundial de los mercados. Y, por otra parte, en cada país, la política será entendida como resultados de las luchas de clases. Mientras en Clausewitz la política se entendía como representación de todos los intereses de toda la sociedad (Libro octavo). Como se sabe Lenin y Trotsky criticaron la degeneración nacionalista de la II Internacional para más bien levantar la consigna de la guerra revolucionaria contra cada una de las burguesías nacionales involucradas en la guerra mundial, el llamado derrotismo revolucionario, que consistía en volver las armas contra las respectivas burguesías, sin tomar bando por alguna de ellas. La continuación de la política por otros medios para la burguesía imperialista se traducía en guerra de ocupación de mercados, mientras que la política por otros medios de la clase obrera era el volver esas armas contra la burguesía, pugnando en la lucha por el poder (Albamonte y Maiello, 2017, pp. 298-361).
Los autores antes citados, en el libro antes referido, Estrategia socialista y arte militar, han utilizado extensa y profundamente el pensamiento de Clausewitz para hacer una interpretación sobre la situación mundial a partir de la dialéctica entre guerra y revolución. Para estos autores, la consolidación de un orden mundial imperialista que conllevó al estallido de la I Guerra Mundial inaugura una época caracterizada por las crisis permanentes lo que da pie a guerras, que por la destrucción social que provocan y sobre todo por los vacíos de poder que se producen, dan lugar a poderosas revoluciones. Parece extraño pensar que la guerra genere vacíos de poder, pero así es. La guerra conlleva por una parte concentraciones de poder extraordinarias en los territorios donde se producen las batallas principales o estratégicas, pero al mismo tiempo la concentración lleva al debilitamiento extremo de los actores derrotados lo que puede ser aprovechado por las fuerzas revolucionarias.
Para estos autores, las persistencias de las crisis sociales y de las guerras por otro lado indican que el tiempo de la revolución socialista no se ha cerrado. En el tanto que el capitalismo conlleva a la gestación de crisis más profundas que se traducen en guerras que, contradictoriamente a lo que los jefes imperialistas desean con esas guerras, más bien, llevan a que se produzcan nuevos efectos paradójicos revolucionarios puesto que de la guerra nace la revolución. En el sigo XX se tienen dos grandes ejemplos de esta dialéctica histórica y social. Así, de la Primera Guerra Mundial nació el primer estado obrero, la URSS, mientras que de la Segunda Guerra Mundial emergieron China Comunista y Europa del Este de propiedad nacionalizada. Si bien con la caída del muro de Berlín, esos socialismos [5] se vinieron abajo la revolución no se ha clausurado, puesto que la crisis socio-ecológica y la disputa por los mercados engendran nuevas guerras y crisis donde la estrategia socialista de toma del poder no pierde vigencia. Como la lucha de clases revolucionaria no se ha cerrado, las derrotas a la revolución que ha habido son derrotas tácticas no estratégicas, tal es el caso, por ejemplo, de la revolución alemana de 1923. Al verse la guerra y la revolución enmarcadas en una totalidad mundial, las eventuales derrotas nacionales no significan necesariamente que la revolución ha tocado fin. Ni siquiera los capítulos más oscuros posteriores a la derrota alemana de 1923, evidenciaron el fin de la historia revolucionaria puesto que la segunda guerra mundial dio paso a revoluciones colosales.
Por supuesto que se desearía que el advenimiento del socialismo fuera un asunto de evolución pacífica de la sociedad, pero ya la historia ha demostrado fehacientemente que esto no es posible.
Por su parte, Matías Maiello en su libro De la movilización a la revolución. Debates sobre la perspectiva socialista en el Siglo XXI, ha ensayado una actualización de esta concepción de la revolución entendiendo el tiempo revolucionario en una transición permanente. Para este autor, después de la caída del muro de Wall Street en el 2008, se han experimentado movilizaciones y revueltas multitudinarias, algunas de estas, han llegado prácticamente a niveles de “guerra de posiciones”, pero estas participaciones de masas han desembocado en gobiernos pseudo progresistas, o incluso gobiernos derechistas. Frente a esta crisis de la movilización, el autor defiende con gran maestría teórica la idea socialista. Para pasar de la movilización a la revolución Maiello propone una metodología de rescate del programa de transición de León Trotsky (Maiello Matías, 2022a). Esta metodología se puede relacionar con la concepción clausewitziana sobre la relación entre táctica y estrategia, o bien, entre ofensiva y defensiva. Esto es que, las derrotas no se muestran como absolutas o para siempre, sino que esas derrotas se pueden convertir en nuevos frentes defensivos-ofensivos. Y, que en los tiempos actuales estas transiciones pueden darse en tiempos muy breves.
Si se piensa estos conceptos a la luz, por ejemplo, de la guerra de Israel contra el pueblo palestino, se ve que el frente palestino emerge de nuevo con renovadas fuerzas, incluso a escala mundial, lo que hace relativizar una derrota en caso de que el proceso de la guerra solamente se mire en la escala local.
Algunos conceptos generales
Antes de entrar en los dos temas centrales de este texto conviene situar algunos de los conceptos generales de Clausewitz.
Lo primero a subrayar es que, de acuerdo con Clausewitz, la guerra emana de una situación política que surge del seno de pueblos instruidos. O sea, no se está hablando de hordas irracionales que entran en combate. sino del interés de un pueblo. Textualmente: “La guerra de una comunidad –pueblos enteros–, y concretamente de pueblos instruidos, emana siempre de una situación política y sólo es provocada por un motivo político” [6]. En tal sentido, la guerra no es nunca un acto aislado. Claro está que hoy en día se podría argumentar que cada pueblo tendrá su razón, pero al mismo tiempo se puede pensar que hay razones que vienen de lo profundo de la sociedad y hay “razones” de élites económicas y políticas que son impuestas desde arriba.
Otro punto que pareciera obvio, pero no necesariamente lo es, puesto que hay mucha mitología idealista y religiosa que intenta explicar lo qué es la guerra; es que esta es un fenómeno de la realidad. Es decir, que finalmente la guerra es un asunto real (no abstracto), por tanto, la guerra se hace a partir de datos del mundo real [7].
En tanto que la finalidad política de la guerra es un factor muy esencial del orden político, se desprende naturalmente la necesidad de conocer muy bien cuál es esa finalidad para poder dirigir la guerra. Concretamente:
Para conducir una guerra entera o sus actos más grandes, que llamamos campañas, a un fin brillante, hace falta una gran comprensión de las circunstancias superiores del Estado. Coinciden aquí la dirección de la guerra y la política, y el general se convierte al tiempo en estadista [8].
Se comprende claramente que para la ciencia crítica se impone la necesidad de estudiar científicamente la guerra en tanto objeto de investigación. Para Clausewitz es evidente la importancia de la teoría basada en los hechos [9], pero al mismo tiempo resalta la importancia del talento subjetivo de la cabeza de las fuerzas armadas [10]. La dirección de la guerra no se desprende mecánicamente de la teoría sino también de la creatividad subjetiva de la dirección de esa guerra, la que sobre la realidad del desarrollo de la guerra, hace lecturas o caracterizaciones, mismas de las que se desprenden las decisiones militares.
Específicamente, el método de estudio de la guerra sería la historia comparada. Así, se debe poner atención al uso correcto o incorrecto de los ejemplos históricos. Cuando la exposición de un caso histórico tenga como fin la demostración teórica, dicho caso debe ser expuesto minuciosa y cuidadosamente [11].
Sobre esta temática el autor indica que la más reciente historia bélica es la más útil. Debido a que ejemplos históricos muy antiguos se vuelven inútiles. Vale tener en cuenta que De la guerra se basa en el estudio de unas 52 guerras. La guerra más antigua a la que hace referencia Clausewitz es la del 5 de abril de 1241, batalla en la que los mongoles pasaron a ser una preocupación para Europa Occidental. Y, la batalla más reciente analizada fue la de Waterloo del 18 de junio de 1815, batalla en la que Napoleón perdió definitivamente su imperio. Se debe precisar que las principales guerras analizadas por Clausewitz son las guerras napoleónicas acaecidas de 1804 a 1815.
Para determinar cuál es la llave, o centro de gravedad del país, hay que ver también dónde está el punto clave del ejército. Hay que precisar que la idea del punto clave como el más alto geográficamente del teatro bélico es una verdad libresca que no habría que tomar al pie de la letra [12]. Por tanto, la geografía es un dato que se debe poner en conexión con las variables económicas y sociales específicas.
En cuanto a la definición de táctica y estrategia, se debe indicar lo siguiente. Táctica es la doctrina del uso del combate para la guerra en tanto que estrategia es el uso de los combates para los fines de la guerra. Pero táctica y estrategia se interpenetran [13]. De acuerdo con nuestra interpretación, la táctica se encuentra determinada por la estrategia, pero los resultados tácticos, sean estos triunfos, derrotas o estancamientos, pueden influir en la estrategia. La estrategia puede cambiar de acuerdo con las condiciones históricas de una sociedad. En todo caso, el tratamiento de estos conceptos, por parte de Clausewitz, requerirían de un estudio específico.
En cuanto a algunos conceptos más técnicos de orden militar se puede enunciar los siguientes:
• El objeto de la guerra es llegar a la indefensión o derrota del enemigo [14].
• El único medio de la guerra es la lucha. Ahora bien, también establece que el objeto de la lucha constituye una unidad. Cada una de las unidades que se distingue en una lucha, se denominan combates. Y: “Si todo el empleo de fuerzas armadas se basa en la idea de la lucha, la utilización de las mismas no es más que la determinación y ordenación de cierto número de combates”. Para concluir que: “Así pues, toda actividad bélica se refiere necesariamente al combate, ya sea de manera directa o indirecta. El soldado es reclutado, vestido, armado, sometido a instrucción, duerme, come, bebe y marcha, sólo para combatir en el lugar adecuado y en el momento oportuno” [15]. Y, la guerra debe considerarse como el ordenamiento de varios combates.
• El proceso natural de la guerra es empezar con la defensa y terminar con la ofensiva. La defensa es la manera más fuerte de hacer la guerra [16]. En el entendido de que defensa y ofensiva terminan imbricándose en el proceso real de la guerra.
• Teatro bélico: es una parte de todo el espacio de la guerra que tiene los flancos cubiertos y por ende cierta autonomía [17].
• Ejército: Es la masa de combate que se encuentra en un mismo teatro bélico [18].
• Campaña: los acontecimientos de un teatro bélico [19].
Debe indicarse que el anterior listado no es exhaustivo.
Las fuerzas morales
El entusiasmo del pueblo, o en un sentido contrario, su falta de entusiasmo respecto de una guerra es de gran relevancia para evaluar la situación militar. Naturalmente, cuando una guerra goza de popularidad esto puede influir a favor del ejército que lleva a cabo la guerra y que es objeto de esta popularidad, sea esta guerra ofensiva o defensiva. El modelo ideal del entusiasmo ciudadano es el que respaldaba a Napoleón en sus guerras. Para Clausewitz, el entusiasmo del pueblo puede reemplazar, incluso, la virtud militar [20]. No debe olvidarse que Clausewitz destacaba el genio militar como un gran elemento de la guerra. El genio militar combinaba conocimiento de la política que motivaba la guerra, y además obviamente, cualidades propiamente militares como la de tomar decisiones acertadas teniendo en cuenta que también la guerra es un azar que combina multiplicidad de variables externas e internas del teatro bélico. En tanto azar, el cálculo de probabilidades no es sencillo de realizar. Pero el entusiasmo del pueblo puede ser más relevante que la astucia del comandante.
Otras palabras utilizadas por Clausewitz para nombrar asuntos subjetivos son: “magnitudes espirituales”, “sentimientos” “espíritu” y “ánimo de las tropas”. Estos términos aparecen nombrados en el segundo capítulo del libro segundo dedicado a la teoría de la guerra. Clausewitz escribe sobre la dificultad de dimensionar tales asuntos. Algunos factores que pueden inflamar el ánimo, entre otros, son: los miedos o corajes que se desatan al calor de los combates, también los odios nacionales y el deseo de poder. Para la conducción de la guerra se hace preciso conocer las dimensiones subjetivas que median en el desarrollo de la guerra.
En el capítulo cuarto del libro cuarto, apartado donde el autor aborda los temas del combate, señala que en el combate no solo hay pérdida de fuerzas físicas sino también morales. Más adelante, en ese mismo libro subraya que en una batalla perdida se quiebran más las fuerzas morales que las físicas. Muy importante es destacar que la pérdida de las fuerzas morales constituye la causa predominante de la decisión de retirarse de un combate [21].
Por su parte, en el capítulo tercero del tercer libro, Clausewitz ha planteado que las fuerzas morales están completamente fundidas con las fuerzas físicas. Y ya en el capítulo segundo del primer libro igualmente ha establecido que las fuerzas físicas se interpenetran con las fuerzas morales.
En el capítulo cuarto del libro tercero sobre las principales potencias morales establece las siguientes: el talento del general, la virtud militar del ejército y el espíritu del mismo. ¿Pero cuál es el objeto más importante se preguntará el propio autor? Respondiéndose él mismo con un razonamiento, según sus palabras de carácter filosófico, que consiste en lo siguiente: la guerra en los últimos tiempos se ha naturalizado de tal manera que el espíritu del pueblo y la costumbre bélica son los más importantes. Es en la montaña donde este espíritu del pueblo se inflama más donde cada uno, cada soldado, queda abandonado a su propia suerte. Sin embargo, una larga paz puede cambiar el espíritu guerrero del pueblo.
En suma, puede observarse que de acuerdo con Clausewitz las magnitudes morales pueden observarse en tres ámbitos:
• El más profundo que sería el que deviene del pueblo y que se desprende de la costumbre bélica. Vinculando esto con lo visto anteriormente sobre la guerra absoluta se puede postular que la participación popular será más consciente y firme cuando los objetivos que se busca alcanzar con la guerra son acordes con sus intereses objetivos, este es el caso de la revolución francesa que para el pueblo significaba liberarse de la opresión feudal. Tal y como se propuso, esta sería el ejemplo inaugural de una guerra absoluta progresiva;
• el espíritu del ejército. Esta dimensión subjetiva si bien puede estar fundada en la formación propia en tanto ejército permanente, se encuentra profundamente imbricada con el espíritu del pueblo. Igualmente, el espíritu de combate se inflama al calor de las victorias. Por el contrario, puede desmoronarse con las derrotas. Y;
• el talento del general. Igualmente, este talento no es casual, sino que emana de la sociedad. O sea, el pueblo guerrero forja sus generales. Obviamente hay cualidades puramente individuales, como lo pueden ser la astucia, capacidad de decisión, arrojo, valentía, condición física pero siempre en conexión con la base social de un país.
El pueblo y las guerras populares
Ya en el capítulo primero del libro primero Clausewitz establece que cuanto más se encuentren los pueblos involucrados en la guerra más cerca se estará de la idea abstracta de la guerra; la guerra absoluta. Igualmente se ha indicado que el genio bélico es producido por un contexto social, el pueblo.
Puede pensarse que, en Clausewitz, la participación del pueblo en la guerra se manifiesta mediante diferentes gradaciones. Puede tratarse de que el pueblo participe en aspectos puntuales, o bien, de manera muy determinante.
El apoyo del pueblo a una guerra puede expresarse de una manera pasiva como sentimiento a favor de la guerra. Incluso contar con los favores del pueblo, así sea de una manera no activa puede tener sus ventajas específicas.
Así, hay algunos aspectos donde la participación popular, si bien no es decisiva, sí debe contemplarse constituyéndose en ayudas articuladas con las tareas del ejército. Estos son los casos, según el autor, de utilizar al pueblo como fuente de información y para cuando es necesario abastecerse de alimentos. Se habla de utilizar puesto que desde un punto de vista militar el ejército es la estructura fundamental, más que el pueblo.
En ciertas ocasiones el pueblo toma las armas, pero es una fuerza débil. Sin embargo, pasa a ser digna de tomarse en cuenta cuando logra tomar varios puntos [22].
Como ya se dijo en el apartado de ubicación histórica de este mismo artículo, Clausewitz, considera que con Napoleón se alcanzó la forma más completa de participación popular, con lo que la guerra se vuelve guerra absoluta. En el momento que las monarquías se defienden de Napoleón, igualmente recurriendo a la participación popular, se entra en un período de violencia absoluta.
Textualmente:
…la guerra popular ha de ser vista en general como una consecuencia de la ruptura que el elemento bélico ha hecho en nuestra época de su vieja delimitación artificial; como una ampliación y un reforzamiento de todo el proceso de fermentación que llamamos guerra.
Y,
En la generalidad de los casos, aquel pueblo que se sirva de la misma con inteligencia alcanzará una superioridad relativa sobre aquellos que se burlan de él” [23].
Con delimitación artificial se refiere a la separación entre el ejército permanente y el pueblo, pues el pueblo al abrazar la causa de la guerra se une al ejército. Pero no se podría decir que pueblo y ejército forman una masa indiferenciada pues Clausewitz siempre considerará al ejército una estructura definida y permanente [24]. Así, mientras en los tiempos de paz la participación popular desaparecerá, en cambio el ejército permanecerá.
Para Clausewitz el teatro ideal de la guerra es la defensa, pero no se trata de una defensa inmóvil, sino una defensa a la ofensiva. Una defensa que se apresta al combate para contraatacar, no solo para repeler al enemigo sino para hacerlo retirarse, lo que constituye convertir una posición defensiva en una ofensiva en búsqueda de un triunfo estratégico. En tal contexto, lo ideal para una posición de defensa es contar con el apoyo del pueblo [25]. Es claro que el apoyo popular en su máxima expresión es cuando adquiere la forma de la movilización popular en el contexto de un teatro bélico de defensa [26].
Siendo una concepción dinámica de la defensa, el escenario perfecto es que, convirtiéndose la guerra defensiva en guerra ofensiva, el pueblo también le acompañe en esa parte ofensiva; en el ataque ofensivo [27].
La forma superior de participación popular será mediante la insurrección armada [28]. Concretamente: “…podemos aducir la insurrección armada o levantamiento popular como un medio singular de defensa” [29].
Se pregunta Clausewitz: ¿Cuál es el efecto de la resistencia armas en mano del pueblo? Contestándose: “Destruye como un ascua silenciosa los cimientos del ejército enemigo”. “Por tanto, si no se quiere perseguir ningún fantasma, hay que imaginar la guerra popular en unión con la guerra de un ejército permanente, y unidas ambas por un plan que abarque el conjunto” [30].
En ciertas condiciones la guerra popular puede ser más contundente. Específicamente bajo las siguientes i) Que la guerra se dé en el interior del país. ii) Que no se decida por una única catástrofe. iii) Que el teatro bélico alcance un trecho importante del país. iv) Que el carácter popular apoye la medida. v) Que el país sea muy accidentado e inaccesible [31].
Es posible que esta ubicación de la guerra popular realizada por el autor se deba justamente a las condiciones políticas, sociales y geográficas de Europa a principios del siglo XIX. Es decir, se trataba de países todavía muy rurales y de escasas infraestructuras tal y como se han conocido en contextos históricos posteriores. Por eso, quizás la participación privilegiada del pueblo es en regiones montañosas, en la lucha cuerpo a cuerpo, en regiones accidentadas y difíciles [32].
En el marco donde la burguesía, tanto la “revolucionaria” como la reaccionaria luchan por ser la clase dirigente apoyándose en sus respectivos ejércitos permanentes se entiende entonces el papel subordinado que Clausewitz la da al pueblo, poniéndole bajo un plan militar comandado por el ejército. La política militar de este autor será darle al pueblo las periferias socio-geográficas, no el centro. Textualmente:
El uso de la revuelta popular y de las milicias populares armadas no puede ni debe ir dirigido contra el poder principal enemigo, ni siquiera contra cuerpos considerables, no debe triturar el núcleo, sino sólo roer la superficie, la periferia. Debe alzarse en las provincias que están a los costados del teatro bélico y a las que el atacante no llega con fuerza, para sustraer por completo esas provincias a su influencia [33].
En la concepción clausewitziana el pueblo está y no está en cualquier lugar, se trata de un poder destructivo, pero sin centro visible. Así:
Según nuestra concepción de la guerra popular, igual que la niebla y las nubes, no tiene por qué concretarse en ningún sitio, de lo contrario el enemigo dirigirá una fuerza adecuada contra ese núcleo, lo destruirá y hará gran cantidad de prisioneros; entonces el valor se hundirá, todo el mundo creerá que la cuestión principal está decidida, que todo esfuerzo es vano, y las armas caerán de las manos del pueblo [34].
Como el ejército se centrará en el ataque principal no se puede distraer en las batallas periféricas que más bien le corresponderán al pueblo librar, “roer la superficie”, de manera que en el plan militar se contemplará el apoyo a la sublevación popular mediante el envío de pequeñas tropas. Sin que esto signifique debilitar al ejército permanente [35].
En suma, para Clausewitz, la participación del pueblo se entenderá de la siguiente manera.
i) La de participaciones puntuales a participaciones mayores.
ii) En participaciones puntuales sobresalen la simpatía con el ejército así sea simpatías pasivas o relativamente pasivas.
iii) Formas más activas de participación son: información y provisión de alimentos.
iv) Las formas más altas de participación popular son la movilización popular y la insurrección armada.
v) Pero el pueblo no se encargará del centro de poder principal del ejército enemigo sino de las periferias, de las provincias. En este contexto se les dará mucha importancia a las luchas de montañas en territorios difíciles. El ejército permanente por su parte se encargará de atacar el poder central enemigo, o sea, el centro de gravedad del ejército enemigo. Al mismo tiempo, el ejército reforzará la insurrección popular mediante el envío de pequeñas tropas sin que esto signifique desviarse del objetivo estratégico de dejar indefenso al enemigo en su principal centro de poder.
Conclusión. ¿Vigencia del pensamiento de Clausewitz?
Teniendo presente que la lucha de clases se expresa conscientemente a través de la política, se puede seguir atribuyendo gran poder explicativo a la fórmula de Clausewitz de entender la guerra como la continuación de la política por otros medios. En las guerras se muestran de manera muy clara los objetivos de someter al enemigo lo que, en el contexto de ciertas correlaciones de fuerzas, puede implicar colocar en tanto objetivo político de la guerra el tomar el poder ya sea de manera directa o de manera indirecta mediante la colocación de aliados convenientes en el poder. Cada guerra ha implicado distribuciones específicas de poder. Se podría pensar que con las guerras napoleónicas se impuso un equilibro capitalista progresista donde la burguesía impuso su dominio incluso en los países monárquicos. La herencia de la revolución francesa indudablemente todavía pervive, aunque en un nuevo contexto de un capitalismo imperialista.
La política mundial en el siglo XX devino de dos guerras mundiales, las cuales conllevaron distribuciones específicas del poder mundial. La primera guerra mundial colocó a Estados Unidos como la nueva potencia imperialista en proceso de afianzar su hegemonía. Y, la segunda guerra mundial, consolidó el dominio imperialista de ese país. Pero cada guerra, al mismo tiempo, ha conllevado vacíos de poder que la clase trabajadora junto con otras sectores y clases oprimidas han aprovechado para tomarse el poder. En el contexto de la primera guerra mundial se tiene la toma del poder por parte de los bolcheviques en 1917 como el primer gran triunfo revolucionario. Y, en la segunda guerra mundial, se tiene el caso de la revolución china de 1949 como el gran acontecimiento que cambió el mundo en una perspectiva de transformación revolucionaria, en este caso, en un inmenso y poderosos país de la “periferia”. De importancia estratégica también están las Conferencias de Yalta y Potsdam donde se sellaron los acuerdos que implicaron la distribución del mundo quedando la antigua URSS con el dominio de Europa del Este.
El siglo XX fue claramente clausewitziano con sus dos grandes guerras, y por ende, las distribuciones de poder en el mundo. De manera muy significativa a partir de 1917 con la revolución rusa emerge un poder obrero en un país muy grande e importante, pero no una potencia de primera línea. Igual con China en 1949, se manifestó otra revolución en una región importantísima pero no de primer orden en la arena mundial.
Con el fin del socialismo burocrático en la antigua URSS, en China y en Europa del Este, entre otros, período cerrado simbólicamente con la caída del muro de Berlín, pareció que la época clausewitziana de la humanidad había terminado. Es decir, con la caída del socialismo pareció que había finalizado la época de las guerras, con sus consiguientes revoluciones. De hecho, fue en la Conferencia de Potsdam de 1945 que se redacta la Carta de las Naciones, vigente hasta el día de hoy y que da pie a las relaciones modernas entre estados, de supuesto respeto a los derechos humanos, respeto a las soberanías nacionales, y más recientemente, un orden “civilizado” que da lugar a metas como la Agenda 2030, así como a los Objetivos del Desarrollo Sostenible.
Sin embargo, el fantasma de Clausewitz parece seguir rondando el mundo puesto que, desde el fin de la segunda guerra mundial, numerosas y sangrientas guerras han tenido lugar. La mayor parte de estas guerras han sido guerras reaccionarias entre potencias imperialistas viejas o nuevas por afianzarse regiones o diferentes países en situaciones de inestabilidad. Otras guerras han sido guerras revolucionarias o progresistas, la revolución cubana de 1959 o la guerra de Vietnam 1955-1975 contra el imperialismo estadounidense. El listado de guerras es muy importante. Actualmente hay dos guerras de primer orden: la de invasión de Ucrania por parte de Rusia, con la consiguiente respuesta de la OTAN-Estados Unidos, y, la guerra contra Palestina librada por Israel y Estados Unidos principalmente. Cada una de estas guerras expresan un equilibrio frágil de fuerzas que amenazan constantemente con escalar regional e incluso mundialmente.
Por tanto, si bien el mundo en este momento no está en guerra mundial, sí hay importantes guerras regionales e internas donde pudiera estudiarse la aplicabilidad de los conceptos antes detallados provenientes de Clausewitz, en particular aquellos que tienen que ver con la incidencia de fuerzas o países en situación de opresión. O sea, utilizarse una aplicabilidad con fines revolucionarios de algunos aportes de este autor. Siempre teniendo el cuidado de intentar aproximaciones no dogmáticas puesto que de Clausewitz a nuestros tiempos mucha agua ha pasado bajo los puentes en muchos aspectos: formas de expresión de la lucha de clases, formas de hacer política, lenguajes, tecnologías, etc. Algunos temas que al respecto se puede tener en cuenta para una utilización revolucionaria de Clausewitz son los siguientes.
En primer lugar ¿cuál es la política revolucionaria? Y por consiguiente cuál es el plan “militar” que se desprende de esa política. Esto es lo fundamental. De acuerdo con Clausewitz, tanto los aciertos como las derrotas de una estrategia militar, básicamente se desprenden de la política a la que obedece el plan militar. Igualmente, se puede pensar que las fuerzas obreras y populares pueden acertar o errar en la línea política. Por otra parte, aunque pareciera bastante difícil no se puede descartar la hipótesis de que la revolución se anticipe a la guerra. Si este fuera el caso, y, dado un contexto de lucha de cases, posiblemente ante el triunfo de la revolución puede surgir la contrarrevolución lo que de nuevo pudiera colocar el tema de la lucha militar revolucionaria. En cualquier caso, el tema militar se desprende de la política concreta a seguir según las circunstancias. Incluso, una política revolucionaria en cierto contexto puede surgir de una oposición de masas revolucionaria a guerras imperialistas en curso. En este sentido, lo fundamental de la política revolucionaria es tender puentes entre las necesidades y conciencia actuales de las masas y la lucha por el socialismo. En otras palabras. la tarea fundamental es ayudar a generar movilización revolucionaria de las masas. El signo revolucionario de las movilizaciones se lo va a imprimir las tareas concretas que se proponga el movimiento de masas. Hay que tener en cuenta que no toda movilización necesariamente es revolucionaria. Solo que, en contextos de crisis del capitalismo, tal es la situación actual, la emergencia de situaciones revolucionarias puede surgir en cualquier momento, ya sea a nivel de país, regiones del mundo o situaciones revolucionarias globales. La política revolucionaria es seleccionar correctamente estos puentes móviles entre tareas “mínimas” y tareas “máximas”. Por supuesto que hay una relación dialéctica entre ambos tipos de tareas. Debe aclararse que si estas tareas “transicionales” no generan movilización no son buenos puentes ya que no impactan el proceso de la lucha de clases. Desde una perspectiva revolucionaria, las tareas militares se desprenden del programa transicional que se proponga y que se vaya haciendo realidad.
El método dialéctico en el estudio y la intervención en guerras. En el proceso de las guerras todo acontece muy rápido. Aunque debe haber un plan de guerra mucho de lo que acontece es inesperado o paradójico. El cálculo de probabilidades debe aplicarse, pero en tanto aproximaciones posibles a lo que realmente sucede. De hecho, las grandes revoluciones obreras y campesinas del siglo veinte, tales son los casos de la revolución rusa de 1917 y de la revolución china de 1949, fueron resultados absolutamente inesperados para las clases dominantes. Por ese dinamismo de la realidad, exacerbado por las guerras, la relación entre táctica y estrategia también es muy dinámica. Así, la política revolucionaria debe ser muy cuidadosa para no estancarse en lecturas rígidas pues las caracterizaciones son móviles. Hay que tener cuidado con las fórmulas estáticas como son las siguientes: situación contrarrevolucionaria, situación no revolucionaria, situación revolucionaria, entre otras. Más bien, todas las situaciones son transicionales. Las fórmulas rígidas son cómodas para encajonar la realidad, pero esta es terca y a veces no se deja aprisionar en categorías estancos. En la guerra, los cambios de una situación defensiva a una situación ofensiva pueden ocurrir de manera muy inesperada. Desde mi punto de vista el libro de Emilio Albamonte y Matías Maiello, Estrategia socialista y arte militar, se inscribe en una interpretación muy dinámica de la obra clasewitziana. Igualmente, el libro de Matías Maiello, De la movilización a la revolución. Debates sobre la perspectiva socialista en el siglo XXI, se enmarca en una comprensión transicional de las luchas de clases de nuestro tiempo.
Las fuerzas morales en nuestro tiempo. Las fuerzas morales siguen teniendo mucha importancia para los asuntos de las guerras de hoy en día. Hay guerras, incluso defensivas o de pura supervivencia, que tienen grandes fuerzas morales por detrás, lo que implica que a pesar de su debilidad material, juegan papeles fundamentales para sostener sus causas. El ejemplo más palpable de la actualidad es Palestina. El pueblo palestino parece fortalecer sus razones con cada golpe asesino que les inflige el ejército de Israel con el soporte de los Estados Unidos. La popularidad de la causa palestina se ha venido fortaleciendo en sectores estudiantiles y juveniles del mundo occidental. Algunas de las acciones que ha venido realizando esta juventud, incluso ha llevado a que, en Estados Unidos y Europa, la policía intervenga para desalojar tomas de campus universitarios. En cierto modo, con esta juventud al frente se crea un anillo moral internacional juvenil que rodea solidariamente al pueblo palestino. Claro está que no se desea que el pueblo palestino sea masacrado para fortalecer su causa, pero tal y como se dijo, y esto es muy clausewitziano también, los desenlaces de las guerras a veces son muy diferentes de lo que con esas esas guerras se han propuesto sus gestores. En el caso de Ucrania, el levantamiento del pueblo ucraniano en defensa de su autodeterminación fue de primer orden para impedir que el imperialismo decadente ruso lograra sus objetivos de dominación. Con la intervención de la OTAN-Estados Unidos en Ucrania, la guerra se ha transformado, de su dinámica inicial, en una guerra entre potencias: Rusia por un lado y occidente, comandado por Estados Unidos, en el bando opuesto. En este contexto la lucha por la autodeterminación de Ucrania se plantea tanto respecto a Rusia como a Estados Unidos y las potencias europeas [36]. Obviamente, los ejércitos imperialistas también tienen una moral que se busca conectar con sentimientos más amplios de sus respectivas bases sociales. Pero son morales reaccionarias, regresivas socialmente. De manera que, en esos casos se echa mano de nacionalismos opresivos, supuestas superioridades étnicas como en el fascismo, o ideologías de superioridad imperialistas.
Las relaciones entre guerrillas populares y ejército permanente. Como se vio en la exposición sobre este tema, en Clausewitz, las guerrillas e incluso los levantamientos armados del pueblo, pueden y deben ser tomados en cuenta en un plan militar. Para Clausewitz el papel fundamental lo lleva el ejército permanente que se deja para sí la batalla principal; la que se libra en el centro de gravedad del país. Al pueblo le queda desarrollar batallas y levantamientos en las periferias. Es explicable esta concepción de poder de este autor, pues la burguesía estaba en plan de afianzar su poder político. Siendo la guerra la continuación de la política por otros medios es claro el plan burgués de afianzarse en el poder por medio de las armas. El pueblo participó muy activamente en el marco de la revolución francesa pero todavía se encontraba muy inmaduro como para tomarse el poder con conciencia de clase. Será poco más de un siglo adelante en la historia, en el contexto de la primera guerra mundial, que en Rusia se presentará la oportunidad de tomarse el poder por parte de la clase obrera y de otros aliados. En la Comuna de París de 1871 también se dio una oportunidad de poder, pero la clase obrera no tenía un plan militar de toma del poder, con lo que se produjo “… una especie de trauma epistemológico…” en palabras de Roberto Jacoby [37]. En el caso de la insurrección de octubre de 1917 en Rusia, hubo una genial combinación entre milicias obreras “irregulares”, y una política hacia el ejército de herencia zarista, pero este ejército, en el nuevo contexto revolucionario, estaba en una crisis política profunda puesto que ya el zarismo había caído, el kerenskismo buscaba orientarlo hacia una política de conciliación de clases, mientras que el bolchevismo trazó una hábil política de atracción de ese ejército, cosa que efectivamente logra. Trotsky fue el gran artífice de esa política [38].
Muchos campos abiertos por estudiar. En muchos países y regiones la lucha de clases en ciertos contextos adquiere características violentas. Los pueblos se levantan, frecuentemente incluso sin la participación de organizaciones formales de dirección obrera y popular. De una manera relativamente espontánea establecen organismos de ofensiva y defensiva, tales como, toma de puntos neurálgicos de las ciudades y de los países a menudo se dan tomas de carreteras con lo que la vida económica se ve directamente impactada, también en el marco de manifestaciones sociales poderosas se ve la formación de organismos de autodefensa que se enfrentan a veces muy eficientemente con la policía y los ejércitos. Frecuentemente estas poderosas formas de lucha son exitosas logrando sus demandas. Se trata posiblemente de “guerras de posiciones”. Tales son los casos, por ejemplo, de los paros generales acaecidos en Panamá, durante el 2022 y el 2023. El paro del 2023 se desarrolló específicamente en contra de la renovación de la explotación de cobre de la empresa Minera Panamá First Quantum Minerals, logrando este paro su cometido. En el trasfondo del levantamiento panameño, sin duda, se manifiesta un alto grado de malestar social y político, aparte del aspecto particular que catapultó al paro. La reivindicación que motivó este paro es claramente anticapitalista, antimperialista, ambientalista y subversiva, pues contradecía un acuerdo de renovación de contrato ya votado afirmativamente en el seno de la Asamblea Nacional. Ante este tipo de fenómenos de la lucha de clases, cabe hacerse preguntas como las siguientes: ¿se pueden caracterizar estas luchas, siguiendo a Clausewitz de guerras populares? ¿O más bien se trata de guerrillas populares? ¿Cuáles son las formas concretas que asumen estos enfrentamientos? Y, fundamentalmente, ¿Cuál es la política que expresan estos levantamientos?
Bibliografía
Albamonte, Emilio y Maiello, Matías, (2017): Estrategia socialista y arte militar, Buenos Aires, Ediciones IPS.
Ancona, Clemente, (1979): “La influencia de De la Guerra en el pensamiento marxista de Marx a Lenin”. En: Lenin, Ancona, Braun, Razin, Stalin, Engelberg, Korfes Clausewitz en el pensamiento marxista, México, Cuadernos Pasado y Presente.
Cardona, Gabriel, (2004): “Estudio preliminar”. En: Clausewitz, Carl Von, De la guerra, La Esfera De Los Libros [Kindle Edition].
Kropotkin, Piotr, (2018, con base en la primera edición del 1909): La gran revolución francesa 1789-1793, (tomo 1). Buenos Aires, Brigada para leer en libertad. Consultado en: https://biblioteca-repositorio.clacso.edu.ar/bitstream/CLACSO/7974/1/La-gran-revolucion-francesa-tomo-I.pdf (consulta realizada el 22/05/2024).
Maiello, Matías, (2022a): De la movilización a la revolución. Debates sobre la perspectiva socialista en el siglo XXI, Buenos Aires, Ediciones IPS.
Maiello, Matías (2022b): “Debates sobre la guerra en Ucrania”, La Izquierda Diario. Consultado en: https://www.laizquierdadiario.com/Debates-sobre-la-guerra-en-Ucrania (consultado el 25/07/2024).
Nelson, Harold Walter (2016): León Trotsky y el arte de la insurrección, 1905-1907, Buenos Aires, Ediciones IPS.
Reed, John (2020): México insurgente, México, FCE-Colección Popular.
COMENTARIOS