En la primera parte culminamos con el inicio de la huelga inquilinaria de 1907 en contra del aumento de los alquileres y de los impuestos municipales. En esta segunda parte continuamos con el desarrollo de la huelga y la represión desatada por el gobierno a pedido de los propietarios.
Jueves 26 de marzo de 2015
“La penuria de la vivienda no es en modo alguno producto del azar; es una institución necesaria que no podrá desaparecer, con sus repercusiones sobre la salud, etc., más que cuando todo el orden social que la ha hecho nacer sea transformado de raíz”.
Friedrich Engels, Contribución al problema de la vivienda, 1873.
Para hacer frente a la huelga los propietarios se nuclearon durante el mes de octubre en la “Sociedad Corporación de Propietarios y Arrendatarios” de la Capital, que reclamó a las autoridades la eliminación de los impuestos que gravaban a los conventillos y medidas represivas contra los huelguistas. Entre los propietarios se encontraban “ilustres ciudadanos porteños” como el empresario marítimo Nicolás Mihanovich y el estanciero Anchorena.
La represión solía hacerse en horas de la mañana, cuando los hombres salían a trabajar. El protagonismo entonces lo tuvieron las mujeres y sus hijos e hijas que sacaban a los escribanos, abogados, jueces y policías a escobazos, por lo que la lucha de 1907 pasó a ser conocida como “La Huelga de las Escobas”. En medio del conflicto unos 300 niños y niñas marcharon por el barrio de La Boca con escobas para “barrer a los caseros y las injusticias de este mundo” y al pasar por un conventillo recibían un nuevo contingente que se unía al reclamo. En las puertas de las viviendas se acumulaban palos, piedras y todo tipo de objetos intimidatorios. Crónicas relatan que las mujeres preparaban enormes calderas de agua hirviendo para desollar a quienes quisieran echarlos (1).
Pero a medida que se radicalizaba la protesta la represión se fue incrementando. Se empezó a utilizar a los bomberos para que arrojaran agua helada a las familias que resistían los desalojos. El 22 de octubre el coronel Ramón Falcón –quién en 1909 ordenaría ametrallar una manifestación pacífica del 1° de Mayo porque “llevaban la bandera roja en lugar de la celeste y blanca”- reprimió a huelguistas en el conventillo “Las catorce provincias”, en el barrio de San Telmo, causando la muerte del obrero anarquista Miguel Pepe de 18 años. Su funeral fue una manifestación de 15 mil personas que se inició en la Plaza Once pasando por el Congreso Nacional y Avenida de Mayo hasta la Plaza San Martín. Allí se realizó un acto en donde hizo uso de la palabra la dirigente Juana Rouco Buela en representación del Centro Anarquista Femenino.
Otros actos de represión se dieron en el conventillo de la calle Ituzaingó en donde se arremetió a machetazos, con el resultado de que Josefa Batar fue pisoteada por los caballos de la policía, Ana Llondeau fue arrastrada de los cabellos pese a estar embarazada, y resultaron heridas Catalina Álvarez y Josefa Rodríguez. Como se puede ver, las principales protagonistas del conflicto fueron las mujeres. A la citada Rouco Buela se le suman Virginia Bolten, que entre 1922 y 1925 dirigió el periódico anarquista La voz de la Mujer, y María Collazo que arengó en el conventillo de Estados Unidos al 768.
Otra ciudad en donde se radicalizaron las acciones fue Rosario, que para octubre tenía 300 conventillos en lucha. Iniciado el conflicto se formó la “Liga Pro Rebaja de Alquileres”, con delegados de diferentes conventillos. Desde el primer momento el conflicto contó con la solidaridad de un sector de la prensa como fueron los diarios La Protesta, El Municipio (que en una editorial comentaba que “los explotados que dan la sangre por el progreso nacional y el enriquecimiento particular y a quiénes ni siquiera se les da el techo y pan que necesitan”) y El Tiempo.
La Liga elaboró un documento, reproducido por la prensa solidaria, que reclamaba una rebaja del 30% de los alquileres, higienización de los conventillos a cargo de los propietarios, eliminación del pago por adelantado y de las garantías, recibir familias numerosas y seguridad de que no se desalojaría a inquilinos que participaran en la protesta (2).
A fines de septiembre un mitín de la Liga fue reprimido por la Policía, cargando la Caballería y repartiendo sablazos y latigazos a hombres, mujeres, niños y niñas. También se dieron enfrentamientos durante los intentos de desalojo. La Protesta alentaba indicando a las familias de los inquilinos: “¿Desalojos? ¡Agua hirviendo! Todas las armas son buenas en épocas de guerra; y nadie puede decir que no estamos en plena guerra contra la explotación y la usura. ¡A defenderse, pues!” (3). Numerosos sindicatos se sumaron a la protesta y amenazaron con una huelga general si no se cumplían las demandas de los inquilinos.
En noviembre todavía existían algunas casas en conflicto en varias ciudades y para mediados de diciembre el movimiento se fue agotando tras conseguir algunas de las demandas que no fueron del todo respetadas por los propietarios. En muchos patios de conventillos de Buenos Aires se celebró con fiestas y bailes la obtención de rebajas y el mejoramiento mínimo de algunas condiciones de vida. Mientras que en otros se produjeron desalojos que dejaron a decenas de familias en las calles. El Sindicato de Conductores de Carros se solidarizó con las familias desalojadas poniéndose al servicio para la realización de los traslados hasta los campamentos improvisados por los sindicatos anarquistas.
Un dato a destacar es que el Partido Socialista tuvo una postura ambigua durante el conflicto, ya que consideraba que negándose a pagar los alquileres y destrozando casas no se fomenta la vivienda barata e higiénica. El 24 de noviembre su órgano de difusión, La Vanguardia, publicaba una nota en donde sostenía que la solución para “librarse de la tiranía del casero o atenuar su explotación”, estaba en “construir casitas que sean habitadas por los mismos socios, y con el alquiler ir amortizando el valor de la propiedad” (4). Por ello llamaba a los trabajadores a sumarse al Hogar Obrero, cooperativa de vivienda y consumo creada por los socialistas en 1905.
Si bien se obtuvieron mejoras para algunos conventillos e inquilinatos, la situación de la vivienda entre las clases trabajadoras no se vio afectada. En 1915 el Congreso Nacional aprobó la Ley Nº 9677 de “Casas Baratas” propuesta por el diputado conservador Juan F. Cafferatta. Esta ley creaba la Comisión Nacional de Casas Baratas (CNCB), cuyo trabajo se limitó a la construcción de 161 viviendas obreras en la ciudad de Buenos Aires, en lo que hoy se conoce como Barrio Cafferatta. Esto estaba muy por debajo de las necesidades reales de vivienda de la población.
Podés leer la primera parte de esta serie acá: Las huelgas inquilinarias a comienzos del siglo XX
Notas:
(1) Ceruti, Leónidas; “La Huelga de las Escobas. Los trabajadores y sus viviendas en el país de la abundancia”, en: ANRED, http://www.anred.org/spip.php?article4477, 2 de octubre de 2011.
(2) Ceruti, Leónidas; “La Huelga de las Escobas...”.
(3) Citado por Ceruti, Leónidas; “La Huelga de las Escobas...”.
(4) La Vanguardia, Buenos Aires, 24 de noviembre de 1907, en: Reinoso, Roberto (comp.); La Vanguardia: selección de textos (1894- 1955), Buenos Aires, CEAL, Biblioteca Política Argentina tomo 90, p. 60. También se puede consultar en el apartado sobre “Cooperación Libre” (Capítulo I) en Valencia, Luciano Andrés; La Transformación Interrumpida, Santa Rosa, Fondo Editorial Pampeano, 2009.
Luciano Andrés Valencia es escritor. Autor de La Transformación Interrumpida (2009) y Páginas Socialistas (2013). Publica artículos en medios alternativos de Argentina y el exterior. Contacto: [email protected].